El feminismo nos cambia la vida a todas y también nos cambia la manera de amar y de ser amadas. Por eso para San Valentín, fecha que refuerza muchos estereotipos del amor romántico, hicimos esta guía MANIFIESTA para cuestionarnos nuestros amores desde la raíz.
En febrero el mundo que nos venden está diseñado para dos: un hombre y una mujer. San Valentín llega, y con esta fecha la paleta publicitaria cambia, los mensajes navideños que hablan sobre la familia son reemplazados por frases sobre regalos para él y regalos para ella, como una forma de celebrar un amor que se nos sigue vendiendo como un producto eterno, heterosexual, monógamo, blanco, rico y todas las características que ya conocemos de lo hegemónico.
A pesar de que nuestra fecha original de Amor y Amistad es en septiembre, la insistencia publicitaria de esta fecha a veces logra cambiar el tema de conversación en nuestros círculos cercanos. También es una fecha que revive las frustraciones de muchas. Mujeres cercanas, que amo, me confiesan con vergüenza que odian haber llegado a esta fecha solteras, por ejemplo. Es curioso que casi ninguno de mis amigos hombres me haya comentado esa misma preocupación.
Algo no está bien y definitivamente no tiene que ver con que las mujeres seamos más sensibles o que nos importen más estas fechas porque el universo nos hizo así. Definitivamente no. ¿Qué tanto influye el entramado sociocultural que hemos heredado?, ¿Qué tanto afecta esa diferencia marcada a la hora de amar entre hombres y mujeres?
La respuesta es que mucho. El amor, como nos lo enseñaron, como lo celebramos, como lo venden y como lo compramos es el llamado amor romántico, que tiene su raíz bien metida en el patriarcado. Este tipo de amor muchas veces reproduce dinámicas y comportamientos de subordinación, posesión y demás formas de violencia que mantienen viva una relación de poder desigual, donde las mujeres llevamos las de perder la mayoría de las veces.
San Valentín fue la excusa perfecta para hacer nuestra guía MANIFIESTA para la deconstrucción del amor, y seguirnos cuestionando este tema desde el feminismo. Aprovechemos este día para darnos herramientas que nos permitan seguir creando vínculos y lazos que no nos quiebren, que no generen frustración y sobre todo que no promuevan y normalicen la violencia en nuestra contra.
Queremos amores sanos, amores plenos, amores libres, amores disidentes. Amores llenos de placer y vida.
Sin embargo, los matices cuando hablamos de formas de amar son importantes. Por ejemplo para Alba Centauri, psicóloga, educadora sexual y fundadora de la plataforma Poliactivismo, donde dicta talleres y hace acompañamientos para explorar la posibilidad de mantener relaciones no exclusivas y consensuadas, es importante dejar de pensar que el amor romántico es un monstruo, o el hermano gemelo malvado de un amor bueno, verdadero, que nunca es igual de opresivo. Muchas veces estas otras formas de amor también pueden serlo. «No creo que eso sea posible. Lo que he leído y lo que sé, me lleva a pensar que en el amor que vivimos en la sociedad occidental, los mitos son intrínsecos».
Por eso, el primer paso de nuestra guía es ese:
«No podemos decir que no queremos un amor trágico cuando hemos crecido con Romeo y Julieta», argumenta Alba. Por la misma línea va Marcela Lagarde, antropóloga, investigadora y feminista mexicana. En el libro ‘Claves feministas para la negociación del amor’ afirma que hay un conflicto entre el mito y la realidad que puede llegar a definir la vida de la pareja: «Se produce porque la mayor parte de las mujeres cultivamos una mitología amorosa como pieza fundamental de nuestra concepción del mundo», pero Marcela aclara que la sociedad es la que fomenta esta mitología en las mujeres y la consecuencia principal en nosotras es la existencia de un profundo deseo de encontrar a un otro o a una otra.
Nancy Becerra, psicoterapeuta con perspectiva de género, concuerda con Alba y Marcela. «Recomiendo que se hagan esos procesos de deconstrucción del amor desde la revisión de los mitos del amor romántico». Nancy asegura que uno de los mitos más comunes es ese en el que alguien cambia por amor: «nosotras los vamos a cambiar porque nos aman mucho. Somos centro de rehabilitación de machistas».
Otro de los mitos más cotidianos es creer que solamente somos merecedoras del respeto de los hombres cuando somos objeto de su amor, de lo contrario es normal que nos maltraten. Sin embargo, el mito más peligroso que hemos cultivado hasta ahora es el del amor incondicional por parte de nosotras las mujeres: el sacrificio y la entrega total.
Lo más probable es que sí. Marcela Lagarde dice que los mitos juegan en contra de las relaciones reales y el resultado de ese conflicto es la frustración. «Mientras más fantaseamos, más grandes serán las desilusiones». Además, las fantasías muchas veces actúan como placebos que impiden que enfrentemos las relaciones reales y en muchos casos poner límites con el otro. «Como política amorosa, nos urge a las mujeres convocarnos a dejar de fantasear, convocarnos a la realidad. El patriarcado durará hasta que las mujeres lo sostengamos con nuestras fantasías» sentencia la autora.
Es decir, el primer territorio que debemos expropiarle al patriarcado es nuestra propia subjetividad, volver a apropiarnos de ella. ¿Cómo hacerlo? «No haciéndole juego a los mitos patriarcales que me hacen un daño terrible a mí y colectivamente se lo hacen a muchas mujeres», concluye Marcela.
Nadie ha dicho que la deconstrucción de una idea de amor que lleva siglos instalándose en nosotras sea fácil. «Es difícil, no podemos sacar al amor porque es un espacio prioritario y privilegiado. Lo mismo este concepto de cómo deben ser las relaciones interpersonales», afirma Alba. Pero el tercer paso en esta guía es identificar por qué nos afecta tanto no tener pareja sobre todo por estas fechas. «Para la mayoría de la gente, ese amor erótico, de pareja, es el que nos va a llevar a un lugar de felicidad. Para nosotras las mujeres, ese amor nos da reconocimiento social como adultas, como seres funcionales, deseables y nos venden la idea de que nos va a hacer sentir completas», explica.
Marcela en sus textos afirma que la experiencia del enamoramiento es «uno de los mitos más importantes del amor, y hacerlo eterno es una de las fantasías más recurrentes». De acuerdo con este argumento, enamorarse para las mujeres vendría siendo una fuente esencial de valoración social y personal. El problema es que ese enamoramiento puede abrir paso a una dependencia amorosa. Para combatirlo ella propone quitarle a la pareja esa carga de ser el espacio primordial para la realización de nuestras vidas.
Alba considera que una de las formas de deconstrucción es desjerarquizar el amor en pareja: «Voy a empezar a pensar en mis vínculos amistosos, sororos, con quienes comparto espacios de activismo, en mis familiares como puntos de apoyo, de cómo voy transformando esa red afectiva».
Todas las mujeres aquí mencionadas coinciden sobre todo en esto: es importante preguntarnos siempre si nuestras relaciones o vínculos están funcionando o si nos están haciendo daño y por qué. ¿Tal vez por que siguen un guión preestablecido de cómo deben ser las relaciones? De acuerdo con Alba, cuando identificamos esto deberíamos cuestionarnos: ¿por qué me duele este amor? «Tal vez porque promueve desigualdades en los roles de género, donde las mujeres reciben menos, se sacrifican más».
Suena simple pero es más complejo de lo que creemos: identifiquemos lo que no queremos y lo que sí queremos en nuestras relaciones «para saber qué aspectos de ellas quiero nutrir y alimentar».
Desde la otra orilla, Marcela da pistas sobre qué puede ser un amor que no hiera ni que parta de la desigualdad. Una de ellas es que no se guían por las mitologías que nos frustran. «Esos amores nada tienen que ver con los mitos ideales y mucho tienen que ver con los pactos terrenales. Tienen que ver, sobre todo, con la sabiduría para la vida, con la capacidad de elegir personas para amarlas y la capacidad de elegir personas que nos amen”.
Coral Herrera, escritora, investigadora y feminista española, ya ha dado pistas sobre la respuesta a la que apunta esta pregunta. En una entrevista a un medio español aseguró que las mujeres «estamos más educadas para entregarlo todo que para ser generosas».
Coral afirma que la autocrítica debe pasar por pensar si nuestros deseos nos hacen daño a nosotras o al resto: «Las mujeres lo damos todo y creemos que amar es sacrificarse, renunciar, entregarse y dejar de ser nosotras mismas». Es ahí donde la escritora advierte: «Hay que ser generosas, hay que compartir, pero no hay que darlo todo (…) Damos por hecho que al enamorarse hay que darlo todo».
Para Nancy es probable que el amor que practicamos nos haga daño porque se basa en una crianza del amor que apunta al impedimento de las mujeres: «El sistema intenta que sigamos siendo impúberes, no ciudadanas, siempre han intentado infantilizarnos porque hay una concepción de que somos emocionales, incapaces de comportarnos como adultas». Además de lo anterior, el sistema patriarcal le ha enseñado a los hombres que merecen una pareja con ciertas características: «Les ha inculcado que merecen una buena mujer: la callada, la que aguanta, la que soluciona sola sus problemas».
Asimismo Coral cree que los hombres pueden enamorarse, pero aman desde sus privilegios y esto no les permite generar una relación de compañerismo. «Los hombres tienen a su disposición a millones de mujeres dispuestas y disponibles para sufrir por amor, a soportar, a aguantar, a ceder, a dejarse manipular por una migajas de amor».
Sí, el amor que nos han enseñado, el mismo que celebra esta fecha, como ya han contestado las feministas citadas, promueve la desigualdad de género y por ende, la violencia. Marcela hace hincapié en que las desigualdades se inculcan a la hora de enseñar a amar, pues culturalmente es aceptado que un hombre tenga más acceso al estudio y trabajo porque debe ser el proveedor del hogar o que sea mayor en edad. «El colmo es que nos han enseñado a admirar en los hombres sus atributos machistas. La pregunta es ¿de qué nos estamos enamorando?», inquieta Marcela.
Coral nos anima a que dejemos de creer en consignas que nos han hecho materializar un amor violento. Por ejemplo: el amor todo lo puede. No. «El amor no transforma a las personas violentas en personas pacíficas, ni cura a la gente celosa, ni resiste vivo si ha soportado demasiado dolor durante demasiado tiempo. El amor no puede ser incondicional: si no hay respeto ni buen trato, no hay condiciones para el amor».
Otra de las frases que siempre oímos y que perpetúan la violencia es: del amor al odio hay un paso. Tampoco. «El odio no es consecuencia del amor: es falta de amor, es ansia de destrucción, es un monstruo grande que siembra dolor en nosotras y en quienes tenemos alrededor».
Lo más peligroso es cuando estas violencias promovidas por esa idea de amor escalan, pueden convertirse en muchas formas de violencia basada en género: violencia psicológica, simbólica, patrimonial, física y muchas veces puede terminar en feminicidio e incluso en un suicidio por parte del agresor.
Para muchxs puede leerse como exageración, pero no es así. Las violencias basadas en género son sistemáticas y generan y avanzan gracias a dispositivos establecidos como el del amor romántico. En nuestro artículo: ‘Feminicidio y suicidio: ¿Qué hay detrás de un feminicida que acaba con su propia vida?’, el psicólogo y director de la línea distrital de atención a hombres Calma, José manuel Hernández nos habló de cómo el feminicidio y el suicidio están encaminados en esa idea del amor romántico. «El personaje cree que la ama tanto que dice: ‘Si no es para mí, no es para nadie’ (…) Él se mata porque mató lo que más ‘amaba’».
Si el amor nos está haciendo daño, si es violento con nosotras mismas, con nuestras parejas, con las personas que decimos amar, hay que buscar alternativas. Alba, por ejemplo, considera que hay que replantearse todo: «Hay que alejarse de la idea del amor completamente, desde la palabra, pensar en otras palabras como cuidado recíproco, justicia, compañerismo. No podemos separar la idea de su significado contextual y cultural».
Para ella las alternativas son indispensables porque el problema no es solo del amor romántico, sino del amor en general. «Pensemos qué queremos y qué nos gusta desde ese lugar de autodeterminación, para empezar a construir espacios y lazos que nos sirvan», asegura Alba.
Para Nancy es importante diferenciar la autoestima del amor propio. La primera es un producto del sistema capitalista, que busca que estemos al máximo nivel de producción: «La autoestima carga de responsabilidad a la víctima: ‘Empodérate. Si te pegan, no importa, tú puedes contra eso'».
Igualmente aconseja desjerarquizar el amor en pareja en nuestros actos cotidianos: «Hay muchas prácticas cotidianas que se deben revisar: tener en la pantalla la foto del novio, tenerlo guardado como el amor de mi vida… Eso es recordarle todo el tiempo a mi cerebro que hay una persona más importante que yo. También esa necesidad de mostrar en las redes sociales nuestra relación como si fuera el logro más importante de nuestras vidas».
Nancy nos recuerda que la soledad no es sinónimo de no tener pareja y tampoco es un monstruo, ni una cosa espantosa. No es cierto que estemos completamente solas, siempre hay redes afectivas alrededor nuestro, el problema es que no les damos la misma importancia.
Finalmente, Marcela Lagarde tiene una serie de consejos que podríamos implementar como mantras para vivir el amor de una manera distinta y que pueden leer acá.
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