El 12 de octubre, antes conocido como el Día de la raza, es una fecha que ha sido nombrada y renombrada respondiendo a diversas necesidades políticas e históricas. Sin embargo, la fecha aún se asocia al mal llamado descubrimiento de América que, se dice, tuvo lugar un 12 de octubre del año 1492.
Movimientos sociales antirracistas populares y académicos de numerosos rincones de este continente han señalado que, primero, no existe tal descubrimiento. Segundo, si se pretende seguir conmemorando la fecha, al menos que se haga desde otros lugares enunciativos. Es decir, sin rendir homenaje a la figura de Cristóbal Colón, por ejemplo, o a la supuesta unión entre culturas.
Atendiendo a estas exigencias, nuestro Ministerio de Cultura cambió, el año pasado, el nombre del Día de la raza por el ahora denominado Día de la diversidad étnica y cultural. El cambio responde a una tendencia urgente de replantearse por qué se conmemora este día en las Américas.
No obstante, esta búsqueda por seguir dándole vida a este día desde lo institucional, ahora desde el concepto de lo multicultural, puede significar la continuidad de los mismos problemas del pasado. Esta vez, pintados con un color diferente y más digerible.
¿Qué rol cumple la nueva titulación de este día y qué tan problemático, o efectivo, puede ser el discurso de lo multicultural? Quiero aprovechar otro 12 de octubre para responder a esta pregunta. Sobre todo de cara a un Ministerio de Cultura que en el gobierno Petro pretende la labor de reparacion histórica para pueblos negros y originarios de Colombia.
Antes de responder a esta pregunta general, debemos cuestionarnos si las nuevas formas de enunciación reconocen el racismo estructural y las deudas históricas que se tienen con las comunidades étnicas. La respuesta es que este concepto de multiculturalismo, que vendría siendo la aceptación de la llamada diversidad étnica y cultural, puede convertirse en un nuevo camino para ignorar la racialización, el legado innegable de la colonización con el que seguimos lidiando en pleno 2022.
En su texto Cuestiones raciales y construcción de Nación en tiempos de multiculturalismo, la doctora en antropología, investigadora y profesora Mara Viveros y el antropólogo Sergio Lesmes aseguran que “La adopción del multiculturalismo (…) tiene como propósito reducir las desigualdades entre los distintos grupos étnicos que las conforman y proteger sus derechos (Hall, 2001). Para tal objeto, ha proporcionado un conjunto de dispositivos legales que convierten la ancestralidad y la cultura en apuestas políticas, pero evita referirse a las cuestiones raciales como elementos de exclusión social”.
Hablar de multiculturalismo es hablar de inclusión y reconocer la pluralidad que existe, sobre todo la de pueblos étnicos, “en contraposición con los presupuestos decimonónicos universalistas de un solo pueblo, una sola lengua y una sola religión”, dicen Viveros y Lesmes. Esta mirada busca un reconocimiento histórico para reivindicar derechos que en otros periodos han sido ignorados o atropellados.
Pero la multiculturalidad también puede ser problemática. Esto, porque como indican les autores, puede omitir la conversación sobre la raza como un factor determinante en la manera como se despliegan las desigualdades sociales. Pasar por alto las cuestiones raciales nos lleva a celebrar la diversidad cultural sin profundidad, desde su lado más superficial. Evita en últimas que tengamos conversaciones reales sobre el impacto histórico de, como ocurre con esta fecha, la colonización y sus consecuencias entre las personas de este continente.
Re-enunciar ciertos días, dinámicas y hasta ciertas instituciones es importante, pero es deber de la lucha antirracista, el pensamiento anticolonial y la sociedad en general seguir indicando que esto debe ir acompañado de acciones que registren estas reconfiguraciones. Eso es lo que hará una diferencia real. Por ejemplo, la multuculturalidad ha facilitado herramientas legales para llevar a cabo procesos como el reconocimiento de las tierras afro en la Ley 70. Pero también se ha usado para limitar a las comunidades negras a ciertos territorios, pues no se asocia lo afro a lo urbano, lo cual es un problema y una mentira sobre una comunidad diseminada.
Ahora, también es necesario preguntarnos por la coyuntura actual de nuestro país para identificar las nuevas maneras en las que se establece el poder y en las que este propone nombrarse y actuar, como está ocurriendo con el nuevo gobierno. En menos de 100 días, este se ha empeñado en subrayar que Colombia es diversa, polifónica, y que interiorizar esto descentralizaría dinámicas que conducen a la violencia, el racismo y la negligencia.
Francia Márquez Mina ha sido una persona clave para desarrollar y comunicar estas nuevas formas. La vicepresidenta, está muy de la mano con el Ministerio de Cultura para proyectos como el festival África-Colombia, para reconocer las raíces africanas y destacar los aportes del Pacífico que han pasado de agache por tanto tiempo. Gracias a la vicepresidenta que se presenta como antirracista y feminista en este momento, se puede celebrar abiertamente la negritud y sus raíces.
Y la idea es que esto se empiece a sentir de forma tangible en el MinCultura, en cabeza de Patricia Ariza, quien expone el valor de cambiarle el nombre: “Debemos cambiar el nombre por uno más inclusivo porque culturalmente Colombia es muy diversa. No se puede hablar de la cultura. Por eso va a ser el Ministerio de las culturas, las artes y los saberes”. ¿Pero es suficiente con esto?
Al menos hay algo claro y es que la ministra entiende que para descentralizar la cultura de verdad, y entenderla desde la polifonía que busca este gobierno, se necesitan los medios económicos para hacerlo. Esto se llama redistribución, un tema del cual deberíamos hablar todos los 12 de octubre. El multiculturalismo no solo debe buscar la inclusión en términos de visibilidad, sino la evaluación crítica de la distribución histórica de los recursos.
La ministra lo resume bien en esta respuesta: “¿Cómo vamos a estar nosotros en contra de que haya beneficio tributario para la gente que le aporta a la cultura? Yo estoy segura de que podemos hablar con los empresarios. (…) La responsabilidad social empresarial funciona, y los empresarios no son enemigos de la cultura (…). Pero tampoco puede estar la economía naranja que ya no se va a llamar así, ocupando el centro del Ministerio. Nada puede ocupar el centro del Ministerio porque el Ministerio es descentralizado. Ese es el Ministerio que queremos hacer”.
Aún necesitamos ver qué hará el Ministerio con el poco presupuesto que tiene asignado, y más frente a las necesidades que ha planteado la ministra. Porque si vamos a hablar de diversidad, queremos ver esa diversidad étnica y cultural reflejada en los rubros, la creación y la producción que promueve el Ministerio.
El multiculturalismo no se puede limitar a meras palabras y al menos es refrescante ver que el gobierno actual está teniendo discusiones que entienden que el factor económico tiene un lugar fundamental para formular proyectos que reconocen el rol de las instituciones que han facilitado, por ejemplo, la racialización.
La conversación sobre estos temas es el primer paso, y puede llevarnos a mecanismos positivos del multiculturalismo como los que mencionan Viveros y Lesmes. “Se percibe el efecto del multiculturalismo no solo por el reconocimiento que hace de las diferencias, sino también por la comprensión que ofrece de la necesidad de reparar las inequidades históricas que se le asocian y del papel que le concierne al Estado en dichas reparaciones”.
Caminar hacia ese lugar es un aliciente, pero sobre todo, una obligación de los gobiernos que deben encarar las fechas como la de hoy con preguntas que se aborden desde el antirracismo. No nieguen el problemático pasado en el que están cimentadas nuestras naciones.
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