Lideresas y activistas, antes que políticas. Así prefieren nombrarse algunas de las candidatas de diferentes municipios que este 29 de octubre aparecerán en los tarjetones. Su perfil evoca al de la vicepresidenta Francia Márquez, quien, como ellas, participó en política con su comunidad, sostenida por su red de afectos y a pesar de la precariedad.
Una pantalla congelada que de vez en cuando se disuelve en pixeles y nunca se estabiliza en media hora de conversación. Un audio entrecortado, imposible de entender. “Es el sector”, dice Ana, la tía de la candidata a la alcaldía de Medio Atrato, Chocó, con quien intentamos hablar. Pero no están en Medio Atrato, sino en Quibdó, la capital, cada una en un barrio distinto. En Medio Atrato, cuenta Ana, los problemas de conectividad y señal son todavía peores. Al despedirnos, lo último que vemos de Graciela, la candidata, es cómo la lluvia le moja la cara mientras se mueve de ese sector a otro en moto.
Una candidata amenazada, en moto, bajo la lluvia, buscando señal, a seis días de las elecciones.
El wifi no es el reto más grave, pero es uno más en la lista. La falta de recursos, la orfandad dentro de sus partidos, el orden público de sus municipios y las violencias políticas contra las mujeres son ítems que se suman al alto costo que deben ‘pagar’ muchas por participar en política. A pesar de esto, las motivaciones para la participación son tan diversas como las candidatas, quienes coinciden en lo fundamental: el mandato de su comunidad y abrir sendas para que más lideresas y activistas lleguen a lugares de poder son solo dos ejemplos. Objetivos que recuerdan la carrera política de la primera vicepresidenta negra de Colombia.
Francia Márquez es hija de procesos sociales y ambientales del Norte del Cauca, y estuvo arropada por su comunidad y su movimiento político, ‘Soy porque somos’, en todo el proceso electoral del año pasado, cuando pasó de precandidata presidencial en la consulta del Pacto Histórico a fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro.
Mucho ha cambiado desde que los medios la presentaron como un ‘fenómeno electoral’, por haber reunido un capital político de más de 800.000 votos en la consulta de marzo. Hoy la desaprobación de su gestión es del 49 por ciento, según la última encuesta de Invamer. Algunos medios reemplazaron el reconocimiento por lenguajes clasistas y racistas.
Dado que las encuestas exponen la opinión en grandes ciudades, en MANIFIESTA nos preguntamos qué significa y qué inspira la figura de la vicepresidenta hoy para una candidata en Medio Atrato, Chocó. O en Villa Rica, Cauca. O en la Costa Caribe. Antes de las elecciones hablamos con mujeres que aspiran a diferentes cargos, para corroborar que el camino recorrido por Francia Márquez ha abierto la senda para muchas mujeres que le están apostando a otra forma de hacer política en sus regiones.
‘Mujeres en política’ no es un oxímoron
Las elecciones regionales son particularmente clientelistas y siempre exhiben prácticas antidemocráticas, como la compra de votos por parte de clanes políticos. Esto sostiene la periodista María Jimena Duzán en un episodio de su podcast A Fondo.
Por ello, encontrar candidatas con agendas feministas y de cuidado, cuyas campañas están sostenidas por sus comunidades y redes de afecto, y autofinanciadas, es una historia por contar. “Su liderazgo y lo que han hecho a nivel local les ha permitido lanzarse y creer en esta apuesta política, en la ocupación de esos cargos de poder”, afirma Leandra Rodelo, coordinadora de comunidades de Fundación Artemisas.
“Son mujeres muy pobres, de comunidades con todas las necesidades básicas insatisfechas, y creen que desde esos escenarios políticos pueden cambiar esas realidades locales. En ese orden de ideas, ellas sienten que tienen un respaldo comunitario fuerte”, cuenta sobre algunas candidatas que Artemisas, a través de su red Nosotras Ahora, ha acompañado en materia de formación y diseño de campaña.
Leandra explica que aunque algunas de estas mujeres integran partidos tradicionales, no están sostenidas por maquinarias. “Es una realidad que en nuestro país estos partidos no las apoyan ni financian sus campañas. Les toca a pulso, a punta de actividades de venta de rifas, de empanadas, de bingos”. Al panorama hay que agregarle otras formas de violencia política, retos y, por supuesto, motivaciones para continuar. Según Leandra, para muchas de las candidatas, Francia Márquez es el referente en la tarea paralela de no desfallecer.
Cuidar en público, cuidar en lo privado
María Elvira Hinestroza. Villa Rica, Cauca
En agosto, el registrador Alexander Vega anunció que la jornada electoral en el Cauca podría aplazarse por la situación de orden público. Para entonces, 12 municipios presentaban riesgo electoral. La propuesta no caló en los actuales alcaldes del departamento, ni en la población, y las elecciones sucederán ‘normalmente’ este domingo 29. Es decir, con 6000 soldados reforzando la seguridad.
Mientras el alcalde saliente de Villa Rica, al norte del Cauca, hacía un llamado a los grupos armados que aterrorizaban a la población, especialmente a les más jóvenes, María Elvira Hinestroza iba de casa en casa presentando su programa de gobierno a las familias, en lugar de reunirlas en lugares públicos por su seguridad.
Como Graciela, en el Chocó, María Elvira se congela por momentos en la pantalla y conversamos con paciencia. Cuando la imagen se normaliza, vemos su sede de campaña tapizada en afiches: ‘La profe Elvira’ en letras mayúsculas y una ilustración suya en tonos naranja. La candidata a la alcaldía de Villa Rica es docente desde los 18 años. Incursionó en política en 2011 lanzándose al concejo de Buga, Valle del Cauca, sin quedar elegida. Regresó a Villa Rica ese año y siguió trabajando con niñes. Hoy es mamá de dos jóvenes y la cabeza de su hogar, pues su esposo vive con trauma craneoencefálico severo.
“Soy quien trabaja, quien cuida al esposo, quien cuida a los hijos, quien tiene que atender el hogar. No es una tarea fácil (…) Estamos pendientes de hacer un video de cómo es el día a día de una mujer que participa en política y todos los retos para sostener el proceso”, cuenta. Aunque desde afuera parece imposible, cuando le preguntamos cómo mantiene la estabilidad, responde con dos palabras: “Nos fortalecemos”. Ella y su red de afecto que es, a su vez, su equipo de trabajo: maestras, maestros, líderes y jóvenes nuevos en la política.
Desde 2011, María Elvira ha acompañado candidaturas que son fruto de procesos de resistencia. Paralelo a la docencia, siempre ha sido parte de las luchas de su comunidad. Por eso en abril, cuando se reunieron a evaluar por quién votar, y concluyeron que no había opciones, su nombre sonó. Pero vivir la aspiración en carne propia le ha traído reflexiones dolorosas. “Te conviertes en objetivo, te quieren desmeritar tus condiciones. En este patriarcado, como mujer eres muy buena para ayudar a subir a los hombres o estar apoyando otros procesos, pero cuando es para ti misma (…) no creen en ti”, afirma.
La trayectoria de María Elvira, y ser una hija negra del Norte del Cauca, la hacen especialmente cercana a la figura de la vicepresidenta. De hecho, Francia ha tenido el respaldo político de esta profesora y otres habitantes de Villa Rica desde que se lanzó a la Cámara en 2018. Antes de eso, María Elvira conoció al ahora senador Alexander López. Hoy su candidatura está avalada por el Polo Democrático.
Sus pausas al hablar y su carisma a tope, a pesar de lo mucho que nos cuesta terminar la entrevista, reflejan la conciencia de que la campaña es solo la primera puntada. “El verdadero desafío es poder ser referente para nuestros niños, niñas y adolescentes. Generar esa transformación mental (…) cuando hemos sido educados para no confiar ni creer en nosotros mismos”, asegura. Pero cree que figuras como la vicepresidenta lo han hecho posible. “El que Francia hoy pueda representar al Norte del Cauca, como una mujer empobrecida a la que le tocó tan difícil en sus luchas y resistencias, hoy se convierte en un hito para nosotras que queremos también llegar a estos espacios de poder”.
El objetivo final no es ser candidatas, es quedar electas
Ena García Pacheco. Cereté, Córdoba
En el departamento de Córdoba, más de 90 puestos de votación serán custodiados por el Ejército este domingo. Sin embargo, Ena García dice que no conoce de alertas y habla de ‘normalidad’. Atiende nuestra llamada desde un hospital de Montería donde su hija ha estado internada tres días.
Es psicóloga, defensora de derechos humanos y, desde julio de este año, candidata a la asamblea departamental, avalada por una coalición de los partidos ASI y Cambio Radical. “Soy una mujer víctima de la violencia en distintos contextos. Esto me lleva a estar motivada a llegar a esos espacios de toma de decisiones, espacios de poder para luchar por los derechos de la mujer”, nos cuenta al preguntarle por su agenda.
Su otra gran causa es la salud mental, específicamente el suicidio. Según datos de la Secretaría de Salud de Córdoba, recopilados por el diario La Razón, este año ha habido un aumento del 8 por ciento en los intentos de suicidio en todo el departamento. De los 554 casos presentados hasta el pasado julio, 374 corresponden a mujeres y 180, a hombres. Una proporción atípica a la media nacional, en la que la cifra de hombres supera por mucho a la de las mujeres. Una problemática que también merece un análisis de género, asegura Ena. Su objetivo es presionar, como diputada, la implementación de política pública de salud mental de Córdoba, que no se ha puesto en marcha a pesar de los índices preocupantes que siguieron a la pandemia.
Ninguna de sus dos causas es la más popular entre el electorado. “Mi campaña es una campaña social, voz a voz, puerta a puerta”, explica. “Tengo que decirte que recibo ayudas, donaciones, hacemos postres, tamales y bonos solidarios”. Con las ganancias, Ena ha logrado imprimir toda su publicidad. La primera vez que pegó afiches en las calles de su municipio, Cereté, se los arrancaron y dañaron. “Eso hace parte de la violencia política que recibimos las mujeres”. Y no se ha limitado a eso. Ena ha recibido llamadas en las que le manifiestan que es mejor que se baje porque una campaña requiere justamente lo que a ella le falta: plata. “Cédenos esta aspiración”, le dijeron desde que obtuvo su aval.
Un informe de la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA describe los efectos de la desfinanciación de las candidatas para el caso latinoamericano. A pesar de que la falta de autonomía económica históricamente ha sido una gran barrera de acceso a los derechos políticos, “el derecho electoral no ha reflejado esta desigualdad y la legislación en materia de financiamiento electoral se ha establecido como si la cancha estuviera pareja entre mujeres y hombres”, cita el informe.
Por otro lado, explica que sin garantías económicas las aspiraciones de las mujeres pueden quedarse en una quimera, pues el objetivo final es que sean electas, no solo candidatas. “El tema de la financiación me deja una reflexión muy grande: que la política es para los oligarcas y para quienes tienen el poder en los territorios. Yo aspiré por el partido ASI y Cambio Radical, por una coalición que hicieron en el departamento de Córdoba, y tengo que decirte que ninguno de los dos me apoyaron”, cuenta Ena. “Hice una solicitud a ASI para que me ayudara en el tema de publicidad porque no tenía recursos. Y nada. Yo no conozco ni siquiera al director, ni sé quién está coordinando Cambio Radical a nivel Córdoba. No sé nada (…) Ellos me dieron solamente el aval”, concluye.
Su hija en el hospital, la falta de dinero al cierre de la campaña el pasado domingo, la soledad dentro de la coalición y otras dificultades han derivado en afectaciones. Nos cuenta que ha pasado demasiadas noches sin dormir. Sin embargo, aclara, no se siente decepcionada. “Mi campaña más que ser eso, es un activismo político”.
En una entrevista que le hicieron en Bogotá, tuvo la oportunidad de hablar de Francia Márquez como la mujer con la cual se identifica. “Yo dije ‘con la vicepresidenta de la República, Francia Márquez. Una mujer que a pesar de la adversidad ha demostrado a Colombia y al mundo que se puede hacer una política transformadora, pensada en el ser, con el deseo de servir”.
Nos despedimos con la historia de Jader, un niño hospitalizado en la cama al lado de su hija, que le ha pedido varias tarjetas de la campaña para repartirlas entre las tías que van a visitarlo. Él le mencionó que le gusta la política y está tratando de convencer, mientras se recupera, a toda su familia para que vote por ella. A cambio le gustaría un carro a control remoto, pero Ena ya le advirtió que esos carros son muy costosos.
Candidaturas que son un mandato
Graciela Moreno. Medio Atrato, Chocó
Medio Atrato es un municipio de tierra clara y agua. “Para desplazarse de un corregimiento a otro es muy difícil: es por agua, con botes. Una comunidad está muy dispersa de la otra”, cuenta Ana Panesso, actual concejal y tía de Graciela Moreno, la primera candidata mujer a la alcaldía de esa población.
En mayo del año pasado, la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas reportó que en Quibdó y Medio Atrato, municipios vecinos, más de 1.400 personas de comunidades negras e indígenas estaban confinadas por las acciones de grupos armados. Según la Defensoría del Pueblo, este año la violencia ha dejado 23.000 víctimas en el departamento.
En este cpntexto, las amenazas en época electoral no son extrañas. Ana y Graciela apenas las mencionan en la entrevista. Hay otros hitos: Graciela, con 40 años y tres hijos, podría ser la primera alcaldesa del municipio, tras una campaña que más bien fue una maratón.
“Es mi sobrina, una muchacha humilde, trabajadora, capacitada para dirigir los destinos de nuestro municipio. Y es feminista. Por eso, como comunidad nos unimos y colocamos el nombre de ella en consideración para que fuera nuestra alcaldesa”, cuenta Ana, quien insiste en que la candidatura no fue una decisión, sino un mandato.
“Fue muy complejo. Me tocó superar muchas barreras, obstáculos, discriminación incluso, bullying por el solo hecho de que la gente piensa que las mujeres no tenemos las capacidades de regir los destinos de nuestro municipio”, recuerda Graciela. “Pero a través de nuestro trabajo de unidad con Ana y el resto del equipo, logramos que las mujeres coincidieran en que es hora de que vayamos recuperando nuestros espacios políticos, que no estamos hechas únicamente para atender el hogar”, concluye.
Ana lo dice sin adornos: Medio Atrato es una población machista, pero la candidatura de su sobrina refleja posibilidades, caminos que otras mujeres como ella, desde el concejo, han abierto de manera definitiva. “Para las elecciones presidenciales, el municipio de Medio Atrato se inspiró en Francia Márquez. Votó a Petro por Francia Márquez. Desde ahí pensamos que con Graciela podemos hacer el mismo trabajo”.
Conversamos un día después del cierre de campaña, cuando ambas, por fin, dejan que el cansancio se asiente en sus cuerpos. Para Graciela, cada día de campaña implicó desplazarse, tomar un bote, pero antes “dejar lista la comida de sus hijos. Tener todo listo en el hogar para cumplir con los compromisos”, cuenta Ana cuando la señal de Graciela se corta definitivamente.
Cuidarse el corazón
Ana Karina Castañeda. Santa Marta, Magdalena
Ana Karina es feminista y ambientalista, activista antes que política. Eso es lo primero que aclara. Busca volver a ser edilesa de la localidad Rodrigo Bastidas de Santa Marta. “Yo nací entre la sierra, la mar, la brisa, la ciénaga (…) Y aunque esta es una ciudad encantadora, mágica, que enamora a cualquiera, tiene muchas problemáticas por intervenir”, nos cuenta.
Se refiere, entre otros, a los problemas propios de poblaciones que se enuncian como ‘turísticas’ pero no tiene políticas públicas para preservar otros aspectos de la vida económica y social. “El turismo nos está llevando a cometer errores grandísimos en lo ambiental, lo cultural, lo social (…) Tenemos un POT que no se aplica como debe ser (…) Hay una vocación turística, pero no una organización real”, opina Ana Karina.
Su campaña tiene cuatro agendas o motivaciones. Primero, la defensa de los derechos de las mujeres y las personas LGBTIQ+, enfocada en el trabajo de cuidado y la erradicación de violencias basadas en género. Segundo, la causa ambientalista, enfocada en el derecho al agua. Tercero, la protección animal y, por último, el control político.
Como en el caso de Ena, Ana Karina hizo campaña ‘huérfana’ de su partido, ASI. La verdadera estructura detrás de su aspiración son su hermana y más integrantes de su familia, su pareja, una politóloga que asesora su estrategia, y muchas amigas. Una red que se extiende a procesos como el de Nosotras Ahora y organizaciones feministas samarias.
“A pesar de que no contamos con presupuesto, hemos inventado mil formas para sostener la campaña (…) Yo no tengo ningún acompañamiento del partido, solamente su aval”. Ana se ha financiado a punta de donaciones y mercadillos, vendiendo ropa de segunda. “De hecho, toda mi ropa la he vendido para esta campaña”. Sus amigas le han ayudado en la venta de postres y empanadas. Esta red de afecto/equipo programático también interviene en otras cuestiones. “Aquí nos cuidamos el corazón”, dice para resumir cómo manejan la violencia política en las calles y las redes sociales. Ser una candidata lesbiana supone el cruce de más violencias.
Su inspiración no está en grandes referentes femeninos. Repite que es activista. La primera vez que sintió el llamado a participar, fue en medio de mujeres que están transitando la política como ella, paso a paso, con convicción y desafíos diarios. “Francia Márquez para mí significa poder y esperanza. Una mujer que se ha hecho un camino gracias a todo ese trabajo ambiental. Esa lucha ambientalista es una de las que me atraviesa”.
Para ella, Francia es inspiración, incluso para frentear las violencias que enferman. “Como hay gente que cree mucho en este proyecto político, hay gente (…) que dice que no entienden si soy hombre o mujer, que soy drogadicta, una lesbiana”. Afirma que los ataques vienen no solo de políticos en contienda, sino de grupos religiosos radicales como Lazos de Amor Mariano. “Se han encargado de decir cosas desastrosas (…) que soy una mujer que no merece entrar en corporaciones, que ya está bueno de mí, que hay que sacarme (…) Pero aquí nos cuidamos el corazón”.
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