Entrevista a María José Navia: “Aprendemos o idealizamos porque hemos visto las películas que hemos visto”

Entrevistamos a la escritora chilena con motivo del lanzamiento de su más reciente libro, ‘Todo lo que aprendimos de las películas’, 10 relatos que desarrollan la complejidad de sus personajes mujeres, y que exploran temas como la maternidad, la relación con el cuerpo y el duelo.


“Esta es mi camisa favorita, me la pongo cuando estoy nerviosa” me dice María José Navia mientras nos tomamos una bebida caliente en Diosa Cervecería, que se ha convertido en un espacio clave de encuentros culturales y que alberga en su interior a la librería Matorral. En una hora arranca el evento que presentará su más reciente libro, ‘Todo lo que aprendimos de las películas’ de la editorial Páginas de Espuma, 10 cuentos entretejidos a partir de tres ejes centrales: la referencia de varias películas, la aparición repetida de algunos personajes en sus historias y el foco puesto sobre las mujeres narradoras, y lo que tienen por contar. 

La escritora me cuenta que nunca había hecho una gira de libro tan grande, ni siquiera con sus obras recientes: su novela ‘Kintsugi’ (Kindberg, 2018)​, ni su colección de cuentos ‘Una música futura’ (Kindberg, 2020).​ Para ‘Todo lo que aprendimos de las películas’ volvió al cuento, su género favorito. Pero esta vez, su libro quedó como finalista del VII Premio Ribera del Duero. 

En este, Navia quiso hablar de varias realidades cotidianas que vivimos las mujeres, y que a veces pierden algo de visibilidad por tener el foco puesto en aspectos más urgentes, como las violencias basadas en género. Sin embargo, la escritora explica que temas como la relación con nuestros cuerpos, la enfermedad, el envejecimiento, la maternidad que se persigue sin lograrlo, la relación entre madre e hija, el duelo, el suicidio y los trastornos de la conducta alimenticia, son temas igual de importantes e igual de válidos para ser narrados.

Navia los ilustra a través de historias sencillas y personajes que aparecen, desaparecen, crecen y vuelven a aparecer a lo largo de los relatos que tienen un orden específico. Algunas artistas, otras escritoras, las mujeres conectan las tramas en “un mismo largometraje mental”, como dice el escritor Rodrigo Fresán, el gran referente de la escritora. 

Hablamos con ella sobre esta cotidianidad de las mujeres en sus relatos, sobre la profundización de los personajes femeninos, la subrepresentación de las vidas de mujeres de ciertas edades en la literatura, la autocensura que puede provocar esta época de ‘cultura de la cancelación’ y sobre la educación sentimental que nos han regalado las películas, ante la cual muchas veces nos tenemos que rebelar.

En entrevista con María José Navia.

Con este libro queda claro lo trascendental que es el cine para tu vida y tu obra… ¿Cuál es tu primer recuerdo yendo a una sala de cine? 

Mi primer recuerdo es ir con mi papá a ver E.T. Es raro el recuerdo porque es efectivamente la primera película que me acuerdo de haber ido. Además quedamos sentados en la primera fila, era muy niña y me acuerdo de ver a E.T. muy grande. Es una película del año que yo nací, yo tenía ocho o siete años, era chiquita. (…) Para mí el cine es tan importante como los libros. Yo leo mucho, pero también veo muchas películas, me gusta mucho ir al cine y forma parte de mi familia. 

¿Cómo se relaciona el cine con tu vocación de escritora de manera diferente a como te relacionas con la lectura?  

Yo creo que bebo de ambos con la misma voracidad, leo más que ver películas. Son otras ficciones y otras maneras de contar historias, ¿no? (…) donde además tienen imagen, tienen banda sonora, canciones… Entonces hay una parte muy rica de la experiencia del cine y son parte (lo he dicho también en entrevistas) de nuestra educación sentimental. Yo creo que hay muchas cosas que nosotros aprendemos o idealizamos incluso porque hemos visto las películas que hemos visto. Me parece importante eso, uno fantasea con lo que va a ser una relación de pareja, o (…) ser escritora, ser profesora –que soy–, también con base a ciertas películas que uno ve. Entonces me interesaba eso: esa conversación permanente que uno va teniendo con las ficciones que te atraviesan. 

Uno es las decisiones que tomó, las cosas que ha hecho. Pero también los libros que te marcaron, las películas que te marcaron, las canciones a las que vuelves… creo que estamos siempre atravesados de todas esas ficciones y a mí me interesa que la escritura sea un mantener viva esa conversación, e ir trayendo esos referentes a la página que son los que me han hecho la escritora que yo soy.

Claro, las producciones culturales nos han educado sentimentalmente. Pero, en el caso de las mujeres, también esa educación sentimental nos ha hecho mucho daño, reforzando ideales patriarcales como el amor romántico. ¿Cómo darle la vuelta a eso?

Absolutamente. Yo creo que el cine también ha hecho mucho daño, por la forma de representar ciertas cosas y especialmente en el caso de las mujeres. Lo que tú dices: el amor romántico, el tema de la maternidad (…) el tema de los ideales de belleza (…); pero yo creo que también el cine ha ido asumiendo ese mensaje, y se está transformando dentro de lo que puede. Tal vez no a la velocidad que uno quisiera. (…) Están cambiando esos personajes como figuras de mujeres menos perfectas, ¿no? Y que asumen esa imperfección como parte de su belleza y de su valor. 

Creo que la manera de también contrarrestar eso es viendo más películas, siendo más críticos… Uno puede disfrutar una película que uno sepa que está mandando un mensaje que no corresponde, (…) y decir okay, me río pero no pasa más allá, no me lo compro, no lo absorbo. (…) Creo que está esa conversación permanente. A mí me me gusta ver los cambios que se van haciendo en el tipo de historias: lo que nos va entregando el cine, el tipo de historia que nos va entregando la literatura. Yo creo que se está dando esa transformación constante que es muy rica, y que desafía a las escritoras y a los escritores también a buscar formas de contar su historias. 

Eso me lleva a preguntarte: ¿Sientes que esta época de la cultura de la cancelación está influyendo en la producción cultural y generando autocensura entre quienes hacen cine y literatura, para no terminar cancelades?

(…) Eso se ve a nivel de la industria sobre todo. Por ejemplo, en Estados Unidos, las editoriales tienen sensitivity readers, personas que leen los libros no en pos de ‘es bueno, es malo’ o tiene errores, sino en pos de a cuánta gente va a ofender este libro, y si este libro va a ser muy ofensivo pues ‘no se va a vender, lo pueden cancelar, es peligroso apostar por esta autor, por esta autora’. (…) Puede pasar que [les escritores] empiecen a integrar esa mirada del sensitivity reader (…). Yo creo que siempre cuando uno escribe hay un cierto miedo de cómo va a reaccionar el público, (…) y me parece bien que haya como un ruidito y una alerta. Pero claro, si llega al punto de que un poco te ata la mano, o que nos llenemos de puros libros políticamente correctos también eso puede ser súper perjudicial para la literatura, ¿no? 

Porque es pensar, creo yo, que el lector no es capaz de tener ese filtro que estábamos hablando antes y tener esa conciencia crítica de ‘yo puedo leer una novela que trate sobre un asesino sin pensar que asesinar es bueno’ (…).

Foto cortesía de Plaza & Janés Editores Colombia.

Hablemos sobre el rol que la maternidad tiene en ‘Todo lo que aprendimos de las películas’, ¿De dónde viene ese desarrollo, por momentos obsesivo, con este tema en tus cuentos?

Yo tengo 41 años, mis amigas más o menos tienen esa edad, y es un tema que está muy presente en las mujeres de mi edad y (…) me tocó acompañar a muchas amigas en ese tipo de cuestionamientos; verlas gastar montones de dinero en tratamientos que no funcionaron, en lo doloroso que es eso… y entonces me pasaba que yo decía ‘yo veo que las narradoras de ahora están escribiendo mucho sobre la maternidad’, y me parece súper importante porque es un tema muy complejo que durante mucho tiempo había solo una figura muy idealizada. 

Me gusta que se muestren distintas versiones de la maternidad, pero lo que yo no veía tanto en lo que yo leía, y en las películas, era esta ‘casi’ maternidad: yo leía que cuando una mujer trataba de quedar esperando un hijo, tal vez al principio no funcionaba pero finalmente funciona. Y entonces decía ‘¿Pero qué pasa con esa mujer que lo intenta y no funciona, no? A esa persona después yo le pregunto ‘¿tú tienes hijos?’. Y me va a decir que no, y ese mismo ‘no’ es el ‘no’ de alguien que nunca quiso tener hijos, que nunca lo intentó… Entonces mi personaje en el cuento ‘Dependencias’, por ejemplo, claro, ella respondería que no, y ese ‘no’ significa años de años de tratar, el desgaste de ella, el desgaste con su pareja, toda esa tristeza, todo eso está detrás de ese ‘no’.

Hay una conclusión que dejan algunos de tus relatos y es esta idea de la maternidad como una experiencia societaria colectiva, no solamente una maternidad que le compete a la mamá…

Cuando presenté este libro en España, di muchas entrevistas en la radio y en una hablé de lo que acabamos de hablar; y a la presentación de mi libro en Salamanca llega un hombre y me dice ‘quiero que me firmes tu libro’ y me dio el nombre de una mujer. Me dice ‘mi mujer, me mandó a que le firmaras el libro, porque mi mujer está pasando por esta situación y me dijo escucha a esta escritora, por primera vez me siento representada en una historia y quiero tener ese libro y lo quiero tener firmado’. Él decía que ella no había leído algo que fuera sobre la maternidad deseada que no llega a ser. Cuando uno no se ve reflejada en otros lados uno piensa ‘a nadie le está pasando’, y en realidad a todas estas mujeres les está pasando, lo que pasa es que ahí hay una sensación de vergüenza de ‘a mí no me resulta, yo no puedo, soy defectuosa’…. 

Yo quería ese enfoque, contar esas cosas que yo no veía tanto. (…) Además son vidas de mujeres en distintos momentos, son ellas las protagonistas muchas veces, las narradoras: mujeres adolescentes, mujeres jóvenes adultas ya envejeciendo y sintiendo ese miedo de que se les va a ir la juventud, se les va a ir la belleza. 

¿Te has hecho preguntas sobre cómo aportar desde tu obra para enfrentar esa subrepresentación que sienten mujeres en diferentes rangos de edad en la literatura?

Sí, si bien tengo ciertos temas que me interesan, siempre trato de hacer algo ligeramente distinto y desafiarme como escritora. A mí me pasaba antes que me interesaban los personajes femeninos, pero uno leía un libro mío y en general eran todas mujeres de 30 y tantos. Podían tener distintas historias, pero era la misma edad. Y entonces vino ese sentir: yo quiero mostrar cuando envejecen, yo quiero hablar de la infancia. Yo quiero hablar de esa incomodidad cuando uno está empezando a crecer y la pubertad. (…) Yo trato de, en los siguientes libros, poder ir llegando a iluminar otras cositas, agregando otras cosas… cada vez hay más cuerpo. Antes eran más cerebrales mis cuentos, y dije ‘bueno, pero esa cabeza está en un cuerpo, y ese cuerpo le duele, ese cuerpo puede estar enfermo’.

Foto cortesía de Plaza & Janés Editores Colombia.

Tus cuentos tratan sobre los ‘casi’, personas o vínculos que no caben en las categorías de siempre y siento que podría relacionarse con, en el caso de las mujeres, salirse de los roles de género. ¿De dónde surge esta búsqueda?

Quería jugar un poco con esta idea, que también hablamos antes sobre las películas de Disney con esta idea del ‘y vivieron felices para siempre’, estas relaciones que duran y si no duran mucho tiempo son un fracaso (…) y por qué si hice una relación que funcionó tres días y eso te dio mucha felicidad, ¿por qué eso va a ser un fracaso? ¿por qué le voy a poner esa etiqueta? (…) Entonces me interesaba esa figura del ‘casi’ que no calzan en los modelos de siempre. 

(…) Mi película favorita es ‘Lost in Translation’ y me gusta mucho eso de esa película: que no es la historia romántica clásica, sino personajes que por casualidades de la vida coinciden en este hotel en el extranjero, y se genera este vínculo que va a ser importante para ellos. Hablan de cosas importantes, hay una intimidad, pero después cada uno va a seguir su vida. (…) Me gustan esas relaciones que navegan otros espacios y otras posibilidades y otros tiempos. También lo fugaz, lo transitorio, no el ‘y vivieron felices para siempre’, que es una imposición muy fuerte. Además la vida no funciona tan así, ¿no? Y si no vamos a ser todos profundamente infelices, y lo que estamos valorando solamente es que las cosas duren por siempre y se mantengan perfectas siempre.

Para cerrar: ¿Qué cosas dirías que te han enseñado las películas sobre las mujeres que has plasmado en tus obras?

Depende de las películas. Por ejemplo, en Chile hay una documentalista que se llama Maite Alberdi que estuvo nominada al Oscar hace un par de años por una película que se llama ‘El agente topo’, pero ella tiene una película que se llama ‘La Once’, que en Chile es como la hora del té. Y entonces ella empezó a filmar a su abuela, que se juntaba con un grupo de otras señoras de su edad a tomar té todos los, no sé, viernes; y empieza a filmar eso, a lo largo de los años, cómo algunas se enferman, empiezan a fallecer las distintas señoras, y un poco ese retrato, de esa cotidianidad de esas mujeres que nadie muestra, o sea ¿Qué hacen estas señoras mayores que ya no están trabajando, que no están cuidando hijos. 

Lo mismo con Greta Gerwig en ‘Mujercitas’ o ‘Ladybird’, enfrentarse a esa relación que no es la relación perfecta madre e hija, hay una relación súper complicada, pero hay amor y hay belleza, ¿no? (…) Yo creo que el cine cada vez más no está enseñando nuevos matices de lo que es ser mujer.

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