La mujer que soy: Britney Spears cuenta su verdad

En su libro de memorias, ‘La mujer que soy’, Britney Spears invita no solo a conocer su historia, sino también a navegar sus emociones y ser testigxs de cómo ha recobrado su fuerza. En esta reseña, Lilo Peñuela nos cuenta sus impresiones del libro que ya ha vendido más de 1 millón de copias en Estados Unidos.

El pasado 24 de octubre, Britney Spears lanzó su libro La mujer que soy, dando a conocer su historia tras 13 años de tutela y 20 de haberse quedado callada ante lo vivido. En abril de 2019, gracias al mensaje de voz que dejó un asistente legal de Britney a la línea del podcast Britney’s Gram, se supo que esta había sido retenida contra su voluntad en un centro de rehabilitación cuando llevaba once años en el conservatorship instaurado desde el 2008. Esta no era la primera vez. 

En cuestión de semanas, sus fans estaban protestando en las calles con un logo rosado con letras blancas que decía #FreeBritney, el eslogan de un movimiento global que exigía la liberación de la artista. Dos años después, en 2021, fue la primera vez que Britney pudo hablar en la Corte sobre su tutela, cuando pidió dirigirse a la jueza Brenda Penny en una audiencia virtual. Al poco tiempo terminó su tutela. Desde entonces, la artista no ha querido dar entrevistas sobre su vida. Solo hemos escuchado su voz en pequeños videos de Instagram agradeciendo el apoyo de sus fans, mientras los medios han cubierto sobre su matrimonio y separación con Sam Asghari, su embarazo y pérdida, y otros episodios relevantes de su vida. 

Por primera vez, tras liberarse de la tutela y todo el abuso y trauma vivido, Britney quiso hablar a su manera a través de La mujer que soy o The woman in me en inglés, un libro que cuenta en voz propia sus memorias desde que era niña hasta su presente más reciente. Pero contrario a lo que el público esperaría, pienso que esta publicación no es la historia de una víctima, sino de una sobreviviente de situaciones que vivió en un contexto machista, capacitista y violento.

Y aunque Britney cuenta pasajes de su vida que ocurrieron en los noventas y los dos mil, estos bien podrían ser escenarios o comportamientos actuales, de nuestra sociedad actual, hacia la libertad y la diferencia, algo que Britney encarnó desde los inicios de su carrera. Aunque la artista nos enamoró a millones de fans, otras personas la odiaron, desde su familia hasta desconocidos, e hicieron que perdiera su autonomía por muchos años.

Superar el trauma generacional

La familia es quizá la primera institución que marca nuestras vidas desde que nacemos hasta el final. ¿Cuántas cosas no hemos hecho o dejado pasar porque “primero la familia”? Britney no solo no es la excepción, sino que gran parte de la razón para que haya terminado en esa tutela tuvo que ver con su familia, empezando por su padre, Jamie Spears, y sus formas abusivas.

Britney cuenta en su libro que la tragedia es algo de familia; su abuela Emma Jean Spears, con quien compartía segundo nombre, perdió un hijo de tres días de nacido. Esto desencadenó un duelo que la llevó a suicidarse con una escopeta en la tumba de su hijo ocho años después. Además, su esposo June, el abuelo de Britney, fue abusivo con ella y en 1966 la internó en un asilo donde la medicaron con litio. Algo que Jamie hizo también con su hija años después.

La mamá de Britney, Lynne, siempre la acompañó a audiciones y en los inicios de su carrera en el Mickey Mouse Club. Jamie no estuvo presente durante la vida de Britney sino hasta 2008, cuando hizo parte de la tutela la cual, denuncia Britney en su libro, fue algo planeado entre su padre y Lou Taylor, CEO de Tri-Star Sports & Entertainment Group. Un plan que al parecer conocía su madre. “Tri-Star incluso planeaba ser mi co-tutor”, denuncia la artista en su libro, quien cuenta que su padre en ese entonces tenía una deuda de 40,000 dólares con Taylor. 

Desde ese entonces, y hasta que se supo la verdad sobre la tutela, Jamie fue el que “salvó” a Britney y tomó las riendas de su carrera y su vida personal. Desde decisiones de negocios, hasta sus elecciones más íntimas y personales, como su dieta y sus novios, Jamie intervenía en todo. Britney cuenta que para comer algo diferente a pechuga de pollo con vegetales de lata tenía que pedir permiso. No podía comer helados o papas a la francesa pues su papá le decía que estaba gorda y que tenía que adelgazar. Todo esto representó un abuso contra su libertad y autonomía, pues no podía hacer nada sin el aval de Robyn Greenhill, la asistente que contrató Jamie, amiga de Lou Taylor, que vigilaba cada uno de sus movimientos. Y quien además le daba los medicamentos que la obligaban a tomar sin que ella supiera qué contenían. 

Por otro lado, aunque la pantalla mostraba lo ‘unidas’ que eran Britney y su mamá, la realidad era distinta. Cuando Britney alcanzó el éxito, le compró una mansión a Lynne. Por entonces, Britney había terminado Justin Timberlake, y Lynne se había divorciado de Jamie. Pero años después, cuando este tomó poder sobre la vida de la artista, Lynne lo acompañó y apoyó en la Corte. Su propia madre estuvo más involucrada en la tutela de lo que se pensaría. De hecho, cuenta Britney, ella fue la que orquestó la intervención del código 5150 –bajo el cual una persona con crisis de salud mental puede ser retenida sin su consentimiento según la Ley de California– momento en el que el SWAT llegó a su casa en la playa y se la llevaron en una ambulancia. 

Su relación con su hermana Jamie Lynn no fue diferente, de hecho ha sido muy dolorosa. Britney la describe como una ‘niña malcriada’ y se sintió traicionada varias veces por ella. Sobre todo cuando le dijo que no luchara contra la tutela, que no había nada que hacer. 

La estrella del pop se dio cuenta de que, aunque hiciera todo lo posible, nada iba a cambiar con su familia y finalmente rompió con el trauma generacional: hizo las paces con esta, reconciliándose con el hecho de no volver a hablarles. La última vez que la internaron se dio cuenta de que si estaba medicada y muriéndose en un centro, a su familia no le iba a importar.

La relación con Justin no era un cuento de hadas…

Por muchos años, Justin Timberlake le hizo creer al mundo que la razón por la que se había terminado su relación con Britney era una infidelidad por parte de ella. Los rumores apuntaban a que Britney le habría sido infiel al cantante con el ex coreógrafo Wade Robson. En el libro, Britney aclara que, si bien le fue infiel a Justin con Wade, la historia real no fue como él nos la hizo creer. La cantante acepta que estaba tan enamorada de Justin que sabía de las infidelidades de este con otras mujeres y hacía como si nada.

Pero eso no es lo peor de la historia. A finales del 2000, cuando Britney estaba en la cúspide de su carrera, quedó embarazada de Justin. Para ella no fue ningún problema. Quería ser mamá y se imaginaba teniendo una familia con él, aunque no tan pronto. Al final, Justin la convenció de abortar en casa con pastillas, pues no quería que nadie se enterara. Britney describe esa experiencia como una de las más dolorosas de su vida. Mientras se retorcía en el suelo del baño y abrazaba el inodoro, Justin pensó que lo mejor que podía hacer era tocar la guitarra, cual escena de la película Barbie, en la que el inútil de Ken le da serenata. 

Este suceso le dio otra claridad a la obra artística de Britney. Por ejemplo, siempre habíamos pensado que Everytime, la primera canción que compuso, era una balada de perdón para Justin por la infidelidad con Wade, que tan solo fue un beso en una discoteca de salsa. Pero con esta información, y volviendo a analizar la letra y el video, resulta que Britney se la dedicó a ese hijo posible que abortó, una decisión motivada más por Justin que por su voluntad, como asegura en el libro.

En este dice que debió haber previsto la ruptura de su relación tras el aborto. Durante la grabación de su primer álbum como solista, Justified, Justin estuvo distante de la cantante y la usó como “munición” para su disco. El cantante pop terminó la relación vía mensaje de texto, mientras Britney grababa su video musical del remix de Overprotected con Darkchild. La cantante quedó devastada y se devolvió a Kentwood, Louisiana, su ciudad natal. Hasta allá llegó Justin con una carta enmarcada en la que decía “No puedo respirar sin ti”.

Meses después, Justin sacó el ahora infame video de Cry me a river, que fue la base de la carrera mediática contra  Britney, a quien Justin tildó en medios de infiel, ‘mala mujer’ y más cosas que acabaron con su reputación. Como cuando fue al programa 20/20 con Barbara Walters y eligió cantar una canción llamada Horrible Woman, o las veces que avergonzó a Britney en modo de ‘chiste’ en premiaciones o Saturday Night Live. No fue sino hasta 20 años después que Britney pudo contar cómo la narrativa sobre la cual Justin construyó su carrera fue una mentira que fundó el odio de los medios y la opinión pública contra ella.

El amor de madre

Tras la ruptura con Justin, Britney tuvo una aventura de dos semanas con el actor Colin Farrell. Pero no fue sino hasta que conoció a Kevin Federline, que volvió a sentir que alguien la abrazaba de verdad y que era algo más que lujuria, era íntimo. Britney se casó con Kevin en septiembre de 2004 y aprendió a decir “no”, cuando despidió a sus managers y empezó a tomar decisiones para ella, pues iba a empezar una familia. Britney amaba estar embarazada, pero después de cada parto, cuenta, tenía que mirar por la ventana y contar cuántos paparazzi había en el parqueadero. Cada vez que salían en familia debían cubrirles la cara con cobijas a sus bebés porque las fotos de estos tenían un precio muy alto. Pero en la intimidad del hogar era diferente. Britney describe su casa como algo increíble, una casa de ensueño. 

Aunque era feliz siendo mamá de Sean Preston y Jayden James, estaba teniendo síntomas de depresión postparto. Y no mucho después, Kevin empezó a ser distante y a no querer verla ni a los bebés. Mientras tanto, la artista tenía que lidiar con los paparazzi, que no la dejaban en paz.

El imaginario popular que se tiene de esa época es que la artista tuvo una “crisis” entre 2006 y 2008. Y sí, en realidad estaba pasando por un momento que han vivido muchas mujeres: los retos de la maternidad, un divorcio y depresión postparto. ¿La diferencia? Cientos de fotógrafos detrás de ella a diario buscando algo que la hiciera quedar mal. A esto se le sumó la imagen de “fiestera” moldeada por la prensa porque Britney estaba saliendo con Paris Hilton. 

Hoy sabemos que su familia aprovechó este momento tan difícil para instaurar la tutela. En el libro, la cantante cuenta que a pesar de no querer que su padre, un hombre con problemas de consumo de alcohol, abusivo y ausente en su crianza, fuera su tutor, lo aceptó para poder ver a sus hijos.

El libro de memorias de Britney no es el primero entre celebridades; es muy común que después de muchos años de carrera, los famosos saquen sus memorias y que estas sean de los libros más vendidos de no ficción. Sin embargo, La mujer que soy es diferente, no solo porque nos enteramos de cosas que no sabíamos, sino por la forma en la que Britney invita a navegar sus propias emociones a lo largo del relato. Sí, existe en ella la rabia legítima por todo lo que le sucedió a lo largo de su vida, pero el final es como un abrazo sanador que nos lleva a entender que Britney por fin recobró su fuerza. La artista nos enseña que para sanar debemos contar nuestra verdad, navegar las emociones, sentir el dolor y soltar. 

Nunca es tarde para contar nuestra historia, gestionar las emociones y sanar los traumas que la sociedad nos ha hecho tragar.

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