Imagen por Jimena Madero Ramírez
El virus casi que ha arrasado con todo, incluso con nuestra necesidad de relacionarnos con lxs demás. Pero por fortuna las ganas de amar y desear nos superan. Por eso buscamos varios relatos de personas que han buscado mantener viva la llama a pesar de esta bendita pandemia.
A finales de marzo recuerdo que, antes de regresar a Colombia, mi pareja me dijo que tenía miedo de que no nos viéramos por el covid-19. Recuerdo también reírme y responderle por WhatsApp: “Amor, claro que no, creo que ya estamos ansiosos y paranoicos”.
Estaba equivocada. Ese 19 de marzo, unos días antes de que regresara mi pareja, el Gobierno nacional informó sobre el cierre de los aeropuertos y la prohibición de la entrada y salida de vuelos internacionales. Además del cierre de todas las fronteras del país.
La propagación del virus, que estaba haciendo realidad los peores temores de que realmente fuera una pandemia, arruinó nuestros planes de pareja y por un momento, estoy segura de que tanto él como yo llegamos a pensar que el covid-19 podría enfriar las cosas entre nosotros. En ese momento nos sentimos los únicos seres importantes en el universo, a los que el destino, Dios, les impedía verse. La coyuntura se fue asentando en nuestras cabezas. De repente, ya no nos sentíamos la pareja más desgraciada de este lado del mundo, y más bien empezamos a preguntarnos por todas las relaciones, familiares, sexoafectivas, de amistad y de todo tipo, que estaban siendo puestas en pausa por la pandemia y que, como nosotros, estaban sintiendo la misma incertidumbre.
Esta incertidumbre colectiva por el virus se ha trasladado al campo de los afectos, el deseo y las relaciones. Ese sentimiento inicial quizá ha mutado de muchas maneras. En un derroche de imaginación, para intentar hacer que una relación funcione a ‘distancia’, a pesar de vivir con quienes amamos en la misma ciudad. Quizá ha mutado en frustración, por relaciones que no soportaron la cuarentena y que tuvieron que ser cortadas de la mejor manera, o ha pasado a volverse una necesidad de exploración para intentar mantener vivo el fuego de los deseos con quienes queremos cerca.
En Manifiesta quisimos conocer cómo la pandemia también se ha metido en el campo de las relaciones, de las nuevas formas de amar y desamar entre las personas, y cómo la distancia, y por ende la tecnología, han ganado un papel tan fundamental estos meses. Por eso hablamos con varias personas que nos contaron cómo ha sido relacionarse en un mundo cercado por un virus y un distanciamiento social obligatorio: cómo transformó las citas, cómo catalizó la ruptura o quebró por completo algunas relaciones y cómo, en la necesidad natural que tenemos los seres humanos por contactarnos y estar con lxs demás, no logró imponer el miedo suficiente para que otrxs aprovecharan la tecnología y buscaran formas para entablar un contacto, la demostración de un afecto e incluso la ilusión temblorosa de empezar una relación sexoafectiva en medio de la crisis global por una pandemia.
Por ejemplo la historia de Inés*, quien conoció a Felipe a finales del año pasado y este año comenzaron una relación. “Me acuerdo que como esto de la cuarentena fue decretado de repente, él y yo pensamos que iba a ser poco tiempo. Entonces, nuestra despedida fue como un abrazo y yo le dije: “Ay, te voy a extrañar. Nos vemos en unos días”. Después de eso pasaron meses antes de que se vieran. Durante ese tiempo, Inés sintió miedo de que las cosas se enfriaran porque era un relación que acaba de empezar. Pero hablaban constantemente. «Todavía era algo muy frágil, pero bueno, creo que encontramos maneras súper lindas de comunicarnos al principio y era hablar por las noches por teléfono. Era un gran momento del día y era muy romántico porque era como en los viejos tiempos”.
Después de tres meses de no verse, decidieron que era momento de reencontrarse. Felipe fue al edificio de Inés y para ella fue muy incómodo porque, a pesar de que se abrazaron, no pudieron subir a su apartamento porque allí estaban los padres de ella, dos personas mayores a quienes no iba a exponer. No supieron cómo interactuar en el jardín del edificio, en esa cita donde la constante fue aguantarse las ganas de no bajar el tapabocas. “Era un poco incómodo no tener la tranquilidad de hacer lo que uno haría en tiempos normales”.
Luego vinieron dos invitaciones por parte de él y empezaron los problemas: él vive en Cajicá y ella en Bogotá. Para verse, ella necesitaba un permiso para poder salir de la ciudad y entrar al municipio. En tiempos normales le habría tomado un trancón por la autopista norte o aguantarse un viaje en Transmi y después en un bus intermunicipal, nada del otro mundo. Decidió que no iría a la casa de Felipe y él se molestó. La segunda invitación fue para el cumpleaños de él. Inés decidió que sí iría, con todas las medidas de bioseguridad. Sin embargo, sus padres la convencieron de que no fuera porque los padres de Felipe hacen parte del personal de salud, una de las poblaciones más expuestas al virus. De nuevo le dijo que no. Desde ese momento, las cosas entre ellos se deterioraron, la falta que se hacían, la ausencia de contacto físico y el miedo de contraer el virus y contagiar a otras personas acabó con la relación.
Juana* conoció a su expareja en el Paro Nacional de noviembre del año pasado. Un amor con compromiso social. Hubo química, empezaron a hablar y en enero de este año comenzaron a salir. “…Esa etapa toda linda coincidió con el inicio de la cuarentena, como ya en marzo”. Antes de que estallara el caos de la cuarentena, los padres y la familia de Juana decidieron pasar el confinamiento en Girardot, a unas horas de Bogotá. Juana se quedó en la ciudad e invitó a su expareja a acompañarla en su casa, por unos días, pero no se imaginaba que prácticamente iban a compartir una convivencia de ahí en adelante. “Él fue y al principio era la idea del simulacro, pero la cuarentena se extendió mucho y prácticamente empezamos a vivir juntos”. En seis meses de cuarentena la relación parecía estar marchando a un ritmo acelerado por la circunstancia, pero positivo. Juana dice que los dos crecieron mucho, pero que también tuvieron que enfrentar momentos muy difíciles. “Yo estaba pensando en renunciar a mi trabajo desde hacía varios meses, no podía dormir y siento que la relación recibió toda esa energía de angustia y miedo, y se fue deteriorando poco a poco”.
Hace unas semanas, en septiembre, tuvieron una discusión muy fuerte. Su expareja fue quien tomó la decisión y le dijo que necesitaba tiempo para pensar las cosas. “A mí me dio muy duro porque siento que fue un momento difícil como para que el man me dijera eso. Acababa de renunciar a mi trabajo. Pero pues yo entendía porque yo no estaba bien conmigo misma”. Después de eso, Juana decidió ir a Girardot a encontrarse con su familia para sentirse más tranquila. “Creo que lo que yo quiero es terminar porque no es sano seguir en una relación así, que se basó en carencias y miedos”.
Así como Juana, Nancy* también comenzó una relación en cuarentena. A su pareja, Antonio, no la conocía en persona. Aunque son del mismo pueblo de Córdoba, él estudió en otro colegio y ella sólo sabía de su existencia por redes sociales. Un día Antonio subió una foto del negocio de su familia y ella aprovechó para hablarle. “Comenzamos a hablar un montón y después yo le dije: “Ey, ya, marica, estamos hablando la verga y me gusta mucho, deberíamos vernos”. Pero la cuarentena estaba en su punto máximo y el barrio en el que ella vive estaba en alerta naranja. Lo hablaron muchas veces antes de verse “Pues Antonio me decía: ‘Cuando llegue a tu casa, ¿puedo lavarme las manos?’ Pero mi duda era por mi roomie, porque yo también vivía con ella. ¿Cómo tomo esta decisión si podría llegar a afectar a otra persona?”. Nancy le preguntó a su compañera de apartamento y ella le contestó que no había ningún problema. “Le perdí el miedo: él se lavaba las manos y yo le aplicaba a alcohol. Pero luego me dio un montón de susto porque como a la semana me enfermé, me dieron todos los síntomas y pensé que tenía covid, pensé que se lo iba a pegar a mi compañera, me sentí muy irresponsable, pero fue amigdalitis”.
Superada la amigdalitis, decidieron verse todas las semanas: un fin de semana en su casa, otro fin de semana en la de Antonio. Ella cree que incluso la cuarentena hizo que se formalizaran la relación más rápido de lo que habría sido en tiempos sin covid. “Yo nunca me informé sobre temas de bioseguridad con la sexualidad, no teníamos nada más aparte del condón, de resto era lo normal. Aparte de lavarse las manos y echarse alcohol en los zapatos”.
A Santiago* le pasaron el contacto de Dana desde su trabajo, debía hablar con ella para obtener una información que necesitaba. “Nos presentamos, me ayudó con lo que necesitaba y normal. No sé en qué momento empieza a cambiar todo y empezamos a subirle de nivel a la conversación”. Él no sabía cómo era ella más allá de su foto en dos redes sociales: Twitter y Whatsapp. La información física que ella tenía de él tampoco pasaba de las fotos de perfil en sus redes sociales.
Ella dio el primer paso y le hizo un comentario sobre su apariencia más o menos en mayo de este año. “Sentí que me dio luz verde y empezamos a coquetear. Empezar a hablar con ella se convirtió en algo nuevo que me sacaba del aburrimiento de la pandemia porque ya todo era muy monótono, la rutina, ya no había nada más qué hacer”. Un día se quedaron hablando hasta las cuatro de la mañana, comenzaron a practicar sexting y a ponerse citas por videollamada. “Ella propuso un plan de ver películas a la misma hora y las empezamos a ver y las íbamos comentando por WhatsApp y me empezó a interesar mucho sin ni siquiera haberla visto”.
La primera cita en persona fue inesperada. A ella se le dañó el celular y debía arreglarlo urgentemente por su trabajo. Él conocía a un vecino que podía arreglar el daño. Como todos los negocios y locales estaban cerrados, ella aceptó la sugerencia de Santiago. Él mandó un Beat para recogerla, se encontraron, siempre con tapabocas, fueron a la casa donde arreglaban el celular y luego buscaron un parque para estar solos. “Nos fuimos para un parque cerca a mi casa y de todas maneras nuestra tensión sexual por WhatsApp había sido tan hijueputa, que solo nos veíamos los ojos (por el tapabocas) pero nos alcanzamos a tocar, fue una vaina bien extraña”.
Santiago y su pareja siguieron viéndose en el parque, él no la podía llevar a su casa porque sus padres son personas mayores y no quería exponerlos. El día de su cumpleaños, dos meses después de la primera cita en persona, ella llegó de sorpresa a su casa. Fueron al parque de la primera cita y allí ella le practicó sexo oral, en vista de la escasez de lugares y del deseo constante que sentían. “A los dos días de eso, pudo ir a mi apartamento, yo viviendo solo ya pudimos desatar toda la tensión sexual que habíamos tenido reprimida”. Santiago y su pareja siguen viéndose con todo las precauciones, pues ella ya tuvo covid-19.
Además de estos testimonio sobre rupturas y comienzos de relaciones sexoafectivas, otras personas decidieron contarnos sobre su experiencia con las aplicaciones diseñadas para tener citas. Aunque estas apps se volvieron famosas hace varios años, en la cuarentena reafirmaron que son otra alternativa a la hora de buscar personas diferentes para entablar cualquier tipo de relación.
Jaime* empezó la cuarentena como todxs. Se sintió bien “salvo un par de situaciones”. En septiembre empezó a sentir la necesidad de ver personas diferentes a sus padres y a su hermana, con quienes convive. También sintió insuficientes las pocas reuniones por Teams que sus amigos o él organizaban más o menos cada mes. Extrañaba compartir la vida como lo hacía antes del covid-19. “Entonces me acordé que una vez mi psicólogo me dijo: ¿Por qué no descargas unas de esas aplicaciones? Aprovecha que no hay ningún compromiso ahí, si no te gusta, pues lo eliminas y ya”. Jaime descargó Grindr sin saber bien cómo funcionaba esa aplicación de citas. “Me fui a almorzar y cuando llegué me había escrito mucha, mucha gente y no sé, como que me agobió un poco y le escribí a un par de amigos”. Ellos le dijeron que si lo que quería era conversar, esa no era la mejor aplicación. Le recomendaron Tinder.
A Jaime no le gustó tanto porque le conflictúa sentir que está escogiendo o está siendo elegido en una especie de catálogo de personas. En Tinder ya no le escribió tanta gente. “Esa aplicación la tuve como por cuatro días y luego me puse a pensar: Bueno, me pongo a hablar con esta persona y luego, ¿qué sería lo siguiente? Salir”. Pero Jaime intenta salir lo menos posible de su casa por el miedo de contraer el virus y de contagiar a sus padres, que hacen parte de la población con mayor riesgo de complicación por coronavirus. “Al final desistí y elimine los usuarios y las aplicaciones y ¿qué me quedó de eso? de uno de esos match que hice, pues la gente puede poner su instagram. Vi por ahí gente interesante y los empecé a seguir en instagram y me dieron follow back y ya”.
Valentina no conoció a su cita por aplicaciones, sino en Monserrate. Un fin de semana antes de que empezara la cuarentena decidió subir a Monserrate y le llamó la atención un chico que también había subido el cerro. Después de haber llegado a la cima de la montaña, intercambiaron palabras y se dieron cuenta de dos coincidencias: iban al mismo gimnasio y eran prácticamente vecinos. Valentina ofreció llevarlo a casa en su carro.
Hubo feeling, como describe ella. Empezaron a hablar por WhatsApp y decidieron verse, pero comenzaron a cerrar todos los lugares, incluyendo los gimnasios. Entonces, el plan fue algo acorde a las nuevas dinámicas y a sus preferencias deportivas: salir a trotar por el barrio. Ese día hablaron más y comenzaron prácticamente una relación a través de mensajería instantánea. Sin embargo, él comenzó a insistirle para que se vieran en plena emergencia sanitaria y toque de queda en la capital. “En ese momento todo el mundo estaba como muy en crisis por la pandemia, nadie sabía qué hacer, ni cómo actuar y me daba miedo porque mi mamá tiene resto de enfermedades preexistentes (ha superado dos veces el cáncer) y pues no sé. Mis papás no tienen 20 años”.
Los piropos que hubieran sido normales por mensajes de Whatsapp, fueron cambiados por frases como: “Ay, mira que yo me estoy cuidando”, “veámonos que yo soy súper precavido. Nos vemos en el carro o algo”. Pero ella no sentía confianza y tenía miedo.
Al final, las cosas se enfriaron. “No pudimos hacer las cosas normales de citas: ir a cine, ir a comer helado… En ese mood yo no estaba. Al final el man me dijo que yo tenía una actitud súper fea, pero pues era por este rollo del coronavirus”. Él empezó a salir con otra chica y le contó a Valentina que su nueva novia no le ponía tanto pereque para que se vieran en persona.
A veces pareciera que el virus arrasó con todo lo que conocíamos de nuestra vida pasada. Pero por fortuna no ha podido apagar nuestras ganas de amar, desear y de relacionarnos con lxs demás. Si estás saliendo con alguien, no olvides lavarte las manos frecuentemente, desinfectar las superficies, llevar mascarilla e intentar mantener el distanciamiento social en la medida de lo posible. La cuarentena ya acabó, pero la pandemia está lejos de irse de nuestras vidas. Acá también te dejamos una guía para que tengas sexo virtual seguro, en caso de que tomen la decisión de manera consensuada: Placer sin riesgo: guía MANIFIESTA para tener una sexualidad virtual cuidadosa
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*Los nombres fueron cambiados por petición de las fuentes.
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