¿En qué se parecen la sororidad y el espíritu popular de las hinchadas? ¿Podemos hablar de barrismo feminista en Colombia? Estas preguntas surgen en el marco de #LaPelotaFeminista, un especial periodístico colaborativo entre MANIFIESTA, Mutante, Morada Noticias y Colombia Informa para visibilizar la fuerza móvil e irreverente de las mujeres en el fútbol.
Existen en el mundo grupos de gente que parecen cantar porque sí, gritar porque sí, tatuarse la piel con un escudo porque sí, rayar trozos de tela con pintura en aerosol porque sí. Pasarse un fin de semana picando bultos de papel periódico para que se esfumen en el aire en un instante, luego del pitazo inicial de un partido de fútbol. En algunas ocasiones hasta matarse. Porque sí.
Se llaman barras populares y, como toda organización social, les une un sentido de pertenencia ferviente a algo. En este caso es el fútbol. O más bien, un equipo de fútbol. De esta manera, establecen códigos de comportamiento que los diferencian de otrxs espectadores, o de otrxs hinchas.
Esa pertenencia, algunas veces, termina asociada a alteraciones del orden público. A mediados de los años ochenta y principios de los noventa, las barras populares en Colombia desarrollaron facciones que se denominan hasta hoy ‘barras bravas’, y que siguen siendo protagonistas en los medios de comunicación. Estas barras importaron códigos específicos de fenómenos barristas como los argentinos, que presionaban a los jugadores y los directivos de sus equipos con insultos y hostigamiento y el ‘robo de trapos’, como le llaman a la bandera que se cuelga en las barandas de la tribuna, una dinámica que genera enfrentamientos muy violentos entre estas barras.
Las barras bravas en Colombia se destacan más por su accionar fuera de las canchas: confrontaciones violentas con otros equipos, robos y asesinatos entre hinchas de estas barras. Muchos barristas han sido judicializados por distintos crímenes y solo 12 horas antes de la redacción de este artículo, seguidores de Santa Fe atacaron el funeral de un hincha de Millonarios en el sur de Bogotá, quien murió en un accidente de tránsito.
La dura pelea entre barristas de Santa Fe con hinchas de Millonarios durante una velación https://t.co/3cGhlGGcPl
— Revista Semana (@RevistaSemana) March 26, 2021
La asociación histórica y continental del barrismo con la violencia física y simbólica genera que se conciba a los hinchas como inadaptados y vándalos. “Son sujetos adaptados a lo que se espera de ellos: una cultura futbolística que es precisamente machista, homofóbica, misógina, que rinde culto y se organiza en torno a la violencia”. Esta es una frase de Pablo Alabarces que nos citaron las chicas del colectivo del colectivo La Popular Feminista CISF al preguntarles: ¿Qué es una barra?
Este es un grupo de mujeres hinchas del Club Independiente Santa Fe que a mediados de 2019 empezó a buscar un espacio seguro para las mujeres en el estadio, en los viajes a ver a su equipo en otras ciudades, en las visitas a otras canchas. “Nos dimos cuenta de que quizás los feminismos nos podían dar algunas de esas respuestas de cómo construir ese espacio seguro,(…) justamente producto de ese mismo amor que concentramos, eso que nos une a todas: el amor por Santa Fe”, afirman ellas, quienes describen que ese amor significa voluntades, disposición, compañía, paciencia, empatía, comprensión, iniciativa… aguante.
Y dentro de ese aguante, uno adicional: el que va contra el machismo en el fútbol colombiano.

“Una sociedad a escala que se encuentra semanalmente en una tribuna y genera una parte fundamental de cada una de las personas que la integran”, define Juliana Toro, fundadora de Fortineras Once Caldas, que es, probablemente, la barra de mujeres con postura feminista más antigua de Colombia. “La barra es un encuentro que se convierte en una forma de vida, en un mecanismo imprescindible para las personas que se colectivizan”.
Fortineras nació hace 16 años en el corazón de Holocausto Norte, la barra popular del equipo de fútbol manizaleño. Allí se reunían muchas mujeres que cantaban, gritaban, pintaban, picaban papel y viajaban para ver al Once Caldas en otros estadios, pero no tenían ni voz ni voto. En medio de canciones sexistas y posturas menospreciadas, varias mujeres incubaron la idea de organizarse dentro de la barra.
Holocausto Norte, como otras barras populares de Colombia, tiene organizaciones internas que tienen su propio nombre, su propia postura y su propio ‘trapo’. “Nos dijeron que no teníamos la fuerza y el aguante para permanecer, para viajar, para cuidar un trapo. Y nosotras insistimos con argumentos”, cuenta Juliana.
Fortineras tuvo el periodo de prueba reglamentario de seis meses, donde quienes lideran Holocausto Norte les exigieron estar firmes: asistir a todos los partidos, viajar a otros estadios del país..Finalmente, en 2006, les dieron el aval y su trapo se ganó un espacio en una baranda del estadio Palogrande.

Tanto Juliana Toro como las integrantes de La Popular Feminista CISF creen que sería más fácil armar un grupo aparte, pero saben que la lucha tiene que darse en la tribuna. “Se pueden construir nuevas lógicas desde la barra, así como las luchas feministas se dan por años, en las barras es igual”, explica Juliana. “Habrá unas que lo incluyan y otras que se aferren a su estructura tradicional patriarcal, pero no son incompatibles, porque la colectividad puede llevar a nuevos entendimientos”.
Pero como pasa con el disenso en los feminismos, no todas las mujeres hinchas comparten esa postura. Ese es el caso de Myriam Andrea Ordóñez Pinzón, representante de Colectivo Fútbola- Fútbol, mujeres, conciencia y sociedad, de mujeres hinchas de Millonarios, quien asegura que “las barras colombianas son totalmente incompatibles con una postura feminista del fútbol, debido a que, históricamente, son escenarios colectivos dirigidos siempre desde una mirada masculina donde se reproducen prácticas patriarcales”. Por eso considera necesario generar transformaciones dentro de ellas, «pues las barras también son un escenario de lucha para todas aquellas que nos reivindicamos feministas e insistimos en desarrollar acciones desde nuestras mirada de mujeres hinchas”
Myriam y sus amigas se convirtieron en Fútbola para concientizar a las mujeres del entorno en el que estaban, de las necesidades que tenían como mujeres, y para unirse en oposición a todo tipo de violencia contra las mujeres en entornos futboleros. “Tenemos una gran pretensión de incidir políticamente en los distintos escenarios donde se toman decisiones en relación al fútbol”, declara ella.

Este tipo de iniciativas fue gestando durante la pandemia la idea de una Coordinadora Futbolera Feminista de Colombia: un espacio donde colectivos, parches, o incluso aquellas se autodenominan barras feministas, construyan agendas, propósitos comunes y se articulen en acciones para visibilizar una lucha que sostienen desde hace años las mujeres amantes del fútbol que se resisten a apartarse de su pasión por un entorno tradicionalmente machista y excluyente con ellas.
Esta Coordinadora también está integrada por árbitras y jugadoras profesionales. Desde allí, las hinchas feministas alzan su voz ante las causas que consideran justas, como la exigencia de un torneo femenino de fútbol profesional colombiano más extenso y condiciones laborales dignas para las futbolistas por parte de los clubes durante todo el año.
Tribuna, machista, tu hinchada es feminista
Una de las declaraciones más sonadas de la hinchada de un equipo hacia su rival es que este no va al frente y juega como “equipo chico”. Las hinchadas feministas podrían ser vistas hoy como eso: un equipo chico que crece cada domingo en las tribunas de Colombia y que sin duda, se propusieron ir al frente contra las prácticas machistas de la hinchada a la que pertenecen.
“Creemos que hay reticencia o rechazo desde ese desconocimiento de qué es el feminismo, de lo que hacemos como La Popular, pero eso se transforma cuando la gente y particularmente las mujeres conocen más de cerca cómo trabajamos entre nosotras”, dicen las integrantes de La Popular Feminista CISF.
La postura de esta colectiva del Independiente Santa Fe es clara: hacer feminista el sentido común. Desarraigar las ideas misóginas y homofóbicas que se expresan hasta en los cantos, y no caer en esos discursos de “ponernos entre nosotras como enemigas porque somos o no somos feministas”, describen ellas. “Creemos que nos ven con el rechazo propio de quienes se sienten amenazados, incómodos en medio de su propio machismo y ahí no tenemos nada que decir”.

Pero Valentina Ramírez Giraldo, integrante de la barra popular Lobo Sur del Deportivo Pereira, opina que solo se necesita ser mujer -y no tanto feminista- para ser señalada. “Cuando decidimos empezar la juntanza para crear el colectivo, muchos se aterraron, algunos montando cizaña para que el conflicto continuara”, cuenta ella. Valentina fue una de las fundadoras de Viva la mujer que alienta, viva la mujer pereirana, un colectivo de hinchas feministas compuesto por dos grupos de mujeres de la barra Lobo Sur: Aurirrojas y Rojiamarillas.
Este colectivo surgió en un ‘proceso de paz’ hace seis años. Aurirrojas y Rojiamarillas tuvieron una rivalidad ‘casada’ y violenta durante cinco años, “también por esa construcción machista con la que una nace de tener que competir contra otra chica, de ser más linda, ser mejor…”, argumenta Valentina. “Nos hemos ido deconstruyendo y hemos logrado poner en alto el nombre del colectivo, unirnos mucho y conseguir cosas que ni siquiera los chicos han logrado, en temas de unión y en proyectos”.
Para ayudar a solucionar la pelea, Valentina organizó una actividad: un círculo de lunas para las mujeres de ambos grupos. Se reunieron una noche y cada una llevó algo para compartir: comida, poemas, flores. Meditaron juntas, esparcieron aromas a su alrededor y cada una expresó perdón hacia sí misma y hacia las demás, por lo que habían hecho en el pasado y pensaron en cosas más importantes: ¿qué querían como mujeres dentro de la tribuna?
En ese espacio surgió Viva la mujer que alienta, viva la mujer pereirana, que cada año conmemora el mes de la mujer y la mujer futbolera, reivindica el espacio dentro de una tribuna que ha sido machista y sexista con ellas, y propicia un espacio de encuentro para todas las hinchas del Deportivo Pereira.

Este intento de transformación también lo están impulsando las integrantes de Sororidad Roja, un colectivo del Deportivo Independiente Medellín que inició hace un año y medio con chicas recién egresadas de su carrera universitaria, que pensaron en otros escenarios de incidencia, de discusión, de reivindicación. Con esto en mente se reunieron varias mujeres hinchas del ‘Poderoso’.
“Tuvimos una invitación por parte de un integrante de la Rexixtenxia -la barra popular más grande del equipo paisa- a formar parte de una coyuntura de barras del DIM para hablar sobre la actualidad del club”, cuenta Mafe, como la llaman sus parceras de cancha, quien, como tantas, se sorprendió de que las invitaran, pues era un reconocimiento directo de barra a barra.
“Pero por otro lado, en las mismas reuniones que tuvimos, nos enteramos también de que no nos consideraban como una barra por ser una colectividad totalmente de mujeres”. Ese día le dijeron a Sororidad Roja que eran ‘un montón de viejas detrás de una idea, porque ni siquiera saben de fútbol’. “Este tipo de cosas a las que todas estamos acostumbradas a escuchar, pero que hay que hacerles frente”, asegura Mafe.

Pero el grupo se mantuvo firme, también denunciando cosas inaceptables al interior del equipo que siguen con fervor. “Nosotras sacamos una campaña en contra de la vinculación del técnico actual del Medellín -Hernán Darío Gómez- porque tuvo una denuncia de violencia de género”, cuenta Mafe. “Como mujeres feministas hinchas de Medellín decidimos expresar nuestros sentires, decir que no estábamos conformes con ello, que nos parecía una falta de respeto”.
Dentro de esta misma barra popular existe un grupo, Rexixtenxia social, que busca resarcir el daño que la cultura barrista ha dejado en la ciudad con sus antecedentes violentos. Gracias a algunas de sus integrantes se creó, en medio de la pandemia, un colectivo llamado Tribuna Feminista DIM, que se desmarca de cualquier barra popular, para denunciar procesos que están vetados para las mujeres.
“Empezamos con la idea de visibilizar el trabajo que las mujeres hacemos dentro de las barras de fútbol y de los estadios”, cuenta Sara Vanessa Parra Cadavid, una de sus fundadoras, que asiste al estadio Atanasio Girardot desde los 15 años. También querían mostrar “el impacto de las mujeres en la cancha, en el área administrativa, en el área deportiva, en el área médica. Desde el periodismo, también queríamos denunciar muchos comportamientos machistas alrededor de este entorno”.
¿Qué pasa cuando las mujeres van al frente?
Al preguntarles a los colectivos que mapeamos en este artículo, cómo era tener una postura feminista en entornos futboleros, todas sus integrantes coincidieron en una palabra: complejo. “No dicen: ella es feminista, sino: ella es la que todo lo ve mal, la que pone problema”, dice Valentina Ramírez, del Deportivo Pereira, porque siempre cuestiona a sus compañeros de Lobo Sur y por eso le han cerrado espacios.
Pero esa es la labor para ella: ”Seguir, meterles el chip, llevar la información y la teoría del feminismo a las chicas para que la entiendan, para que sepan que cualquier trabajo que podamos hacer en comunidad con la gente de la barra, del barrio, de la casa, va formando chicos y chicas que crezcan con igualdad,(…). Y sobre todo que reconozcamos que el problema radical, el problema grande es lo que hace el patriarcado en todos nosotros”, finaliza Valentina.

Para Juliana Toro, de Fortineras Once Caldas, es evidente que la tribuna es un entorno bastante masculinizado donde el machismo está a tope todo el tiempo; el estereotipo de género, a pesar de que ha cambiado, sigue estando vigente: las mujeres no saben de fútbol, no son lo suficientemente fuertes o hábiles con el balón. “Hay mucho desconocimiento, mucha desinformación tanto de hombres como de mujeres dentro de las barras y eso también es por el sentido popular y la falta de educación que hay en el país”, opina.
Por su lado, quienes integran La Popular Feminista CISF, dicen que para muchos aún hoy es impensable que las mujeres vayamos a las canchas por interés propio. “Nos preguntan por quién vamos, pregunta que jamás se les hace a los hombres, y es más inconcebible que sepamos de fútbol, que alentemos y que estemos dispuestas a hacer cosas que se suele pensar, en ese contexto, que solo son para los hombres”. Por eso para ellas son tan importantes los espacios ganados por mujeres al interior de barras e hinchadas, para generar visibilidad.
Ese espacio que ellas describen también existe al interior de la barra bogotana del América de Cali, con el Colectivo Futbolero Femenino Escarlata. “El colectivo nació hace casi dos años y ha sido toda una experiencia: hemos mostrado que las mujeres sabemos de fútbol, que estamos acá por ver a América”, cuenta Angy Catalina Bolívar Palma, quien integra el Colectivo, y asegura que es uno de los más admirados en la hinchada del América a nivel nacional. ”En la barra bogotana no hay tanto machismo como en otras”, dice la hincha roja, que tuvo la fortuna de siempre encontrar referentes femeninos desde los inicios de la barra, hace 25 años.

A pesar de lo difícil, el feminismo en el fútbol ha sabido llegar a muchas mujeres y hombres. Y así como hay personas que de entrada refutan y se incomodan, algunas integrantes de estas hinchadas feministas cuentan que también hay mujeres que empiezan a preguntarse: ¿por qué hay unas muchachas que se reúnen solas y nos hablan de violencia de género en el fútbol? ¿Por qué es importante hablar de futbolistas como hombres que a veces son maltratadores y violentadores?
“Aquí también hay hinchada”
La Liga Profesional Femenina de Fútbol de Colombia se juega desde 2017 y otorga dos cupos de clasificación a la Copa Libertadores femenina en Suramérica, a las campeonas y subcampeonas. Sin embargo, con el argumento de que no hay suficientes espectadorxs, en febrero de este año, la Dimayor -División Mayor del Fútbol Colombiano- anunció que el cronograma de competencias se hará entre el 18 de julio y las primeras semanas de septiembre, o sea, menos de dos meses.
“Considerar que una persona sea remunerada solo durante dos meses por ejercer su profesión es injusto desde la perspectiva que se le mire”, opina sobre la decisión de la Dimayor Juliana Toro, de Fortineras Once Caldas, en la emisión de Morada Noticias del 19 de febrero de 2021, donde recalcó que esto se debe al rol de cuidado que generalmente se nos asigna a las mujeres. El salario de una futbolista profesional en Colombia, según Juliana, está alrededor de un millón de pesos.
La lectura es unánime entre estas hinchadas e incluso en la Coordinadora Futbolera y Feminista de Colombia: el fútbol femenino está precarizado. No hay garantías serias y justas para que una mujer se dedique profesionalmente al fútbol.

“Para nadie es un secreto que al principio no había muchos espectadores, entonces decidimos hacer parte de una campaña que impulsó el colectivo de Hinchadas Antifascistas de Colombia y sacamos el trapo que decía ‘Aquí también hay hinchada’”, cuenta Valentina Ramírez, de Viva la mujer que alienta, viva la mujer pereirana, sobre la campaña a la que también se unieron Fútbola y Fortineras Once Caldas.
Aunque los horarios de los partidos no han sido los más propicios para la asistencia, por suceder entre semana y en medio de horas laborales, las hinchas pereiranas se las han arreglado para estar siempre presentes cuando jugaba su plantel femenino.
También cuando hay un partido del Once Caldas femenino en el Palogrande, Fortineras asiste como parche, quienes han reclamado a su club no solo por la brecha salarial sino también por los tratos y el despliegue que tiene la liga respecto a los privilegios de la liga masculina. “Nosotras no tenemos representación en la liga porque el equipo no sacó un plantel competitivo para 2021. Nuestra posición siempre es de rechazo permanente a estas prácticas injustas”, dice Juliana Toro.
Por su parte, Angy Catalina Bolívar nos cuenta que el Colectivo Femenino Escarlata apoya y visibiliza el fútbol femenino. “Creemos en ellas. Nos emociona, nos gusta que se muestren los equipos femeninos tanto en la liga colombiana como el equipo que representa al país”, dice la hincha roja.

Para los colectivos y parches feministas, el 8M ha sido un escenario para exigir garantías laborales, dignidad y equidad en la liga profesional femenina. En 2019, Viva la mujer que alienta, viva la mujer pereirana se manifestó con la consigna “Yo creo en la selección femenina”, ante las denuncias de acoso sexual por parte de las jugadoras de la Selección Colombia.
En el 8M de 2020, justo antes de pandemia, Fútbola se articuló con la articulación de Somos un rostro colectivo para gestionar el ingreso y despliegue de una bandera gigante, ícono de la lucha de las mujeres en Bogotá, a un clásico capitalino.
“Fue algo muy simbólico porque Santa Fe es un equipo rojo, Millonarios, azul y la bandera es morada. Hablamos con las instituciones y tomamos un espacio que queda vacío entre la hinchada local y la visitante y en ese espacio abrimos la bandera. (…) Para nosotras fue una actividad que marcó historia en los estadios a nivel mundial porque nos paramos a decirle a todo el mundo que el fútbol es nuestro, que sin nosotras nunca más va a existir, hacemos parte de él y debe ser un escenario seguro para nosotras”, finaliza Myriam Ordóñez, de Millonarios.
Estas mujeres, estas hinchadas, estas organizaciones son muestra de ello. En el fútbol colombiano, así como en tanto espacios patriarcales, las mujeres feministas vamos a seguir removiendo y transformando, en este caso el barrismo patriarcal en lazos sororos, en escenarios representativos para las mujeres sin dejar de lado las expresiones populares. ¡El fútbol será feminista o no será!
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