Se acaba marzo y en contraste a los recuerdos que nos dejó este #8M, nos queda la sospecha de que este mes sigue siendo el único donde nuestras luchas tienen tanto protagonismo. Luego de todo el trabajo que demanda ser una activista feminista en marzo: ¿Qué sigue el resto del año?
Foto por Alejandra Cleves
En MANIFIESTA sentimos que marzo duró como tres meses seguidos embutidos en uno. El recuerdo del cubrimiento de la marcha del #8M, cuando apenas iniciaba el mes, parece muy lejano. Han pasado muchas cosas desde entonces. Entre otras publicamos nuestro especial sobre #Endometriosis, intentando visibilizar una enfermedad uterina que no solo es ignorada por la sociedad sino por el sistema de salud colombiano.
También organizamos un evento junto a Hacedores Jóvenes para visibilizar a las mujeres artistas jóvenes del país, empezamos a trabajar un manual especializado para cubrir marchas feministas junto a otros medios de la región, organizamos conversatorios, nos ganamos un premio, y hemos estado muy pendientes, junto a otros medios feministas, del primer caso relacionado con violencia sexual y el ejercicio de la prensa siendo mujer que llega a la Corte Interamericana De Derechos Humanos. Ha sido un mes movido.
Cerramos marzo como dice Fajardo: cansadas, tristes, pero contentas. Sobre todo cansadas. Quizá muchas activistas feministas coincidan con nosotras en que las jornadas de trabajo adicional durante marzo se volvieron dobles, o para algunas triples: desde la organización de la marcha de este #8M, pasando por la participación en paneles, conversatorios, especiales en medios de comunicación, eventos virtuales y podcasts exponiendo puntos que repetimos cada marzo, porque son realidades que siguen sin cambiar para nosotras. Últimamente hay dos temas claves para señalar: la brecha laboral que no para de agravarse entre hombres y mujeres por la pandemia y la desigualdad, sumada a la problemática por feminicidios en el país, que nos tiene sometidas a un luto permanente.
Todo este trabajo gratis, todo este trabajo demandante del tiempo de muchas.
«¿Pero qué pasa el resto del año? ¿Qué pasa luego del desgaste y el trabajo y las jornadas extendidas producto de estar en el foco de la conversación durante un mes?»
El mes de la mujer trabajadora, un mes conmemorativo de los derechos de las mujeres, es uno donde todas las agendas se vuelcan a visibilizar las voces e iniciativas de mujeres. Entonces los grandes medios de comunicación hablan de periodismo con enfoque de género, o visibilizan iniciativas periodísticas ejecutadas por mujeres. Las campañas publicitarias también se vuelven extremadamente cuidadosas de tener una línea de comunicación sexista o machista que rodee sus productos, e incluso se asignó por primera vez en el Congreso un día de plenaria donde solo se discutieron y adelantaron proyectos de ley que estén avanzando en la defensa de los derechos de las mujeres en Colombia. Marzo se ha convertido desde hace varios años en el mes de las mujeres donde todo está dispuesto para nosotras.
Y eso es una alegría. Sí. ¿Pero qué pasa el resto del año? ¿Qué pasa luego del desgaste y el trabajo y las jornadas extendidas producto de estar en el foco de la conversación durante un mes?
Nos preguntamos varias cosas. ¿Los grandes medios de comunicación van a seguir considerando igual de importante repensarse el oficio periodístico desde una perspectiva antipatriarcal? ¿Las campañas de publicidad de diferentes agencias van a intentar evitar reforzar estereotipos de género durante el resto del año? Y qué va a pasar con lo que se está moviendo en el Congreso, ¿Cuántos días más en este año van a asignar para retomar solo proyectos de ley que impulsen los derechos de las mujeres en este país?
A veces ser una mujer feminista activista en marzo se siente como una labor que puede exigirnos más de lo que podemos dar. Y también se siente que esa exigencia de esfuerzo, y que ese aumento de atención finalmente no se va a traducir, en muchos casos, en incidencias tangibles para nuestras vidas. En contraste con el estremecimiento colectivo que nos genera volver a salir a las calles para marchar en el #8M, viene una desazón posterior de la desatención por parte de instituciones y algunos sectores de la sociedad a nuestras demandas.
Falta con darse una pasada por las noticias para ir viendo la evidencia de esto a medida que avanza marzo. Para la muestra un botón: un día antes del Día de la Visibilidad Trans, La Fiscalía archivó el caso de Alejandra Monocuco, una mujer trans víctima del conflicto armado que murió el año pasado en el barrio Santafé luego de una desatención evidente por parte de los servicios de salud distritales, y una demora por parte de otras instituciones del Distrito luego de su muerte.
Puede que después de marzo el centro de la agenda de medios, políticxs, campañas publicitarias y organizaciones de la sociedad civil ya no tenga los ojos puestos sobre las mujeres y nuestros derechos. Pero ese continuará siendo el eje central del activismo y las vidas de las feministas durante todo el año, y los que vengan. ¿Por qué no podemos esperar lo mismo del resto de la sociedad durante los otros meses que no son marzo?
Cada año el mes de la mujer se aleja de ese imaginario tradicional de las flores en la oficina, el mensaje incómodo y la canción de Arjona. Y eso está bien. Pero no podemos pasar de esa época tremebunda a un mes que se convierta en el momento del año del pinkwashing y en la temporada de mayor trabajo para las activistas feministas, donde se nos desgaste con la participación en acciones simbólicas que no se traduzcan en avances reales para nuestras luchas. Sobre todo, no podemos permitir que marzo sea el mes donde se concentre la atención en el avance por nuestros derechos, y luego ya no sea tan importante el resto de meses.
Nuestros derechos son igual de importantes todo el año. No darles la misma importancia antes y después de marzo es visto a todas luces como un retroceso.
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