«Cada día estoy más segura de que tomé la mejor decisión para mí y para el mundo», relata Camila Barrera de 27 años, al preguntarle por las razones para hacerse una ligadura de trompas. «Teniendo en cuenta que no quería tener hijos, pues lo más responsable de mi parte era hacerme la ligadura de trompas». Responde Carolina Benjumea, de 24.
Tanto Camila como Carolina hacen parte del grupo de miles de mujeres en Colombia que cada año, desde 1973 según registros, optan por la anticoncepción definitiva. Las dos también aportaron al resultado pospandémico que sorprendió a quienes habían pronosticado un Baby boom como consecuencia de la pandemia por COVID-19. Se esperaba que durante el confinamiento se produjera un aumento considerable de embarazos. Pero no fue así.
En Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de natalidad disminuye cada año desde 2007. La pandemia aceleró la caída y los nacimientos se redujeron en un 4 por ciento, el mayor descenso en un siglo. En varios países de Europa, el 50 por ciento de las mujeres que habían planeado ser madres, prefirieron retrasar el embarazo debido a la crisis por COVID-19. En Italia, el 37 por ciento abandonó la idea por completo. Colombia no se queda atrás, según cifras del DANE, los nacimientos bajaron un 3,8 por ciento durante el primer trimestre de 2021, comparado con el mismo periodo de 2020.
Camila, Carolina y otras cuatro mujeres con las que hablamos muestran que las mujeres jóvenes, millenials y centennials, nos estamos cuestionando, tal vez más que las mujeres mayores, la maternidad como destino deseable e inevitable en nuestras vidas. ¿Será que estamos decidiendo –parcialmente, pero más que antes– sobre nuestros cuerpos en un mundo pandémico, con un destino forjado por la crisis climática y un país donde la violencia no cesa?
En MANIFIESTA quisimos explorar las historias de jóvenes que le apostaron a la ligadura de trompas: desde sus motivaciones para hacerlo, hasta el camino que recorrieron para acceder al procedimiento. Los relatos dan cuenta de los cambios en la idea de maternidad de dos generaciones, en la técnica del procedimiento, en los requisitos para acceder a él y la percepción de sus círculos más cercanos sobre esta decisión.
De acuerdo con cifras del DANE, los nacimientos bajaron en un 3,8 por ciento durante el primer trimestre de 2021, comparado con el mismo periodo de 2020.
Las millenials y centennials solo están leyendo el país que tienen
Aparte de Carolina y Camila, otras tres mujeres de su generación le contaron a MANIFIESTA que la crisis que vive Colombia juega un papel importante en su decisión de ligarse las trompas.
Jessica Molano tiene 26 años y es psicóloga. Nunca ha querido ser madre. No concibe la crianza de otro ser humano como parte de su proyecto de vida. «No sé si yo tenga un futuro en Colombia, ¿qué futuro van a tener las otras generaciones?», se pregunta. En 2020, durante los meses más críticos de la pandemia en el país, tomó la decisión de ligarse las trompas. En 2021 acudió a su EPS, Sanitas, y en dos días le autorizaron el procedimiento. «Mi cirugía fue en Profamilia el 10 de julio de 2021».

Una de las razones de Camila es la crisis climática, tanto en Colombia como en el mundo: «Quiero hacer algo por el país y por el planeta, pero sin tener hijos. Hay niños naciendo en situaciones no tan buenas y tal vez una, adoptando o haciendo otra cosa por ellos, les puede brindar un mejor futuro». Para ella es una decisión moral que tiene que ver con no traer más personas al mundo. Su operación fue en agosto de 2020.
Las mujeres entrevistadas hacen parte de las generaciones nacidas durante la década de los noventa. Son mujeres que pertenecen al segmento de la población joven en Colombia –Entre los 14 y 28 años–. Quienes consideran, entre un 61 y 70 por ciento, que la situación económica de sus hogares está peor que antes de la pandemia. Ellas hacen parte del grupo más afectado con el incremento sostenido del desempleo en el país desde 2016 hasta hoy.
Si ponemos la lupa específicamente sobre las mujeres, la situación es más complicada. En enero de este año, 10 meses después del inicio de la pandemia por COVID-19, por cada hombre que había perdido el empleo, cuatro mujeres se quedaron sin trabajo. Las mujeres entre 25 y 54 años fueron las más afectadas.
Asimismo, según cifras del PNUD –Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo– el 70 por ciento de lxs habitantes que no estudian ni trabajan en Colombia son mujeres. Teniendo en cuenta este panorama , y si le sumamos que en 2020 se registraron a diario asesinatos de mujeres y feminicidios, es normal que una de las razones de quienes se están ligando las trompas tenga que ver con el contexto nacional y la imposibilidad de vivir una libre de violencias.
De acuerdo con cifras proporcionadas por Profamilia, las mujeres entre los 25 y 29 años representan el 25,92 por ciento del total de pacientes que se someten a la ligadura de trompas en el país. Son el segmento más grande desde 2010 hasta 2021. Este último año representaron el 27,90 por ciento del total de pacientes.
La responsabilidad de la planificación sigue pesando sobre nuestros ovarios
Desde 1973, según información que recibimos de Profamilia, han practicado 2’203.236 procedimientos de ligadura de trompas. Llama la atención que durante 2017, la organización practicó 37.970 ligaduras frente a 13.215 vasectomías. En 2018, las ligaduras representaron 41.315 procedimientos, mientras que las vasectomías fueron 16.026. En 2020, fueron 29.465 ligaduras, frente a 13.459 vasectomías.
Año tras año, las mujeres que le apuestan a la anticoncepción definitiva siguen siendo más del doble frente a los hombres.
María Camila Páez, trabajadora independiente de 24 años, y su pareja hablaron sobre su decisión de no ser madre. La conversación surgió cuando ella se dio cuenta de que no le gustaban les niñes. «Él no quiere tener hijos en este momento, pero le pregunté porque noté que a él no le gustan, no le dan ternura». Su pareja se cuestionó y «Pensó en hacerse la vasectomía, pero desistió por el costo y porque no tiene vuelta atrás».

Por su parte Amalia*, una mujer pensionada de 61 años, ha llegado a la conclusión de que hubiera sido mucho más fácil que su esposo se hubiera hecho la vasectomía, en vez de que le ligaran las trompas en medio de una cesárea. «Creo que estas decisiones se pueden tomar en pareja, pero las mujeres deben tener la autonomía sobre sus cuerpos. Los medios de planificación deben ser también tanto de la mujer como del hombre».
Juan Carlos Vargas, médico y asesor científico de Profamilia, explica que la vasectomía empezó a hacerse primero que la ligadura de trompas en Colombia. «En Profamilia se empezó en el año 70, pero la participación masculina en la anticoncepción ha sido así: diferente y más baja que la femenina» Asegura que en un principio no era un procedimiento cubierto por el Plan de Beneficios de las EPS y que el costo, para muchos hombres, era elevado. Por lo que no era una opción común de anticoncepción. Sin embargo, en 2010 fue sancionada la ley 1412 que establece que cualquier persona mayor de 18 puede presentar la solicitud para ligarse las trompas o para la vasectomía ante su EPS o IPS para que el procedimiento no tenga ningún costo.
Le ligaron las trompas en la cesárea, pero los requisitos que le exigía la EPS eran: estar casados legalmente, tener mínimo dos hijos y contar con la autorización firmada de su esposo
La otra razón por la que las vasectomías no son tan comunes tiene que ver con la percepción de la vasectomía como una amenaza para la masculinidad. «Hay muchos mitos alrededor de la vasectomía y ha sido un trabajo educativo que hemos venido adelantando en Profamilia durante muchos años para explicar los beneficios y los pocos o el nulo riesgo que tiene».
Los dos mitos principales tienen que ver con la pérdida de eyaculación y la disfunción eréctil. «Creen que van a quedar eyaculando ‘en seco’ y lo otro es que van a tener disfunción eréctil. También decían que la vasectomía se asociaba a la aparición de cáncer de próstata, cáncer de testículo y diabetes. Por eso nunca arrancaba en forma», asegura Juan Carlos.
Aunque, según Profamilia, la relación ha pasado de 10 ligaduras frente a una vasectomía a tres ligaduras frente a una, son las mujeres jóvenes las que más acceden a procedimientos de anticoncepción definitiva. La edad promedio para ellas, por ejemplo, es entre los 25 y 35 años, mientras que la edad para los hombres que se esterilizan en Colombia es de 35 años. Mucho más tarde. «Las mujeres son las que se preocupan por la planificación y las que cargan también con los efectos de otros métodos», afirma Juan Carlos.
Profamilia realiza en promedio 40 ligaduras de trompas al día.
Ligarse las trompas en Colombia
María Camila tomó la decisión entre diciembre de 2019 y enero de 2020. «Básicamente no quiero tener hijes. No es que no me gusten les niñes, es que no me veo atravesando por un parto, ni con ninguna pareja, por más enamorada que estuviera, no me veía siendo mamá».
Sin embargo, con el inicio del confinamiento pausó su intención. «Llegó la pandemia y no pude hacerlo. Pero en noviembre de 2020 empecé una relación estable y retomé la idea». Ahora podía tomarse el tiempo de cinco días postoperatorios. En marzo de 2021 tuvo una teleconsulta de planificación a través de su EPS, Compensar, que la remitió a Profamilia. «Justo cuando tuve la cita de planificación con mi EPS estaba el tercer pico de la pandemia» Debido al pico de contagios, tuvo que esperar cerca de un mes. «Me operaron el 18 de junio», cuenta.
«El comportamiento en 2020 y 2021 se verá afectado por el efecto confinamiento y por el efecto de los picos de pandemia. No por falta de voluntad de las mujeres jóvenes. Siguen siendo ellas las que en medio de todo acceden al procedimiento», asegura Juan Carlos.
Su procedimiento fue por laparoscopia. «Desde 1972 Profamilia implementó en la atención de ligadura de trompas, la vía de laparoscopia para acceder a las trompas de falopio», explica. «Es una cirugía que está categorizada como mínimamente invasiva, pues lo único que se requiere es una incisión de un centímetro a nivel del ombligo».
«Fue muy sincera conmigo y me dijo que el objetivo de tanta vuelta era cansarme para que yo no me ligara las trompas»
La técnica ha cambiado con el tiempo. En un principio a través de la incisión se introducían unos anillos para cerrar las trompas. Ahora «La pinza tiene energía bipolar. Esto quiere decir que entre un extremo de la tijerita y el otro se crea un campo energético y esa pinza se aplica sobre las trompas, de tal forma que coagula un fragmento de la trompa de falopio». Después se introduce una tijera y se corta la trompa para que el paso quede interrumpido.

María Camila cuenta que después de la cirugía sintió dolor algunos días. «Después del sexto día, cuando me retiraron los puntos, ya estaba bien totalmente». La recuperación fue rápida. La situación fue parecida para Carolina, cuya cirugía fue en mayo, también en Profamilia. «La recuperación es sacar el aire. Me dolía mucho la clavícula, pero leí que eso era normal. De resto sí estaba muy hinchada, Me daba cosita tocarme la barriga, la incisión dentro del ombligo. Después de la semana fui a trabajar normal».
La energía bipolar «Hace que el tiempo quirúrgico sea más corto y el dolor postoperatorio es mucho menor». Cuatro de las entrevistadas, cobijadas por EPS como Compensar y Sanitas coinciden en que el proceso fue rápido y que no tuvieron problemas para acceder a la cirugía. Salvo los inconvenientes derivados por la pandemia. «Hacerse la ligadura en Colombia es fácil. Al menos en Bogotá», dice Camila.
No siempre fue tan fácil
Andrea Liz Figueroa, abogada de 27 años, sabía que quería ligarse las trompas desde adolescente. Apenas cumplió los 18 años, en 2012, comenzó el proceso. «Fue un karma completo», resume. Su EPS, Sanitas, la remitió entre cinco y seis veces a diferentes ginecólogxs.
«Uno me dijo que estaba muy chiquita, el otro me mandó a psicología y a psiquiatría». En particular recuerda dos momentos donde casi desiste. Uno con el ginecólogo más viejo que la atendió. «Me dijo que era capricho mío, que me iba a llegar el momento de quedarme sola, que iba a querer un hijo». Desde ese momento, cada vez que le preguntan las razones para hacerlo, se siente juzgada. El segundo momento fue cuando el Hospital San José de Bogotá le dijo que no le hacía el procedimiento porque era un hospital de orden religioso. Básicamente, el hospital objetó conciencia de manera colectiva, una práctica que solo es válida si se hace de manera individual. Un argumento inconstitucional.

Entre tanta burocracia, irrespeto y estigmatización, dio con una ginecóloga que le dijo la verdad. «Fue muy sincera conmigo y me dijo que el objetivo de tanta vuelta era cansarme para que yo no me ligara las trompas». Sin embargo fue esa médica la que encontró la forma de que le autorizaran el procedimiento.
«Me remitió a Profamilia. Como Sanitas tiene tantas IPS, encontró que tenían convenio con esa entidad». El procedimiento fue por laparoscopia, casi tres años después de solicitarlo formalmente en la EPS. «Me ligaron las trompas el 14 de enero de 2015».
«Me dijo que era capricho mío, que me iba a llegar el momento de quedarme sola, que iba a querer un hijo».
Amalia decidió ligarse las trompas en 1996, a los 36 años. «Lo decidimos con mi pareja porque ya teníamos una niña de dos años y estaba a punto de nacer el segundo y el último niño que queríamos». Su segundo hijo nació por cesárea. Estaba con Compensar.
Fue un proceso duro. Le ligaron las trompas en la cesárea, pero los requisitos que le exigía la EPS eran: estar casados legalmente, tener mínimo dos hijos y contar con la autorización firmada de su esposo. Sin embargo, la ley 1412 de 2010 reiteró que ninguna ley en Colombia puede establecer como requisito para acceder a una vasectomía o ligadura de trompas tener hijes. «Primero los médicos me dijeron que era una mujer ‘añosa’ por parir a mi hijo a los 36 años. Luego yo pensaba: pero si es mi cuerpo y si yo no quiero más hijos, ¿Qué?»
En cuanto a los permisos, no fueron un requerimiento legal en ningún momento. Por los testimonios, sabemos que hasta finales de la década de los noventa, varias EPS lo solicitaban.
En ese periodo en el que Amalia fue operada –De 1986 hasta 1996–, Profamilia alcanzó su mayor pico de procedimientos, realizando hasta 70.000 ligaduras en 1992. «Es probable que en algún punto en Profamilia se exigieran los mismos requisitos», admite Juan Carlos. «Sin embargo, llevo más de 20 años trabajando aquí. Desde la nueva Constitución, la autonomía reproductiva es una realidad y solo requerimos que la mujer sea mayor de edad y su consentimiento», explica. Asegura que antes de 1991, las mujeres que se ligaban las trompas lo hacían con sus propios recursos económicos y solo algunas eran remitidas por el Seguro Social.
Con la ley 100, «Pudimos transferir esos conocimientos a las EPS y por ende, ellos comenzaron a hacer el procedimiento también desde ese año». Por eso hay una caída en los procedimientos realizados por Profamilia desde 1996 y Amalia fue operada por Compensar. Muchas de las EPS siguieron exigiendo requisitos ridículos por años y eso explica situaciones como las de Amalia y Andrea, a quienes le exigieron valoración psiquiátrica como requisito.
Ambas aseguraron tener complicaciones con el procedimiento. A los 47 años, Amalia empezó a presentar hemorragias durante sus menstruaciones. «Empezaban muy fuertes uno o dos días, pasaba y luego volvía». Andrea, por su parte, después de seis años de ser operada, notó que los cólicos menstruales aumentaron. «La ginecóloga me dijo que eso era consecuencia de la ligadura de trompas».
Frente a estas complicaciones, Juan Carlos argumenta que la técnica que usaron en el caso de Amalia fus distinta por ser en medio de una cesárea. Además, como Amalia estaba en la etapa ‘perimenopáusica‘, «lo primero que produce este proceso es una disfunción en la ovulación. Ese desbalance entre las dos principales hormonas que produce el ovario puede generar sangrados irregulares». En cuanto al caso de Andrea, dice que la ligadura de trompas no debería producir desequilibrios menstruales. «La trompa no tiene, al menos que se conozca, ninguna función endocrina como para decir que al cortarla se alteren las hormonas».
No es solo la crisis: no ser madres es ejercer nuestra autonomía
En Estados Unidos, la tasa de natalidad ha venido disminuyendo desde hace 14 años. Las razones van más allá de la inseguridad económica, la incertidumbre política y la crisis general que trajo consigo la pandemia.
«Yo nunca he tenido ese deseo de la maternidad ni de ser mamá. Me gustan mucho los niños, compartir con ellos y de más, pero no me veo en la crianza. Si uno va a traer un niño al mundo debe ser completamente deseado y yo no deseaba eso», asegura Jessica. No quiere ser madre, en parte, porque no quiere la responsabilidad de criar a otre: porque le gusta su vida tal como es.
Por su lado, tanto Camila como María Camila consideran que la maternidad es un obstáculo para su desarrollo personal y profesional. «Si tuviera otra persona a cargo… qué estrés, qué desespero. Es una persona por la que tienes que responder toda la vida», dice María Camila. «Es una disyuntiva. Tengo un hijo y me encargo de criarlo bien o sigo con mi carrera», coincide Camila.
«Soy feminista. Mi papá tiene muy claro que las decisiones sobre mi cuerpo son mías y nada más»
El observatorio de economía con perspectiva de género Quanta, encontró que a mayor nivel educativo (entre las categorías sin educación y superior pregrado), tiende a aumentar la frecuencia con la que a las mujeres se les exigen pruebas de embarazo para ser contratadas. En otro estudio halló que el promedio del número de hijos vivos disminuye en la medida que aumenta el nivel educativo de las mujeres. Y que las mujeres que trabajan aplazan su decisión de ser madres en Colombia.
Para Piedad Urdinola, profesora asociada del Departamento de Estadística de la Universidad Nacional de Colombia, las historias de estas seis mujeres muestran que «La percepción que hoy tienen los jóvenes y adultos sobre temas como los hijos, el matrimonio y la familia es distinto al de las generaciones anteriores. Para poner un ejemplo, el censo de 2018 mostró cambios sustanciales en los hogares según número de integrantes : los hogares conformados por una persona pasaron del 11,13 por ciento en 2005 al 18,56 por ciento en 2018».
Todas coinciden en que el ejercicio de su autonomía no habría sido tan fácil sin el acompañamiento de su círculo cercano y sin el feminismo. «Mi papá lloró mucho, me dijo que le tomaba por sorpresa. Cree que por culpa de él yo no quiero tener familia. No es una decisión fácil de asimilar, Mi mamá me dijo que era mi cuerpo y mi decisión y al final mi papá fue el que me cuidó: Fue al procedimiento, me acompañó, me recogió», cuenta Jessica.
Las primeras reacciones en la familia de Carolina también fueron variadas. «Soy feminista. Mi papá tiene muy claro que las decisiones sobre mi cuerpo son mías y nada más. A mi mamá sí le dio muy duro. Ella es de otra época. Me imagino que quiere tener nietos, pero al final aceptó y me apoyó». A María Camila la apoyaron sus amigas. «Todas mis amigas me apoyaron, me dijeron que les parecía bien. Ellas son feministas».
Con estas historias se evidencia que la baja tasa de natalidad y el aumento en la anticoncepción definitiva hasta 2019, no solo se debe al contexto nacional y a la crisis que atraviesa el país profundizada por la pandemia. El hecho de que cada vez más mujeres se rehúsen a ser madres es consecuencia del ejercicio de nuestra autonomía, a la posibilidad de decidir sobre la maternidad y la anticoncepción.
*Algunos nombres fueron cambiados por petición de las fuentes.
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