Dahmer, Hammer y las series true crime: ¿Cuánto más lucro de la tragedia de las víctimas?

¿Qué tienen en común el actor Armie Hammer y el asesino serial Jeffrey Dahmer? Ambos son hombres blancos, cishetero, estadounidenses y, de formas diferentes, sus comportamientos superaron la ficción. En 2021 el mundo supo que Hammer tenía fuertes ideaciones caníbales, las mismas ideas que Dahmer sí hizo realidad con sus víctimas durante los años 80. 

Ahora ambos tienen en común algo adicional: cada uno tiene una serie propia, una de ficción y la otra documental. Dahmer en Netflix con ‘Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer’ y ‘La saga de los Hammer: escándalo y perversión’ en Discovery y HBO. Dos producciones nuevas en el listado actual de las más vistas, en dos plataformas que se lucran de sus historias con cada reproducción, pero sobre todo del dolor de sus víctimas, quienes en ambos casos se han levantado públicamente contra las series por presentar narrativas revictimizantes contra ellas, o las familias de las víctimas mortales en el caso de Dahmer.

Ambas series reflejan la popularidad creciente del género true crime en las plataformas audiovisuales, producciones que retratan la vida de asesinos, violadores, abusadores y en general criminales. En vez de disminuir, la fascinación con este género e industria solo crece en Netflix, HBO, Amazon Prime, entre otras. 

La popularidad inacabable del true crime viene acompañada de un debate que vuelve cada tanto, de manera más urgente cada vez, y son los límites éticos que existen al momento de volver a contar estas historias de violencia extrema. ¿Existe una manera ética de volver a revivir estos crímenes en las pantallas de millones de personas? Y sobre todo, ¿siquiera estas productoras se preguntan, así sea por un momento, en cómo recrear de manera ética estas historias llenas de víctimas y actos impronunciables?

En un mundo donde pareciera que los clicks, las reproducciones y el número de visitantes superan cualquier planteamiento ético, vale la pena levantar la mano y preguntarse sobre cuáles son las motivaciones reales para contar estas historias, y cuáles de esas motivaciones se relacionan realmente con las víctimas. ¿Por qué es importante? Porque como espectadores también debemos preguntarnos qué contenido, y qué motivaciones detrás de ese contenido, estamos permitiendo que se perpetúe con cada reproducción. Así al menos, si decidimos dar play, tendremos claro que no estamos viendo series que aboguen por la reivindicación de las víctimas y la necesidad de su óptica, incluyendo las de Hammer y Dahmer.

En el caso de Hammer, que ha hecho papeles como el rubio Oliver en la película Call me by your name, o los gemelos en La Red Social, sus ex parejas lo han denunciado públicamente por ser un presunto abusador y violador. Una de ellas, conocida como Effie, lo denunció ante el Departamento de Policía de Los Ángeles por violación en 2021. En este caso y otros similares –que evidencian sistematicidad– se basa la docuserie ‘House of Hammer’.

Además de las denuncias de las víctimas del actor, el documental relata la violencia que ejercieron otros hombres de la familia Hammer sobre sus esposas y parejas. El bisabuelo de Armie, Armand Hammer, fundó Occidental Petroleum (OXY) una de las petroleras más importantes del mundo, responsable del desastre marítimo más grave de la historia. La serie busca cruzar la violencia misógina generacional ejercida por los Hammer contra las mujeres de la familia, con el poder político y económico que han ostentado desde 1920, cuando se fundó la multinacional. A partir de ese contexto se explica la historia de Armie. 

Lo que resulta del enfoque es una serie que explica que el hecho de que un hombre blanco, rubio, millonario y talentoso acose mujeres por internet, haga apología al canibalismo en chats, use el sadomasoquismo para abusar físicamente de sus parejas, e incluso, para violarlas, es resultado del historial de sus violencias familiares: una herencia kármica inescapable.

El documental está guiado en varios momentos por la voz de Courtney Vucekovich, desarrolladora de apps e influencer, quien fue pareja del actor en 2019. Su relato se cruza con el de Casey Hammer, la única nieta del petrolero Armand y tía de Armie, quien sobrevivió las violencias “heredadas” de la dinastía. También está la de Paige Lorenze, víctima de abusos disfrazados de prácticas sadomasoquistas. “¿Dónde quieres que deje mis iniciales?” le preguntó el actor durante un encuentro íntimo y luego le trazó una ‘A’ con un cuchillo. También le insistía en ver a un doctor que pudiera sacarle las costillas para que él pudiera asarlas y comérselas. A pesar de que el relato de Paige aparece en la serie, recientemente se conoció que no quiso ser parte activa del proyecto porque su trauma seguía vigente. Es ahí donde es importante poner la lupa.

Aparece una cuarta voz, la de Effie. Es la única sobreviviente que denunció formalmente al actor por violación. El 24 de abril de 2017 Armie Hammer presuntamente violó y golpeó en la cabeza a Effie durante cuatro horas. “Su abuso me traumatizó al punto de que por meses no pude dejar de llorar. No podía dormir”, cuenta en una conferencia que grabó su abogada Gloria Allred y que está subida a Youtube. Effie no aceptó ser entrevistada para el documental.

“Seguí diciendo ‘no’, pero ellos insistieron, diciendo que no necesitan mi permiso. Me recuerdan a Armie”. Esto dijo Effie en un comunicado que publicó Los Angeles Times, para referirse a los productores de ‘House of Hammer’. Como Paige, ella se negó a hablar frente a cámaras o a compartir su historia. Sin embargo, la decisión editorial de los directores fue publicar la conferencia en la que la joven relata la violación y, además, entrevistar a su abogada.

En el caso de Dahmer, más conocido como ‘El caníbal de Milwaukee’, la serie va haciendo un recuento de las 17 víctimas (mayoritariamente afroamericanos y asiáticoamericanos) que asesinó, violó y en muchos casos consumió durante los años 80 en una mixtura temporal a tres tiempos: sus memorias de la infancia, que retratan a una familia supremamente disfuncional y su crecimiento en soledad; sus crímenes desde la primera vez que asesinó a un hombre y la consolidación de su modus operandi; y cuando es capturado y responde desde la cárcel a las preguntas de los incrédulos policías sin ningún asomo de culpa. 

A pesar de que Evan Peters, el protagonista que recrea a Dahmer, afirmó en su momento que la serie y su actuación había tenido en cuenta a las víctimas, la respuesta de algunas de ellas demuestra todo lo contrario. Familiares como Rita Isbell, la hermana de la víctima número 11 de Dahmer, Errol Lindsey, quien es recreada en la serie ante la corte, afirmó que no le consultaron nada antes de lanzar la serie, y que Netflix se está lucrando de la tragedia de las familias. Esto también lo reforzó su primo, Eric Perry, quien aseguró que la familia estaba siendo retraumatizada.

Los creadores de la serie, Ryan Murphy e Ian Brennan, hacen un esfuerzo en cada capítulo por justificar por qué el niño Jeffrey se convierte en el criminal que terminó siendo debido a su historia familiar disfuncional, su fascinación con la taxidermia, la negación de su orientación sexual por el estigma de la homosexualidad y su soledad. También incluyen escenas excesivamente gráficas con varias de las víctimas, algo que contradice totalmente lo dicho por Peters. ¿Qué necesidad existe de volver a ver a tu familiar querido asesinado y desmembrado por su asesino en el televisor de tu casa?

Y sobre todo, en el caso de ambas series, ¿Qué necesidad hay de forzar a las víctimas a hacer parte de esta recreación violenta y revictimizante? ¿No creen que la historia planteada en ambas series ya es lo suficientemente revictimizante como para forzar a varias de las víctimas involucradas a aparecer en estas?

La construcción de memoria, un tema que hemos tocado en columnas anteriores en MANIFIESTA. Es un camino de reparación necesario para las víctimas de cualquier tipo de violencia. Pero la reflexión clave que dejan las series de Hammer y Dahmer es que una cosa es querer contar la historia de un agresor en nombre de la verdad, la memoria, una búsqueda de justicia o prevención, que sí es un acto valiente pero, sobre todo, voluntario. Y otra cosa es pasar por encima de esa voluntad para armar un guión, con la mayor cantidad de voces, pese a que las víctimas exijan que se respete su proceso y soliciten explícitamente que no se les implique en una producción de alcance mundial. ¿Todo vale por el objetivo del top 10 y los millones de horas reproducidas? Definitivamente creemos que no.

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