El viaje oficial de Francia Márquez: el racismo está en creer que África no tiene nada para ofrecer

África visto como un país. “Vivir sabroso” como alegoría de corrupción y clientelismo. El racismo justificado en la libertad de expresión. La prensa cubriendo la figura de Francia Márquez desde los gastos que generan las actividades propias de su cargo…y sobre todo: el análisis prejuicioso y racista que termina pintando a nuestra vicepresidenta como ‘la negra brava’, que sube siempre la quijada ante los cuestionamientos. Con ustedes, la estereotipia banal que estamos viviendo en Colombia desde que Francia Márquez ocupa este cargo.

El anuncio de su viaje oficial  con una comitiva a Sudáfrica, Kenia y Etiopía ha revelado el desconocimiento generalizado que hay en Colombia sobre el continente africano. Este puede explicarse en una historia que no conocemos sobre nosotros mismos como país, y en el trato que le hemos dado a los países africanos en la política exterior. Por ejemplo, una oficina en Singapur que cubre los asuntos comerciales para Asia y África.

Este mismo lente racista con el cual se sigue leyendo a la mujer que es la vicepresidenta. Aparte de lo que las mujeres tienen que aguantar en el poder: amenazas y agresiones verbales sexistas, acoso y hasta violencia sexual, se suma el peso de ser una mujer negra. Es decir, el peso del racismo estructural que pareciera dejarnos en el fectiche de la representación: representar sin tener el poder suficiente para cambiar estructuras y formas de gobernanza.

Desde 1997, cuando Ernesto Samper Pizano como presidente de Colombia visitó Sudáfrica y Senegal, no se había adelantado una visita oficial pensada como estrategia para diversificar la política exterior del país. Bajo este gobierno, como quedó recientemente aprobado en el Plan Nacional de Desarrollo, se propuso defender “la agenda de reparación histórica, que reconecte las diásporas y las relaciones con los países del Caribe y los países de África” como estrategia que es liderada por la vicepresidenta.

Es fácil comprobar cómo África nunca ha sido una prioridad para la política exterior colombiana. Por ejemplo en los planes de estudio e investigaciones adelantadas por la Academia Diplomática. O en la ausencia de oficinas comerciales en este continente y en los escasos tratados migratorios con los países africanos. También en la poca consideración que tienen estos territorios como Estados por imaginarios racistas del siglo XIX, que aún perduran, sobre un continente pobre, en conflicto y hambriento, que tiene poco para ofrecer en términos de desarrollo económico. Esto, mientras actualmente existe una carrera geopolítica por consolidar relaciones con los países africanos entre potencias como Estados Unidos o Europa, y países como India, China, Indonesia y Brasil. 

Hoy, la visita oficial a África nos abre varios caminos no sólo como una oportunidad de política exterior y de alianzas comerciales, intercambios educativos, transición energética, resolución de conflictos y estabilización democrática. También es un chance para ampliar la comprensión histórica de lo que este continente ha significado para lo que somos como país. Y para poner el foco en la discusión no resuelta sobre la reparación histórica de la Trata Esclavista, que es una conversación sobre la desigualdad social actual. 

Dentro de los logros parciales de la visita están la aceptación por parte de Sudáfrica de ser país garante en el proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional. También la firma de acuerdos de entendimiento entre la Cámara de Comercio e Industria de Sudáfrica y la Cámara de Comercio de Bogotá; la suscripción de una Declaración de Intención para la Promoción de Comercio e Inversiones entre Trade & Investment KwaZulu-Natal y las Cámaras de Comercio de Buenaventura, Chocó, Tumaco, San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Además, un compromiso de promoción de la música, las artes y la danza entre el Festival de Músicas del Pacífico Petronio Álvarez y el Festival Mundial de la Música, las Artes y las Danzas, WOMAD. Asimismo, acuerdos para enseñanza del inglés y solicitudes para facilitar las relaciones diplomáticas para exención de visado entre Sudáfrica y Colombia. Esta serie de avances en la política exterior no han sido escrutados, ni movilizados en la agenda mediática con la misma insistencia con que se han cubierto los gastos del viaje.

Quizá no sea suficiente dar argumentos en torno a lo que hoy es África y lo que se ha logrado con la visita, porque desde la atalaya moral de algunos medios de comunicación y generadores de opinión –por ejemplo la editorial de El Espectador del 10 de mayo de 2023, los trinos que publicó Sandra Borda la semana pasada, y las emisiones radiales de la W Radio y La Luciérnaga– se viene construyendo una narrativa racista sobre este continente que conecta, a la final, con el mismo relato que se viene construyendo en medios y redes sobre Francia Márquez desde que llegó a su cargo vicepresidencial. 

Por un lado el uso del racismo, como una forma de violencia política, la viene pintando como una derrochadora y corrupta. Y también ha vaciado de significado el “vivir sabroso” que, desde las comunidades negras y ribereñas de la cuenca media del río Atrato y sus afluentes al norte del litoral Pacífico colombiano, es una filosofía de vivir en dignidad y dar continuidad a la vida colectiva en medio de condiciones de violencia.

Por otro lado, se le cuestiona a la vicepresidenta “la pésima costumbre de responder con agresividad a los cuestionamientos públicos” y se le pide que en vez de “(…) subir siempre la quijada, opte por enseñar, por construir, por transformar este país” movilizando así el tropo de la negra rabiosa. Este estereotipo racista que ha caricaturizado a las mujeres negras como agresivas, enojadas o temperamentales. En este sentido, se le exige una forma deseable de hacer vida pública: la pedagogía letrada y las buenas maneras. 

Es evidente que las mujeres negras y de color estamos sujetas a la opresión de la antinegritud y de la misoginia al mismo tiempo, y que ser una figura pública implica un nivel superior de escrutinio y rendición de cuentas. Pero es diferente el escrutinio y los juicios que se le hacen a Francia Márquez que los que se le hicieron a Martha Lucía Ramírez. A Márquez se le cubre en los medios de comunicación casi que exclusivamente en términos de gastos: ¿cuánto paga de arriendo? ¿cuántas veces utiliza un helicóptero? ¿cuántos subsidios del gobierno ha recibido? ¿cuánto cuesta la gasolina del viaje a África? mientras a Ramírez la cubrían en términos de mujer fuerte, cercana a las fuerzas militares al tiempo que  filántropa, caritativa: salvadora blanca.

Y al llegar a esta parte de la columna muches responderán con el argumento de que a la vicepresidenta no se le puede criticar porque todo cuestionamiento es leído como racismo. Y no. Aquí el racismo está en creer que África no tiene nada para ofrecer y por eso hoy no entendemos los orígenes de la deshumanización de lo negro, ni nuestra propia historia de emancipación: ni el cimarronaje, ni las rochelas, ni los palenques. Seguimos pensando el racismo como un simple discurso de odio y no como un sistema de poder vinculado a la expansión europea, la consiguiente esclavización de africanos, el colonialismo y el imperialismo y por consiguiente, a la desigualdad social actual. 

El racismo está en considerar que Márquez debe responder a los cuestionamientos públicos de una manera dócil y serena, sin alzar la voz, ni la quijada. Esto no se les exige así a los hombres en la política, ni a mujeres blancas en la política: a Claudia López, a Paloma Valencia, a María Fernanda Cabal. Y esto también desconoce que las mujeres negras en Colombia han liderado las pedagogías críticas y el activismo pedagógico sobre el antirracismo en sus barrios, comunidades y procesos organizativos y es precisamente de ese lugar de donde viene Francia Márquez.

El racismo está en dar datos sin ningún contexto: combustible para viaje de vicepresidenta a África costaría más de $ 1.600 millones ¿Esto es costoso con relación a? ¿cuánto han costado en el pasado visitas oficiales similares? 

También hay racismo en suponer que Márquez al ser mujer y negra, representa naturalmente un proyecto político y una identidad, desconociendo su experiencia de vida y su agencia que posibilita el movimiento político Soy porque Somos. Este precisamente está basado en la filosofía africana Ubuntu, en palabras de Márquez, “que hace que nos pensemos en colectivo, que nos veamos como familia extensa, que entiende que nosotros no existimos si la naturaleza no existe, que somos parte de ella”.

Al final pensar estas ideas sobre lo que vive Márquez en un cargo de poder, es pensar en la carga emocional y mental de la representación. Si bien la representación simbólica es necesaria, sigue siendo insuficiente para la transformación de la política, de los feminismos y de la sociedad, porque seguimos sin preguntarnos qué estamos entendiendo por racismo, y qué función social ha tenido la celebración permanente de la resistencia de las mujeres negras sin cuestionar los mecanismos de sus opresiones y sin sacar estos análisis a la conversación pública.

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Sofía es afrofeminista y politóloga con conocimiento y experiencia en análisis e investigación en conflicto armado, seguridad ciudadana, Derechos Humanos, justicia transicional, acceso a tierras y feminismo negro.Recuerda seguir a MANIFIESTA en InstagramTwitter y Facebook.

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