Es innegable y justificada la crítica que ha recibido el último estreno cinematográfico de Netflix, ‘Blonde’. La película sobre Marilyn Monroe dirigida y escrita por el director australiano Andrew Dominik –basada en el libro del mismo nombre de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates– es un sufrimiento innecesario de casi tres horas. Se estrenó el pasado 23 de septiembre y está en el top 10 de películas más vistas en varios países. En poco más de una semana se ha reproducido 37,34 millones de horas. Su popularidad inicial luego se tornó en atención negativa por varias razones.
Voy a empezar con lo único positivo que rescato: la actuación maravillosa de Ana de Armas, la actriz cubano-española, que le da vida a la Marilyn Monroe imaginada por Dominik. Antes de su estreno, la polémica rodeó la película por la elección de Ana como protagonista. La audiencia tenía miedo de que una actriz latina e hispana no diera la talla con el acento y con la interpretación de Norma Jean-Baker –el nombre real de Marilyn Monroe–. Curioso que no pasó lo mismo cuando, por ejemplo, Madonna fue elegida para interpretar a Eva Perón en 1996. Ahí el acento o el nivel de interpretación no fue un problema.
En todo caso, Ana demostró que ser una actriz inmigrante del sur global nunca debe ser un determinante del talento, y cuestionarlo en su caso puede tener un sesgo xenófobo. Su interpretación es increíble, pero qué lástima que su papel haya sido en la película más misógina que he visto en años.
Ya se ha dicho bastante sobre esta producción, pero me parece importante aportar una lectura relacionada con la representación. ¿De qué manera esta juega un papel crucial en la construcción de memoria sobre una persona, en este caso Marilyn Monroe, y cómo esta es un terreno en el que también se puede seguir ejerciendo violencia simbólica incluso después de la muerte?
La película es insoportable. Les daré el mismo consejo que he visto en redes o reseñas: si es posible, no la vean. O véanla para entender lo que no se debe hacer a la hora de rendirle un homenaje a la vida de una mujer, o a la hora de contar parte de su historia. No importa que no sea una reconstrucción fiel a la realidad, pues la ficción también tiene sus límites. Dominik muestra la máxima fantasía del patriarcado y de la misoginia: una Marilyn Monroe sometida a un sufrimiento interminable. Es la eterna víctima, fetichizada además para el deleite de los hombres. El director reduce la existencia y la vida de una mujer a un cuerpo que la mayoría del tiempo está desnudo, y que es abusado desde muy temprano.
Durante la película, Marilyn es golpeada, violada e incluso sometida a violencia obstétrica durante dos horas y 47 minutos. Como bien dijo el periodista y escritor Pedro Adrián Zuluaga en Twitter, “A Marilyn en ‘Blonde’ la violan de nuevo, vuelven a abusar de ella”
‘Blonde’ cuenta la vida de Norma-Jean Baker desde la mirada patriarcal de un hombre en el cine, o male gaze en inglés. El desprecio de Dominik por Monroe no solo se evidencia en la película, sino que lo ha hecho explícito en entrevistas. A la revista del British Film Institute, Sight & Sound, le dijo que ya nadie veía las películas de Marilyn Monroe y que la comedia de Howard Hawks ‘Los caballeros las prefieren rubias’, que protagoniza Marilyn, es sobre unas “Putas bien vestidas”.
Hay varios ejemplos de esa mirada en la producción. Primero, las escenas en las que un feto parlante atormenta a Marylin a lo largo de la película por tener la intención de abortar, por haber sido forzada a abortar y por haber sufrido un aborto involuntario. Todo esto en pleno 2022, cuando el aborto es moneda política de cambio en varios países, y justo en el momento en el que Estados Unidos tumba el derecho a abortar luego de casi 50 años. Por si no fuera esto lo suficientemente ridículo y violento, el director también decidió mostrar a Marilyn acostada en una camilla ginecológica, donde la composición de las escenas hace sentir a les espectadores prácticamente dentro de su vagina un sinnúmero de veces.
La escritura, planeación, rodaje y publicación de estas escenas no pueden ser casualidad. Mucho menos cuando en varios países las mujeres, increíblemente, aún no somos ciudadanas plenas –como sí lo son los hombres– y tenemos que luchar por derechos que no reconocen o derechos ya adquiridos que nos quitan de un día para otro.
Esto es aún más perturbador cuando Dominik dice cosas como “No estoy interesado en la realidad, estoy interesado en las imágenes”, como respuesta a una pregunta sobre ‘Blonde’. ¿Qué es lo que intenta comunicarnos a través de ellas? ¿Que las mujeres no existimos más allá de la imagen que proyectamos y se proyecta de nosotras, o de todo el conglomerado de violencias que nos atraviesan?
Con todo lo que ya sabemos, Dominik aún tiene la desfachatez de decir que su película está destinada a reparar el daño del estereotipo de rubia tonta que recae sobre Marilyn Monroe. Repararlo cómo, ¿revictimizándola? Ante la pregunta por la cantidad de escenas de violencia contra la protagonista, aseguró en la entrevista: “Tener tacto no me interesa”.
Sin embargo, la culpa también recae sobre la fuente de la adaptación. El guión está basado en el libro de Oates, publicado en el año 2000. A ella también la criticaron en su momento por explotar el sufrimiento de Marilyn. En marzo de 2000, el escritor norteamericano y crítico literario Michiko Kakutani escribió una reseña en la que asegura que la escritora manipula la vida de la actriz a través de la ficción y la convierte en una miniserie televisiva de mal gusto.
Quizá por producciones como la de Domink, o libros como el de Oates, las primeras imágenes que nos siguen llegando a la cabeza cuando hablamos de Marilyn son las de una mujer bella, rubia, actriz, amante del presidente John F. Kennedy. Quizá la sigamos asociando con el suicidio, la depresión y la vulnerabilidad. Si hablamos de las luchas y victorias de las mujeres para el avance de nuestros derechos, Marilyn no es la primera mujer en la que pensamos. La forma en la que fue representada cuando estaba viva y en la que sigue siendo representada después de su muerte ha fortalecido la imagen de la bomba sexy, mujer fatal cosificada y vicitimizada que eclipsa su agencia. El mito sobre la persona.
Incluso, la película toca tímidamente uno de estos aspectos. Cuando Marilyn reclama que su compañero de reparto en ‘Los caballeros las prefieren brutas’, Jane Russell, iba a ganar más de 10 veces el sueldo de ella. Esto fue verdad, pero en Blonde es un aspecto secundario en medio de la crisis emocional de la protagonista. Al buscar apenas un poco más acerca de su vida, encontré que, cansada de que siempre le ofrecieran el mismo papel de rubia ingenua, y del acoso sexual de hombres poderosos en la industria del cine, Marilyn fundó su propio estudio en 1954. En una industria dominada por hombres. Además, luchó por la equidad salarial y por la libertad artística de sus empleados, escribía poesía y atendía a clases de literatura en UCLA entre los rodajes.
Un evento que creo que deja ver quién era Marilyn es el episodio que marcó su amistad con la cantante de jazz afroamericana Ella Fitzgerald. En el otoño de 1952, Marilyn obligó a los dueños del club blanco ‘Mocambo’ a que cumplieran el contrato que tenían con Ella y dejaran de discriminarla. Ninguno de estos aspectos de su vida se muestran en la película.
En vez de ofrecernos otra narrativa, la película perpetúa esa representación patriarcal de Marilyn Monroe, forjada por la industria cinematográfica. En su investigación sobre Marilyn, la profesora de historia norteamericana Louis W. Barner encontró que la imagen de Marilyn se empezó a asociar con brotes de revolución, incluso con luchas de movimientos ciudadanos. Como respuesta, la industria degradó esa imagen. Louis cuenta que “Después de Marilyn proliferaron los chistes de rubias tontas, un signo de diversión por las muchas rubias que aparecieron de repente, de sutil misoginia contra las mujeres y de miedo al poder sexual potencial de las mujeres”, concluye.
La película es dolorosa porque, como dice irónicamente uno de sus personajes, “Marilyn merecía más”. Y sigue mereciendo más. ¿Por qué reducir toda su memoria a la violencia que sufrió? ¿Acaso las mujeres estamos destinadas a ser contadas por y a través de la violencia que vivimos? Si nos quedáramos con la producción de Domink la respuesta sería, lamentablemente, que sí.
Sin duda esta película no es ningún homenaje a la mujer que fue Norma-Jean Baker. No cuenta sus complejidades y luchas, sus victorias, sus momentos de felicidad –tal vez porque no le conviene–. No seamos cómplices de la glorificación del mito, de la imagen degradada que construyó el patriarcado sobre Marilyn Monroe y Norma-Jean Baker. Aquí nadie niega las violencias que sufrió y que pudo haber sufrido, pero ella fue mucho más que eso y es más que cuestionable enmarcar con regocijo su dolor y sufrimiento, y sacar provecho económico de ello.
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