Amando a Martha: un retrato de la soledad de las víctimas de violencia intrafamiliar

La ópera prima de la directora Daniela López Osorio es un documental que revisa la complejidad de la violencia intrafamiliar a través de la historia de su propia abuela y de sus familiares. ¿Cómo hacer que la violencia intrafamiliar deje de ser el gran ‘secreto’ a voces dentro de las familias colombianas?


“Es hoy que tiene que cortar la cadena de maltrato a la que toda la familia hemos sido sometidas”. Para evitar que se vaya con un hombre que la puede maltratar, Martha Irene Rojas Maya, una mujer mayor de Liborina, Antioquia, le escribe una carta a su nieta Daniela López Osorio, quien luego de leer el diario de su abuela, y unos cassettes que grabó, decidió hacer un documental sobre ella.

‘Amando a Martha’ es la historia de una familia, y a la vez de muchas familias. La abuela Martha maltratada por el abuelo Amando en silencio. Este torturando psicológicamente a su pareja y al resto de su familia con sus abusos y maltratos: un ciclo de violencia que solo aumenta en espiral. Martha lee su diario, al tiempo que le relata a su nieta que Amando la tenía secuestrada en su propia casa, y que a ella le tocaba esconderse en alguna parte de la casa mientras él se quedaba dormido. O que le tocaba esconder los cuchillos apenas él llegara a la casa en las noches, a veces borracho, para que no la amenazara con ellos.

Lo que Martha cuenta y tiene registrado en su diario, es un relato transversal, una experiencia multigeneracional que muchas mujeres han vivido al interior de sus casas en este país, una historia que muchas otras no alcanzaron a contar. Luego de décadas de sufrimiento, de denunciar los maltratos de su esposo ante la Policía y que no le creyeran, y que finalmente un juez atendiera la denuncia contra su esposo por violencia intrafamiliar, Amando por fin se va de la casa, pero no de sus vidas. ¿Por qué les familiares que rodean a Martha lo permiten?

Esta pregunta se vuelve el eje central del documental que edifica Daniela, el cual incluye dos diarios: el que su abuela le dio años atrás, y una bitácora de cuestionamientos sobre su familia que la directora va hilando, a medida que pasa el tiempo y ella recoge las voces de primas, primos, tías y tíos. Con los años, Daniela se empieza a hacer preguntas sobre ‘aquello’ que vivió su abuela, y sobre las decisiones y posturas que tomó la familia ante esto. ¿Por qué le tomó ocho años leer y escuchar el diario y los casetes que su abuela le dio cuando tenía 17 años? ¿Por qué, mientras se ven escenas de la cotidianidad de su familia –15 años, asados, cumpleaños– Amando sigue integrando las dinámicas familiares, como si la separación entre ambos hubiera sido una decisión calmada entre dos adultos, y no el único método de supervivencia que probablemente mantuvo a Martha con vida? 

“¿Hoy me pregunto qué hizo que ellos no quisieran que contáramos lo que te sucedió?”, dice en voz alta la directora. 

Con esos cuestionamientos en el centro, Daniela se dispuso a hacer algo que muchas familias colombianas nunca han sido capaces: abrir, a través de su documental, esa caja cerrada, empolvada y escondida que es el maltrato intrafamiliar. Destapar el ‘secreto’ del que toda la familia sabe, pero con el que todes conviven en silencio, reprimiendo recuerdos y normalizando que el hombre que casi mata a su mamá, a su abuela, a su tía, aún haga parte de su familia como si nada hubiera pasado.

Hay familiares que se enfrentan al documental que está haciendo la directora, principalmente con vergüenza. O con el miedo de que hagan quedar mal a Amando. Daniela, a su vez, los enfrenta con las pruebas que su propia abuela registró, ante una justicia penal que no le creía, y la variedad de reacciones de sus familiares ilustran las muchas caras que puede revelar esta forma de violencia en un núcleo familiar. Hay quienes dicen no sentir nada de tristeza cuando se enfrentan a las grabaciones que registran el maltrato que Amando ejerció contra Martha durante noches eternas. Hay, también, quienes no soportan seguir escuchando estos registros, y piensan que lo que va a contar el documental es apenas una consecuencia natural de las decisiones y actos del abuelo Amando.

‘Amando a Martha’ está compuesto por planos fijos largos, en su mayoría grabados en interiores. Planos de la intimidad y cotidianidad de su abuela, que transcurre entre la sala, la habitación y la cocina de su casa impecable y llena de luz. Pero esas imágenes del presente se alternan con archivo de la vida pasada. Fotos antiguas donde Martha, Amando y sus cinco hijos aparecen sin asomo de sonrisas, así como páginas del diario que le sirvió para registrar la violencia de su esposo ante la negligencia de las autoridades y la soledad. Páginas de un infierno.

También vemos a Martha regresando a su pueblo natal con su nieta, para visitar la que fue la primera casa que pudo comprar con su sueldo de profesora. La misma casa que Amando le obligó a vender y cambió por un caballo. Los planos del viaje, los ires y venires de Martha por esa casa que ya no es de ella, revelan su necesidad de volver a ponerle la cara a un pasado al que pudo no haber sobrevivido, y así poder despedirse para siempre. “Romper las cadenas del abuso”, como ella misma le dice a su nieta en esa carta, y ser libre por fin.

Pero es un viaje que su familia no logra comprender. Ni siquiera Daniela, que pone el reflector sobre ese aspecto doloroso de la historia familiar, entiende de inmediato que su abuela necesita cortar todo lazo con su agresor. Para ella, ese hombre que amenazó con poner una bomba en la casa donde vivieron su abuela, papá y tíos, que juró que mataría a Martha y se suicidaría, es también el abuelo. Y para sus primos más jóvenes, aquellas amenazas fueron, simplemente, problemas de pareja, algo que pertenece a su intimidad. 

El documental exhibe una crítica urgente ante la normalización de las violencias intrafamiliares y la soledad de las víctimas. Por ejemplo, en una conversación entre Daniela y su papá, el único hijo hombre de Martha, él dice que no se opone a que graben la película pero que es decisión de Martha si habla o no. Luego, cuando Daniela le pone a escuchar los casetes donde su abuela registró las amenazas y la violencia verbal y psicológica de Amando, él dice que no quiere escuchar más. Luego, la conversación entre Daniela y sus primos es mucho más difícil, pues ambos jóvenes se niegan a aceptar que esa violencia debe salir del ámbito privado. Concluyen que fue su abuela quien fue maltratada, no ellos. 

La necesidad de guardar silencio y continuar disfrutando de las reuniones familiares a las que Amando asiste tranquilamente, 15 años después del divorcio, solo son cuestionadas por la víctima que, de hecho, les escribe cartas de reconciliación a todos sus hijos y nietos, y a Amando. Un nuevo intento de cerrar el ciclo de la violencia en la que estuvo inmersa, perdonarse por ‘haber elegido mal’ al padre de sus hijos y sentirse verdaderamente libre de su agresor.

Martha reparte las cartas en medio de una celebración familiar. El momento es poco solemne y lo que obtiene a cambio son algunas lágrimas, el abrazo de dos de sus hijes y un abrazo incómodo, doloroso, no deseado, pero aplaudido por los presentes, de Amando, quien ni siquiera le pide perdón. Aún así, la carta sirve para marcar el inicio de la separación real: para que deje de llamarla y actuar como si todavía fuera su esposo ante los demás. 

En su documental, Daniela intenta mirar dos veces los efectos de la violencia. La primera vez, en vivo y torpemente, sin mayor margen de acción. La segunda, a través de la cámara, de los casetes y los diarios, que le permiten enfocar el rostro triste y la voz quebrada de Martha, víctima de una violencia que tantos años después de ejercida solo ella se atreve a cuestionar, a pesar de que atravesó la vida de todas las personas de su familia.

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