El 60 por ciento de los feminicidios ocurrieron en las viviendas de las víctimas. En 6 de los 15 feminicidios, las parejas fueron los agresores y en 3 casos, las exparejas. En esta entrega de #LibresNoMuertas hablamos con Olga Amparo Sánchez, coordinadora de La Casa de la Mujer, para tratar de responder la pregunta que nos hacemos cada mes: ¿por qué nos siguen matando?
En noviembre, el mes que volvimos a juntarnos en las calles por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres,hubo como mínimo 15 feminicidios en el país. La cifra es muy diciente para hablar de una situación nacional donde la pandemia de violencias contra las mujeres sigue vigente.
El 29 de ese mes a Katherine Paniagua, de 21 años, la engañó su pareja sentimental para que fuera a su casa. Allí la estranguló. El padre del agresor fue quien avisó a las autoridades en Yarumal, Antioquia. Ese mismo día, en el municipio de Subachoque, la Policía recibió una llamada que avisaba sobre una pelea en el barrio Los Nogales. Cuando las autoridades llegaron a la vivienda encontraron a un hombre borracho que había agredido con un arma cortopunzante a su pareja sentimental. Aunque la atención médica llegó rápido, la mujer murió por la gravedad de las heridas.
Un día después, el 30 de noviembre, Miladis del Carmen, otra mujer de 21 años, fue asesinada por su pareja, el papá de su hijo de tres años. El hombre la asesinó frente al niño. El feminicidio ocurrió en Caucasia, Bajo Cauca antioqueño.
Según la Fundación Feminicidios Colombia, los 15 feminicidios ocurridos en noviembre tuvieron lugar en 11 departamentos del país: Antioquia, Sucre, Cesar, Risaralda, Atlántico, Santander, Cundinamarca, Valle del Cauca, Putumayo, Bolívar y La Guajira. Ocho feminicidios ocurrieron en las zonas rurales de los departamentos y siete en zonas urbanas.

Para analizar mes a mes el porqué de la problemática de feminicidios en el país, en esta versión de #LibresNoMuertas de noviembre conversamos con Olga Amparo Sánchez, coordinadora de La Casa de la Mujer, trabajadora social, máster en estudios de población, feminista, activista e investigadora colombiana, sobre la transformación y las nuevas expresiones de las violencias contra las mujeres, las causas y raíces de los feminicidios, el legado y la herencia del feminismo y las resistencias de las nuevas generaciones de mujeres.
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Olga Amparo, La Casa de la Mujer existe desde 1982, ¿Los riesgos para la vida de las mujeres que vivimos ahora son los mismos que en esa época? ¿Cómo han cambiado las luchas por nuestros derechos?
Las violencias contra las mujeres han existido históricamente en el sistema socio sexual patriarcal, y no son nuevas, en cada momento tienen sus expresiones. Las violencias se reconfiguran. Yo recuerdo más o menos en el año 84, 85, nosotras atendimos a una mujer que trabajaba en Planeación Nacional, buscaba asesoría para el proceso de separación, dado que el marido se resistía a separarse. Un día él le dijo que él llevaba al niño al colegio y que luego la dejaba en el trabajo. Dejaron al niño y él en el carro la asesinó, luego se presentó al D.A.S (Departamento Administrativo de Seguridad) y entregó el cadáver de la esposa. Ella era una mujer profesional, ocupaba un alto cargo en Planeación Nacional, el señor era un programador de computadores, también con mucho reconocimiento. Esto lo menciono para mostrar que el feminicidio ha estado presente en la vida de las mujeres. Afrontamos viejos problemas con nuevas formas de expresión de las violencias.

¿En qué se ha avanzado?
Hemos avanzado en legislaciones a favor de las mujeres, pero esas legislaciones desafortunadamente en la mayoría de los casos son letra muerta porque no cumplen con el rol de prevenir o de proteger a las mujeres o de sancionar a los agresores, ni incentivan un cambio cultural, ni un cambio en los formas de relacionarnos y de amar, y para nosotras, como Casa de la Mujer, uno de los mayores avances es que cada día las mujeres están menos dispuestas a vivir situaciones de violencias y cada vez están más molestas por las situaciones que les toca vivir, y no necesariamente son mujeres que se adscriben como feministas. Este malestar de las mujeres ante las violencias es resultado del trabajo del feminismo. El feminismo ha dejado un legado en los inconscientes colectivos de que sufrir las violencias no es natural y no puede ser la norma en las relaciones y eso va generando unos cambios en las mentalidades.
Creo que hemos avanzado, gracias al feminismo, en influir en el espacio público y en la agenda política, al mostrar la violencia contra las mujeres como una violación sistemática y generalizada de Derechos Humanos. Le compete al Estado prevenirla, erradicarla, sancionarla e investigarla. También hemos avanzado en mejores estadísticas. Medicina Legal es una de las instituciones del Estado que más ha avanzado en estadísticas un poco más depuradas en términos de las violencias contra las mujeres y sus formas, sus manifestaciones, quiénes son los agresores. Hemos avanzado en que algunos medios de comunicación ya no manejan los feminicidios como crímenes pasionales.

¿Qué sigue igual?
Nosotras no estamos muy seguras de si hay más violencia ahora que antes, lo que sí hay es más denuncia, hay más mujeres que no están dispuestas a continuar viviendo las violencias y una mayor respuesta institucional que hace 39 años, cuando se conmemoró el primer 25 de noviembre. Por supuesto, hay problemas de acceso a la justicia, de prevención, de protección, subsisten prejuicios sobre las víctimas y estereotipos sobre los agresores. La mayoría de instituciones no son acogedoras ni amigables para las mujeres. Por supuesto, hay funcionarias y funcionarios comprometidos a nivel individual con una atención humana y comprometida con las mujeres.
Desde la postura feminista que tienen en La Casa de la Mujer, ¿cuáles están siendo las causas actuales de la #EmergenciaNacionalPorFeminicidios en Colombia?
Yo creo que la #EmergenciaNacionalPorFeminicidios surge de la consciencia de las feministas de casi todos los departamentos del país, liderada por Estamos listas, y de la situación tan crítica de las violencias y los feminicidios, pero surge como una iniciativa feminista que no ha tenido eco en el Estado. El Gobierno Nacional no ha dado respuesta a la carta que se envió al presidente Duque con miles de firmas pidiendo que se declarara la crisis humanitaria por violencias de género. Algo similar pasó durante el gobierno de Santos. La Casa de la Mujer, junto con Ángela María Robledo, impulso lo que fue la crisis humanitaria por las violencias contra las mujeres, recogimos 8.000 firmas, dos veces pedimos la cita con el presidente, pero nos dijo que no nos podía atender porque tenía otra agenda más urgente y me imagino que en este momento el presidente Duque dirá que la agenda más importante es el efecto de la covid-19 en la vida, en la economía.
Estas campañas ponen entre dicho la eficacia de la respuesta estatal, pero también contribuyen a dos mensajes importantes a nivel político y simbólico: Uno, que las mujeres no estamos dispuestas a seguir viviendo esta situación de feminicidios y dos, que las mujeres estamos dispuestas a seguir denunciando y exigiendo una vida libre de violencias y no claudicaremos en afirmar: ¡Si tocan a una, nos tocan a todas!
«La mejor forma de dignificar a las mujeres es asumirlas como una historia de dolor, pero también como una historia de resistencias y de dignidad».
Vimos que durante el confinamiento, el feminicidio y la violencia doméstica fueron de los pocos delitos que no se redujeron, ¿el Gobierno Nacional pudo prever esta situación y prepararse para proteger a las mujeres y a las niñas al iniciar el confinamiento? ¿De qué manera?
Para ser justas, fue un tema que fue de preocupación para el Gobierno Nacional y fue de preocupación para algunos gobiernos locales, como en el caso de Bogotá, Medellín o Cali, las grandes ciudades. Porque, de nuevo, aquí se reproducen las desigualdades y las injusticias: una realidad es cómo es la política pública y la respuesta institucional en una ciudad como Bogotá y cómo es en un municipio como Caldono, en el Cauca. Hay una diferencia de 100 años en las políticas y en la respuesta institucional. Por supuesto, se sabe que convivir con el agresor, en casa, aumenta la vulnerabilidad de las mujeres, pero el confinamiento desbordó realmente la capacidad de respuesta de las organizaciones de mujeres y del Estado. El Distrito respondió más rápido, uno podría estar en desacuerdo con algunas cosas, pero se tiene que reconocer que fue una respuesta rápida que se fue adecuando a la situación de violencias. La situación y la respuesta no son iguales, por ejemplo, en los municipios de frontera, en los que por los recursos disponibles de las instituciones del Estado, por la magnitud de la pobreza y las violencias, la institucionalidad no tuvo la capacidad de responder de manera oportuna y rápida.
Después del confinamiento, y de cara a que la pandemia seguirá por varios meses, ¿cuáles cree la Casa de la Mujer que son los retos para las autoridades y las instituciones encargadas de proteger a las niñas y mujeres en este 2021?
Hay retos de diferentes niveles. Uno, impulsar, fortalecer y llevar a cabo concertaciones con el sector privado para enfrentar la situación crítica de desempleo en las mujeres jóvenes y en las mujeres ubicadas en el sector servicio e informal de la economía. Dos, la deserción escolar de las niñas y niños por el desempleo de su padre y/o su madre. Para hacer frente a este reto, el sector educativo debe hacer un gran esfuerzo, para que nuevamente esta situación no incrementa las injusticias y las exclusiones; adicionalmente, el sector privado debe dejar de pensar en la educación como un negocio. Tres, en la problemática de las violencias contra las mujeres, hay situaciones a las cuales no responde el Estado, somos los grupos feministas y los grupos de mujeres los que estamos denunciando y exigiendo una respuesta estatal a situaciones como la trata de niñas y jóvenes, que tiene dos mmodalidades: o las desaparecen por varios días o meses o nunca vuelven a sus familias. A las violencias que sufren las mujeres trans y las mujeres explotadas sexualmente desde el Estado solo hay una respuesta higienista: vaya y hágase las pruebas de ETS, del VIH y ya (si te interesa, aquí puedes leer nuestro reportaje sobre la subsistencia de las trabajadoras sexuales en Colombia durante la pandemia). Por ejemplo, las mujeres explotadas sexualmente están solicitando ser consideradas como personas en situación de vulnerabilidad, casas refugio, acompañamiento psicosocial, capacitación laboral y apoyo para las adicciones. Finalmente, tenemos la situación de violencias e inseguridades que viven las mujeres en los territorios que continúan viviendo la disputa política, económica y política entre los actores armados ilegales.
Para nuestros contenidos mensuales de #LibresNoMuertas en MANIFIESTA estamos hablando mes a mes con diferentes especialistas sobre la problemática de feminicidios. ¿Con la experiencia de una lucha de décadas, por qué crees que a las mujeres nos siguen matando en Colombia?
Ah, porque nos odian. Parece una respuesta muy simple, pero no lo es. A las mujeres no las matan porque las quieren. A las mujeres las matan porque las desprecian, a las mujeres las matan porque las subvaloran, las matan porque no obedecen a los varones, porque es una forma de castigarlas, de enviarles un mensaje a las otras mujeres: miren, si ustedes no cumplen con la norma, miren lo que les pasa. En el fondo es porque los varones siguen considerando que la vida y el cuerpo de las mujeres son de su propiedad y que esa vida ellos la pueden quitar, que pueden violar, maltratar y violentar ese cuerpo y generalmente no les pasa nada o si les pasa algo, les pasa muy poco. No hay una sanción ética ni social a esos varones, como tampoco hay una sanción jurídica. Nos matan porque nos desprecian.
«En esa perspectiva, es de los movimientos más prometedores en el sentido en que se ha renovado su discurso, sus prácticas y su movilización».
¿Cómo hacer desde el activismo y la militancia para evitar que esta problemática se vuelva un paisaje de cifras?
Creo que toda la responsabilidad no nos toca a nosotras (…) Hay una responsabilidad política y ética del Estado, de la sociedad: medios de comunicación, partidos políticos, organizaciones políticas y sociales, de actuar para eliminar las violencias contra las mujeres. Las organizaciones feministas y las mujeres continuaremos en la movilización y en la exigencia de una vida libre de violencias para todas las mujeres, las jóvenes y las niñas.
Qué lectura haces de lo que pasó el pasado #25N en Bogotá y en el país, en esa movilización feminista que ha cobrado tanta fuerza en los últimos años.
Los procesos sociales y políticos son un acumulado de experiencias y de movilizaciones. Pero no es un acumulado de uno más dos más tres. Es un acumulado que tiene sus flujos y sus reflujos y creo que lo que han mostrado los últimos cuatro años en los #25N y #8M es la gran incidencia que ha tenido el feminismo en movilizar. El feminismo nos ha legado la toma de la calle como una acción de resistencia y de malestar. Hoy hay diversidad de mujeres y de diversidades. Me parece que lo que se está mostrando con las últimas movilizaciones es la fuerza del feminismo y su gran capacidad de apertura, su deseo de continuar la huella de generaciones que nos han antecedido y que esa huella no se quede estática, sino que esa huella siga caminando y haciendo trocha. En esa perspectiva, es de los movimientos más prometedores en el sentido en que se ha renovado su discurso, sus prácticas y su movilización.
¿Cómo podemos las y los periodistas dignificar la memoria de las víctimas de feminicidio cuando cubrimos estos casos?
Uno de los caminos es asumir que las mujeres víctimas de las violencias y feminicidios no son cifras, son historias. Cada mujer que es asesinada o violentada tiene tras de sí unas historias de violencias, pero también unas historias de resistencia y de autoprotección. Esa es la parte de la cual no se habla. Generalmente, las violencias y el feminicidio se dan porque las mujeres resistieron y porque desobedecieron, porque rompieron con una norma, porque no estaban dispuestas a continuar con esa situación. La mejor forma de dignificar a las mujeres es asumirlas como una historia de dolor, pero también como una historia de resistencias y de dignidad.
¿En qué seguirá trabajando y qué fortalecera La Casa de la Mujer el siguiente año?
Nosotras seguiremos persistiendo, insistiendo y subvirtiendo el patriarcado. Continuaremos nuestro trabajo en los territorios: apoyando, mediando y acompañando procesos de reflexión y acción para que las mujeres ganemos autonomía, autoestima y conocimiento para desnaturalizar las violencias. Estos procesos son la columna vertebral de nuestro trabajo. Además, partimos de una propuesta política y metodológica que parte de reconocer nuestro cuerpo como portador de nuestras historias y es desde ahí que empezamos a desnaturalizar y desnormalizar lo que nos ha enseñado el patriarcado. . Seguiremos acompañando procesos organizativos, porque consideramos que en la organización está la fuerza colectiva. Continuaremos generando conocimiento acerca de la situación de las mujeres diversas; incidiendo a nivel local y nacional para que el Estado se mueva a nuestro favor. Creo que lo más importante es que seguiremos contribuyendo con nuestra experiencia, compromiso y feminismo a que este país y esta sociedad esté hecha a la medida de las mujeres y que la paz sea una realidad para nosotras.
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