Luego de denunciar varias veces que estaba siendo víctima de acoso sexual, la profesora María Nancy Ramírez Pulgarín fue asesinada en Santa Rosa de Osos, Antioquia, el 20 de septiembre de 2021. La asesinaron en la carretera, cuando se dirigía a la escuela Porfirio Barba Jacob de la vereda La Lomita, corregimiento de San Pablo. Allí enseñaba diferentes materias a niñxs de la zona.
María Nancy era docente rural vinculada de la Gobernación de Antioquia. Aunque no se definía como feminista, sus familiares aseguran que lo fue toda la vida sin saberlo. La recuerdan como una mujer fuerte, decidida y rebelde que luchó por el bienestar y los derechos de las comunidades. En resumen, todo lo que la cultura machista y patriarcal de Antioquia odia: una mujer libre y sin miedo.
Hay dos medios de transporte para llegar a la escuela donde trabajaba María Nancy: mototaxi o a pie, caminando seis horas. Ella llegaba en lo primero. Sin embargo, desde hacía más de un año, cuenta su hija Diana Paniagua, uno de los mototaxistas la acosaba sexualmente. Por eso pidió varias veces ser trasladada a otra sede educativa, pero nunca la cambiaron de institución.
La profesora estuvo expuesta a agresiones verbales y físicas por parte de “Cafetal”, como conocen al presunto feminicida. Así lo relató en la denuncia que interpuso ante la Fiscalía antes de ser asesinada. Sus hijas, Diana y Lorena, cuentan que su madre les advirtió sobre el miedo que sentía por su seguridad. “Ella nos mandó por WhatsApp una foto de la cédula del mototaxista que la acosaba, ‘Cafetal’. Nos dijo que si le sucedía algo, él era el responsable”.
¿Por qué no la escucharon? Se preguntan. “El proceso de la denuncia estaba acá (en Medellín). Por eso, después de la intranquilidad que sentimos, fuimos de nuevo a la Fiscalía y redactamos otra carta para que le dieran el traslado”.
Pocos días después de decirle en la cara a su agresor: “No tengo miedo: podrás matar mi cuerpo, pero no mi alma”, la profesora María Nancy Ramírez Pulgarín fue asesinada mientras iba para su trabajo.
La historia que vivió María Nancy Ramírez Pulgarín es tan solo uno de los muchos casos de violencia contra las mujeres que se repiten a diario en Antioquia, actual epicentro de las violencias basadas en género contra mujeres y niñas a nivel nacional.
En nuestro conteo mensual de feminicidios, Libres no muertas, logramos registrar al menos 274 feminicidios en Colombia durante 2021. De este total, la mayoría fueron en Antioquia, con 41 casos, seguido por Valle del Cauca con 27. Asimismo, organizaciones locales, como el Observatorio de Feminicidios Colombia de la Red Feminista Antimilitarista, registró un total de 102 feminicidios el año pasado. Por su parte, la Policia Nacional solo reportó 27. Esa fue la cifra que entregó la Gobernación de Antioquia a MANIFIESTA. Indicaron también que hubo 3.609 casos de violencia sexual y 12.487 casos de violencia intrafamiliar.
A esas violencias se suma la cantidad de mujeres desaparecidas en Antioquia. Según Gihomara Aristizábal Morales, coordinadora de la estrategia del movimiento Estamos Listas ‘Buscarlas Hasta Encontrarlas’, una acción de control político para visibilizar a las desaparecidas en Medellín y el Valle de Aburrá, es exigir acción institucional y acompañar a las familias. El año pasado buscaron a más de 50 mujeres.
Asimismo, el último informe entregado por la Corporación Vamos Mujer y la Corporación para la Vida Mujeres que Crean, estableció que el 38,4% de los municipios antioqueños se encuentran en riesgo alto. Otro 36,8% se encuentran en riesgo extremo por violencias contra la mujer.
Este panorama de cifras nos dicen algo: Antioquia se encuentra en el deshonroso primer lugar cuando hablamos de violencias Basadas en Género en el país. ¿Por qué?
¿Cuál es la razón del machismo en Antioquia?
“Falta compromiso”, responde Dora Cecilia Saldarriaga, concejala de Medellín por el movimiento político Estamos Listas ante la pregunta. “Hay unas políticas públicas de intervención que siguen siendo insuficientes para atender el riesgo latente que hay en contra de nosotras”. Dora es muy consciente de que “Se presentan otras violencias que se naturalizaron debido a la cultura patriarcal y hegemónica que hay en el departamento. Nos falta que en realidad destinen recursos para atender estas violencias”.
Por su parte Manuela Alcalá, integrante de la Colectiva Hijas de Débora, al igual que sus compañeras, afirman que “La religión ha sido algo fundamental en la cultura antioqueña”, y esto ha generado posturas muy conservadoras, “Entre las cuales está que el hombre pertenece a la esfera pública y la mujer a la privada, dejándonos no solo como madres y cuidadoras del hogar, sino también expuestas a violencias”.
Esta pregunta ha surgido incluso en el ámbito académico. La profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, Gladis Ariza Sosa, quién maneja casos de violencias basadas en género en Medellín desde el sector salud, resalta que “Esa violencia a la que estamos expuestas en el departamento se tiene que dividir en contextos para encontrar algunas razones”. Ella la divide en relaciones de pareja, por nivel económico y con la división del trabajo. También enlista el contexto político, donde se sobrepone “La dominación masculina en todos los espacios públicos”.
Por su parte, Luisa Alejandra Saldarriaga, abogada y psicóloga feminista, añade otro factor. Considera que Antioquia ha sido muy violenta con las mujeres por el gran poder que tiene el narcotráfico en el departamento. “Este negocio ilegal (…) pone sobre el cuerpo de las mujeres una carga bastante pesada que se traduce en diferentes violencias”. Considera también que otro de los motivos es la narcoestética. “Usan nuestros cuerpos para satisfacer a los hombres, Las mujeres acá tienen que ser postizas para cumplir con estándares de ese círculo. Solo somos un objeto sexual y comercial que pueden atacar cuando ellos quieran”.
Manuela señala que el hecho de que las mujeres en el departamento tengan pocas posibilidades de ocupar puestos representativos en los espacios públicos y políticos como la Asamblea, el Concejo y las diferentes secretarías, evidencia que la cultura machista, religiosa y violenta aún pone a la mujer en la esfera privada. Sin oportunidad de incidir en lo político para combatir las violencias basadas en género.
A esas razones, se suma la de Ghiomara Aristizabal Morales, la coordinadora de Buscarlas Hasta Encontrarlas. Para ella, Antioquia es un departamento donde la vida de las mujeres no importa. “Cualquier señor se puede llevar una menor porque cree que le pertenece y no pasa nada. Cualquiera puede golpearlas, acosarlas, violarlas y cuando denuncian son revictimizadas o simplemente hay un montón de trabas para acceder a la justicia”.
El conflicto armado en Antioquia también es contra las mujeres
El siete de septiembre de 2020, asesinaron a Nicole Agudelo García de 18 años, en el corregimiento de Cuturú en Caucasia, Antioquia. En un inicio, los medios de comunicación del Bajo Cauca y Córdoba informaron que sujetos armados le dispararon, cuando ella compartía con amigxs en una fiesta. Pero cuando se publicó la noticia, usuarixs en redes sociales denunciaron que la joven fue asesinada por su pareja, un integrante del grupo Virgilio Peralta Arenas (Los Caparros), cuando ella decidió terminar la relación.
Asesinatos como el de Yolanda Zabala Mazo de 22 años, ex integrante de las filas de la extinta guerrilla de las Farc, y su hermana Reina Zabala, de 17 años en Briceño, o el de la ex candidata al Concejo y lideresa, Linda Díaz Romero, de la Asociación de Campesinos y Agricultores de Villa San Roque en Cáceres, por hombres armados, muestran que las mujeres antioqueñas se encuentran en la mitad del fuego cruzado de las estructuras criminales que lo habitan.
El conflicto armado y el crimen en general nunca se han ido de Antioquia. En 2020 en Medellín, se registraron 350 combos, la mayoría regidos por bandas criminales que se esparcen por los demás municipios antioqueños. Una de las actividades ilegales de estos combos es instrumentalizar a las mujeres. Ellas son mostradas como ‘botín de guerra’ para obtener algún beneficio o demostrar cuál tiene más poder.
Estefania Rivera, integrante de la Red Feminista Antimilitarista y coordinadora del Observatorio de Feminicidios Colombia, cuenta que en Antioquia la mayoría de hombres tiene armas. «Sea desde la legalidad o ilegalidad, mientras las mujeres ocupan el lugar del servicio”. Para ella, esta división marcada produce una precarización de la vida. “Es una militarización total con la que también tenemos que vivir, sin que las instituciones reconozcan que generan violencia en nuestros cuerpos”.
Las cifras oficiales que la Alcaldía entregó a MANIFIESTA muestran a Medellín como el territorio antioqueño más violento contra las mujeres. La capital registra 34 asesinatos durante 2021, 27 considerados como presuntos feminicidios. Estefanía insiste en ver más allá: “Hay que mirar lo que pasa en el Suroeste con la disputa del microtráfico. O en el Bajo Cauca con la disputa de los territorios. Tenemos la urgencia de hacer un análisis departamental, para poder contrarrestar las violencias que generan los grupos armados en el cuerpo de las mujeres”.
Según la Gobernación de Antioquia, las subregiones más violentas con las mujeres -aparte del Valle de Aburrá- son: el Suroeste con 26 mujeres asesinadas; el Nordeste con 16; el Bajo Cauca con 15 y el Urabá antioqueño con 13. De esos casos, hasta el momento, solo 9 están registrados como feminicidios en la Policía Nacional.
Ante la situación, los movimientos feministas cuestionan que en el departamento no se busca judicializar directamente las bandas criminales por lo que hacen con el cuerpo y la vida de las mujeres. Por el contrario, conducen investigaciones contra delitos “principales”. Es decir, el narcotráfico, la extorsión o el desplazamiento. Dejando de lado lo que denuncian constantemente las niñas y las mujeres antioqueñas, en especial de los municipios más alejados de la ciudad.
“Nosotrxs tenemos una historia ligada al conflicto armado”, concluye la abogada Luisa Saldarriaga. Quien señala que en Antioquia hay una particularidad con respecto a los otros departamentos del país: “La gran cantidad de grupos al margen de la ley han usado y usan el cuerpo de las mujeres para mandar señales a sus enemigos. Por eso, en algunos feminicidios, el cuerpo de las mujeres queda en los espacios públicos para dejar claro lo que les puede pasar”.
En esta Antioquia tan violenta, a las mujeres les toca, aparte de todo, “Cuidar su cuerpo, porque los grupos criminales los consideran de su propiedad y por eso se han convertido en un escenario de guerra”, concluye la abogada.
El feminismo como propuesta política de resistencia en Antioquia
“Es urgente tener un Estado feminista” exige Estefanía. “Sin un Estado feminista que se piense la protección de la vida es muy difícil que se comprenda lo que sucede con las mujeres en términos estructurales. Los feminicidios acá se analizan desde las relaciones socio afectivas y no como violencia estructural desde lo socioeconómico o militarista”, añade.
Con plantones, escraches, juntanzas feministas, la toma del espacio público e incidencia política, las mujeres en Antioquia exigen que se transformen las relaciones interpersonales. Que se valoren sus cuerpos y sus vidas. Que puedan habitar un departamento con tranquilidad y sin el miedo constante de ser violadas, maltratadas, humilladas o asesinadas.
Las colectivas apoyan constantemente a mujeres que denuncian diferentes tipos de violencias a las que están expuestas: abuso sexual, maltrato físico, verbal y psicológico, acoso sexual, discriminación. Difunden denuncias o escraches que ayudan hacer visible la problemática machista que persiste en el departamento. Sin embargo eso no es suficiente para generar estrategias efectivas que garanticen la vida, la integridad e igualdad de mujeres y niñas antioqueñas.
Por su parte, Dora Saldarriaga cuestiona el hecho de que “Las administraciones en Antioquia no atienden los casos de mujeres que están en riesgo por un grupo armado”. Y denuncia que en Medellín, por ejemplo, “A las mujeres no se les presta los servicios de hogares de acogida cuando el agresor pertenece a una organización criminal”.
Estamos Listas, el movimiento que integra la concejala, es una apuesta de política feminista nacida en Medellín que lucha contantemente por evidenciar el “Machismo y el sexismo que sigue existiendo tanto en la administración de Daniel Quintero, como al interior del Concejo, lo cual no permite que se avance en estrategias contundentes para erradicar las violencias contra las mujeres”, afirma la concejala.
Desde la curul feminista que hay en el Concejo de Medellín se tiene un objetivo claro: combatir las violencias contra las mujeres y niñas. Por eso realizan análisis constantes de las violencia contra las mujeres, donde hacen seguimiento a las rutas de atención, y tienen comisión de educación no sexista que sigue la implementación de protocolos en las instalaciones de educación pública de la ciudad. También tienen debates de control político sobre el aumento de las violencias contra las mujeres.
A esas acciones que se realizan desde Estamos Listas, se unen las de las colectivas feministas como Hijas de Débora, Amalias, Las Lilas, Ondas Violetas, Bloque 8M, Visión Ultravioleta, Yemaya Feminista, que constantemente buscan redes de apoyo para acompañar a las víctimas. Pero también hacen pedagogía para que todas las mujeres sin importar edad o posición económica reconozcan cuando sufren violencia. Y además sepan qué exigencias se les deben hacer a los entes institucionales.
Las acciones colectivas de las mujeres para denunciar la violencia de género en Antioquia han sido fundamentales para dar visibilidad nacional a esta crisis de derechos humanos. Y asimismo para presionar por cambios en la respuesta institucional.
La cultura paisa- machista y patriarcal- ha ayudado a que aún los hombres se sientan con poder sobre nuestros cuerpos. Un Estado feminista es precisamente lo que piden los movimientos feministas. Un gobierno que entienda la realidad que viven las mujeres, que le apueste a un cambio estructural. Sobre todo para que las violencias contra nosotras no continúen siendo el fuerte del departamento.
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