Cuando el piloto anuncia que empezamos a descender para aterrizar en Quibdó, no se entiende dónde o cómo: todo es selva verde. Llegar por carretera también es impensable. Desde Medellín, por ejemplo, los accidentes son el pan de cada día. Los últimos 96 kilómetros de ese viaje, que dura mínimo 13 horas, son de trocha, abismo y la visión intermitente del río Atrato.
Al llegar a la capital del Chocó, una vía principal lleva del aeropuerto a cualquier lugar. La ciudad se extiende así, a partir de lo pavimentado. Todo parece cerca y en ‘rapi’, como llaman a los mototaxis, todavía más. A un día del 25N hay problemas de señal y conexión a internet en todo Quibdó. La incomunicación se prolonga unas tres horas.
Muchas organizaciones de mujeres y lideresas sociales del territorio se están preparando para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de las Violencias Contra las Mujeres. Antes de la jornada se reúnen para sacar sus demandas al espacio público. A pesar del lío para enviar mensajes y hacer llamadas, logramos concretar nuestra cita con Natali, una trabajadora social nacida en Quibdó, quien durante años coordinó programas dirigidos a mujeres chocoanas en la Fundación Plan Internacional.
Queremos que nos ayude a comprender la dimensión de las violencias basadas en género predominantes en esta capital, que alberga a casi 98.000 habitantes, pues los reportes en medios son insuficientes. Los casos que merecen cubrimiento de medios nacionales son los que tienen más sevicia. Las redacciones regionales y locales siguen la misma lógica: las violencias menos escandalosas contra las mujeres no salen del espacio donde ocurrieron. Ni qué decir de las cifras oficiales.
En ambos casos se habla, sobre todo, de pobreza. El índice de pobreza multidimensional en Quibdó es del 44.4 por ciento, superior al de Buenaventura, 41 por ciento. Y muy superior al de Bogotá, 9 por ciento. La pobreza multidimensional va más allá del ingreso monetario: tiene que ver con el cubrimiento de servicios básicos, la garantía de derechos, vías de acceso y mortalidad infantil.
Recurrir a las voces de aquellas mujeres quibdoseñas que defienden la paz, sus ríos, las infancias y juventudes de Quibdó, y la vida de otras mujeres es una manera de ubicarnos en el territorio. La institucionalidad aquí, más que en otras regiones, suele hacer oídos sordos a las múltiples violencias que sufren. Por ejemplo, de acuerdo con un registro de feminicidios en el departamento de Corporación Humanas no existen registros de este delito en el primer trimestre de 2022.
Y no es que Chocó sea un paraíso terrenal de los derechos de las mujeres, como creen algunos periodistas que hablan sobre feminicidio cero en lugares del mundo donde es latente la violencia y la discriminación. “Claro que en Chocó hubo muertes por esa causa. Lo que no hay es registros. Hace poco hubo un intento de feminicidio, el caso de una mujer en Istmina a la que su marido cogió a machetazos”, explica Natali.
¿Qué formas de violencia viven las mujeres en Quibdó? ¿Cómo es habitar un territorio donde estas se cruzan con el conflicto, el narcotráfico y las bandas criminales? ¿Cómo siguen resistiendo motivadas solo por la esperanza de que se salde una deuda histórica? En MANIFIESTA tuvimos el privilegio de hablar con quienes levantan los datos y las denuncias, y defienden la vida allí donde aún no llega el Estado con su promesa de cambio.
Violencias que no salen de las paredes de la casa
“Lo que dicen es que encontró a la mujer con otro hombre en un hotel. A él le dijo ‘Vete que esto no es contigo’. Luego la atacó con el machete”, cuenta Natali sobre un caso de tentativa de feminicidio en Istmina, ocurrido el 23 de noviembre. Otro crimen similar se registró el pasado 20 de octubre en el municipio de Lloró. La víctima, llamada Inelcina, fue atacada con machete por su pareja, con quien tiene tres hijos. Inelcina perdió la mano izquierda. Los pocos medios que reportaron, afirmaron que estaba entre la vida y la muerte.
La Procuraduría General de la Nación reportó que 140 mujeres fueron víctimas de feminicidio en el país entre enero y octubre. Una cifra que dista de conteos independientes como el nuestro, en el cual hemos registrado de enero a octubre de este año al menos 248 feminicidios, o el de la Fundación Feminicidios Colombia. De las 140 víctimas oficiales, es difícil establecer cuántas eran habitantes de Chocó.
En contraste, los dos últimos informes de Humanas registraron en este departamento cuatro feminicidios hasta septiembre. El año pasado registraron al menos cinco víctimas. La misma Procuraduría alertó sobre cuatro casos urgentes de riesgo de feminicidio en Chocó, que deben ser atendidos por las autoridades competentes cuanto antes.
El resto de violencias basadas en género son todavía más difíciles de rastrear. El Instituto Nacional de Medicina Legal registra algunas con la etiqueta ‘violencias de pareja’ en sus bases de datos. Según la plataforma Consonante, en 2020 esa entidad reportó 12 de estos casos contra mujeres solo en el municipio de Tadó, con cerca de 17.000 habitantes.
Las cifras oficiales e independientes (construidas a partir de prensa digital), hacen parecer a Chocó ajeno a la situación de VBG que enfrenta el país. En contraste a esta realidad de papel, Natali explica que las agresiones en el espacio privado están normalizadas. “En Quibdó todos se conocen con todos. Si tú vas a denunciar a tu marido lo más seguro es que se entere. Alguien va a llamar a decirle ‘Tu mujer te quiere denunciar’. Eso pasa”.
Lexy Durán, representante de la Corporación Te Acompaño, explica un hecho que se le escapa a los registros en Quibdó: “Aquí tenemos la absurda realidad de que una compañera denuncie hoy a las 4 de la tarde y a las 7 de la noche esté muerta”. Entre otras labores, esta corporación orienta a las mujeres víctimas en la activación de rutas de atención.
Por otro lado, si bien los roles de género se reproducen por todo el país, las fuentes con las que hablamos nos explicaron cómo la falta de oportunidades está directamente relacionada con que las mujeres en Quibdó no tengan horizontes distintos al cuidado del hogar y la dependencia económica. El desempleo en esta ciudad alcanzó el 24 por ciento en agosto, mientras el promedio nacional en ese mismo periodo fue de 10,6 por ciento.
“En Quibdó todos se conocen con todos. Si tú vas a denunciar a tu marido lo más seguro es que se entere. Alguien va a llamar a decirle ‘Tu mujer te quiere denunciar’. Eso pasa”.
Natali
Todas las letras de la palabra ‘resistencia’
Ante la falta de empleabilidad, muchas mujeres chocoanas resisten desde la autonomía económica. Enith Posada es una de ellas. Trabaja de la mano con Lexy y la corporación para mover su emprendimiento de maquillaje orgánico ‘Soy terra’. “Cuando no tenemos independencia económica habrá alguien que nos diga qué hacer: se adueña de nuestro cuerpo, pensamiento, sentir. Ese es el espacio al que más hay que batallarle” dice y agrega que la falta de autonomía económica es la base de las VBG que se viven en su territorio.
“Tenemos unas costumbres arraigadas que nos han sometido, que nos han vuelto sumisas a las mujeres y hacen que todas las violencias que vivimos las consideremos normales: que nos maltraten, griten, humillen o agredan”, dice Liliana Ramírez, consejera de juventudes de la Alcaldía de Quibdó. “Aquí está muy arraigado el tema de que la mujer tiene que ser para la casa, con ‘s’, y el hombre para la caza, con ‘z’. Que la mujer no puede trabajar, no puede ocupar espacios de decisión. Por eso nos ha tocado luchar”, agrega.
Conversamos con ella el 25N en el Malecón, donde cerró la jornada de conmemoración con un plantón. A las seis de la tarde, algunas nubes menguaban el calor y el Atrato olía a agua salada. Los pañuelos naranja y violeta, que repartió la Alcaldía de Quibdó momentos antes, ondeaban en las manos y cabezas de las mujeres afro e indígenas sentadas en una gradería de colores con vista al río.
Había tarima, sonido y un altar en el piso hecho de flores frescas. Algunas lideresas se tomaron la palabra. Declararon que ‘nuestros cuerpos no son botines de guerra’ y de la mano, en un círculo, todas sellamos esa declaración con la promesa de sanar las violencias vividas. La juntanza fue breve porque el agotamiento era mucho. La mañana y tarde del 25N estuvieron dedicadas a un evento sin precedentes en Quibdó: la instalación del primer Puesto de Mando Unificado (PMU) por la Vida de las Mujeres en Colombia.
“Aquí está muy arraigado el tema de que la mujer tiene que ser para la casa, con ‘s’, y el hombre para la caza, con ‘z’».
Liliana Ramírez

La promesa urgente del 25N
El evento del PMU hizo que por primera vez esta ciudad se preparara para un 25 de noviembre con presencia de altas funcionarias del gobierno, representantes de organismos multilaterales y lideresas afro e indígenas de todo el departamento. La cita era en la Universidad Tecnológica de Quibdó, y el evento estuvo liderado por la vicepresidenta Francia Márquez, quien tiene como prioridad proteger especialmente a las comunidades del Pacífico.
#AEstaHora | Queda instalado en #Quibdó el Puesto de Mando Unificado #PorLaVidaDeLasMujeres #PMU por parte de @alfonso_prada, @mininterior, quien ratifica el compromiso del #GobiernoDelCambio con acciones de #Igualdad para hacer de nuestro país una #PotenciaMundialDeLaVida
— Equidad Mujer (@equidad_mujer) November 25, 2022
Junto a ella estuvo la ministra de trabajo Gloria Inés Ramírez, en representación del presidente; la consejera presidencial para la equidad de género, Clemencia Carabalí; el ministro del interior, Alfonso Prada; la representante de ONU Mujeres en Colombia, Bibiana Aido Almagro, y quinientas lideresas abanderadas de sus colectivos, consejos comunitarios, cabildos y organizaciones.

Los puestos de mando unificado por la vida son una estrategia interinstitucional del gobierno. Buscan articular a alcaldías, gobernaciones, entidades nacionales, así como a la fuerza pública, organizaciones internacionales y de la sociedad civil para proteger la vida de les ciudadanes en territorios donde el orden público está alterado.
“Es la primera vez que se instala un puesto de mando únicamente para que hablemos de los derechos de la mujer, su eficacia, y la forma como nos vamos a comprometer en su defensa”, dijo el ministro del interior. Ante el contexto de subregistro, urge que las acciones del PMU estén guiadas por un diagnóstico de las violencias dentro del hogar, así como las que se presentan a nivel institucional y las asociadas al conflicto armado.
María Victoria Palacios Romaña, la única lideresa LGBTIQ+ presente en el evento, nos contó que las violencias más latentes contra las mujeres trans chocoanas se relacionan con salud y educación: “A nivel institucional, se invisibilizan nuestras identidades, no se distingue entre orientación sexual e identidad de género”, explica. “En el sistema de salud hay falencias para atender a las mujeres trans. Nos remiten a ginecología. Nosotras no requerimos ginecología, siempre vamos a requerir urología. Esa es una violencia exacerbada. La poca participación en espacios académicos es otra. Nos siguen encasillando en el trabajo sexual y en la peluquería. También sufrimos violencia policial”, agrega María Victoria.

Cuando la violencia es a plena vista
Ilsa Vanuy Cáisamo es una mujer embera dobidá del municipio de Nuquí quien denunció que en su territorio crece la trata de personas con fines de explotación sexual. “Tenemos mujeres indígenas que por falta de tener un trabajo digno se van reclutadas a prostituirse”, dijo frente a las representantes del gobierno en la instalación del PMU.
“En el marco del conflicto vivimos una violencia que no podemos visibilizar por temor a poner en riesgo nuestra propia vida. Estamos cansadas de este tipo de violencias en nuestros territorios. Solicitamos a las entidades que realicen un paquete de acciones con enfoque diferencial”, nos contestó Ilsa al preguntarle por esta situación.
“En las áreas rurales del Chocó algunas familias buscan a los turistas para entregarles a sus hijas. Esta modalidad no responde a redes de trata organizadas, sino más bien a personas que no consideran esta forma de esclavitud como un delito, sino como una costumbre de la región”
UNODC
Lexy nos cuenta que la trata es un secreto a voces. “La zona de Alameda en Quibdó es zona de tolerancia. Hace algunos días paso por ahí y observo que una mamá está hablando con un señor, mestizo, y le está ofreciendo a su niña”. Lexy, conocida en la comunidad por acoger a mujeres víctimas de violencia en su corporación, cuenta que se acercó al hombre y le dijo que iba a llamar a la policía. Él huyó. “Pero dime, ¿quién defiende a una niña que está siendo vendida por su mamá? Ella no es una mala madre, solo una mujer que no sabe que eso que está pasando con su niña no está bien”, concluye.
En 2009, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito publicó un estudio exploratorio sobre trata de personas en el país. Para el caso de Chocó, resaltó una práctica relacionada con la servidumbre: “En las áreas rurales del Chocó algunas familias buscan a los turistas para entregarles a sus hijas. Esta modalidad no responde a redes de trata organizadas, sino más bien a personas que no consideran esta forma de esclavitud como un delito, sino como una costumbre de la región”.
Las agresiones y asesinatos de lideresas sociales en Chocó fueron otro tema que convocó al gobierno nacional en Quibdó el 25 de noviembre. Además de instalar el Puesto de Mando Unificado, en el encuentro se socializó el Programa Integral de Garantías para defensoras de derechos humanos del departamento. Otro asunto urgente porque, por ejemplo, en junio Jesusita Morena, doña ‘Tuta’, lideresa del Río San Juan, fue asesinada en Cali. Doña Tuta no solo fue madre de un proceso organizativo sólido en torno al río, también negoció con los armados desde el año 2000, cuando se encontraron paras y guerrilla en su territorio.
Este programa incorpora los enfoques de género, diferencial, territorial, de derechos humanos e intersectorial, para la protección de la vida e integridad de las mujeres en el ejercicio de su liderazgo social, ambiental o político.#LideresasDelCambio pic.twitter.com/RXtaci7STd
— MinInterior Colombia (@MinInterior) November 29, 2022
La guerra sigue viva
“La guerra aquí sigue muy viva. Los cuerpos de las mujeres en el Chocó, en las comunidades, son los botines, los orinaderos de los grupos al margen de la ley (…) Las mujeres que toman postura son sujetos de amenaza, desaparición y violencia”, explica Lexy Durán.
El ‘Informe sobre los riesgos colectivos de lideresas y defensoras de derechos humanos en Chocó’, de la Defensoría del Pueblo, reporta siete lideresas chocoanas asesinadas de 2019 a 2021. La misma entidad denunció que los grupos armados con mayor presencia en el departamento son el ELN y las AGC. También operan estructuras armadas de alcance local como Los Chacales (en Bahía Solano), Los Colombianos y Los Mexicanos (en Quibdó), cuya actividad ha recrudecido la violencia urbana.
Es 26 de noviembre. Al desandar la pavimentada que nos lleva de regreso al aeropuerto, bordeamos los barrios que hoy están divididos por fronteras invisibles. En uno de ellos vive Laura*, una mujer de veinte años con quien hablamos en la sede de Te Acompaño. “La violencia en mi barrio ha sido muy marcada (…) Y más ahora que con esas barreras invisibles uno no puede pasar de un lado a otro. Eso es un problema cuando nos dejan trabajos en grupo en la universidad (…) Han matado muchos compañeros, he tenido demasiadas pérdidas por la violencia armada”, nos cuenta.
La historia de Laura encierra las violencias de adentro y las de afuera. Cuando era niña, su papá abusaba de ella y sus tres hermanas. “A mí y a otra hermana nos tocaba, ahora sé que eso es abuso. Yo decidí perdonarlo, dejarlo en el pasado. Él estuvo muchos años en la cárcel por el abuso de mis otras hermanas, a ellas sí las penetraba”.
Hoy Laura estudia licenciatura en artes. Lexy es su confidente. “Los escenarios donde las mujeres nos reunimos, hablamos, nos curamos, son escenarios de poder. Ese es un dicho que siempre nos ha repetido la seño Lexy”, dice. Y concluye con un consejo: “A las mujeres que son violentadas, les digo: que si nos brindan ayuda, por favor tomémosla”.
“La guerra aquí sigue muy viva. Los cuerpos de las mujeres en el Chocó, en las comunidades, son los botines, los orinaderos de los grupos al margen de la ley (…) Las mujeres que toman postura son sujetos de amenaza, desaparición y violencia”
Lexy Durán

*Cambiamos el nombre a petición de la fuente.
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