Holy Spider: Irán y la misoginia como ‘una misión de Dios’

¿Qué significa ser una mujer iraní en los 2000? ¿Qué tanto, o qué tan poco, ha cambiado la situación para las mujeres en Irán los últimos 20 años? ¿Cómo es ejercer la prostitución en un país musulmán? Este thriller persa oscuro y descarnado responde a varias preguntas llevando al cine un caso de la vida real. Misoginia, periodismo, política y religión en este nuevo filme de Ali Abbasi.

Una mujer a miles de kilómetros de aquí, en Mashhad, Irán, acuesta a su hija. Se termina de alistar y sale en la oscuridad de la noche. Es recogida por varios hombres en diferentes vehículos. Les pide ver el dinero antes de montarse, y después de un tiempo vuelve a su zona. Con las horas su pelo se esponja y su maquillaje se corre. Es una noche dura. Fuma un poco de opio en una esquina y luego se monta en la moto de un hombre canoso. Es la última vez que se le ve con vida por las calles de Mashhad.

‘Holy Spider’, la nueva película del director iraní-danés Ali Abbasi es un thriller pérsico violento y oscuro, que narra de manera descarnada y atemporal la cara más misógina de la sociedad iraní y cómo esta se refuerza a través del fanatismo religioso. La historia trata sobre una periodista iraní que viaja a Mashhad tras el caso de un asesino serial que está eliminando con sus propias manos a mujeres en situación de prostitución mientras la Policía mira para otro lado. 

Le película, grabada en Jordania, recrea una historia real ocurrida entre 2000 y 2001. Saaed Hanaei alcanzó a asesinar a 16 mujeres en Mashhad, una de las ciudades más santas para el mundo musulmán, antes de ser capturado, declarado culpable de los asesinatos y enviado a la horca.

La película pasa de ser un thriller de feminicidios a un despliegue fílmico de carácter sociopolítico cuando capturan al asesino, gracias a la labor de la periodista. Muy lejos de negar sus crímenes, Hanaei declaró orgulloso ante la justicia que estaba ‘limpiando’ a la ciudad de la perversión que veía en las calles, refiriéndose al trabajo sexual ejercido por sus víctimas. El asesino consideraba que estaba en una misión santa enviada por el Imán Reza, un descendiente de Mahoma. Su cuerpo descansa en Mashhad, en la mezquita más grande del mundo. “¡Estoy loco por Dios!”, grita Hanaei en una de las audiencias.

Aquí es donde empieza la maraña ética: en vez de repudiar los crímenes de Hanaei, los ciudadanos de Mashhad empiezan a apoyarlo. Su esposa y su hijo son quienes más lo respaldan y con orgullo repiten que lo que hizo su papá y esposo era lo correcto, ‘pero no tenía que jugar al héroe’, dice su esposa. Vecinos, conocidos y no tan conocidos empiezan a marchar en respaldo de lo que hizo, y el caso, de impacto nacional, empieza a ser una puja política para el país.

La gente quiere libre a Hanaei. Y el director Abbasi retrata esta voluntad como la de una sociedad que odia a las mujeres y que no ve ningún problema en disponer de sus vidas con tal de controlar sus cuerpos y sus decisiones. Al mismo tiempo, por las noches, los hombres que probablemente apoyan a Hanaei recogen a una de las mujeres que vende su cuerpo en alguna calle de Mashhad, una potencial víctima del ‘Killer Spider’. Así de hipócrita es la sociedad en la que aún vivimos. 

Y esa hipocresía, en la película, parece basarse en el fanatismo religioso islámico. La película nunca deja este aspecto de lado, y lo trata de maneras sutiles y directas. No es casualidad que el asesino ahorcara a sus víctimas con sus propias hiyab, ni que amenazaran a la periodista con la Policía de la Moral por no cubrirse el pelo, la misma razón que en la vida real llevó al asesinato de Jina Mahsa Amini en septiembre de 2022.

A pesar de que narra hechos que ocurrieron hace 20 años en Irán, la película es un reflejo fiel y vigente de lo que tienen que vivir las mujeres iraníes hoy, quienes se encuentran en un levantamiento nacional contra las autoridades de su país desde el asesinato de Amini. Para el director, el odio contra las mujeres que expresa su nación va más allá de la religión y la política: es una problemática cultural que continúa y que está siendo combatida por un sector de la población que se resiste a heredar el odio a las mujeres como parte de su identidad.

Sin embargo, es un camino largo. La misma actriz que interpreta a la periodista Rahimi en la película es un ejemplo de esto. Zar Amir-Ebrahimi, quien ganó el premio a mejor actriz en el Festival de Cannes, está condenada a 10 años de cárcel y 90 latigazos en su país, luego de que en la cima de su estrellato, en los años 2000, se filtrara un video íntimo de ella y su pareja. Su carrera quedó peor que acabada y tuvo que buscar refugio en Suecia. 

Ser mujer en Irán se sigue pareciendo a la situación que se vivió a inicios de los 2000 con el Spider Killer. En pleno 2022, esta película transmite ese mensaje mientras hace un intento por humanizar las vidas de 16 mujeres que murieron a manos de la misoginia disfrazada de religión, hace más de 20 años.

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