Depp vs Heard o el maltrato como espectáculo

Diecinueve veces han tenido que encontrarse Jhonny Depp y Amber Heard en una corte de Virginia desde que empezó el juicio en el que él la demandó por difamarlo en un artículo que ella escribió en 2018 para The Washington Post que se titula: “Hablé en contra de la violencia sexual y enfrenté la ira de nuestra cultura. Eso tiene que cambiar”

Depp asegura que dicho artículo destruyó su buen nombre y le significó la pérdida de jugosos contratos con marcas y papeles emblemáticos en franquicias como Piratas del Caribe y Animales Fantásticos. Si gana la demanda, Heard tendría que pagarle 50 millones de dólares y vería afectada su imagen pública, pues desde 2016 su ex marido no solo asegura que él nunca la maltrató, sino que de hecho fue ella quien lo hizo. Si Depp pierde, tendrá que pagarle a Heard 100 millones de dólares, pues ese es el valor de la contrademanda que ella interpuso contra él. 

Cuando Heard denunció el maltrato, estábamos presenciando algo así como el clásico manual para dummies sobre cómo terminar una relación tóxica en Hollywood. Este siempre incluye tomar partido rápidamente: señalar al bueno y al malo sin pensarlo dos veces. Pero cuando Depp decidió presentarse como una víctima, le encimó a la narrativa dos ideas más difíciles de procesar para la audiencia de este show. A:“Los hombres también pueden ser la víctima” y B: “Es posible sacar provecho de ser catalogado como víctima”.

A partir de allí, la película protagonizada por los arquetipos de la bella y la bestia comenzó a cambiar ante los ojos de la opinión pública y se invirtieron: Depp empezó a convertirse en la bella, y Heard comenzó a lucir un poco bestia ante la audiencia.

Y nosotros, de golpe, nos convertimos en la pre producción de la serie con la que posiblemente Netflix se asegurará buenas ganancias dentro de cinco años. 

En este momento existen más de 170 horas de registro ininterrumpido de las audiencias, transmitidas en vivo y retransmitidas en incontables canales. El material, a su vez, ha sido editado y re editado para rescatar las frases que hacen ver a la una peor que al otro. Y una buena cantidad de youtubers han engrosado sus visualizaciones lanzando hipótesis sobre quién es ‘la verdadera víctima’. El juicio se volvió una ‘trend’ de redes, con millones de mini parodias en Tik Tok en las que recrean a cada quien. Se aprovechan los gestos de Depp para hacerlo ver como ‘un capo’ que se sabe ganador, aunque se presente como la víctima, al tiempo que se estudian los gestos de Heard para señalar que ‘gestualiza de más’ o no llora como una ‘verdadera víctima’ lo haría. 

Cómo si esto fuera poco, ha emergido una avalancha de videos y artículos explicando en qué consiste el trastorno límite de personalidad, el trastorno histriónico y los síntomas del estrés post traumático. Estos hacen parte del perfil que una psicóloga contratada por el equipo legal de Depp presentó para argumentar que Heard es la victimaria. Esta afirmó que la actriz exagera las señales de estrés post traumático cada vez que relata el supuesto maltrato sufrido en su relación. ¿Cómo se mide eso?

Curiosamente, no ha emergido mucho sobre la relación entre la ira, la violencia doméstica y el consumo de sustancias, pese a que éstos han sido los argumentos con los que la defensa busca demostrar que Depp es el maltratador. Los abogados de Heard también suman evidencias y testimonios que encajan en una check list del ‘perfecto maltratador machista’: hombre celoso, posesivo y manipulador. 

Aunque la premisa básica de la narrativa del maltrato doméstico parecía estar cambiando cuando Depp se presentó como víctima, el reality mediático terminó reforzando la narrativa de siempre: cuando una mujer maltrata, es porque está ‘loca’,  mientras que cuando un hombre lo hace es porque a su machismo de base se le suman sustancias que producen un monstruo, una bestia… Que ahora se plantea como la Bella.  

Siguiendo por la misma línea, cuando un hombre es víctima de maltrato, sus relatos sobre la violencia sufrida pueden ser tranquilos, bien pensados y carentes de gesticulación o lágrimas, mientras que si una mujer quiere ser “tomada en serio” como víctima, sus relatos deber ser generosos en pausas incómodas, vergüenza y sollozos. 

Sin importar si es una víctima, el hombre es un ser fuerte. Sin importar si es una victimaria, la mujer es un ser débil. ¿Por qué? 

Quizás porque más allá de asistir a un proceso de búsqueda de la verdad (mucho pero mucho más allá), asistimos a una batalla que solo puede ser ganada por quien logre satisfacer mejor las proyecciones que nuestra cultura maneja sobre “la buena víctima” y “el perverso victimario”. Esas que quieren verlo todo en blanco y negro, y no nos permiten analizar los matices de la salud mental en el machismo, o las aristas culturales que pueden hacer de la victimización un modo de vida. 

Lo que pudo ser una oportunidad para abordar más ampliamente el tema del maltrato doméstico, está siendo reducido a una batalla librada a través del performance. Uno ejecutado por dos actores profesionales que trabajan con dos equipos de abogados increíblemente bien preparados, cuyo objetivo es identificar cualquier fisura en el material probatorio del otro, y así conseguir que su cliente obtenga una suma de dinero que compense mínimamente el desastre en que se ha convertido su futuro profesional y su buen nombre.

Obtener justicia es lo de menos, porque lo que empieza como un show solo puede terminar como otro. Pase lo que pase, dado el entorno en el que se desarrolla este juicio, el show debe continuar. Tanto para Depp y Heard, que son los protagonistas, como para nosotros, su audiencia. 

Mientras tanto, la conversación sobre la prevención necesaria del maltrato doméstico, reconocerlo a tiempo y contar con herramientas legales y culturales para denunciarlo, queda en un plano secundario. Uno que exige la misma dinámica: quien no tiene la posibilidad de llamar suficientemente la atención, produce un pequeño show para sus familiares y vecinos, quienes reaccionan tomando partido o burlándose de los gestos y declaraciones de cada quien. La protección y la reparación de las víctimas, una vez más, se ve postergada.

En cambio, las denuncias que deciden ser lanzadas a las redes sociales y a lo público, alimentan el espectáculo. Y es por su carácter espectacular que funcionan. Es por ese mismo carácter que la verdad, la justicia, o la reparación pasan a ser objetivos secundarios, o al menos acompañados de aspectos que cobran más protagonismo en el contexto público: la narrativa, la opinión pública, la reputación. Si algo ha mostrado este caso entre Depp y Heard es que el público general, nosotros, no vamos a conocer la verdad, y en la mayoría de casos, ni nos importa. Solo queremos ser espectadores del show.

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