Tendencias de ayer y de hoy para perder peso generan las mismas preguntas y preocupaciones sobre el detrimento de la salud en pro de una idea impuesta de cuerpo femenino ideal. Profesionales de la salud y activistas contra estos ‘tratamientos’ explican los riesgos de ver la gordura únicamente como una patología y un negocio.
Ana empezó a ir a consultas con nutricionistas y dietistas a los ocho años. A los diez, los médicos le medían la grasa del abdomen con pinzas. Recuerda que sus loncheras eran diferentes a las de sus compañeros del colegio: todo dietético, versus los Cheetos con leche condensada que comían los demás. Hoy no culpa a su familia por haberla sometido a dietas desde esa edad. Pero ha empezado a cuestionar la relación que construyó con su cuerpo y la comida a partir de estas restricciones tempranas.
Ana fue niña en los ochentas y adolescente en los noventas. Todos los caminos para perder peso los emprendió de la mano de profesionales y su familia. Eso no evitó que se sometiera a un procedimiento irreversible, la cirugía bariátrica, que afectó su salud. De hecho, fue la presión de los médicos y de sus seres queridos lo que la llevó al quirófano. Hoy no puede recordar el momento en que pensó y dijo ‘sí, quiero operarme’, aunque tenía 32 años.
Ser niña y adolescente en la actualidad tiene nuevas presiones. En redes sociales como TikTok, una de las más usadas por jóvenes, la búsqueda #dietpills es frecuente y popular, y arroja resultados como supresores de apetito o pastillas para tratar el alcoholismo y la adicción a los opioides. Más recientemente, también inyecciones para la diabetes tipo II que desde diferentes cuentas se publicitan como infalibles para adelgazar.
Las inyecciones, comercializadas como Ozempic (semaglutida del laboratorio Novo Nordisk), escasean en Colombia y el mundo desde el año pasado. Por cuenta de la desinformación que empezó a circular en TikTok, se usan de manera indiscriminada para perder peso.
Al consultar en algunas droguerías de Cali desde inicios de este año, les farmaceutas nos contaron que el medicamento está agotado, pero que hasta diciembre pasado se conseguía bajo venta libre, por lo que muchas personas, incluso extranjeras, empezaron a comprarlo al por mayor. Ante la escasez, el INVIMA sacó una alerta el 3 de mayo en la que reafirma que el interés en Ozempic –y otros medicamentos cuyo principio activo es la semaglutida– está mediado por TikTok, aclara que es un producto de venta bajo fórmula médica en Colombia y advierte que no se debe adquirir para perder peso en personas sanas.
En esta tercera parte de nuestro especial ‘Belleza que enferma’ diseccionamos dos tratamientos que se han publicitado como “milagrosos” para adelgazar en diferentes épocas: el reciente Ozempic y la famosa cirugía bariátrica, que fue la ‘operación de moda’ para adelgazar hace una década. También profundizamos en sus efectos secundarios conocidos y sufridos en primera persona por mujeres, el target principal de estos y otros ‘atajos’ que prometen cuerpos delgados y hegemónicos, pero no saludables.
Desde la apuesta de nuestro especial por problematizar diferentes tendencias de belleza que van en detrimento de nuestra salud física, mental y social, y que no consideran la idea de la diversidad corporal, consultamos y citamos a activistas feministas que cuestionan la patologización de la gordura, y a profesionales de la salud que advierten sobre los riesgos de la automedicación e invitan a tomar decisiones informadas, conscientes y acompañadas.
Semaglutida: el nuevo oro contra la gordura
En Colombia, cuando estaba disponible en farmacias, una caja de Ozempic de 0.25 mg/0.5mg costaba casi 300.000 pesos. Las historias de algunes farmaceutas que consultamos en Cali apuntan a que había personas que lo compraban al por mayor, lo cual llevó a la escasez, una situación global. Para mayo pasado, la página de la Food and Drug Administration (FDA) clasificó a Ozempic como ‘escaso en este momento’ en los Estados Unidos. Al otro lado del mundo, un hospital de la megaciudad de Guangzhou, en China, también reportó que se había quedado sin Ozempic en mayo.
Por eso no sorprende que el laboratorio Novo Nordisk se haya convertido en la compañía más valiosa de Europa y una de las 20 más importantes del mundo, de acuerdo con datos citados por El País. “El país nórdico, por su parte, acaba de esquivar la recesión sobre la bocina gracias, en gran medida, a estos dos fármacos contra la obesidad made in Denmark”, expone el mismo artículo, refiriéndose a Ozempic y Wegovy, las dos presentaciones de semaglutida del laboratorio. En 2022, las ventas de Novo Nordisk crecieron un 26 por ciento y sumaron 23.720 millones de euros.
La médica Ariana Sierra, internista y endocrinóloga del Hospital de San José de Bogotá, explica que la semaglutida imita la acción de unas hormonas llamadas GLP-1. “Son hormonas que naturalmente produce el intestino cada vez que comemos e intervienen en diferentes factores”. Estas permiten que la función pancreática y la producción de insulina sean adecuadas, mejoran la saciedad y la captación de glucosa en el músculo, permiten la degradación del tejido graso, entre otras funciones.
Para las personas con diabetes tipo II son medicamentos seguros. “Se puede usar para toda la vida en diabéticos. De hecho, en la parte mental tiene una neuroprotección, hay estudios incluso en personas que tienen enfermedad o riesgo de Alzheimer en que estos productos han mostrado que pueden prevenir o retrasar todos esos procesos de deterioro neurocognitivo”, afirma la endocrinóloga. De hecho, el pasado agosto se conoció otro posible beneficio del medicamento en pacientes con insuficiencia cardiaca.
Existe una molécula similar a la semaglutida, explica la doctora: la liraglutida, que en Colombia se encuentra en dos presentaciones. Una es Saxenda (Novo Nordisk), aprobada por el INVIMA para tratamiento de la obesidad, contrario a la semaglutida que está aprobada en el país solamente para manejo de diabetes tipo II. La internista aclara que en Estados Unidos la FDA sí aprueba la semaglutida para manejo de obesidad, pero en concentraciones específicas.
Esta cuestiona el uso indiscriminado de Ozempic y agrega que estos medicamentos no deberían ser de venta libre, pues tienen contraindicaciones. “Primero hay que ver que el paciente cumpla el requisito (…) Mirar que no tenga cálculos en la vesícula, que no tenga antecedentes de pancreatitis, que no tenga antecedentes familiares o personales de cáncer medular de tiroides, que es un cáncer muy raro pero que contraindica la terapia”, explica. “Que no haya problemas gastrointestinales, que no haya una paresia, o movimiento intestinal lento, que se puede empeorar con el tratamiento”. A pesar de la advertencia médica, las redes y algunos medios son canales de desinformación rampante para un medicamento que no es inofensivo.
Este voz a voz de recomendaciones empíricas para perder peso no empezó ni terminará con Ozempic. Aunque Ana nunca uso semaglutida, sus médicos sí le prescribieron medicamentos como sibutramina, con el que sufrió del famoso efecto ‘rebote’, volver a engordar, en parte por un Trastorno de la Conducta Alimenticia que apenas está reconociendo y tratando: los atracones. También tomó Xenical (orlistat, Roche), una pastilla que “sacaba la grasa de tu cuerpo pero en forma de diarrea”. Nada funcionó.
“Tenía un matrimonio y necesitaba entrar en un vestido”
Recientemente en una entrevista en La W, la modelo colombiana Catalina Maya dijo que ella tomaba Ozempic, y que lo empezó a usar en octubre del año pasado para perder nueve kilos “de más”.
“La conocí por un médico amigo que me habló de Ozempic (…) cuando me dice que ayuda a perder peso y me cuenta que realmente no se conocen efectos secundarios con un uso no obsesivo (…) yo me atreví, la mandé a comprar, en esa época no estaba tan agotada como ahora”, dijo la modelo en uno de los programas de radio más escuchados a nivel nacional. “Tenía un matrimonio y necesitaba entrar en un vestido en el que no entraba porque lo compré una talla más chiquita”, agregó entre risas.
“En ese caso no estaría recomendado. Necesitamos una reserva de grasa corporal, una cantidad de masa muscular”, explica la médica Ariana Sierra sobre el uso indiscriminado, como el que relata la modelo, y señala que si una persona no es diabética, debe abstenerse de tomar el medicamento. “Allí es donde se puede poner en riesgo la salud: carencias vitamínicas, desnutrición”, aclara.
Ozempic hace que el movimiento del intestino sea más lento para que la comida esté más tiempo en el estómago y el intestino. “Pero imagínate una persona que tenga una condición gastrointestinal de base”, comenta la doctora. “Si tiene una paresia de base, y se está poniendo un medicamento que aumenta esa paresia, que hace que el intestino vaya más lento, pues esa persona se va a sentir mal”. De hecho, hay testimonios que hablan de gastroparesia grave o parálisis estomacal relacionadas con el uso de Ozempic y Wegovy.
Además de las complicaciones gastrointestinales, Ozempic podría tener impacto en la salud mental de quienes lo usan indiscriminadamente. Esto explica Cristian Peñuela, magíster en soberanía y seguridad alimentaria de la Universidad Nacional. “Hay una alteración, específicamente, en la percepción de la corporalidad”, inicia. “Porque si bien puede ser un tratamiento pensado para pacientes con obesidad, que está todavía en exploración, cada vez más se utiliza en personas con normopeso (…) termina presentándose una dismorfia corporal, donde efectivamente la gente siente que hay una necesidad del fármaco”.
Otro efecto que empieza a conocerse entre círculos de dermatólogos de Nueva York es el envejecimiento facial o, como lo bautizó el New York Times, ‘rostro Ozempic’. “Recuerdo que me miraba en el espejo, y casi no me reconocía (…) Mi cuerpo se veía genial, pero mi cara lucía cansada y vieja”, contó Jennifer Berger, de 41 años, al medio. Aunque parezca un efecto menor, en Nueva York hay un pico de consultas dermatológicas entre personas que toman Ozempic para hacerse rellenos y restaurar el volumen de sus caras.
“Son personas que pierden peso muy aceleradamente y terminan teniendo un aspecto muy demacrado en su rostro, porque efectivamente la pérdida de masa muscular es severa (…) Eso es lo que puede estar generando esa imagen un poco cadavérica”, explica Cristian.
Valentina Mora, nutricionista peso inclusiva y experta en salud en todas las tallas, cuenta que ha tenido pacientes a quienes les formulan semaglutida o liraglutida por seis meses o un año. “¿Qué genera? Pérdida de apetito, pérdida del reconocimiento del hambre, lo cual me parece algo inhumano, porque comer es una necesidad fisiológica y básica”. Valentina advierte sobre la posibilidad del efecto rebote. “Si tomas el medicamento, pierdes varios kilos por la inhibición del apetito y luego lo dejas, vas a recuperar los kilos en los años siguientes. Vas a volver a caer en el sistema de gordofobia médica, es un ciclo vicioso”.
Finalmente, señala algo clave: ni los médicos que se prestan para formular Ozempic cuando no está indicado, ni Catalina Maya, ni Elon Musk, ni las influenciadoras de TikTok, contemplan que quienes les escuchan y siguen pueden sufrir Trastornos de la Conducta Alimenticia, TCA, y recaer en conductas de riesgo.
Cirugía bariátrica: nunca más sentir la misma hambre
Cristian Peñuela asegura que, en su experiencia, la consulta nutricional para pérdida de peso es mayoritariamente solicitada por mujeres. “En el sistema de salud es más evidente: uno podría hacer la relación de cuántas cirugías bariátricas se hacen en Colombia (…) y encontrar sobre quién recae más la presión de este tema”.
En 2009, la Corte Constitucional reafirmó que este tipo de cirugía debía incluirse en el POS por motivos de salud, no de belleza. De acuerdo con este artículo de 2014, titulado ‘Acceso a la cirugía bariátrica en Colombia: la tutela como mecanismo de protección para el paciente obeso’, de 42 tutelas revisadas por les autores, 69 por ciento había sido interpuesto por mujeres y 31 por ciento por hombres.
Ana María Olivos vivió los dos sesgos a los que se refiere Cristian. Primero, asistir a controles con nutricionistas y dietistas desde niña, vivir subida a una báscula, adolorida por las pinzas con las que le agarraban el abdomen para medirle la grasa desde los 10 años. “Yo siempre estuve en dietas, dietas que nunca funcionaron porque, en realidad, las dietas no están pensadas para que funcionen sino por un tiempo. Cuando tú te restringes tanto de un alimento, te pones unas rutinas tan inquebrantables, en algún momento vas a caer”. El camino de Ana al ‘peso ideal’ fue largo, con muchos recuerdos borrosos. En 2012, a sus 32 años, finalmente tomó la decisión que prometía el milagro: la cirugía bariátrica.
“En ese momento la cirugía era bastante novedosa aquí en Colombia. A este punto se la habían hecho, no sé, la Gorda Fabiola. Como que se estaba probando”, recuerda Ana. “Yo tenía que entender que estaba siendo bendecida y afortunada porque lo que te dicen a ti los médicos es: ‘eres la candidata perfecta’ (…) Es un gancho. Y ahí viene la ambivalencia de la medicina: si estoy tan bien de salud, ¿para qué me vas a operar?”.
“Tu estómago era muy grande, ya no”
La Asociación Colombiana de Obesidad y Cirugía Bariátrica define esta operación como “el conjunto de procedimientos quirúrgicos diseñados con la intención de perder peso y mejorar las enfermedades asociadas”, entre las cuales nombran comorbilidades como hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, artrosis. Ana no padecía de ninguna.
“Solo recuerdo haber despertado y que me dijeron: ‘Ya está. Tu estómago era muy grande, ya no’”. A Ana le practicaron un bypass gástrico, uno de los tres tipos de cirugía bariátrica. “Todas muy agresivas (…) A mí ya no me da pena ni miedo decirle como realmente uno debería decirle a estas operaciones: una mutilación consentida del cuerpo”.
Según Mayo Clinic, el bypass consiste en crear una pequeña bolsa desde el estómago y conectarla al intestino delgado, para que la comida no pase por la mayor parte del estómago ni la primera sección del intestino delgado. La gastrectomía en manga extirpa el 80 por ciento del estómago por laparoscopia. El estómago queda del tamaño y la forma de un plátano. Y la derivación biliopancreática con cruce duodenal, el tercer tipo, es menos común y tiene dos pasos: primero, una gastrectomía en manga; segundo, conectar la porción final del intestino con el duodeno cercano al estómago. Este último procedimiento “limita la cantidad de comida que puedes comer y reduce la absorción de nutrientes, incluidas las proteínas y las grasas”, de acuerdo con Mayo Clinic.
La doctora Ariana Sierra habla del impacto de esta reducción de la absorción de nutrientes.“Puede haber deficiencias de vitamina B12 y deficiencias de hierro, alteración de la absorción del calcio, entre otros minerales”, explica. “Por eso también en la cirugía bariátrica la persona debe tener una indicación real. Es decir, que de verdad veamos que su beneficio y la pérdida de peso que se va a lograr sea superior a cualquier riesgo en la salud”. Apunta que quienes se la practican necesitan un acompañamiento permanente, porque no es un procedimiento reversible y necesitarán suplementación de por vida.
“Tuve varias pacientes con cirugía bariátrica (…) Todas han tenido inconvenientes relacionados con malabsorción de nutrientes”, cuenta Cristian Peñuela. “Hay que suplementar vitamina B12. Se pierde la capacidad de absorber zinc, magnesio”.
“El único objetivo de la cirugía es que seas flaca, no que estés sana”
Valentina Mora dice que es alarmante la cantidad de influencers y figuras públicas que se someten a esta operación. “Son personas que no clasifican dentro de las candidatas a esta cirugía. Se la hacen porque tienen el dinero”. La nutricionista refuerza lo que Ana opina: “La premisa de estas cirugías es que te amputan un órgano en nombre de la salud (…) afectas un órgano sano, funcional”. Pero las afectaciones también tocan la dimensión mental y social. En el caso de Ana, afirma que su proceso de enfermedad tras la cirugía fue acumulativo y estalló apenas hace unos meses con síntomas insoportables.
Con una nueva digestión y una dieta exigente los primeros meses, Ana bajó 50 kilos. “En ese cuerpo yo ya no estaba. Empiezas a cambiar tanto y tan rápido, que ya no te reconoces”, cuenta. “La única parte que alcancé a disfrutar fue la de la ropa, ponerme cosas que nunca había podido, ponerme ropa que por fin me quedaba. Toda mi vida fue ropa de hombre, ropa para mujer embarazada, la que hubiera, no la que yo quisiera” recuerda.
“Al año número seis ya empecé a ver que mi digestión estaba literalmente vuelta mierda. Ya no podía comer nada sin que me sentara mal. La cirugía bariátrica en mi caso ha sido vivir durante 11 años, un 80 por ciento del tiempo con diarrea y pánico estomacal”, resume Ana.
A los malestares gastrointestinales y un diagnóstico de colon irritable le siguieron síntomas de desnutrición, un proceso silencioso que empezó como anemia por falta de hierro, la cual pudo manejar con infiltraciones del mineral directo a la vena. Pero el año pasado comenzaron otros síntomas: dificultad para respirar, taquicardia, cansancio extremo, sequedad en la piel –sobre todo en los párpados–, mareos, dolores de cabeza, confusión, caídas. “No podía alzar los brazos para echarme champú o colgar la ropa en la cuerda”.
La gota que rebosó el vaso fue la afectación en sus habilidades cognitivas y su memoria. Ana es profesora, así que identificó ese síntoma rápidamente y se alarmó. Al consultar con profesionales, incluso encontró un endocrinólogo que le dijo: ‘Si no adelgaza, no vuelva’.
Investigando por su cuenta, dio con un par de perfiles de Instagram que salvaron su vida, pues le permitieron descubrir que todas eran señales de deficiencia de vitamina B12. Carencia que, con el tiempo, puede agravarse y provocar daño neurológico. Mónica Rodríguez Portela es una nutricionista española especializada en cirugía bariátrica y fue una de las especialistas a las que Ana recurrió. Esta también es paciente bariátrica y, de hecho, estudió nutrición porque sus dolencias no tenían nombre, su cuerpo estaba colapsado y ningún médico le puso atención.
Recientemente Ana tomó una consulta con ella, tuvo que pagarla en euros. Ha tenido que invertir mucho dinero de su bolsillo para recuperarse de algo que ningún médico, en 11 años que lleva operada, le advirtió ni le diagnosticó: una desnutrición que suple con más de 15 pastillas al día, a las que se entrega, aunque no es creyente, como si fueran las pepitas de un rosario. “Yo era una persona sana (…) No te voy a decir que era deportista, pero yo caminaba un montón, me pegaba unas patoneadas y no me cansaba, así estuviera gorda”
No logra recordar el momento en que, ese 2012, pensó y dijo: ‘Sí, quiero operarme’, pero está segura de que cualquier palabra o gesto de consentimiento no estuvo mediado por la información y el conocimiento. “Lo máximo que te dicen a ti es que el riesgo es tener anemia (…) Y que iba a tener que tomar un suplemento vitamínico de por vida. Ya está. Que de resto todo iban a ser grandiosos beneficios y que, por fin, iba a poder ser una persona delgada”, concluye.
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