Acción directa feminista: ¿Hay límites para la digna rabia?

La imagen de la Catedral Primada de Bogotá con su puerta ardiendo en llamas, apareció hace un mes en varios noticieros del país. La escena fue causada por algunas asistentes a la pasada marcha del #28S en la capital, Día de Acción Global por la Despenalización del Aborto, y duró apenas algunos minutos. El Esmad reaccionó rápido ante el fuego, mientras el resto de la marcha llegaba a la Plaza de Bolívar.

No es una imagen nueva en una marcha feminista. El año pasado, el turno fue para la puerta de la Iglesia de San Francisco de Asís, en el #8M. Misma escena, mismo cubrimiento estigmatizante de los medios. Así pasó con un teatro porno en el centro de Bogotá, varias estaciones de Transmilenio, más iglesias y universidades como la Nacional o la Universidad de Antioquia, una respuesta a los casos de violencia sexual en estas instituciones. 

Tan solo la semana pasada, la acción directa se manifestó contra la negligencia de la Nacional ante los casos de acoso sexual. Decenas de estudiantes realizaron manifestaciones de todo tipo en varios edificios de la universidad: escraches, pintas en paredes e incluso expulsaron a un docente de clase, indignadas por la denuncia de violación que hizo una estudiante en agosto pasado. 

Por esta misma causa, las mujeres del grupo Acción Clandestina Policarpa Salavarrieta fueron más allá hace un par de semanas. Las integrantes, encapuchadas, realizaron actos contra la Universidad de Antioquia y repartieron un panfleto amenazando con quemar a 24 docentes presuntamente abusadores y acosadores. Algunos medios las tildaron de ‘grupo terrorista’.

Vandalismo, le llaman varios medios y dirigentes como Claudia López, que condenó el acto de la Catedral Primada. Acción directa fruto de la digna rabia, dirían activistas feministas que reivindican su derecho a romper, quemar y tumbar para llamar la atención sobre las opresiones y violencias que seguimos viviendo las mujeres. Sobre todo cuando estas violencias siguen cayendo en un vacío institucional que no las atiende.

Es claro que uno de los principales objetivos de la acción directa es llamar la atención allí donde no ha habido respuesta, por esto mismo es un acto que han reivindicado los movimientos de mujeres en los últimos años ¿Pero qué pasa cuando los objetivos cambian y esta rabia ya no va dirigida contra iglesias o estaciones sino contra personas? ¿En qué momento una acción directa deja de serlo y pasa a ser una violencia que se vuelve difícil de justificar desde la óptica feminista? ¿Cuál es el límite entre la rabia política y la venganza? 

En MANIFIESTA buscamos respuestas con feministas que, desde distintas orillas, problematizaron los orígenes, intenciones, horizontes y límites de la digna rabia que conduce a la acción directa. Sobre todo: se preguntaron si estamos emulando formas de justicia patriarcales al ejercerla.

Preguntas internas sobre la catedral y la llamarada

La marcha principal del #28S empezó en la tarde en Bogotá con las voces de las integrantes de la articulación Somos un Rostro Colectivo y Causa Justa. Con parlante y entre música exigieron al Ministerio de Salud trazar una nueva regulación que elimine las barreras para abortar, como exige la sentencia C-055 de 2022 que lo despenalizó hasta la semana 24. A las ocho, llegando a la Plaza de Bolívar, nos recibió una tarima con artistas, cuando vimos una llamarada frente a la iglesia que abrió un momento de caos. 

El fuego no creció mucho, pero el Esmad respondió saliendo del Congreso para rodear la plaza. La música no cesó, aunque la atención ya no estaba en la tarima sino en el fuego que prendieron unas pocas y en la respuesta represiva de la policía. Casi inmediatamente, la sensación de manada se disipó.

Foto por Ángela Vives.

De igual manera se disipó la atención de la prensa sobre la marcha. Tras la jornada, medios como Semana tildaron de ‘aberrante’ y de ‘desadaptadas’ a quienes prendieron el fuego. También afirmaron que por poco se quema toda la iglesia. “Cuando yo llegué a la Plaza ya estaban quemando la Catedral. Lo que hice fue irme a grabar a las chicas que estaban bailando, cantando arengas”, cuenta @Larrotica, periodista e influencer feminista, quien fue víctima de estigmatización tras este hecho. 

“Subí los videos ese día. Un usuario X en Twitter tomó el video de Kwai y escribió que las chicas que aparecían ahí eran las directamente responsables de la quema”. Esta falsa acusación se hizo masiva cuando la periodista Stephanie Bates de Red+ Noticias la retuiteó, lo que inició una espiral de amenazas, violencias y persecución contra @Larrotica, quien interpuso un derecho de petición ante Red+. A la hora de notificado el medio, la periodista se retractó del retuit.

Lo que varios medios no tuvieron en cuenta es que la acción estuvo aislada de la marcha y muchas asistentes no simpatizaron con esta. “Me pareció muy duro que llegáramos a la Plaza y todo se concentrara en una puerta cuando había presentaciones artísticas, cuando teníamos un comunicado que hicimos a varias manos y estaba el Bloque Negro Antirracista en tarima”, dice Natural High, artivista rapera que integra Somos un rostro colectivo, la articulación autogestionada que desde hace cuatro años lidera marchas feministas en Bogotá. “Pienso que las acciones directas deben ser rápidas, sucede y sale, para no poner el foco en la identidad de las personas que las hacen y para evitar el sabotaje”, agrega.

Cuestionar lo que ocurrió este #28S en la Catedral Primada de Bogotá no es lo mismo que cuestionar la acción directa como práctica política histórica. Para Natural High, por ejemplo, la acción directa se centra en la movilización en calle e incluso la construcción de procesos comunitarios, como casas culturales. La resume como todo aquello que desafíe al Estado e incomode a quienes velan por el orden patriarcal y heteronormativo.

Lina Morales, abogada de la Red Jurídica Feminista, opina que la acción directa tiene otras formas contundentes. “Ante índices de impunidad tan altos, es perfectamente válido que las mujeres rayen, quemen, rompan. De esta manera se llama la atención: ‘Bueno, ustedes no están atendiendo las violencias. Nos matan y violan a tantas. Pues ahí está su pinta”, explica. “La acción directa también se hace a través de acciones jurídicas transgresoras, como el escrache. Son otras formas de buscar justicia y reivindicar derechos”.

Lina opina que “Hay que aprender a leer los espacios, entender los procesos colectivos y tener un cuidado por nosotras mismas y les demás”. Con ‘leer el espacio’ se refiere al contexto de celebración de este #28S y, sobre todo, a que se hizo un esfuerzo de articulación y organización por parte de varias colectividades. “Y esto se ve truncado por una acción que siento muy sin cuidado”.

“En cada movilización feminista que hemos visto siempre salen chicas heridas, chicas quemadas. No hay un autocuidado. El año pasado, el #8M, se hizo una acción en otra iglesia y dejaron las latas de pintura al lado de la puerta. Estaba pasando una parte de la movilización que eran mujeres con capacidades diversas y estallaron las latas de pintura”, cuenta Carolina Peña de la Esquema Feminista de DDHH, una comisión verificadora de DDHH, gestada en Somos un rostro colectivo. 

A su vez, Lina explica que sí es clave leer la acción desde lo que la Iglesia Católica representa, una institución que violenta niñes, protege agresores y se opone a nuestros derechos sexuales y reproductivos. Pero considera que hay una desconexión entre esa manifestación y el momento en el que se hizo, con mujeres negras, hombres trans y personas no binarias en tarima. Con esto surge la pregunta: en una marcha feminista, ¿Qué tanta noción de cuidado tienen estas acciones directas con les asistentes?

¿Las ‘radicales’ son las responsables?

Algunos medios, activistas y personas en redes sociales señalan como responsables de estas acciones directas en las movilizaciones feministas a las ‘radfems’, o radical feminists. “Feministas radicales proaborto, las encapuchadas que trataron de quemar la Catedral de Bogotá” tituló Semana luego de la marcha, por ejemplo.

A Natural High le inquieta el hecho de que llamemos ‘radicales’ a quienes hacen las pintas y prenden fuego en estas movilizaciones. “Nosotras somos feministas radicales todas, somos radicales en el actuar. Lo que no somos es transexcluyentes. Creo que hay que llamar las cosas como son”. 

La artista se refiere a una situación en la cual lo radical como adjetivo es un lugar de disputa semántica actual en el feminismo. Pues existe como descripción, como corriente del feminismo y, dentro de esta, como un sector  que niega la existencia de las personas trans y reproduce discursos de odio contra esta población. La abreviatura de este sector es TERF, por trans-exclusionary radical feminist, el sector al que se refiere la artista.

La corriente radical surgió en los sesenta como una expresión separatista de movimientos emancipatorios de izquierda que no escucharon los reclamos de las mujeres, ni contemplaron el sexo como categoría política. En esencia, esta corriente ve en nuestro sexo la raíz de la dominación. Pero hoy en día la palabra también es sinónimo de segregación de identidades de género diversas, a pesar de que no todas las feministas radicales son TERFs. Lo radical también se volvió término estigma en varios medios.

“Los discursos transfóbicos no son inocentes ni pasan de agache en la política. Han tenido acogida en México, España e Italia, países que están girando hacia la derecha. Y países donde las feministas radicales transexcluyentes han apoyado a partidos como Vox. Los discursos se tocan. Al pretender reducir a las mujeres a la cuestión biológica, se vuelven fundamentalistas”, dice Lina.

Aunque nuestras fuentes afirmaron que no se presentaron violencias transfóbicas en el #28S, reconocen que sí se han dado anteriormente entre este sector y otras asistentes, como las mujeres del Bloque Negro Antirracista.

Para indagar en la quema de la puerta el #28S, intentamos contactar grupos de feministas radicales como Furia Radfem Colombia, pero nos respondieron que son una colectiva únicamente virtual. “No sé, no podría afirmar –y es algo que todas hemos consensuado– si fueron realmente las radfems quienes hicieron la acción directa. Nosotras tampoco tenemos conocimiento de quiénes son las mujeres que se autodenominan así”, dice Natural High. 

“¿Cómo se puede leer el hecho de romper un espacio que se enunciaba desde la transinclusión y donde las mujeres negras se estaban tomando la palabra?”, se pregunta Lina Morales, quien también menciona el autocuidado y el cuidado. “No es lo mismo rayar un vidrio del Transmilenio mientras toda la marcha va moviéndose, que intentar quemar la puerta de la iglesia más importante de Colombia en la mitad de la plaza principal de Bogotá. La magnitud de ese acto puede ponernos en riesgo de verdad”.

La vara de esta magnitud puede ser más alta, más riesgosa y más violenta, como en el caso del grupo Acción Clandestina Policarpa Salavarrieta, de la Universidad de Antioquia en Medellín. Según el diario La Libertad, el pasado 19 de septiembre este grupo de cinco mujeres con capucha regaron gasolina y lanzaron papas bomba en la Facultad de Educación. Además repartieron un panfleto con los nombres de al menos 24 presuntos docentes abusadores y acosadores, amenazándolos de muerte: “Vamos a ir uno a uno, los conocemos, sabemos quiénes son, dónde están, con quién están, qué estudian, qué hacen por fuera de la universidad, el dolor y la rabia arderán esperando el momento nunca lo olvidaremos, dormirán y les atacaremos”.

‘Danzamos tu muerte violador’

Así dice una de las frases del panfleto que repartieron las Policarpas de la UdeA, el mismo día que anunciaron que iban a ‘quemar a ese montón de violadores’. Pero este tiene otras declaraciones omitidas por varios medios. “Decidimos tomar toda la fuerza y furia de nuestras ancestras contra el man que metió la mano debajo de nuestros vestidos, nos manoseó los senos, nos acosó en clase, que intentó besarnos por la fuerza, que nos violó”.

En la Universidad de Antioquia se conocen seis denuncias formales en Fiscalía y decenas de casos denunciados ante la institución. “Hay una pasividad preocupante por parte de la universidad”, cuenta Ana*, una fuente cercana a la Mesa Multiestamentaria de Mujeres y Diversidades de la UdeA.

Medios como La W divulgaron el video de las Policarpas y le abrieron los micrófonos a uno de los docentes señalados en el panfleto: Francisco Cortés Rodas. En su entrevista con el periodista Juan Pablo Calvás, el profesor repite los argumentos que expone en un texto que publicó en la página web de la universidad el 28 de septiembre. “Veremos próximamente en el Alma Mater (…) quemas de profesores, juzgados por un tribunal inquisitivo que aboga por el ejercicio de la violencia física. Ellas lo han anunciado: ‘Ponte el pasamontaña y a quemar’”, escribió Cortés.

Panfleto que repartió ACPS en la UdeA.

En este texto añade que paramilitares, narcotraficantes y la ultraderecha amenazaron y asesinaron profesores y estudiantes, y se pregunta cómo es posible que ahora sea un grupo “que se proclama feminista” el que abogue por esto. Además, reclama la inoperancia institucional para frenar la situación con las Policarpas.

Ante esto, Ana responde que “Toda acción directa puede ser violenta porque está atravesada por un asunto de subjetividades. Yo lo que le preguntaría al profesor Cortés es cuáles han sido sus acciones violentas y por qué se denuncia repetidamente su misoginia. Por qué se están haciendo los escraches y poniendo su nombre”. Agrega que las estudiantes están reclamando esa misma inoperancia institucional frente a las violencias sexuales que viven. Pero el miedo a activar las rutas de atención sigue ahí. “Tememos las acciones directas de ellos hacia nosotras: que nos obliguen a salir de nuestros proyectos de vida, que nos hagan perder materias, que nos saquen de nuestro escenario de educación”.

Para ella, comparar las acciones de las Policarpas con el paramilitarismo está salido de foco. “Es una forma de deslegitimar el proceso social e histórico desarrollado al interior de la universidad”. Se refiere al movimiento de mujeres que desde hace 20 años trabaja por visibilizar estas violencias en el campus, con otras acciones directas como empapeladas, plantones, escraches, ruedas de prensa, mítines, planes tortuga y performances

Aunque reconoce que detrás de la capucha no se sabe quién es quién –y que estas acciones se alejan de las convicciones de muchas colectivas y personas que pertenecen al movimiento– considera que hay un factor común: la denuncia.

Ángela Botero, docente de la UdeA e integrante de la Mesa Multiestamentaria, afirma que la mayoría de los docentes señalados ni siquiera están dispuestos a poner sus saberes al servicio del avance del movimiento feminista en la U. “Porque lo ven como una amenaza al status quo y privilegios que tienen. También hay miedo a que como gremio pierdan lugar”. Ángela insiste en que las organizaciones y colectivas que se manifiestan dentro de la institución creen en la solución pacífica del conflicto, el diálogo y la reparación, pero aclara que las posturas radicales permiten que la sociedad avance y que los reclamos se atiendan.

Universidades: nicho de acosadores

La de Antioquia, la Nacional y la del Valle atraviesan una crisis sostenida de violencias basadas en género que lleva décadas sin ser atendida debidamente. El 20 de octubre, más de 100 estudiantes y profesoras de la UNAL salieron a marchar dentro del campus ante una denuncia de violación cometida en agosto, en medio del espacio de fiesta conocido como El Freud, o Jardín de Freyja, cómo lo renombraron las mujeres.

“No es el primer caso, la universidad lleva un buen tiempo de emergencia por acoso y abuso sexual. El protocolo institucional es revictimizante, su prioridad es velar por el derecho a estudiar de los victimarios”, nos cuentan dos estudiantes que se movilizaron ese día. Durante la marcha se expulsó a un docente del salón donde dictaba clase. Según las dos estudiantes, ha agredido a algunas de sus compañeras de manera física y verbal. “Es transfóbico y machista”, agregan.

De nuevo, la revista Semana no tardó en estigmatizar la movilización. En una nota que nos abstendremos de compartir por considerarla revictimizante, la periodista Angélica Barrera publicó el testimonio de la joven agredida en el Freud sin su autorización.

Para las estudiantes, la acción directa es “Acogerse a lo que tienen” para hacerse oír. Nos cuentan que hoy se conoce una denuncia formal por violación en Trabajo Social y el proceso contra el profesor Fabián Sanabria, reabierto hace dos semanas.

¿Hay violencia antipatriarcal?

“Obviamente se puede considerar violento quemar una iglesia, pero es una violencia expresiva que no está apuntando a destruir vidas. Se pueden diferenciar las formas de violencia y cómo se ejercen”, explica Laura Quintana en esta entrevista para 070, quien ha estudiado la formación de sujetos políticos en su libro Rabia. Estas acciones son punibles según el Código Penal, así como las amenazas de muerte, que para Lina deben interpretarse desde el lenguaje: “Es tenue la línea donde invitan a ‘quemar a’ porque dependiendo del contexto será literal o no. No es lo mismo invitar a ‘quemar’ en redes que prenderle fuego a alguien. Esto último sí puede ser leído como una amenaza de muerte”.

Ella insiste en que la apuesta debe ser problematizar la violencia desde nuestra ética feminista, y pregunta si queremos que nuestros mecanismos de justicia sean los que históricamente han usado los hombres. “No es lo mismo la violencia contra una edificación, o el reclamo en el espacio público, que la invitación a quemar físicamente a alguien. Ahí estaríamos haciendo uso de una forma de retaliación con el cuerpo de otros”.

En su caso, Ana se pregunta por el lugar de lo simbólico y lo performativo. “Eso es lo que incomoda del feminismo. Decimos cosas como ‘vamos a quemarlo todo’. Ahí estamos enunciando simbólicamente nuestra frustración”, concluye.

Los hechos nombrados abren un debate que con cada manifestación se torna más necesario, y es si toda acción directa violenta se puede justificar bajo la sombrilla de la digna rabia feminista. “A la movilización no solo van personas jóvenes, van personas adultas, niñas, niñes. No se puede poner una lata prendida en fuego al lado de elles. De eso se trata el cuidado. Y no está sucediendo en varios momentos en los que hemos tenido acción directa en las movilizaciones. Por otro lado, la acción directa merece una preparación para cuidarse una misma”, concluye Natural High. Respuestas que le apuntan a una acción directa con una ética de cuidado, para no repetir las mismas violencias de las que hemos sido víctimas.

*Cambiamos el nombre a petición de la fuente.

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