Para empezar a hablar de ese concepto llamado Bromance, hice un sondeo en mis redes sociales con mis amigos hombres. De los casi 40 que respondieron mi pregunta sobre si tenían una relación así, el 50 por ciento aseguraba que sí y el otro cincuenta respondió que no. Aunque muchos de los que aseguraban tener un bromance, no estaban seguros de qué significaba.
Entonces, comencemos por ahí. El periodista Alejandro Gómez Dugand lo define en este artículo como amistades muy íntimas, no eróticas, entre dos o más hombres heterosexuales. De manera más informal, el Urban Dictionary asegura que es la combinación de dos palabras. Brother (hermano) y Romance (romance). Describe un lazo único entre hombres, entre hermanos de otra madre, que no constituye una relación homosexual.
Con esta descripción, varios me contaron de sus bromances. “Considero que sí lo tengo con un amigo. Lo conozco desde hace casi 16 años. Vivimos al lado y a los 9 o 10 años empezamos a ser amigos”, cuenta Sebastián, de 26 años. Describe la amistad entre ellos como incondicional, en la que comparten intereses en común.“Es mi amigo de todas las cosas de la vida”.
Mateo, también de 26, considera que tiene un bromance con su mejor amigo, Andrés. “Es una amistad sincera. Lo conozco desde que tenía siete años, él es tres años mayor que yo. Si me pasa algo, es de las primeras personas que llamo”, afirma.

Sergio, de 25, tiene este tipo de amistad con su mejor amigo David, pero también con otros tres amigos: Christian, Camilo y Luis. A diferencia de Mateo y Sebastián, conoce a sus amigos hace pocos años, desde 2016. “Nos conocemos desde que empecé la universidad y no tardamos mucho en formar una amistad de ese nivel”. Para él, el Bromance se expresa de manera muy física. “No se dan intercambios de palabras, no nos decimos ‘Te quiero’. (…) Nos empujamos un poco o nos damos un puñito. Pero no duro, no nos lastimamos. También nos damos abrazos”.
Guillermo tiene la edad de Sergio, y en su caso conoció a su mejor amigo, Jorge, en el año 2000. Tenían cuatro años. El bromance entre Guillermo y Jorge está atravesado por el acompañamiento genuino que viene del amor. Desde muy pequeño, Guillermo fue víctima de bullying por tener una experiencia de género distinta –aunque no era consciente de ello–. “La única razón por la que superé esos años fue por la amistad, en especial, la de Jorge”.
En el mes de San Valentín, y para nuestro especial #AprendamosJuntxsDelAmor, en MANIFIESTA quisimos explorar otras formas de amar distintas al amor de pareja. Desde el feminismo solemos tratar de entender y experimentar múltiples formas de amistad entre nosotras las mujeres, pero esta vez le pusimos los lentes violeta a las relaciones de amistad entre hombres jóvenes. ¿Un bromance puede ayudar a la deconstrucción de masculinidades hegemónicas? ¿Hasta qué punto sigue perpetuando prácticas patriarcales?
El bromance no es un invento millennial
Hace un siglo, los hombres no solo posaban con una intimidad física entre ellos para las fotografías. De hecho, se escribían cartas entrañables y hasta dormían en la misma cama. Un ejemplo: la historia del presidente Abraham Lincoln y su amigo Joshua Speed, quienes por cuatro años compartieron la misma cama. Otra historia similar es la del presidente George Washington, quien escribía cartas íntimas a otros hombres.
Los investigadores Stefan Robinson, Eric Anderson y Adam White, en su investigación sobre Bromance recogen información sobre cómo estos comportamientos, socialmente aceptados hace más de un siglo, empezaron a ser estigmatizados a comienzos del siglo XXI. ¿Por qué?
Hay dos razones esenciales. Primero, la población occidental empezó a ser más consciente de la homosexualidad, que hasta el día de hoy es muy estigmatizada. Segundo, para esa época, el filósofo Sigmund Freud ayudó a que el estigma creciera: a través de tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad, argumentaba que los hombres jóvenes se convertían en homosexuales por un proceso femenino de crianza y socialización. Freud sugirió que las paternidades ausentes y la falta de roles masculinos contribuían a la homosexualización de les niñes.
Algunxs académicxs aseguran que la segunda revolución industrial trajo preocupaciones sociales, económicas y geográficas nuevas. Ahí empieza la creencia de que la sexualidad se construye socialmente como parte de la crianza. Por eso la era victoriana tardía –que influyó casi todo el siglo XX– fue descrita como una era homofobica. En los ochenta la ‘homohisteria’ –o el miedo a ser percibido como gay– se convirtió en la norma de las interacciones sociales. Al menos en Estados Unidos.
Colombia se unió tarde a este cambio. En algunas regiones del país, sobre todo en las rurales, los hombres aún gozaban de la licencia del bromance del siglo pasado. Así lo recuerda Alejandro Gómez a través de una de las amistades entre hombres más icónicas de Colombia: la de Rafael Escalona y Jaime Molina. El compositor vallenato le escribió la canción a Rafael en 1975, cuando falleció, cumpliendo la promesa entre ambos.

Una declaración de amor que además rompió esquemas en la cultura tradicional machista colombiana. “El son de Escalona dibuja una forma de afecto masculino que seguramente aterraría a más de un hombre: ‘(…) En las piernas se me sentaba –asegura Escalona–, me contaba un chiste y se ponía a reír»’, ejemplifica Alejandro y añade: “En una cultura como la costeña, donde los chistes homofóbicos llenan las parrandas de amigos, la declaración de Escalona parece revolucionaria. Al final, eran dos ‘Amigos que se amaron con el alma’”.
Acciones como escribirse cartas, compartir la cama o expresar cariño no solo con palabras, sino a través del lenguaje corporal, son socialmente aceptadas en las amistades entre mujeres. Pero es diferente para los hombres. “Nos hemos dado abrazos muy sentidos, pero no nos tomamos de las manos. No es una relación amorosa y a mi juicio, por la manera en la que yo crecí y en donde me crié –un pueblo al norte de Cundinamarca– darle la mano a otra persona es un gesto romántico”. Para Mateo el bromance es “Estar en las buenas y en las malas”.
En Colombia, aún es difícil combatir la educación victoriana que recibieron muchos niños que ahora son adultos. Aún falta deconstrucción para completar el quiebre de la homohisteria, que empezó con el nuevo milenio. Aunque todos los hombres entrevistados son conscientes de ello, aún les cuesta expresar físicamente el amor que sienten por sus hermanos de otras madres.
“Nos abrazamos a veces cuando nos vemos. Pero nunca nos damos besos en la mejilla, ni nos tomamos de las manos”, describe Sebastián. Sobre el ejemplo de compartir la cama, Sebastián afirma que nunca lo hacen. “Cuando nos quedamos en la casa del otro yo me quedo en la cama y él en el sofá o al revés. Es aparte, juntos no dormimos”.
Bromance sí, pero expresarte mi amor… no mucho
Robinson, Anderson y White llevaron a cabo su investigación en 2017, en la que entrevistaron a 30 estudiantes universitarios en Reino Unido. La mayoría se identificaron como heterosexuales. Con las definiciones de amistad aportadas por ellos, los investigadores pudieron observar cómo los hombres jóvenes abordaban el Bromance.
El estudio encontró que este, para los Millennials, tiene tres características esenciales: compartir intereses y personalidades, tener intimidad emocional e intimidad física. Todos los hombres que entrevistamos concuerdan con la primera característica.
“El tránsito ha sacado mi lado más amoroso y afectivo. Jorge ha estado ahí de manera constante, mostrándome que tener la valentía de vivir como uno desea no implica quedarse solo, no implica tener que renunciar al cariño de tantas personas que están dispuestas a amar y a luchar al lado de uno”.
También coinciden en que hay intimidad emocional. “Sé que a Andrés le puedo contar lo que yo quiera y que siempre estará ahí para mí y yo para él”, dice Mateo. Sebastián afirma que“Es el parcero más firme que he tenido en mi vida y le puedo contar cualquier cosa”. La intimidad emocional es evidente en el bromance de Guillermo y Jorge, por ejemplo. En 2018, Guillermo llegó a la conclusión de que era un hombre transgénero. “El 29 de diciembre, lo recuerdo perfectamente, hablé con Jorge y le dije ‘Creo que soy transgénero y tengo miedo de lo que viene’. Vi en sus ojos una mezcla de sorpresa e inmediata comprensión (…) y fue ahí, en ese momento que sentí por primera vez la alegría de experimentar una libertad completa”.
Guillermo ha aprendido que ser hombre no es sinónimo de inexpresión afectiva, sino todo lo contrario. “El tránsito ha sacado mi lado más amoroso y afectivo. Jorge ha estado ahí de manera constante, mostrándome que tener la valentía de vivir como uno desea no implica quedarse solo, no implica tener que renunciar al cariño de tantas personas que están dispuestas a amar y a luchar al lado de uno”. Describe que todos los días hablan, se envían canciones y “Cuando nos vemos nos abrazamos, nos expresamos nuestro cariño (…)”.
La tercera característica, la intimidad física, en cambio, no ha sido fácil. A excepción de Guillermo, todos concuerdan en que es difícil. Reconocen también que esa dificultad se debe a una educación machista que recibieron no solo de sus familias, sino de la sociedad en la que crecieron.
Nicko Nogués, fundador y director del Instituto para el Desarrollo de Masculinidades Anti Hegemónicas, ‘De machos a hombres’ explica por qué los hombres suelen reprimir sus emociones. “De forma estereotipada y desde una visión machista, muchos hombres reprimimos los afectos hacia nuestros semejantes porque pensamos que el amor es cosa de mujeres. O que debemos mantenernos al margen con nuestras emociones y demostraciones de cariño por miedo al qué dirán”.
Para Sergio la expresión corporal tiene que ver con expresiones que tradicionalmente se imponen a los hombres: empujones o puños. “No se dan otro tipo de expresiones, como por ejemplo decirnos entre nosotros que estamos re lindos, como dicen a veces las mujeres entre ellas”. Sergio asegura que esa inhibición de las expresiones de cariño es consecuencia de la heteronormatividad que atraviesa la educación de niños y hombres. “Es que un hombre tiene que actuar de esta manera con otros, de lo contrario se interpreta como una relación homosexual”.
Sebastián concuerda. “Aunque nosotros ya sabemos que interactuamos así por haber crecido en un sistema heteronormado y aunque ya tenemos otra visión de la masculinidad, pues no vamos a cambiar la forma en la que nos tratamos”. Mateo, sin embargo, notó un cambió en la manera de interactuar con Andrés en la Universidad. «Tal vez en algún momento nos cohibimos de mostrar cariño, pero ya no. Ahora creo que tengo relaciones de amistad con chicos de la universidad y no tenemos miedo de mostrar cariño”.
¿Puede ese tipo de amistad romper el pacto patriarcal entre hombres?
Santiago* tiene 25 años y es homosexual. A diferencia de los demás, no concibe el bromance como producto de la deconstrucción de masculinidades hegemónicas. “No me gusta el término bromance porque es otra forma de no nombrar el amor homosexual”. Él afirma que todas las relaciones entre hombres tienen algo de homo-eróticas, pero no todos son conscientes de ello. “Que las amistades tengan ese componente no las hace malas”.
“A los hombres nos privan de expresar nuestros sentimientos. Esa castración emocional hace que para que un hombre le diga a su amigo que lo ama, tiene que estar borracho”.
Para Santiago, el bromance aún denota violencia y no es una expresión de amistad deconstruida.
Para él, el amor entre amigos hombres pasa por un acuerdo entre machos, en el que lo femenino es despreciable. “De ahí los ‘clubes de caballeros’ y todas esas tradiciones excluyentes de la presencia femenina”. Santiago considera que no hay una deconstrucción completa aún, pues la amistad entre los hombres pasa por una castración emocional. “A los hombres nos privan de expresar nuestros sentimientos. Esa castración emocional hace que para que un hombre le diga a su amigo que lo ama, tiene que estar borracho”.
Para Nicko, “Los varones estamos acostumbrados a construir amistades sin profundizar de lleno en las emociones y sin apertura emocional, perpetuando algunos estereotipos que nos limitan a la hora de crear relaciones con otros varones y en general, con otras personas”. Lo anterior desemboca en estereotipos que refuerzan la discriminación: ‘Si dos hombres se quieren demasiado, seguro son gays’, ‘La amistad entre un hombre y una mujer no es posible, siempre va a haber otras intenciones’ o ‘Yo no tengo amigos gay (LGBTQI+), no vaya a ser que me quieran ligar’. Es decir, tenemos un analfabetismo emocional que nos limita a la hora de crear y mantener vínculos con quienes nos rodean”.
Santiago concuerda con que las expresiones de cariño son comportamientos aprendidos atravesados por la construcción de la sexualidad. “Si a mí me socializan diciéndome que los hombres no se dan abrazos, pues veo imposible darle un abrazo a un amigo. Por ejemplo, en mi caso, cuando crecí y empecé a estar cerca de más hombres gays, me pareció muy extraño ver que se saludaban de beso. Hoy lo hago sin pensarlo”. El lugar desde el cual se ha construido Santiago le ha ayudado a generar emociones y relaciones con otros hombres desde masculinidades no hegemónicas y menos violentas.
El Bromance sin duda es otra forma de amar que tenemos lxs seres humanxs. Si bien puede ser un camino para la deconstrucción de masculinidades no hegemónicas y de violencias aprendidas, también puede perpetuar pactos entre hombres violentos y abusadores. Si se quiere ver el vaso medio lleno y pensar que hay algún tramo del camino recorrido, los bromance igual siguen necesitando de posturas feministas y de más traidores del patriarcado para hacer de los lazos entre hombres espacios más seguros para ellos y para las mujeres que les rodeamos.
“Este tipo de vínculos, nos permiten fortalecer nuestras relaciones, fomentar la apertura emocional y la conexión con otros varones de forma profunda, sólida y duradera; hablamos del bromance como una forma de resignificar el amor y la amistad entre varones”, concluye Nicko.
*Algunos nombres fueron cambiados a petición de las fuentes
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