Según especialistas en el tema, en Bogotá han venido aumentando los casos de abuso sexual cometidos por menores de edad desde 2020. En el Valle del Cauca estos también son frecuentes ¿A qué responde el fenómeno? Expertas explican las múltiples dimensiones del abuso sexual cuando es cometido por niños y adolescentes.
Entre 2022 y 2023, se han registrado en medios al menos siete casos de abuso sexual cometido por menores de edad contra estudiantes más jóvenes en diferentes colegios públicos y privados del país. La mayoría de estos casos ocurrieron en Bogotá. En los titulares más recientes se leen imágenes difíciles de imaginar: ‘Niños de siete años habrían abusado de un menor de su misma edad en colegio de Bucaramanga’; ‘En el baño de un colegio, niño de 8 años fue abusado por un compañero: grave denuncia’; ‘Niña de 12 años denuncia que compañeros de colegio en Bogotá la abusaron y dejaron embarazada’.
Aunque no hay cifras unificadas en el país, Diana Carolina Arenas, coordinadora del programa distrital para la atención y prevención de la agresión sexual, PASOS, una estrategia pionera en el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SRPA), nos cuenta que, al menos en Bogotá, los delitos por los cuales la mayoría de jóvenes ingresa al sistema penal son los delitos sexuales.
El aumento de estos casos se remonta a 2020, según datos de la Fiscalía y el ICBF que menciona Diana Carolina. De acuerdo con estimaciones del programa PASOS de Bogotá, 35 por ciento de los delitos cometidos por adolescentes corresponde a tocamientos y 25 por ciento, a acceso carnal violento con agravantes. Son hechos que se registran sobre todo en los entornos familiares, donde las víctimas suelen ser niñas –hermanas, primas, sobrinas–. Sin embargo, también son muy frecuentes en las aulas de clase contra compañeras.
Estos registros suelen ir acompañados de narrativas sobre los niños o adolescentes acusados. ‘Victimario’ o ‘abusador’ son palabras comunes en los cubrimientos, así como relatos detallados de las víctimas. Ambos aspectos pasan por alto que les menores de edad son sujetos de especial protección constitucional, y que las agresiones sexuales en este contexto deben leerse en su complejidad.
En MANIFIESTA consultamos a educadoras sexuales, docentes, psicoterapeutas, abogades, funcionarios del sector educación y articulados con el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente para comprender a profundidad el fenómeno, su tratamiento penal e institucional, su abordaje psicológico y pedagógico, así como sus explicaciones culturales. ¿En qué coinciden? Primero, en que es un problema que revela el impacto del sistema patriarcal en las infancias. Segundo, que la educación integral en sexualidad es la clave de la prevención. Esa misma educación a la que se oponen distintos sectores ultraconservadores del país.
El abuso sexual entre niños: un acto de imitación
El caso más reciente que se registró en medios ocurrió el pasado 25 de agosto en el colegio Castilla I.E.D de la localidad de Kennedy, en Bogotá. Allí, un estudiante fue acusado de abusar sexualmente de una niña de seis años. “Me dijo que un niño del colegio le había hecho mucho daño”, cuenta la mamá de la víctima a CAMBIO. La mujer denuncia que la institución ignoró y desatendió el hecho.
Situaciones como esta abren preguntas difíciles sobre el cuidado en entornos escolares, la crisis de educación sexual que atraviesa el país, y los efectos de la violencia sexual al interior de los hogares. ¿Por qué un menor de edad abusaría de otra menor de edad? “Normalmente, cuando los niños y los adolescentes incurren en actos de violencia sexual es porque también son víctimas de esto. Según las estadísticas es muy reiterativo”; explica Lina Corredor, educadora en sexualidad y asesora pedagógica en Derechos Sexuales y Reproductivos.
Si consideramos que en Colombia la violencia sexual se concentra en niñes y adolescentes, con 4.417 casos registrados por la Defensoria del Pueblo en el primer semestre de 2023, el 79 por ciento del total de casos atendidos por Medicina Legal en ese periodo, es lógico que haya consecuencias entre las infancias.
De los siete casos que rastreamos en medios, dos involucraban a niños de 12 años o menos como ofensores; tres hablaban de adolescentes de 15 años, o de últimos grados, acusados de estos delitos. En los otros dos casos no se menciona la edad de los ofensores. “Las edades resultan ser muy pertinentes para analizar”, explica Lina Corredor. “Según el Código de Infancia y Adolescencia, toda persona mayor de 14 ya tiene suficiente desarrollo cognitivo para dar consentimiento sobre sus acciones. ¿Esto qué quiere decir? Que cualquier acto sexual con un menor de 14 años es un acto de violencia sexual”.
Diana Carolina Arenas explica que, de hecho, un 60 por ciento de los delitos sexuales que recibe el SRPA en Bogotá se enmarca en lo que conocemos como ‘relaciones consentidas’ o ‘noviazgos’. “Cuando alguno de los dos, principalmente las chicas, no ha cumplido los 14 años. Según el Código Penal tener relaciones sexuales con alguien menor de esta edad es un delito”.
Diana menciona que algunas entidades del sistema se oponen a que les adolescentes lleguen al programa, pues normalizan los tocamientos y otras formas de abuso a cualquier edad. Al respecto, el artículo ‘Young people who sexually abuse’, publicado en 2006 por el Instituto Australiano de Estudios de Familia, del gobierno australiano, explica los límites entre un comportamiento sexual “normal” y uno abusivo. Estos se deben a través de tres conceptos: equidad, consentimiento y coerción.
“Hay una tendencia a minimizar los comportamientos abusivos de las personas jóvenes como experimentación, juego o como una ‘fase’ que pasará con la edad. Esa minimización sustenta la seriedad del abuso y el daño que es causado a las víctimas”, dice el artículo.
Tratamiento penal
En el colegio Manuela Ayala Gaitán de Bogotá se reportó el abuso sexual de un niño de once años, cometido por adolescentes de grado once, quienes lo intimidaron con armas blancas para llevarlo hasta el baño, donde ocurrió la agresión. Este caso se registró en mayo del año pasado.
Considerando que en grado once les estudiantes suelen tener más de 14 años, este sería un caso para abordar en el SRPA, que investiga las conductas delictivas cometidas por adolescentes entre los 14 y los 18. Cuando se trata de niñes de 13 años o menos, tanto víctimas como ofensores entran en un proceso administrativo de restablecimiento de derechos en las Defensorías de Familia del ICBF.
El SRPA está integrado por distintas entidades: Fiscalía, Policía de Infancia y Adolescencia, Defensoría del Pueblo, ICBF, que operan a nivel territorial y recepcionan las denuncias. Aunque está pensado para garantizar los derechos de los adolescentes, mediante un modelo de justicia restaurativa, es un sistema colapsado que imita al sistema penal ordinario de adultos. “En la práctica, cuando son temas de tocamientos no pasa nada en el Sistema, porque está tan represado que le da más prioridad a temas de homicidio o lesiones personales”, explica el abogado Santiago Villegas, magíster en educación y contratista del Ministerio de Educación.
“En la práctica también se ve un sistema punitivo, donde te imponen una condena, y si el delito es muy grave, pasas a una correccional que es peor que una cárcel”, agrega Santiago. El abogado agrega que a pesar de que este es el común denominador del Sistema en el país, Bogotá sigue siendo pionera en rutas de atención y programas. De hecho, en 2020 la capital le puso el ojo a este problema.
“El programa PASOS surge en julio de 2020 (…) evidenciando los picos de adolescentes que ingresaban al sistema de responsabilidad penal por las diferentes tipificaciones de los delitos sexuales”. Actualmente, la estrategia está adscrita a la Secretaría de Seguridad de Bogotá y es única en el país.
El programa se concentra en un cambio de perspectiva que pasa por el lenguaje. “‘Victimario’, ‘abusador’, ‘violador’, son etiquetas que no permiten movilizar las narrativas (…) Cambiar la etiqueta es necesario para entender que no estamos juzgando al ser sino la conducta que cometió”, explica y agrega que dentro del Sistema estos adolescentes son ‘ofensores’.
Finalmente, Diana Carolina reconoce la importancia de poner la lupa sobre las agresiones sexuales que ocurren en los entornos escolares. Esto en parte porque con mayor frecuencia están involucrando niños que no ingresarían al SRPA por ser menores de 14 años.
El problema de hablar de ‘sexo’ entre los más niños
“Un caso que conocí hace poco dictando un taller de educación en sexualidad en Bogotá (…) ¿De dónde este niño que está en primero, segundo o tercero de primaria, saca esta idea (…)? ¿Qué sucede alrededor de ese acto, porque digamos que puede surgir de dos lugares: primero, este niño mayor está teniendo una exposición a un contenido sexual que lo está llevando a reproducirlo”, cuenta Lina.
A pesar de lo que expone la educadora sexual, las narrativas de los medios titulan de forma irresponsable, como hizo Blu Radio en 2017, que en Santa Fe de Antioquia dos niños de ocho años fueron encontrados “teniendo sexo”. Lina explica que en etapas previas a la pubertad (10-14 años) y la adolescencia (14-18 años), las infancias no experimentan ni el deseo, ni el placer ni el erotismo como lo hacemos las personas adultas.
Por esto no se puede hablar de relaciones sexuales o masturbación antes de esa etapa. “Hay que diferenciar tres conceptos. Una cosa es la autoexploración, otra es la autoestimulación y otra es la masturbación”. La primera, dice Lina, equivale a meterse los dedos en la nariz o en el ombligo para descubrir el cuerpo. La segunda, a identificar zonas y prácticas que generan placer, como tomar sol en un día frío o darse un baño cuando hace calor. La tercera tiene que ver con alcanzar el clímax sexual, por eso se enmarca en la pubertad.
Nancy Becerra, psicoterapeuta de la Fundación Sergio Urrego, explica que toda lectura por fuera de estos conceptos sexualiza a las infancias. “Es proyectarnos en las infancias (…) Hay que diferenciar la exploración y la interacción de los niños, del erotismo y el hedonismo adulto”. Y esto, como advierten Nancy y Lina, es un ejercicio que debe pasar primero por los discursos en los hogares. “Preguntarles a los niños si van a tener novia, si ya se dieron un beso, eso también es sexualizarlos”.
El mandato de la pornografía en las infancias
El pasado 28 de mayo, en Bucaramanga, cuatro niños de siete años agredieron sexualmente en un baño de su colegio a otro niño de la misma edad. La mamá de la víctima denuncia que había advertido sobre el comportamiento de los compañeros de su hijo, pero no le prestaron atención.
“Los menores de edad, cuando están en el periodo de la infancia, suelen modelar mucho. Modelar es básicamente ver qué hacen otros y repetirlo, porque si tú lo estás haciendo, yo también lo puedo hacer”, explica Lina. “Cuando tú vas a ver Spider-Man con tu hijo de 8 años, estás viendo la película con él al lado y le estás diciendo ‘mi amor, de las manos no te van a salir telarañas’”, apunta. “Pero tú no tienes esa oportunidad de tener la conversación con tus hijos cuando ven pornografía, porque ellos no te dicen que ven pornografía, y ellos no te lo dicen porque tú tampoco les has hablado de este tema”, concluye la educadora sexual.
Todas las fuentes consultadas coinciden en que las ficciones de la pornografía son la educación sexual no intencionada y promedio de nuestra sociedad. “Esa es una de las cosas más lamentables. Son todos los antivalores reinando: la violencia, el maltrato, los roles de género, la ausencia de consentimiento. Es muy complicado porque los educadores en sexualidad estamos compitiendo con la educación pornográfica”, opina Lina.
Para Diana Carolina también es evidente el impacto del acceso a contenidos sexuales explícitos en los chicos que llegan al programa PASOS. “Cuando aplicamos tablas de valoración de riesgos, para identificar los factores que los pueden llevar a la comisión o la reincidencia, encontramos de manera significativa la cultura patriarcal, los mandatos de la masculinidad. La pornografía es un elemento clave para que los chicos entren a este mundo”.
Por su parte, Lina Morales, abogada de la Red Jurídica Femnista, insiste en que los niños, niñas y adolescentes son la muestra de que hay una falla en la educación para desmontar un sistema que, primero, les somete a unas violencias que terminan repitiendo, y segundo, les enseña la supuesta disponibilidad del cuerpo de las mujeres y la falta de sanción. “Que los niños sean violentos sexualmente es la muestra de una falla y de que el sistema es tan patriarcal que a ellos les enseña o les lleva a replicar estas violencias”.
“Hay que aclarar que el abuso infantil incluye que el niño observe a alguien abusar de otra persona. Es decir, un niño puede no haber sido agredido sexualmente, pero nota, por ejemplo, cómo su papá accede de manera violenta a su mamá. Con esto, él ya genera una idea de la interacción con las niñas, por ejemplo”, concluye Nancy Becerra.
¿Qué pueden hacer las instituciones educativas?
El pasado 14 de agosto, en Cali hubo disturbios en los alrededores del colegio arquidiocesano Llano Verde, en medio de una protesta de los padres de familia ante presuntos abusos sexuales en la institución. Según testimonios recogidos por un medio de comunicación, estudiantes de grados superiores estarían cometiendo delitos sexuales. La mamá de una niña de cinco años denunció que su hija fue víctima de un estudiante de grado décimo.
El 15 de agosto, la Institución Educativa Llano Verde publicó un comunicado aclarando que, después de que familias reportaran presuntos abusos sexuales, procedieron como dicta la Ley de Convivencia Escolar y activaron la respectiva ruta de atención. Esta, según el comunicado, permite la remisión al sistema de salud así como a las entidades competentes, el ICBF y el Sistema de Información Unificado de Convivencia Escolar. La institución asegura haver atendido los requerimientos de las autoridades y de la Secretaría de Educación.
En entrevista con El País de Cali, Carlos Humberto Bravo Riomaña, director regional del ICBF aseguró que el abuso sexual entre menores de edad “Sucede de manera frecuente en el Valle del Cauca”. Sin embargo, queda la pregunta de, si esto es un escenario común en el departamento, por qué sigue ocurriendo y por qué los reclamos de la comunidad tienen que convertirse en un problema de orden público para que instituciones como el colegio Llano Verde se pronuncien.
Esto ocurre porque en la mayoría de colegios la dinámica es de contención, no de prevención. “La Ley 1620 de 2013 maneja un sistema de información unificado de convivencia escolar, donde todos los colegios deben reportar cualquier situación que viole o que vulnere la convivencia escolar, para generar las alertas. Pero hasta el año pasado, como agosto o septiembre, no estaba funcionando a nivel nacional (…) Imagínate, 10 años después de la expedición de la ley”, explica Santiago Villegas.
El abogado agrega que en estos casos la competencia del Ministerio de Educación es articularse con las secretarías distritales y municipales de educación, así como con los colegios, para abordar este tipo de violencias. Pasa lo mismo con la educación sexual, que desde 2016, a partir del escándalo de las cartillas de la ex ministra Gina Parody, dejó de ser una apuesta ministerial. “Lo que puede hacer el Ministerio es trabajar con secretarías de educación certificadas todo el tema del fortalecimiento de los comités municipales de convivencia”, figuras interinstitucionales creadas por la Ley 1620, conformados por secretarías, ICBF, Fiscalía, Policía de Infancia y Adolescencia, Personería y rectores.
El área de de prensa de la Secretaría de Educación de Cali nos informó que la situación en el colegio Llano Verde se atendió al día siguiente de las protestas, en el marco del Comité Municipal de Convivencia Escolar (COMCE). “Se activó una ruta de convivencia por una presunta situación de abuso sexual, pero sin que hasta ahora se identifique a un responsable. Por eso, es muy importante que los padres conozcan la verdad y no caigan en versiones no corroboradas”, declaró en un comunicado oficial el secretario de educación José Darwin Lenis, quien no accedió a dar declaraciones adicionales sobre este caso a nuestro medio de comunicación.
Educación sexual para la vida
Un “caso aberrante” que tocaba “todo límite de pensamiento humano”. Así describió la ex secretaria de gobierno de Antioquia, Victoria Eugenia Ramírez, la noticia que Blu Radio tituló como ‘Niños de 8 años fueron sorprendidos teniendo sexo y viendo pornografía en Antioquia’ en 2017. Esto,como si se tratara de vida alienígena, y no de un problema cada vez más frecuente y urgente de atender.
Las lecturas sexualizantes, que normalizan o convierten en monstruos a los niños y adolescentes que ejercen abusos sexuales, constantemente dejan el mensaje de que estos ofensores no tienen otro destino que reproducir las mismas violencias en su etapa adulta. También que los cuerpos más frágiles en los entornos familiares y educativos están condenados a no encontrar espacios seguros, ni siquiera entre iguales.
Es por esto que las fuentes consultadas coinciden en que la educación sexual es decisiva para asegurar la prevención y la no reincidencia. “Estos temas no son fáciles, son dolorosos. Uno de los mayores puntos de dolor que tiene nuestra sociedad es que le ponemos atención a la educación sexual cuando hay situaciones de abuso”, reflexiona Lina Corredor. “Pero le hacemos el feo a la educación sexual para hablar de otros temas. Y esta tiene que ser integral (…) porque es una formación donde aprendo de mi cuerpo, mi anatomía, mis cambios psicológicos, sobre el consentimiento, las violencias, mis derechos, cómo relacionarme con otras personas, cómo crear acuerdos entre parejas”, concluye la educadora.
Mientras la discusión sobre educación sexual integral adopta la altura que merece en este país con cifras alarmantes, tendremos que seguir hablando de crisis y contención. Por esto compartimos algunas de las señales de alarma que nos expuso la psicoterapeuta Nancy Becerra para identificar abuso sexual en niños, niñas y adolescentes:
* Las infecciones, picazón, incomodidad en los genitales * La reproducción de las prácticas abusivas solos o con otres niñes * Dibujos con contenido sexual: desnudez, actos explícitos * El terror a ir al colegio o el regreso a casa que evidencia tristeza y mal humor.
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