Las contradicciones que habita Kamala Harris son un espacio para preguntarse sobre el devenir, y no hay respuestas simples. Valentina Calvache, desde Estados Unidos, reflexiona y celebra el triunfo de la nueva vicepresidente en esta columna de opinión, luego de resistir a cuatro años de fascismo.
La noche en que Kamala Harris fue elegida senadora del estado de California, Donald Trump también anunció que sería el presidente 45 de los Estados Unidos. En mi casa, este hecho, el de esta administración, fue el comienzo de cuatro años en los que la madre de mi compañero, Ferdows Ghanei, no ha podido ver a su hijo por la orden ejecutiva que Trump firmó y con la que prohibió unilateralmente la entrada de musulmanes. Una orden diseñada para ser la antesala de otras políticas que marcarían mi destino en este país. Esta orden fue diseñada por Steve Banon y Stephen Miller, autores también de la política de separación de familias que ha dejado 545 niños sin sus padres en los Estados Unidos.
El sábado 7 de Noviembre, el mismo compañero que no ha podido ver a su madre por esa misma orden ejecutiva, salió por la puerta de nuestro cuarto y me avisó lo que nunca pensé posible: Joe Biden habrá de ser el presidente de Estados Unidos y Kamala Harris habrá de ser su vicepresidenta.
No hay manera de mirar la carrera de Kamala Harris en la política estadounidense a través de una sola luz. Profetizando uno de los momentos más complejos de la política de Estados Unidos hasta hoy, el hecho de que Kamala Harris haya sido la primera mujer bi-racial (afroamericana y indio-americana) en ganar las oficinas de Fiscal General en San Francisco y Fiscal del Distrito de California (durante dos términos consecutivos), ha puesto una de las aristas más difíciles de comprender en el contexto actual de los movimientos sociales de Black Lives Matter y la reforma policial norteamericana, que busca esencialmente disminuir y eliminar la opresión de comunidades afroamericanas y latinas que históricamente han sufrido la persecución mortal de la policía. ¿Cómo Harris desde su posición racial, de género y clase, ha podido tener un ascenso en su carrera sino a través de la negociación de las mismas cosas que la hacen ser quién es? ¿Cómo entendemos bajo nuestros propios términos sistémicos esta negociación?
Discurso de Kamala Harris luego de su triunfo como vicepresidenta.
El deber de honrar nuestra agencia como mujeres y como sujetos políticos, sociales, económicos, y culturales, evita hacer una concesión con nuestro pasado profesional, que para los fines de esta pieza habrá que ser nombrado. Empezaré por los hechos en la carrera de Kamala Harris que han producido más conflicto: en sus días como Fiscal General de San Francisco, Kamala Harris da la orden a sus subordinados de no investigar casos que tengan que ver con caracterización racial, casos de sujetos racializados que si fueran caucásicos no serían procesados.
Los casos de mala conducta policial —término que define legalmente la brutalidad policial contra la población civil— siguieron creciendo hasta el 2011 donde Kamala Harris se convierte en Fiscal ante el Distrito de California, un estado en donde la cifra de muertes a manos de la policía es la más alta en el país. Bajo su mandato ocurrieron 18 muertes, entre ellas la de Mario Woods, que bajo la influencia de drogas y sosteniendo un cuchillo, fue víctima de 46 rondas de disparos de la policía de California, 21 de ellos atravesaron su cuerpo. Ante esto, Kamala Harris siguió sosteniendo un tono común: no es mi trabajo procesar a estos policías. Protestas surgieron en su casa en Oakland, su ciudad natal, mayoritariamente afroamericana. En las pancartas se leía: “Demándale a la Fiscal del Distrito Kamala Harris que su trabajo es procesar policías asesinos. ¡Es su trabajo!”. Desde 2011 hasta 2014 la gente le pidió a Harris hacer su trabajo e investigar muertes bajo el mando policial. Ella se negó a hacerlo, excepto bajo extremas circunstancias, nuevamente aludiendo a que no era exactamente su trabajo.
La contradicción ha sido perseguida por la argumentación desde siempre, pensándola como una debilidad discursiva, sin embargo, pensar que no habitamos la contradicción todos los días, sería ingenuo.
La carrera en la rama judicial de Harris habita una contradicción que no será olvidada: Mientras en su libro “Smart on Crime” en 2009, ella escribe que: “virtualmente todos los ciudadanos obedientes de la ley se sienten más seguros cuando ven policías a su alrededor”, en 2020, tras el asesinato de George Floyd por parte de la policía de Minneapolis, ella declara en el New York Times que: “Es el tipo de pensamiento status-quo creer que poner más miembros de la policía en las calles crea más seguridad. Es incorrecto. Es simplemente incorrecto.”
Constantemente me pregunto acerca del papel de la contradicción en la vida política contemporánea. La contradicción ha sido perseguida por la argumentación desde siempre, pensándola como una debilidad discursiva, sin embargo, pensar que no habitamos la contradicción todos los días, sería ingenuo. Y aunque la carrera judicial de Kamala Harris pese, y aunque sus acciones, como ella misma lo acepta, no fueron suficientes, finalmente me animo a pensar que no es una contradicción si entre una conclusión y otra han pasado años. Y esto lejos de exculpar a alguien, es simplemente la naturaleza del tiempo: un sujeto no puede, y es más, no debería ser juzgado por simplemente devenir.
Ahora, para complicar y sacudirnos el cerebro, durante su tiempo como Fiscal General y Fiscal ante el Distrito, Kamala también logró políticas de bienestar: en esta época defendió su derecho a oponerse a la pena de muerte, inclusive cuando la presión policial así se lo exigía. Como en el caso de 2004, cuando un joven de 21 años mató a un policía.
En otras instancias, Kamala Harris se concentró en desarrollar políticas para rescatar las carreras de jóvenes que fueron condenados por delitos menores, como posesión de drogas —un requisito para tener un trabajo en California es la verificación de antecedentes criminales—impulsando una agenda que determinaría la política de “three strikes” en la cual sujetos que no han cometido delitos violentos pueden acceder a su programa “Back on Track” para obtener habilidades para ser empleados y no volver a reincidir criminalmente. Durante estas medidas, la tasa de reincidencia bajó del 54% al 10%.
En el acto de una supuesta contradicción en las creencias de Kamala Harris, encuentro un acto radical de humanización, porque su vida pública ha sido testigo factual del paso del tiempo.
Contra otras instancias judiciales y electorales, Kamala Harris se opuso a medidas “anti gay” en California, las cuales perpetuaban el hecho de ser queer y tener que morir por esa caracterización. Bajo su mandato, cada policía tuvo que colgarse al uniforme una cámara que grabe todo el tiempo lo que ocurre mientras ejerce su oficio. Bajo su mandato también, la policía tuvo que aprender un curso sobre prejuicios raciales y las mujeres pudieron acceder de manera fácil y rápida a los llamados ‘kits de violación’, pruebas que determinan si una persona fue accedida carnalmente, por lo cual su periodo de mandato fue premiado.
En su trabajo como Fiscal ante el distrito, creó la primera Unidad de Justicia Ambiental y también demandó a compañías como BP, Exxon Mobil, Chevron, etc, por su papel ante desastres ambientales. Como senadora durante el gobierno Trump, ha sido defensora de la salud gratuita para todos los ciudadanos, los derechos de los y las trabajadoras domésticas, ayudar a los inmigrantes musulmanes a conseguir asistencia legal, disminuir la brecha racial de muerte fetal entre comunidades afroamericanas, entre otros.
Es un honor reflexionar sobre las contradicciones que habita Kamala Harris. En el acto de una supuesta contradicción en las creencias de Kamala Harris, encuentro un acto radical de humanización, porque su vida pública ha sido testigo factual del paso del tiempo.
La labor creativa de imaginar una solución al eterno problema de ser número dos, un sistema algorítmico inherente al género femenino. A veces me pregunto qué haríamos si no tuviéramos que ingeniárnoslas todo el tiempo para engañar al sistema, la búsqueda de una respuesta que desgasta energéticamente, pero que, como todo sistema, se puede malear. La pregunta es entonces, ¿para qué?
Una cosa importante a revelar en la biografía de Kamala Harris: sus dos padres fueron inmigrantes académicos. En los Estados Unidos de Donald Trump, donde los inmigrantes han sido tildados de violadores, narcotraficantes, y supuestamente mantenidos bajo la ayuda social estatal, se descarga en contraste el Estados Unidos donde académicos, desde Einstein hasta Valeria Luiselli han encontrado un lugar desde el que atender su llamado. Hay un estereotipo, importante y profundamente marcado de los inmigrantes latinos en Estados Unidos: todos son ilegales para fines políticos, todos son menos que ciudadanos. Sin embargo, hay números extensivos de intelectuales y científicos de latinos que también habitan los Estados Unidos y que su labor ha sido seminal intelectualmente en este país.
Si hay que hablar de representación y data, también hay que hablar de los latinos e inmigrantes que vienen a Estados Unidos a ensanchar sus experticias. Ese tal monolito acerca de la migración Latinoamericana exclusivamente generada desde la periferia en trabajos de servicio, se enfrenta a la historia de vida de Kamala y la contribución que ha hecho su madre como investigadora del cáncer de seno, que hizo posible la recuperación de mi madre, sobreviviente de esta enfermedad.
Enunciar un futuro, sea propio o común, requiere articularlo, y muchas veces, las mujeres racializadas (o no) carecemos de los elementos necesarios para establecer lo que puede ser posible.
El legado de Kamala Harris será entonces una acción: observar los prejuicios que sólo son propios en la intersección entre dos o más identidades. Kamala no puede ser femenina porque disminuiría su capacidad de mostrar liderazgo, pero tampoco masculina, porque entonces parecería desagradable, algo que nunca nadie le ha perdonado a ninguna mujer.
Al caer en análisis que no se autocritican a sí mismos sobre Kamala “la polícia”, ¿cómo separar estos prejuicios —muchas veces inconscientes— de su origen misógino y racista? ¿Cómo comprobar que como sujetos enunciadores de esas narrativas somos entonces la excepción? ¿Cómo negociar en los feminismos el hecho de que participemos en una narrativa que sobreexige a los cuerpos racializados defender su origen, su percepción externa, y sus más íntimas intenciones? Cuándo decimos que Kamala no es suficiente, ¿a qué mecanismos estamos adhiriéndonos? ¿Cómo operan estos mecanismos de excepcionalidad?
Enunciar un futuro, sea propio o común, requiere articularlo, y muchas veces, las mujeres racializadas (o no) carecemos de los elementos necesarios para establecer lo que puede ser posible. Al ver a Kamala convertida en vicepresidenta de los Estados Unidos, el enunciado es claro: las posibilidades entonces se convierten en raíz: ahora que hay una vicepresidenta bi-racial, hija de inmigrantes, elegida popularmente, las posibilidades se multiplican desde esa semilla, así como la semilla que usó Kamala Harris para imaginar la posibilidad de su futuro se gestó desde 1971, cuando Shirley Chisholm hizo la primera campaña presidencial como mujer negra. De alguna manera u otra, la manera en que enunciaremos nuestros futuros como mujeres, será atravesada por la herramienta literal, tangible, de este hecho histórico.
Otro hecho tangible es que un peso que la policía tiene en Estados Unidos, una tangibilidad que no tiene comparación y que, incuestionablemente, ha caído sobre los hombros de comunidades negras, latinas, y en general de inmigrantes. Y estamos en medio del proceso de cuestionar ese peso. La reforma a la policía obedece más a límites federales que estatales y tuvo que ganar tracción social en un país tan masivamente grande como es Estados Unidos, con más de 300 millones de habitantes,en contraste con los 49 millones de habitantes de un país como Colombia.
La Senadora Alexandria Ocasio Cortez, dice: “Soy optimista, porque el cinismo es un arma.”
En mi corazón guardo un profundo respeto por la acción de celebrar. Celebrar, a mi modo de ver, es enteramente feminista porque esencialmente no corresponde a la naturaleza productiva del capitalismo. Es simplemente un acto de reconocimiento, por nuestros actos, por nuestra historia. No hay que ensombrecer el hecho de que una hija de inmigrantes haya sido convocada en una de las oficinas más importantes en Estados Unidos. Si hay algo que celebrar, no es el hecho de que Kamala Harris haya sido elegida como vicepresidenta de este país, sino el hecho de que podamos formular ese enunciado. Lo que vendrá después depende de nosotras, depende de la semilla que podemos atestiguar y sobre la que podemos imaginar.
No hay respuestas simples. Imaginar un futuro juntas es el camino que puedo ver desde hoy, desde cualquier sistema. Cocrear es un deber, es el derecho que hemos cautivado, frente a frente, derecho tras derecho. Cocrear a partir de un hecho, el hecho de que, como mujeres, hayamos derrotado al fascismo que es simple de ver: el fascismo que nos impide amar a los que más amamos, a nuestras familias, a nuestra mamá.
*Lecturas adicionales: Our Women on the Ground: Essays by arab women reporting from the arab world, por Zahra Hankir.
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