La película ‘Barbie’ es una digna representante de su tiempo: un éxito taquillero basado en un producto; un detonador de conversaciones sobre igualdad y representación; un caso sin precedentes de marketing sustentado en la nostalgia y una producción que deja muchas preguntas sobre si es posible conciliar el feminismo de hoy con intereses corporativos sin decepcionar en el intento. Todo a la vez.
Muñeca eterna que estará para siempre en el corazón de nuestra nostalgia, o una figura que terminó creciendo y adultando con nosotras durante estos años: ¿Qué esperaba ver? Esto me preguntaba al entrar a la sala de cine para ver ‘Barbie’, que se ha convertido en uno de los fenómenos más grandes de toda la historia de la industria cinematográfica. Y aunque sé que el público objetivo de la producción no eran les más jóvenes, cuando salí no dejaba de pensar en mi niña interior de 10 años para quien esta película habría sido una entrada al feminismo, no tanto a las muñecas. No pude evitar pensar: ojalá hubiera visto esta Barbie a esa edad.
Pero ya pensando como una mujer feminista de 27 años, que luego del jueves festivo debía madrugar a trabajar, por alguna razón quería ver personajes al final de sus veintes que también tenían que madrugar a trabajar y trastabillaban un poco en la vida. ¿Era ilógico esperar sentir identificación de este tipo con la historia de una muñeca?
Quizá no tanto, pues Mattel le encargó adaptar, escribir y dirigir Barbie a mi directora favorita, la también actriz, guionista y productora, Greta Gerwig. La misma nominada al Óscar que hizo ‘Lady Bird’ (2017), ‘Mujercitas’ (2019) y que coescribió ‘Frances Ha’ (2012). Todas historias de mujeres jóvenes, confundidas, brillantes, en búsquedas identitarias y con problemas económicos. Historias con las que muchas de nosotras sí podemos identificarnos y que, de hecho, dejaron en mí una marca sentimental y creativa.
Luego de verla conversé con amigues que lloraron de principio a fin o que, como yo, valoran la obra de esta cineasta. Con elles concluí que entrar en la película con una expectativa concreta y, sobre todo, esperando conectar a través del lazo familiar de la nostalgia, implicaba quitarle agencia a una genio de 39 años que ha creado las reglas de su trabajo, y quien ha dicho que espera ser una gran directora de estudio, no solo una una gran directora a secas.
Por eso siento que, de volver a ver la película, lo haría sin pensar tanto en mi yo de 10 años, despojada del deseo de identificación y de los lentes millennial adultocéntricos. Más bien la vería como un fenómeno reinventado por Gerwig. Y sobre todo me preguntaría: ¿Cuáles son los retos de traer el relato anacrónico, rosado y entaconado de Barbie, a las discusiones y preguntas que estamos teniendo hoy?
El cine corporativo como flotador de la industria
La película cuenta la historia de una Barbie estereotípica (Margot Robbie) que vive en Barbieland y un día va al mundo real, acompañada de Ken (Ryan Gosling), porque la persona que juega con ella en ese mundo está pasando por una etapa oscura. Esto tiene un efecto en Barbie: la deprime y daña el equilibrio en la tierra de las muñecas. Aunque la intención del viaje es que todo vuelva a la normalidad en Barbieland, el intercambio cultural con el mundo real hace que Ken quiera instaurar un patriarcado en su país ‘históricamente’ gobernado por las chicas.
En contraste, pensé sentada en la sala, en nuestro (tercer) mundo real es imposible reducir el patriarcado a un montón de hombres diciéndonos qué hacer. O el feminismo, a romper techos de cristal y ‘ser lo queremos ser’.
¿Quién tuvo la idea de hacer ‘Barbie’ en 2023? Ni Gerwig ni Mattel. Fue la protagonista y coproductora, la actriz australiana Margot Robbie, quien insistió en rodarla y le propuso a la empresa que considerara a la directora para encabezar el proyecto, pues reconocía en su filmografía una mezcla de inteligencia y corazón, según un artículo del New Yorker.
Gerwig se demoró un año en aceptar y presentar una propuesta de guión, que coescribió con el cineasta Noah Baumbach, su pareja actual.
“Hay gente que adora Barbie, hay gente que la odia, pero al final todos conocen a Barbie”, pensó Margot Robbie en 2018. Una afirmación que resume por qué la crítica y la gente que ama el cine tienen opiniones tan divididas. Hay quienes por ahora la consideran una ‘obra maestra posmodernista’ mientras otres argumentan que la trama se queda corta en su mensaje feminista. Incluso, hay quienes dicen que es el blockbuster más subversivo del siglo, al tiempo que un comercial largo de Mattel.
Y aunque el cine es de gustos, detrás de la película Barbie existe una dicotomía de opiniones que reflejan la dificultad de resucitar a un ícono del estereotipo de feminidad al interior de las preguntas y conversaciones que estamos teniendo hoy sobre ser mujeres y habitar el mundo como tal.
Quienes hablan de la muñeca como emisora de un mensaje feminista en la película se sustentan en la unión Mattel-Gerwig en sí misma. Los contratos entre genies independientes y corporaciones son una nueva apuesta. Por ejemplo, el actor Daniel Kaluuya (Judas y el mesías negro) va a producir la película de Barney. Incluida esta, Mattel ha anunciado 13 películas y está desarrollando por lo menos 45 más de la mano de directores como J.J. Abrams (Star Wars), que dirigirá una adaptación de Hot Wheels.
Esta unión de marcas gigantes y nombres indie se muestra como una promesa al rescate de la industria, una de las más afectadas con la pandemia y la caída del recaudo en taquillas, tras el cierre de las salas. “Con la reciente crisis del cine parece que los únicos que están dispuestas a seguir invirtiendo cantidades millonarias en (…) cine pop son las empresas de ropa, juguetes o videojuegos, que han encontrado en el séptimo arte una salida publicitaria infalible”, dice el mexicano Jesús Iglesias, creador de El Pelipodcast.
Si bien no es una tendencia de este año, pues Hasbro la impuso con las películas de Transformers y Lego desde 2007 y 2014 respectivamente, sí se está masificando. El cine basado en propiedad intelectual está salvando a la industria del fracaso de historias originales como ‘Elemental’ de Pixar, secuelas como Indiana Jones o adaptaciones de DC como Flash, que cayó un 72 por ciento en taquilla durante su segundo fin de semana en cartelera y marcó el peor indicador en la historia de este estudio.
La filigrana de la nostalgia
¿En qué radica el fenómeno cinematográfico, social, mediático y casi espiritual sin precedentes en el que se ha convertido la película? Las respuestas pueden ser muchísimas: una campaña apoteósica de marketing orquestada por Warner Bros. y el mismo público, una actriz/productora como Robbie que lo ha dado todo, y su unión con Gerwig. Pero la nostalgia, y lo que nos evoca esta muñeca, debe ser parte fundamental de la respuesta.
Aunque a primera vista la fórmula de la nostalgia parezca sencilla, requiere de real maestría: aprovechar la conexión al pasado, a lo familiar y a lo que nos hizo felices para imprimirle personalidad a un producto no es sencillo. La filigrana de la nostalgia debía pasar por las manos de una contadora de historias como Gerwig. Para ella, el proceso de adaptar ‘Barbie’ no fue distinto al de adaptar ‘Mujercitas’. De hecho en este artículo afirma que crear una historia donde no había una fue más desafiante a nivel intelectual, como armar un cubo Rubik.
Así la Barbie que tantas sacamos de la caja, inerte, en nuestra niñez, cobró vida de la mano de una realizadora feminista celebrada por protagonizar, escribir y adaptar historias de mujeres y adolescentes. Muchos fans le reclaman a Gerwig haber apostado por un proyecto corporativo, como si fuera una mancha en su carrera, una traición. Pero hacer una historia firmada por Mattel y hacer una buena historia no son antónimos.
Por el contrario, es un acierto que la película materialice esa contradicción y que sea el escenario de esas tensiones. ‘Barbie’ es en sí misma un conflicto que se resuelve y se agudiza en el guión. Por momentos se puede ver una trama fragmentada, que perdía ritmo y renunciaba al argumento para decantarse por el show. Pero luego aparecía una Corte Suprema compuesta de juezas, para cuestionar el giro antiderechos del máximo tribunal de Estados Unidos que anuló el derecho a decidir de las mujeres. O la narradora hacía notas al pie y rompía la cuarta pared. Y Barbie se encontraba con su creadora y fundadora de Mattel, Ruth Handler, quien le recordó que las ideas viven para siempre. O Gloria, interpretada por America Ferrera, se despachaba en un monólogo que por poco hace que la gente en la sala se pare a aplaudir.
Entre el espectáculo y la crítica, el diseño de producción y la ironía, se ve a una directora que quiere ser distinta y a una conocida. Greta Gerwig tomó el trato con Mattel y los 145 millones de dólares de presupuesto –superado con creces en taquilla solo en el primer fin de semana– para armar un mundo de fantasía estética, un esbozo de musical, y luego romperlo, volver a armarlo, cuestionarlo de nuevo y enumerar las camisas de fuerza que nos ponen a las mujeres en el mundo real. Todo a la vez.
La escritora Julia Cameron asegura que es el trabajo de les artistas lo que crea el mercado y no el mercado lo que crea el trabajo de les artistas. Aunque lejos de hacerme un nudo en la garganta, el final de ‘Barbie’ me pareció una declaración. Gerwig dijo lo que venía a decir: que es difícil ser humana, ser mujer, y que es hermoso trastabillar.
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