Este mes se registraron feminicidios sobre todo en el Valle del Cauca, Córdoba, Bogotá y Bolívar. A siete las asesinaron sus parejas actuales, tres tenían menos de 18 años. La pandemia por feminicidios no para y en MANIFIESTA queremos hacernos mes a mes la misma pregunta con diferentes expertas: ¿por qué nos están asesinando?
Casi todos los días nos levantamos en este país con una noticia que nos quiebra, o que por lo menos debería hacerlo. Una mujer o una niña es asesinada por un hombre, generalmente un familiar cercano, una pareja o ex pareja, de una manera que muchas veces denota crueldad y sevicia.
Aunque la emergencia por covid-19 empezó a ceder en el país y, por las cifras, podemos decir que hemos superado el primer pico de la pandemia, no podemos decir lo mismo de la #EmergenciaNacionalPorFeminicidios que estamos viviendo en el país. En el pasado mes de septiembre, según cifras del consolidado mensual de la Fundación Feminicidios Colombia, 19 mujeres y niñas fueron asesinadas en el país. Los feminicidios se registraron en Valle del Cauca, Boyacá, Córdoba, Antioquia, Atlántico, Bogotá, Bolívar, Meta y existe un registro de este consolidado que se ubica en Guayaquil, Ecuador.
Entre esta cifra se cuenta el feminicidio de Claudia Patricia Arias, de 29, asesinada por su pareja actual en Támesis Antioquia, quien ya había tenido antecedentes de violencia intrafamiliar y ya la había agredido antes o el de Lisbeth Araque, de 20 años, quien luego de estar desaparecida por un mes, fue hallada sin vida en una alcantarilla del barrio Garcés Navas en Bogotá. Su empleador, quien ya está capturado, es el principal sospechoso del feminicidio.

¿Cómo podemos registrar estos crímenes sin caer en un conteo automatizado de cifras diarias o mensuales?, ¿Cómo evitar que la violencia feminicida se vuelva paisaje en el país? Estas preguntas fueron el motor para #LibresNoMuertas, el contenido mensual sobre feminicidios en el país de MANIFIESTA. Para entender mejor el panorama de feminicidios en el país, desde ahora les presentaremos este contenido mes a mes, presentando las cifras de feminicidios registradas, y analizando junto a especialistas desde diversos campos el componente estructural y la sistematicidad de la forma más cruenta de violencia de género: que nos quiten la vida por ser mujeres, o por nuestra identidad de género.
Años antes de que en los medios habláramos de esta emergencia por feminicidios que vivimos en el país, la Fundación Feminicidios Colombia ya hacía el conteo mensual, semestral y anual que al parecer nadie estaba interesado en hacer. Esta fundación es liderada por Yamile Roncancio, una abogada que inició con un observatorio de feminicidios hace aproximadamente tres años. En este momento, la fundación que dirige es una de las fuentes más confiables para rastrear las violencias letales que sufrimos las mujeres colombianas, por su metodología a la hora de registrar los feminicidios. De hecho, trabajan de la mano con la Fiscalía General y cuentan con seis bases de datos e informes que entienden como recursos para exigirle al Estado y a la sociedad. Los datos suministrados mes a mes por la fundación van a ser el insumo principal para nuestro contenido mensual.
Quisimos empezar el primer registro de #LibresNoMuertas entrevistando a Yamile Roncancio, una de las mujeres especialistas que quizá mejor entiende la dimensión estructural de los feminicidios, porque está dedicada a combatir esta forma de violencia contra las mujeres día a día, a través de conteos mensuales, representación de víctimas e incidencia pedagógica a través de la fundación.
¿Cómo estuvo el panorama del mes de septiembre para las mujeres y niñas en el país?
Fue un mes difícil porque hubo mucha violencia sexual, mucha tentativa de feminicidio y muchas muertes. Nosotras analizamos cada caso y fue un mes muy complejo. Mucha violencia sexual y recuerdo que registramos al menos ocho feminicidios en menos de tres días en los que estaban involucradas niñas. El levantamiento de las medidas de cuarentena saca a flote un montón de cosas que antes se hacían de otra manera.

¿Qué es lo más urgente para combatir dentro de la problemática de feminicidios?
Para poder combatir algo, hay que entender ese algo. Nos está pasando lo mismo del Titanic. Estamos viendo solamente la punta del Iceberg que es como han dibujado al feminicidio. Solamente cuando pasa algo realmente grave es que se siente la atención, pero es una atención mediatizada. Sin embargo, no hay un esfuerzo por entender lo que hay detrás, que no es más que la violencia sexual entendida de forma amplia, la opresión por el género. Al no entenderlo, no se sabe cómo combatirlo. Es necesario medirlo y conocer cómo ocurre. El Estado que es el ente encargado de tomar medidas que contribuyan a la erradicación de la violencia contra las mujeres, no sabe cuántos son, hay un desorden en la estadística. Aunque, por ejemplo, nosotras ya tenemos una relación más cercana con la Fiscalía y eso permite que nos compartamos más información, pero tampoco se puede ver de forma aislada la estadística del feminicidio. De nada sirve si no establece por qué ocurre, cómo han sido socializados los varones. El mayor riesgo es normalizar estos discursos perjudiciales y peligrosos en los que se dice que los hombres por naturaleza son violentos. Si hay una cosa peligrosa es decir que un hombre es violento por naturaleza y no es así. El hombre no nace violento, es la forma en que lo socializan, por eso hay que apuntarle a la equidad.
¿Cómo podemos explicarle a la audiencia que los feminicidios no son un tema aislado, sino que son un problema estructural?
Si vamos a abordar los feminicidios, hay que hablar sobre esos feminicidios, dejar de poner tabú y hablarlo de manera abierta. No hablarlo permite que los varones repliquen esas formas de violencia. Entonces, hay que hablarlo con los hombres en una conversación y que entiendan que no es un ataque. Con las niñas y las adolescentes hay que hablarles pero no para generarles miedo o terror. A ellas hay que hablarles para varias cosas, para que entiendan que tienen un valor como ser humano que va más allá de su cuerpo, que como seres humanos son fines y no medios, que son seres humanos con un proyecto de vida. Pero como no se habla abiertamente de ello, no se combate. Hagan el ejercicio de hablar de feminicidios, por ejemplo, 15 minutos a la semana: ¿Qué ejercicios estamos haciendo en la casa para reducir violencias?, ¿cómo deconstruyen la masculinidad en sí misma? Es la forma en la que hay que hacerlo. La prevención es hablando y educando.
¿Qué hace la Fundación Feminicidios Colombia?
La Fundación arrancó siendo un observatorio en el 2018, pero como yo soy abogada de profesión en el transcurso del ejercicio empiezan a llegar mujeres buscando ayuda y yo empiezo a utilizar mi profesión para dar una ayuda. En noviembre o diciembre de ese año yo empiezo con el proyecto que tiene tres líneas: seguir con el observatorio, pero ampliarlo. La segunda línea es la representación judicial, la asistencia a víctimas y la asesoría. Representamos de forma gratuita a las sobrevivientes de feminicidios. Somos anticentralistas porque queremos prestar atención a mujeres que no estén en ciudades principales. Actualmente tenemos 22 casos que representamos. También hacemos incidencias. La tercera línea es la línea de educación: hacemos talleres de educación para periodistas, por ejemplo, el cubrimiento adecuado de violencias contra las mujeres.
«hay que hablar sobre esos feminicidios, dejar de poner tabú y hablarlo de manera abierta».
¿Qué son las incidencias?
Quienes nos buscan en redes sociales para hacer una denuncia, pues les hacemos un acompañamiento o a las mujeres que han denunciado, pero el caso no avanza, entonces nosotras intervenimos y le escribimos a la Fiscalía. Y la incidencia en los casos de mujeres que no conocimos o no tenemos contacto con las familias.

¿Cuáles son las enseñanzas más grandes que han tenido con la Fundación respecto al tema de feminicidios?
Un montón. Creo que la más grande es darnos cuenta de que el feminicidio no discrimina edad, clase social, raza, no discrimina nada ni en quién lo padece ni en el hombre que lo hace. Porque aquí en ese sentido somos muy humanas: no solo se acaba con la vida de la mujer, que es lo más grave, sino que se acaban varias vidas: los hijos que pierden a la madre y al padre. Las familias que sufren el feminicidio y la que sufre con el hijo en la cárcel. Hemos aprendido a ver ese lado. También que esta es una lucha muy solitaria. Rara vez tiene un apoyo colectivo y constante. La lucha contra la IVE, por ejemplo, es colectiva, pero contra los feminicidios es muy sola. Otra enseñanza es a no tomar la lucha de las mujeres como un asunto comercial: con mi compañera, Alejandra, hemos recorrido el país sin pedir plata, sin vender nada. Aprender que una no trabaja por las víctimas, sino para las víctimas y poder decir: es honor representarse así ya no estés para que, de alguna forma, descanses en paz.
«La lucha contra la IVE, por ejemplo, es colectiva, pero contra los feminicidios es muy sola».
¿Cuál es la metodología que usan para identificar los feminicidios? ¿Cuándo el asesinato de una mujer no es considerado un feminicidio?
Nosotras nos apegamos mucho a lo que está en la Ley Rosa Elvira Cely. Si se tiene indicio que encuadra en el artículo 104A del Código Penal, es un feminicidio. Es decir, que se dé bajo ciertas condiciones: que la mujer haya sido asesinada por el hecho de ser mujer o por su identidad de género. También cuenta quién posiblemente perpetró el feminicidio: si es la pareja o expareja o un familiar, si había antecedentes de violencia, si fue desaparecida, si su cuerpo fue instrumentalizado o no. Tenemos penalistas amigos que nos ayudan a revisar los casos más complejos.
¿Por qué debemos hablar de feminicidios?
Porque no es un asunto que le compete solamente a las mujeres, ni únicamente al movimiento feminista, sino que estamos hablando del derecho a la vida, de los derechos humanos. El 99,99 por ciento de los feminicidios los cometen los hombres. Las mujeres pueden cometerlos, pero es una en un millón. Los hombres deben hablar de esto. Me da un yeyo si empiezan a decir que los hombres no pueden hablar de feminicidios. Hay que apuntarle a entender lo que hay debajo de esa punta del Iceberg, preguntarse cómo debe abordarse en las conversaciones cotidianas.
«Creamos una vaca en la plataforma Arma tu vaca. La idea es recaudar por seis meses y ya».
¿Cómo se debe hacer el tratamiento mediático de feminicidios?
No usar las fotos del cuerpo de la mujer que ha sido asesinada. Eso atenta contra su dignidad que aunque acaba cuando muere, atenta contra la memoria. No se puede reducir toda la vida de esa mujer a un momento final que además no propició ella. Hay que dejar de narrar las historias como mujeres que pertenecen a hombres: la madre de, la mujer de, la hermana de. Y lo más común y, por lo tanto, lo más importante: evitar la justificación del feminicidio: “Se sabe o se sospecha de que tenía otra relación”, o decir que los crímenes fueron crímenes pasionales ocasionados por la ira e intenso dolor. Finalmente, no describir con profundo detalle lo ocurrido porque se puede dar la repetición. Le dan ideas a los otros.
¿Cómo es la campaña de financiación que están haciendo en este momento para Fundación Feminicidios Colombia?
Después de muchos meses de tratar de obtener recursos propios, nos dimos cuenta de que no podíamos seguir funcionando sin ayuda y creamos una campaña que se llama Justicia Para Todas. Queremos brindar representación judicial gratuita para las víctimas con todas las de la ley: contratar abogadas que estén disponibles exclusivamente para las familias, que esas mujeres estén bien pagas, que podamos recurrir a un fondo para ayudar a las familias. No nos gusta llegar con historias dramáticas, es difícil que la gente te pare bolas si no cuentas detalles, pero eso no va a pasar. Creamos una vaca en la plataforma Arma tu vaca. La idea es recaudar por seis meses y ya. Ahora estamos con el cuento de las recompensas: ahorita están recibiendo libretitas. El objetivo es recaudar lo que nos gastaríamos en un año con la contratación de personas que permitan el funcionamiento de la fundación. Todo lo que hace la fundación es voluntario, nadie recibe sueldo, ni siquiera yo.
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