Tres hombres se suicidaron luego de asesinar a su pareja en enero. Dos más lo intentaron. ¿Por qué el suicidio es un acto reflejo en aumento entre los feminicidas? En MANIFIESTA buscamos respuestas con profesionales que han tratado a víctimas y victimarios por igual.
Los primeros días de 2021 parecen un déjà vu de lo que quisimos dejar atrás en 2020. Colombia empezó el año montándose en un segundo pico de pandemia por covid-19 mucho más agudo que el primero. La emergencia sanitaria volvió a confinar a varias ciudades del país, una medida que el año pasado se convirtió en el principal escenario de la violencia machista que creció en cifras desmedidas al interior de los hogares.
El año pasado, entre marzo y septiembre, 18.272 mujeres llamaron a la línea 155 reportando casos de violencias de género contra ellas, según el Observatorio Colombiano de las Mujeres de la Vicepresidencia. Además, según cifras de la Fundación Feminicidios Colombia, durante el 2020 se registraron al menos 227 feminicidios y 132 tentativas de este crimen.
El panorama de 2021, por su parte, no parece mejorar por ahora para las mujeres y las niñas en Colombia. Durante el primer mes de este año hemos registrado al menos 22 feminicidios y siete asesinatos de mujeres están en proceso de verificación. En enero, sin embargo, notamos una variable que se repitió varias veces en los casos de feminicidios registrados: los agresores han intentado suicidarse o efectivamente se quitaron la vida.
Daniela María Isabel Sánchez Rojas, de 22 años, acababa de pasar año nuevo cuando Carlos Adolfo Barrero, su pareja sentimental, fue hasta su casa en Rozo, zona rural de Palmira en el Valle del Cauca, discutió con ella, le disparó en la cabeza y luego se suicidó.
Cinco días después, el seis de enero, Norvic Yelitza Barrios fue amenazada de muerte por su esposo, Ángel Tulio Suárez, quien después la atacó con un arma cortopunzante hasta causarle la muerte, huyó del lugar del feminicidio en Tununguá, Boyacá, y se quitó la vida.
La historia de esta forma de violencia se repitió los días siguientes en el departamento del Cesar. El 10 de enero Érika López, de 30 años, y su hija de 11, Adellys Nahomi Camargo, fueron atacadas por el esposo de Érika, Ramiro Atencio Zambrano. Érika murió en ese momento y Adellys unos días después en el centro asistencial de Aguachica. Unas horas después del ataque, Zambrano se quitó la vida.
En dos casos más, los de Mildreth Pedrozo y Rosmery Pérez, víctimas de feminicidio el cinco y siete de enero en los departamentos de Cesar y Bolívar por parte de sus exparejas, se presentaron intentos de suicidio de los victimarios.
Esto quiere decir que en el 26 por ciento de los feminicidios registrados este año, los agresores: parejas, exparejas de las mujeres y padrastros de las niñas, se suicidaron. Este fenómeno nos genera varias preguntas: ¿es el suicidio una extensión de la violencia ejercida sobre las mujeres y las niñas?, ¿por qué este mes hemos visto este patrón repetirse?, ¿qué medidas se pueden tomar frente a los feminicidios-suicidios?
Pero sobre todo, nos hace preguntarnos: ¿cuál es la motivación de los feminicidas para acabar con sus vidas luego del crimen?
No hay muchos cifras que traten de darle forma cuantitativa a este fenómeno. En España, por ejemplo, según cifras del Ministerio de Sanidad en 2017, entre 2003 y 2016 el porcentaje sobre suicidios de homicidas de pareja (sin estar disgregado por feminicidio) fue del 33,3% de casos: 19,8% consumados y 13,5% de tentativas. Asimismo, según este reporte del Observatorio de feminicidios en Argentina Adriana Marisel Zambrano, de 2.952 feminicidios registrados entre 2008 y 2018, 538 feminicidas se suicidaron, un 18% de los casos.
En Bogotá un perfil epidemiológico que analizó los homicidios-suicidios entre 2007 y 2012, encontró que en la capital se registraron 25 casos en ese periodo. Los victimarios fueron en su gran mayoría hombres jóvenes entre 20 y 39 años. 36 por ciento de ellos sostenía algún tipo de relación sentimental disfuncional con su víctima y el 28 por ciento presentó antecedentes de síntomas psiquiátricos. Las víctimas fueron mujeres entre los 20 y 34 años. Aunque el estudio los revisa como homicidios, realmente están analizando en su mayoría feminicidios por las características de los casos. El estudio encontró que en el 88 por ciento de estos eventos, el suicidio ocurrió en el mismo lugar del crimen.
Tratando de dar una respuesta más cuálitativa, un estudio realizado en Sudáfrica sobre esta problemática, y publicado en 2008, concluye que las motivaciones del feminicida suicida son la culminación de años de violencia de género, expresados en una reacción celosa espontánea o en la pérdida de control ante la separación. El suicidio viene siendo la consecuencia posterior: una muestra de remordimiento, vergüenza o temor por las consecuencias.
Para el piscólogo José Manuel Hernández, director de la línea distrital de atención a hombres Calma, con varios años de experiencia tratando agresores, la respuesta a esta motivación está directamente relacionada con la idea de amor romántico que materializan tanto hombres como mujeres en el país, con los roles estereotípicos que esto implica para cada quien. “Las violencias basadas en género tienen una aprobación social en Colombia. Así, la violencia tiene más fuerza dentro del amor romántico», comienza explicando Hernández. «El feminicidio y el suicidio están encaminados en esa idea. El personaje cree que la ama tanto que dice: ‘Si no es para mí, no es para nadie’. Esa es la conclusión: la muerte”.
Hernández considera que la agresión a la mujer está ligada a la idea de que ella es una posesión del hombre. Así, el agresor la lastima porque vino otro hombre a invadir su ‘propiedad’, a quitarle ‘su mujer’. En la cabeza de ese feminicida-suicida el feminicidio no ocurre por odio, sino por amor y en consecuencia el suicidio es el castigo final. “Él se mata porque mató lo que más ‘amaba’. No se quita la vida por odio», explica. «Estos hombres que se suicidan son los que se ven y viven en el amor romántico. En la mayoría de los casos de feminicidio-suicidio, el tipo se mata al lado del cuerpo de la mujer, al lado de ella. Es una cosa enferma”.
Por su parte, la psicóloga clínica colombiana Nataly Calderón, quien ha trabajado con mujeres víctimas de violencia de pareja durante su maestría, considera que las motivaciones del agresor para cometer un feminicidio – suicidio no solo tienen que ver con los roles de género y la estructura de la masculinidad hegemónica: “Normalmente en la violencia de pareja los agresores, que usualmente son hombres, suelen presentar altos índices de psicopatologías: consumo problemático de alcohol o drogas, problemas de ansiedad, trastornos de personalidad, ira desregulada, etc.», explica. «Si nosotros hicieramos la aseveración de que detrás de un feminicidio solamente hay un odio a la mujer, eso sería muy reduccionista”.
Javier Antunéz, psicólogo y autor del artículo ‘El feminicidio/suicidio Una forma extrema de violencia de género’. expone que las conductas relacionales heteronormativas (social y culturalmente se impone la heterosexualidad como la ‘norma’) que se han promovido y prohibido tradicionalmente han impuesto un rol dominante y agresivo para los hombres y uno sumiso, dependiente y obediente para nosotras. Es un sistema cultural de dominación-sumisión que se ha transmitido de generación en generación y que resulta en vínculos de dominación y dependencia, a veces generando escenarios de violencia y abuso muy extremos. Así, los casos de feminicidios-suicidios aparecen cuando hay una amenaza de ruptura o un quiebre en la relación por parte de la mujer. El hombre ve cuestionado el modelo relacional tradicional donde él manda.
Para el autor, esta respuesta permite entender las motivaciones del feminicidio, pero no las del suicidio. Según él, las hipótesis que apuntan a la culpa ya han sido descartadas por varios autores y expone que cuando la mujer decide salir de la relación con ese hombre violento, el agresor pierde el control y busca recuperarlo de manera violenta. El feminicidio puede ser una forma de negar la pérdida de ese vínculo de control y posesión que tenía sobre la mujer. El suicidio puede ser visto como la consecuencia de la pérdida. “El sentido de la vida del agresor estaba dado por la dominación traumática de la mujer, al matarla, desaparece el centro de su vida, llevándolo al suicidio”.
En nuestra última entrega de #LibresNoMuertas, Olga Amparo Sánchez, coordinadora de La Casa de la Mujer, nos dio una respuesta que apunta a lo mismo: “Generalmente, las violencias y el feminicidio se dan porque las mujeres resistieron y porque desobedecieron, porque rompieron con una norma, porque no estaban dispuestas a continuar con esa situación”.
Las respuestas sobre las motivaciones del suicidio después del feminicidio son diversas, incluyendo las consecuencias de los roles de género, las ideas del amor romántico y las psicopatologías previamente mencionadas que pueden afectar también a los hombres. Nataly Calderón nos aclara que la explicación detrás del suicidio seguido de un feminicidio no es sinónimo de justificación para los actos de los agresores. Sin embargo, por su experiencia, considera que una persona que asesina y luego se quita su vida no está psicológicamente bien: “Los hombres que cometen un feminicidio-suicidio tienen una psicopatología presente. Son personas que no están viendo otra salida y terminan eligiendo esa opción. El suicida es una persona que claramente también está sufriendo”.
Frente al aumento de los casos de feminicidio-suicidio que se están viendo este mes en Colombia, Calderón advierte que el suicidio es una acción que tiene mucho riesgo de imitación: “Puede que haya muchos agresores (feminicidas) que vean un caso de suicidio en los medios de comunicación y piensen que si ese agresor tomó la decisión, es un camino efectivo”. Para ella es muy importante que los medios no den detalles sobre los feminicidios ni sobre los suicidios de los agresores para evitar que estas conductas se repliquen.
Tanto Calderón como Hernández consideran que los hombres agresores tienen posibilidades de aprender a convivir con las mujeres y las niñas sin violentarlas. No obstante, eso no quiere decir que sea un proceso fácil. En su experiencia, Hernández ha visto y sabe que después de la intervención adecuada y de mucho trabajo, hay hombres que cambian sus conductas. “Las violencias basadas en género en Colombia tienen una aprobación social. Pegarle a una mujer es válido y lo sigue siendo», asegura Hernández, basándose en su experiencia y en la cantidad de hombres que le han respondido ‘No, yo no le pego, yo la corrijo’. «Al trabajar en modificar las conductas culturales, los hombres pueden desaprender conductas y por lo tanto es posible que cambien”.
Por su parte, Calderón cree que es importante que estos hombres reciban atención profesional, “Queremos encontrarle una explicación a esas violencias, no justificarlas. No queremos perpetuarlas. Al poder entender qué ocurre, vamos a tener una posibilidad de detenerlas”. Con un objetivo similar al que menciona Nataly, en diciembre del año pasado empezó a funcionar la línea de atención para hombres Calma, una línea diseñada para escuchar a los hombres, ayudarles a deconstruir esa masculinidad impuesta y, entre otras cosas, prevenir que violenten a las mujeres o niñas con las que conviven. Hernández dice que todos los días reciben entre 15 y 20 llamadas de hombres en Bogotá que muchas veces solo dicen: ‘No puedo con esta hombría’. “Son hombres que llaman a llorar, muchos no son agresores: son hombres que han sido violados, otros le tienen miedo al abandono, a quedarse solos en casa», cuenta Hernández.
La línea, que lleva cerca de un mes en funcionamiento, ya ha salvado la vida de ocho hombres no agresores que tuvieron intentos de suicidio debido a crisis emocionales y a elaboración de duelos por pérdidas. Además el equipo de la línea ha logrado diez intervenciones psicoeducativas a hombres agresivos con los que establecieron pactos de no violencia.
¿Qué pasa con la justicia cuando el agresor se suicida? Un tema clave en los casos de feminicidios-suicidios es el de la justicia. Muchas veces estos casos se cierran porque el agresor se quitó la vida. Calderón afirma que muchas veces quienes buscan justicia y no la consiguen muestran rabia, desesperanza y una percepción de injusticia. Para ella, lo más importante es darle atención profesional a la familia de la mujer víctima y a la familia del agresor suicida. “Muchos han sido incluso testigos del feminicidio y muestran síntomas de ansiedad, depresión, pueden tener comportamientos delictivos y una predisposición a continuar el ciclo de violencias».
Antúnez, por su parte, argumenta que una de las formas de empezar a cambiar esas ideas de relaciones heteronormativas y masculinidad hegemónica es apostarle a una educación sexual que cuestione los estereotipos de género y del machismo dominante en la sociedad. “Eso es importante para avanzar hacia una sociedad más equitativa en cuestiones de género, menos restrictiva para la mujer y que, a su vez, no exija al varón adaptarse a un modelo masculino en obsolescencia”, recomienda el autor.
Desde MANIFIESTA entendemos que las violencias basadas en género son complejas y que las líneas de acción para contrarrestarlas son muchísimas. Esta variable es otra arista del misoginia que nos atraviesa como sociedad y que no solamente está cobrando la vida las mujeres y las niñas, sino también de los hombres.
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Actualización: A cierre de enero encontramos un nuevo caso de intento de suicidio en Caquetá, donde el feminicida intentó quitarse la vida luego de asesinar a Liliana Ortiz Ramírez. Es decir, tres feminicidas intentaron acabar con su vida durante este mes.
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Si estás leyendo este artículo y estás siendo víctima de violencias basadas en género aquí hay líneas de ayuda a las que puedes acudir:
- Línea Nacional 155 para recibir orientación si estás siendo víctima de alguna violencia basada en género
- Línea Púrpura en Bogotá: 018000112137, número gratuito desde teléfono fijo o celular. WhatsApp 3007551846
- Red Solidaria de Mujeres: WhatsApp 3223328655
- Línea de Protección a Niños, Niñas y Adolescentes: 141. WhatsApp: 3202391685 – 3208655450 – 3202391320
- Línea Fiscalía General de la Nación: 122, para presentación de denuncias de violencia intrafamiliar, violencias basadas en género y violencia sexual.
Si eres hombre, mayor de 18 años y necesitas ayuda y ser escuchado, este es el número de atención de la línea Calma en Bogotá.
- 018000423614. Horario de atención: de lunes a viernes, entre las 8:00 a. m. y las 8:00 p. m., y los sábados, de 8:00 a. m. a 2:00 p. m.***
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