Francia Márquez, o la promesa de la posibilidad

«Mi voto es por Francia Márquez y Gustavo Petro».

Lo hemos escuchado, lo hemos leído, lo hemos dicho varias veces quizá, con una intención implícita de que sea el segundo, si es elegido, quien tenga que estar a la altura de la primera y no al contrario.

El cambio de orden en la respuesta ha sido criticado por políticos, así como en redes sociales (‘si votan por Francia igual están votando por Petro’, repiten). Y la crítica cae quizá porque invertir el orden es un mensaje que rompe con el planteamiento tradicional. Es posible que no se hubiera sentido antes, en la historia reciente de Colombia, tanta emoción conjunta de salir a votar por un cargo vicepresidencial en unas elecciones presidenciales. 

Y esa emoción movilizadora, pensarán muches mientras meten su voto a la urna, deberá ser objeto de veeduría y de defensa, si Petro y Francia llegan a la presidencia y a la vicepresidencia.

Por ahora, a un par de días de las elecciones, y con la expectativa viva, tenemos la certeza de que en esta contienda electoral está viva la promesa de otra posibilidad. Una generada por Francia Elena Márquez Mina, la lideresa ambiental de 40 años, nacida en la vereda de Yolombó, en Suárez, Cauca, abogada feminista, antirracista y anticapitalista. Desde hace meses, y quizá sin habérselo imaginado nunca antes, Francia llegó a batirse con el status quo de la política electoral para perseguir el cargo vicepresidencial de nuestro país.

Luego de ser precandidata presidencial, y de adherirse al Pacto Histórico con su movimiento Soy Porque Somos, acogida por el Polo Democrático, Francia participó en la consulta de la coalición el pasado 13 de marzo. Probablemente tampoco se imaginaba ella, ni mucho menos Petro, que iba a sacar cerca de 800.000 votos, la tercera votación más alta de las consultas. 

Días después del resultado fue elegida como la fórmula vicepresidencial de Petro y desde el inicio marcó tendencia. Es la primera vez en el país que cinco personas afrodescendientes se postularon para aspirar a la vicepresidencia, todas luego del nombramiento de Márquez. Hasta finales de abril, era la candidata vicepresidencial con mayor reconocimiento, con un 64,9% entre quienes van a votar y con una imagen favorable de 39,8% en población votante.

Quizá algunas de estas fórmulas no pasen de acciones afirmativas, pero no es el caso de la postulación de Francia. En cambio, la lideresa le ha dado otra dimensión y otra importancia al cargo de la vicepresidencia, una función generalmente vista como desprovista de poder, e incluso de adorno.

‘Que le den un Ministerio de Ambiente en vez de una vicepresidencia’ dijeron muchos trinos al momento del nombramiento como candidata vicepresidencial.

Pero lo cierto es que la campaña de Francia durante estas semanas nos ha hecho soñar con la posibilidad de un cargo que nunca emociona. Una de sus primeras declaraciones, al ser nombrada como la fórmula de Petro, fue la creación del Ministerio de la igualdad, del cual también sería ministra, para darle prioridad a las poblaciones excluidas. Asimismo, su postura se ha desmarcado en varias ocasiones del mando de Petro para elegir su propia voz, algo que ha generado momentos como el desencuentro con el partido Liberal, y su apoyo oficial, cuando Francia le dijo a su presidente, César Gaviria, que era un neoliberal.

La importancia que Francia ha logrado en esta campaña también se puede medir en los ataques de odio que ha recibido. Estos han llegado de muchas formas: racismo estructural,  a través de fake news que la catalogaron de guerrillera, y a través de otras mujeres que la odian, y quienes desde el clasismo y el racismo no pueden considerar la posibilidad de que una mujer como Francia llegue al poder.

Y pensar esa posibilidad es la ganancia con la que ya nos quedamos en estas elecciones. Pensar que una mujer negra, feminista, antirracista, de un lugar no central y empobrecido de Colombia, amenazada de muerte por su liderazgo ambiental, tiene cabida en la disputa por el poder, es necesariamente un cambio en la narrativa de los horizontes posibles que a menudo nos ofrece esta nación estéril.

Esa disputa que la candidata viene planteando ha abierto, a su vez, nuevos horizontes de pensamiento. Francia ha disputado ese poder, que se siente como una deuda histórica pendiente, desde muchos frentes: el lenguaje, que va desde su consigna del vivir sabroso hasta la discusión sobre el lenguaje incluyente y el reconocimiento de su cultura ancestral. Y también lo ha disputado desde el baile, el canto, y las expresiones culturales; la honestidad en el discurso, las nuevas formas en la retórica frente a quienes son testigos de sus eventos masivos y el cobijo y apañe de las mujeres que la rodean desde hace años y a quienes ella agradece de manera prioritaria porque sabe que se debe a esa red como un eslabón más de la cadena.

Con su manera de hacer política, Francia nos regala posibilidad de pensar en la ternura, el afecto, la amistad, el cuidado y muchos otros conceptos en los que normalmente no pensamos cuando a nuestra mente llega la imagen acartonada y mustia de la política electoral en Colombia. Es probable que, al momento de depositar su voto este domingo, miles de personas en el país marquen el tarjetón con esos conceptos en la cabeza, porque Francia nos mostró que son posibles.

En cambio, cerrarse de un portazo a explorar esos conceptos y esas posibilidades que se nos abren con una candidata como ella, no es otra cosa que la eterna incapacidad de este país para verse reflejado a sí mismo en lxs suyxs. Por eso Francia terminó su cierre de campaña con la marca de un láser verde jugando entre su cabeza y su pecho, cubierta por escudos que trataban de evitar la tragedia que se repite en este país desde hace décadas, cuando la posibilidad de otro horizonte se siente cercana.

Este domingo, miles de personas en Colombia no solamente van a salir a votar por Francia Márquez. Su voto es por las posibilidades que nos han negado por generaciones, y que es momento de construir y vivir en colectivo.

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