Buscarlas Hasta Encontrarlas: El grupo de amigas que busca a las desaparecidas en Colombia

Lynda Michelle Amaya era una niña bogotana de 15 años. Desapareció el 30 de noviembre de 2020 y desde el primer momento su madre, Nathalie Amaya, empezó a buscarla. Lo primero que hizo fue un cartel con la foto de su hija y la información más relevante. Lo difundió en redes sociales y en las calles de la capital. Se acercó a un Centro de Atención Inmediata, CAI, de la Policía Nacional, pero cuenta que no le ayudaron. 

Desde el tres de diciembre, y mientras el caso empezaba a salir en medios de comunicación, Nathalie se camufló como habitante de calle en el barrio San Bernardo, en Bogotá. Allí su hija fue torturada y asesinada, cuando intentaba recuperar el celular que le habían robado. Pero eso se supo hasta los primeros días de 2021, gracias a la labor de su propia madre, quien luego descubrió el cuerpo de su hija se encontraba en Medicina Legal desde el principio de su búsqueda. 

Su caso, y la evidente inacción de varias entidades, conmocionó a cinco mujeres feministas y estudiantes entre los 21 y 24 años. Querían hacer algo, querían ayudar a que ninguna otra mujer o niña terminara como el caso de Lynda Michelle. Por eso decidieron unirse para ‘Buscarlas hasta encontrarlas’. Una labor ardua que al mismo tiempo es el nombre de la colectiva de búsqueda que formaron este grupo de amigas.

“En Colombia, la desaparición forzada es un tema constante. Desde el conflicto armado lo hemos vivido como país, pero en nosotras surge una preocupación: ¿Por qué desaparecen las mujeres, niñas y adolescentes?”, se pregunta Valentina Naranjo Loaiza, una mujer feminista de 24 años, quien inicialmente fundó la colectiva.

Según el Registro Único de Víctimas (RUV) desde el 1 de enero de 1985 hasta el 31 de diciembre de 2021, hay registro de 5.232 mujeres víctimas directas de desaparición forzada. El 58 por ciento de ellas tenía entre 29 y 60 años cuando desaparecieron. No obstante, no todas las desapariciones ocurren debido al accionar de actores armados legales o ilegales, o están ligadas al conflicto. Medicina Legal también registra las desapariciones en el Registro Nacional de Desaparecidos (RND). Allí documenta desapariciones que no necesariamente están ligadas a la guerra. De hecho, el 79 por ciento de las desapariciones no tienen clasificación.

De acuerdo con el RND, 4.940 mujeres y niñas han desaparecido en el país desde 2018 hasta la fecha. Las últimas cifras de ‘Forensis’ de Medicina Legal sobre desaparición en Colombia son de 2019 y registran solo en ese año 2.777 víctimas. El 55 por ciento (1.521) tenían entre 12 y 17 años cuando desaparecieron. En los 20 días que llevamos de 2022 ya se registran al menos 26 desaparecidas: 1.3 mujeres o niñas al día. Ante este panorama, y con el paso de los días y los meses, a Valentina se unieron otras cuatro amigas. “Hay unas condiciones del sistema patriarcal que hacen que ellas  –las mujeres y niñas– desaparezcan y se necesita una mirada feminista para ayudar a encontrarlas”, asegura Valentina. 

 ¿Por qué un grupo de mujeres feministas deberían cargar con una labor que debería estar en manos del Estado? Hablamos con las integrantes de Buscarlas Hasta Encontrarlas y con dos familias de mujeres desaparecidas para conocer a fondo sus motivaciones, el peso de su trabajo y el impacto que ha generado esta labor de búsqueda, una muestra de que las acciones estatales aún se quedan cortas frente a un problema tan arraigado y antiguo en el país.

La colectiva durante el #25N. Foto Cortesía de Colectiva Buscarlas Hasta Encontrarlas.

La empatía que surge del feminismo

El 30 de noviembre de 2020 marcó la fecha de nacimiento de esta colectiva. La historia de Lynda Michelle no fue la única que las removió. “En ese momento no solo fue el caso de Lynda, sino también el de Sara Sofía Galván”, cuenta Gabriela Romero, de 25 años, feminista y parte de la colectiva. Recuerda que para noviembre y diciembre de 2020, los medios de comunicación y las redes sociales estaban inundadas de noticias sobre familias enteras que buscaban niñas, adolescentes y mujeres en Colombia. 

Daniela Vargas Suárez, de 23 años, también lo recuerda. “Empezaron a salir noticias de muchas mujeres y niñas desaparecidas. Le dije a Valentina que tomáramos las fotos y las compartiéramos en redes sociales. No teníamos nada muy concreto. Las familias o la gente nos enviaban la información y nosotras la subíamos así”.

Valentina empezó a buscar colaboradoras en grupos feministas de redes sociales. A ese primer llamado acudieron cerca de 30 personas. Sin embargo, “No todas se quedaron porque tenían mucho estudio, trabajo y también porque llegaba diciembre y salían de vacaciones o se iban de viaje”, recuerda Daniela. En febrero de 2021 llegaron Gabriela y otras dos compañeras a consolidar la colectiva. Eligieron este nombre inspiradas en el numeral o –Hashtag– usado por mujeres buscadoras en la región. El mismo nombre del mecanismo de búsqueda integral que hace en Antioquia el movimiento político feminista Estamos Listas, que aclararon no ser parte de la colectiva. Sin embargo, ambos grupos se conforman bajo ese mismo nombre porque al final tienen el mismo objetivo.

Con la información que tenían y con la necesidad de hacer algo por las mujeres que estaban desaparecidas, decidieron conformar un frente de búsqueda centrado en tres aspectos fundamentales: “Lo primero que hacemos es un cartel de búsqueda o de difusión: está la foto de la persona, nombre completo, características, edad, fecha y lugar de la última vez que fue vista, la ciudad y los números de contacto. Lo enviamos a la familia para aprobación, hacemos difusión por redes sociales”. Gabriela añade que también envían el cartel de búsqueda a instituciones como la Personería de Bogotá.

El segundo paso es brindarles a las familias una guía de información veraz de manera oportuna. “Por ejemplo, les explicamos a las familias que las 72 horas de desaparición para acudir a la policía es un mito. La activación de búsqueda debe ser inmediata”, añade Daniela. El tercero es el acompañamiento emocional. “Después de que tú ya estás metida en el tema de ayudar a lxs familiares, ya no hay vuelta atrás. Primero: ya tienes la responsabilidad y segundo: tú corazón ya pertenece ahí”. 

Daniela cuenta que muchas veces agregan a las familias a redes sociales y luego reciben mensajes buscando ayuda: “Nos escriben diciendo: ‘me siento mal, ¿puedo llamarte?’. Y respondemos: ‘Claro, estamos para eso’. Varias madres han hecho. Se desahogan y nos desahogamos”, añade.

¿Qué las mueve para hacerlo? La empatía, responden ellas. “Es saber que pude ser yo, mi hermana, mi mamá, mi amiga la que desapareció. Pensar en que qué tal a mi familia le hubiera tocado sola”, dice Gabriela y añade: “No necesariamente tiene que ver con ser feministas. Es el hecho de ser persona y sentir lo que los demás sienten. Claro está, el feminismo ha despertado eso en mí, por ejemplo”. 

Las tres mujeres coinciden en que el feminismo hace que las mujeres se unan para cuidar las unas de las otras. “Es raro que los hombres nos busquen para que los ayudemos. De todos los casos que llevamos, solo hay tres hombres familiares que están buscando a mujeres”, dice Gabriela. Hay varios razones que podrían explicar la poca participación de los hombres en las búsquedas: “Hay algunos casos que obedecen a que el papá no está y es la madre cabeza de familia la que ahora debe buscar a su hija, pero no podemos generalizar. Tenemos casos en los que se acercan papá y mamá, pero el padre prefiere entrometerse en actividades más formales: pegar los carteles, por ejemplo”, explica Daniela.

“No necesariamente tiene que ver con ser feministas. Es el hecho de ser persona y sentir lo que los demás sienten. Claro está, el feminismo ha despertado eso en mí, por ejemplo”.

“Lo que pasa es que a los hombres les han enseñado (…) que deben ser los fuertes, los que no lloran, los que están ahí para la familia. Las madres son las que lloran, las que hablan con los amigos de las chicas, las que buscan en redes sociales, las que se expresan y buscan a otras mujeres”, añade. “A las madres, por ejemplo, el feminismo les cambió la vida después de la desaparición o feminicidio de sus hijas. El feminismo es fundamental en este proceso”, argumenta Valentina. 

El feminismo a Nathalie le ha enseñado varias cosas, por ejemplo. “Primero a pensar de manera colectiva entre las mujeres. A veces entre nosotras somos muy hirientes y macabras a la hora de juzgar. No somos enemigas, debemos unirnos. Segundo: que no se repita, que podamos tener el valor de enfrentar, de aceptar, de solucionar, de hacer que las entidades no nos dejen solas. Es su deber, sino ¿para qué existen?”. Sobre la colectiva afirma que «A ellas las conocí tarde, pero sé que si las hubiera conocido antes hubiera sido mejor. Son un apoyo enorme».

En los 14 meses que lleva funcionando la colectiva, Buscarlas Hasta Encontrarlas ha acompañado a 120 familias. La mayoría de los casos se han resuelto a las pocas horas, días y algunos en pocas semanas. Sin embargo, cuatro mujeres y niñas siguen desaparecidas y seis casos pasaron de ser desapariciones a feminicidios.

El abrazo feminista a las familias de las mujeres y niñas desaparecidas

Édgar Ángel busca a su hermana Nataly Ángel, de 33 años, desde el 18 de mayo de 2021 en la ciudad de Guanajuato, México. “Ella se fue en enero de 2021 a México porque le habían ofrecido una oportunidad laboral. Desde allá me mandaba fotos, decía que trabajaba en un mercado, pero creemos que fue víctima de una red de trata de personas”.

“Lo más probable es que Nataly sea víctima de explotación sexual y de trata. En México hay un problema muy grande con la explotación de nuestros cuerpos femeninos”, afirma Valentina. Argumenta que el caso de Nataly es un ejemplo de la manera en la que las mujeres somos violentadas. “Somos engañadas, nos secuestran y todo para hacer uso de nuestros cuerpos. Muchas veces la desaparición está vinculada con la trata de mujeres. Esto no es un trabajo, muchas son reclutadas, forzadas. Es una vulneración a nuestros derechos y el Estado nos da la espalda al decir: si se prostituye es porque quiere”, concluye. 

De acuerdo con Édgar, aunque en Colombia puso la denuncia ante la Fiscalía, el proceso no ha avanzado mucho. “Ni en Cancillería ni en Fiscalía ha pasado mucho. Hace poco me entregaron la carpeta de investigación, pero no pasa nada. Yo no he podido ir a buscar a mi hermana a México, aunque ya pusimos la denuncia en el Ministerio Público que es como la Fiscalía de allá”. De acuerdo al RND, desde 2018 se registran 94 casos de desaparición relacionado con trata de personas. La cifra no está disgregada por género.

Édgar llegó a la colectiva gracias a una amiga de él que trabajaba con Gabriela. “Ella –Gabriela– me pidió fotos para hacer los flyers de la búsqueda. Para la marcha del 25N fui invitado por el caso de mi hermana”. Édgar resalta la importancia del acompañamiento emocional que le ha brindado Gabriela y la colectiva. “A la sociedad no le interesan estos casos. Es bonito e importante saber que hay chicas, otras mujeres, que se interesan por el paradero de mi hermana, por lo que podamos estar sintiendo como familia”. Gracias al acompañamiento de la colectiva, medios mexicanos le han hecho eco al caso de Nataly.

En México Édgar se contactó con otro colectivo: Hasta Encontrarlas. “Ellos son familiares de muchísimas víctimas y hablamos de nuestros casos. Tenemos las mismas experiencias y es un poco la misma función que cumple la colectiva de Gabriela”.

En el caso de Nathalie, el acompañamiento de la colectiva ha sido un gran apoyo emocional. “Empiezo mi búsqueda sola por seguridad. En el camino llegan muchos medios de comunicación y muchas colectivas ofreciendo su ayuda a partir del 29 de diciembre, cuando ya iba a terminar la búsqueda. Pero muchos periodistas solo se quedan con la primicia, con lo escabroso del caso, con la nota del momento y hasta ahí llega todo el interés”.

La colectiva la buscó desde las primeras semanas de búsqueda para ofrecerle su ayuda, pero Nathalie estaba infiltrada en el barrio San Bernardo buscando a su hija. Después de que Medicina Legal aceptara que el cuerpo de Lynda Michelle sí estaba en la entidad desde el inicio, intercambiaron contactos y la colectiva le dijo que quería ayudar así el cuerpo de su hija ya hubiera aparecido. 

“Ellas me llaman, nos encontramos para hacer plantones el 25N, conmemoramos el cumpleaños de mi hija, vamos juntas al cementerio, le llevamos flores. Es un acompañamiento que me da fuerza para seguir adelante”, dice Nathalie. 

“Empiezo mi búsqueda sola. En el camino llegan muchos medios de comunicación y muchas colectivas ofreciendo su ayuda (…) Pero muchos periodistas solo se quedan con la primicia y hasta ahí llega todo el interés”.

Nathalie junto con la colectiva visitando la tumba de Lynda Michelle. Foto cortesía de la Colectiva Buscarlas Hasta Encontrarlas.

La revictimización que describen estxs familiares por parte de las entidades no las sorprende. “Hemos chocado mucho con la cultura colombiana y su visión de la desaparición de mujeres: siempre culpan a las chicas, dicen que se fueron simplemente a estar con un hombre. Incluso, muchas veces, siendo casos de menores de edad”, afirma Valentina.

Según la experiencia de las cinco, las instituciones que más revictimizan a las familias son Medicina Legal, la Policía Nacional y la Fiscalía. “Son todas las instituciones, no se salva una. Desde el CAI donde les dicen: ‘Eso es que está con el noviecito, eso en unas horas aparece’ y por eso les dicen el cuento de las 72 horas que deben pasar antes de empezar la búsqueda”, explica Gabriela. También afirman que otro factor que entorpece las búsquedas de mujeres y niñas es la falta de preparación institucional colombiana ante la desaparición. “No hay gente que investigue y menos si son desapariciones como consecuencias de violencias basadas en género. La Fiscalía pone investigadores y no les contestan a las familias, ni el celular, ni el email. Una persona tiene 15 casos por los cuales responder”. 

Nathalie está al frente de la búsqueda de justicia para su hija desde hace 13 meses. “Aún estamos en espera de sentencias, de condenas, de audiencias que aplazan. Este es un caso de connotación nacional. Hay noticias diarias donde las instituciones nos dicen: ‘van a ser imputados, van a ser condenados…’ y no ha pasado nada. Así funciona”. 

Como consecuencia de su labor de búsqueda y al descubrir qué pasó con su hija, Nathalie salió desplazada de Bogotá por amenazas a su vida y a su familia. Desde donde está, intentó que el Estado la reconociera como víctima de desplazamiento forzado. Sin embargo: “Yo para esas instituciones no soy una víctima porque mi hija no fue asesinada dentro del conflicto armado. Solo necesitaba una carta que verificara mi condición de desplazada para poder salir del país y no seguir exponiendo mi vida, ni la de mis hijos. No se ha podido”. 

En la colectiva comunican a las familias con psicólogas y abogadas feministas cuando puede, o ellas mismas redactan las rutas de acción y atención para que puedan superar ese obstáculo institucional. “Les aconsejamos para que, si en la Policía les dicen que aún no pueden buscarlas, puedan enfrentarlos. A veces tiene que ir el padre o un hombre de la familia para que les pongan cuidado y se pone la denuncia. O van muchas personas al tiempo para presionar”, cuenta Valentina.

“No hay gente que investigue y menos si son desapariciones como consecuencias de violencias basadas en género. La Fiscalía pone investigadores y no les contestan a las familias, ni el celular, ni el email. Una persona tiene 15 casos por los cuales responder”.

Un plantón contra la violencia de género en el #25N

Esta labor que está muy lejos de ser fácil, tiene efectos en la salud emocional y física de las mujeres buscadoras. “Cuando Nathalie nos dijo el #25N que quería hacer un plantón frente a Medicina Legal para conmemorar a Lynda Michelle, nosotras organizamos todo”. La idea era acompañar a Nathalie y hacer un círculo de la palabra para desahogarse. “Terminamos unidas con nueve familias víctimas de feminicidio”, cuenta Gabriela. 

Recuerdan que ese día fue muy difícil para ellas. “Yo leí los casos de las otras ocho chicas para no revictimizar a las familias, para no preguntarles otra vez: ¿Qué pasó? Pero escucharlas fue otro cuento”. Gabriela, Valentina, Daniela y Diana, quienes gestionaron el encuentro, no pudieron dormir durante cuatro noches. Gabriela enfermó por 15 días. Mientras gestionaban el encuentro en plena marcha del #25N, cientos de mujeres se enfrentaban a las instalaciones de Medicina Legal. Solo unas pocas acompañaron el círculo, al lado de la entidad.

Las cinco mujeres han estado a punto de renunciar a su labor. Todas han delirado y han visto a las chicas que no pudieron salvar  –y que no les tocaba salvar– en sus sueños y despiertas. Han hecho círculos de la palabra y han buscado ayuda profesional para sanar mientras ayudan a apaciguar el dolor de madres, padres, hermanos y hermanas que buscan o lloran a las suyas. 

“Nos gustaría que no existiera la colectiva, que no tuviéramos que trabajar como trabajamos y que todas las mujeres puedan regresar a sus casas, que ninguna mujer desaparezca y mucho menos que la desaparición termine en feminicidio”, dice Valentina.

En este momento, las cinco mujeres cuentan con un grupo de apoyo de 13 chicas que ayudan en la comunicación, difusión y diseño de carteles de búsqueda. Cualquier profesional que quiere ayudar como voluntaria en la colectiva es bienvenida y se puede comunicar con ellas a través de sus redes sociales para buscarlas hasta encontrarlas. 

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