Hace un año salimos a decir “¡No a la reforma tributaria!”. Nuestro rechazó tomó forma de Paro Nacional y se apropió las calles con gritos, bailes y arengas por todo el país. Ese día no éramos conscientes de la represión que tuvimos que enfrentar por meses. Según organizaciones como Temblores ONG e Indepaz, el Paro dejó al menos 80 casos de violencia homicida, al menos 35 víctimas de violencia sexual por parte de la Policía y al menos 90 jóvenes que perdieron sus ojos por cuenta del abuso policial.
Recuerdo que ese 28 de abril la represión fue brutal. Ese día salí a marchar junto a Escudos Azules, quienes hacen parte de la Primera Línea en las movilizaciones, y nos sorprendió la cantidad de personas en las calles. Salimos con pancartas, escudos, un megáfono para hacernos escuchar. Nos respondieron con gases lacrimógenos. Empezamos a sentir que nuestras vidas estaban en riesgo en las calles. En un punto nos preguntamos si íbamos a regresar a nuestras casas. El Esmad y la Policía estaban aplicando una fuerza implacable, nos trataban como enemigues a exterminar.
Hace un año también nos apropiamos de gritos como el del colectivo Toloposungo y alzamos la voz para decir: “Todos los policías son unas gonorre*s”. La expresión, que a su vez es un colectivo integrado por artistas empíricas, personas no binarias, trabajadoras sexuales y mujeres trans, surgió de las redes que se tejen desde el barrio Santa Fe. Redes como la Red Comunitaria Trans, que denunció 35 transfeminicidios en 2021. Sus formas de protesta incluyen expresiones artísticas como el ‘Voguing’. A través de sus performances nos invitan a reflexionar sobre la abolición policial o refundar una institución que debería protegernos. Pero que en vez de eso no interviene cuando estamos en peligro. En el caso de las poblaciones diversas las amenaza, estigmatiza, persigue y maltrata.
Este grito de reforma y abolición policial también lo han elevado otras colectividades, como El Bloque de Víctimas de la Policía Nacional, el Colectivo Rosa Negra, el Colectivo 9 de Septiembre y el Colectivo MAFAPO. Todas compuestas por familiares de víctimas de crímenes del Estado, para quienes este pedido hace parte de su proceso de reparación, justicia y no repetición.
Como artista, manifestante, activista y mujer de la Primera Línea, mantengo mi postura en la abolición, convencida de que son dispositivos del poder patriarcal que violentan los cuerpos feminizados y las disidencias sexuales y de género.
Tras su visita a Colombia en 2021, la CIDH recomendó “Separar a la Policía Nacional y su Esmad del Ministerio de Defensa, a fin de garantizar una estructura que consolide y preserve la seguridad y evite toda posibilidad de perspectivas militares”. Esto con el fin de que la policía recupere el carácter civil que debe tener esta institución. Lejos de acatar esta recomendación, el gobierno de Iván Duque se centró en una reforma cosmética. Modificó el color de los uniformes y aumentó el número de mujeres, sin cambiar nada estructural.
Esta última medida no es nueva en la institución. Una de las reformas que implementó el Esmad en 2011 fue precisamente la creación de la sección femenina de la institución. “El Esmad femenino nació luego de entender que los públicos no son iguales. Hay diferentes escenarios y hay diferentes situaciones en donde es necesario que participe la mujer. La sensibilidad de la mujer nunca se va a perder, buscamos lastimar menos y sentir más”, explicó la Policía en su momento.
Como manifestante, nunca he percibido esta diferencia entre mujeres y hombres del Esmad. Para mí ambos violentan igual la protesta social y los cuerpos feminizados.
Un ejemplo de esto que digo es el caso de una joven caleña quien denunció que el 30 de abril del año pasado, en el marco de una protesta, fue retenida y abusada sexualmente. “Los hombres fueron golpeados y llevados y las mujeres separadas. En ese momento, se acercó uno del Esmad y abusó de mí en presencia de todos sus compañeros, incluida una mujer, a la cual le expresé mi descontento. Le dije que, siendo mujer, era una basura de la sociedad por permitir dichos atropellos”.
¿Cuando un hombre o una mujer del Esmad tiene puesto el uniforme, reflexiona sobre si está cuidando a la ciudadanía o solo ayuda a mantener la cadena de abusos y violencias? Yo pienso que no reflexiona. Pienso que sin importar el género, olvidan que tienen la opción, gracias a su libertad de conciencia, de objetar cuando una orden es desproporcionada o cuando son testigos de algún abuso. En este caso, la mujer policía decidió quedarse callada y se convirtió en cómplice.
Desde siempre, la Policía ha creído que la paridad de género es igual a incluir más mujeres en sus filas dispuestas a seguir reprimiendo de manera violenta la protesta social. Así lo afirman en el texto o manual “Mujer Policía”, creado por la misma institución. “En las misiones las mujeres son más propensas a encarnar y vivir este equilibrio subjetivo de género y por lo tanto operan desde las posiciones de empatía y cuidado”. La verdad es que en la calle esta empatía no se percibe para nada. De lo que sí somos testigos es de los constantes abusos de la fuerza pública sin importar si el que acciona el arma es un hombre o una mujer. Lo que sí hemos visto es su intención de causar el mayor daño posible a nuestros cuerpos.
Desde el Paro Nacional de 2019 he salido a manifestarme activamente. He visto al Esmad reprimir y violentar. Incluso he vivido de cerca todas las violencias que ejercen desde la desproporcionalidad contra quienes salimos a las calles. Los he visto dispararles a los ojos de mis amigos y he sido testigo de heridas letales que han causado sus armas de bajo impacto. También he tenido que correr ante el miedo de sufrir una agresión sexual porque las autoridades leen nuestros cuerpos femeninos como objetos para poseer y violentar.
Este comportamiento empeoró durante el Paro y soy testigo de ello. Viví la forma en la que tanto Policía como Esmad abusaron de su poder para castigarnos a nosotras las mujeres por salir a la calle. Si decidíamos hacerlo debíamos estar dispuestas a sufrir un posible abuso sexual. Pero esto se usa como mecanismo desde antes en la institución. Según reportó Temblores ONG a través de los datos del Instituto Nacional de Medicina Legal de Colombia, entre 2017 y 2019 se reportaron 102 casos de violencia sexual perpetrados por la Policía Nacional en 2020.
Pedimos abolición y no reforma porque los cuerpos feminizados no somos cuidados por parte ni de mujeres ni de hombres policías. Pedimos abolición orque su trato sigue siendo la violencia y la brutalidad policial. Mujer policía: no alces las armas en contra de tus hermanas porque nuestras luchas son las mismas que las tuyas. En vez de disparar contra nuestros cuerpos, únete a nosotras. Cuando veas un abuso, puedes alzar tu voz y recordar que antes que ser policía, eres mujer.
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