El reciente caso de maltrato y acoso laboral de los hermanos Charry, de la empresa Charry Trading S.A.S que opera en Ibagué, resultó en conversaciones fundamentales sobre los derechos que tienen las personas trabajadoras en Colombia. La atención que ganó el caso, hasta por parte del mismo presidente Petro, nos puso a hablar en los últimos días de acoso laboral, derechos laborales y los límites que deben tener las personas con gente a cargo.
Sin embargo ha sido preocupante que, para denunciar las acciones sin ética que atentan contra los derechos de las personas trabajadoras, se sigan usando discursos y términos que revictimizan, una vez más, a las comunidades afrodescendientes. Palabras como ‘esclavista’ o ‘esclavitud’ han dominado la conversación sobre el caso, un término cuya historia no puede caber dentro de la categoría de explotación laboral. Quienes hablamos de antirracismo volvemos a repetirlo cada tanto: el lenguaje importa y crea realidades.
¿Por qué es racista hablar de esclavitud o esclavización cuando nos referimos a explotación laboral? ¿Por qué en nuestro país es tan común seguir escuchando términos como ‘negrero’, ‘o trabajé como un negro’ cuando nos referimos a explotar o ser explotades laboralmente?
Porque sigue siendo parte de la manera en que nos han culturizado. Ni siquiera la misma presidencia se salvó de apelar a dichos discursos. El presidente Gustavo Petro, al enterarse del caso de los abusos de esta empresa, decidió compararlo con lo que hacían los esclavistas:
Y ustedes se preguntarán: ¿pero qué tiene de malo que esta comparación se presente así? Pues que la explotación laboral es algo muy diferente a la esclavización. No debemos olvidar que más de 15 millones de personas fueron víctimas de la trata trasatlántica. Además, seguimos viviendo en un mundo en el cual las personas son esclavizadas por su color de piel, condición de vulnerabilidad y nacionalidad, y referirnos a la esclavización como una práctica en desuso, para poder compararla con el abuso laboral, invisibiliza la dimensión de lo que viven más de 400.000 personas en nuestro país, por cuenta del reclutamiento forzoso, según el Índice Global de Esclavitud. Eso nos convierte en el quinto país de Latinoamérica con más casos de esclavización moderna. Entonces no se trata solo de dejar atrás el lenguaje revictimizante, también entender la diferencia entre esclavización y explotación laboral ayuda a tipificar cada caso en los medios y las Cortes.
A pesar de esto, las personas continúan usando expresiones que hacen referencias a la esclavización como si fuese un suceso del pasado. Y las mezclan como expresiones que se refieren a la explotación y el maltrato laboral, como en el gravísimo caso de los Charry. Estas expresiones tienen que ser erradicadas.
Por ejemplo, seguir refiriéndose a empleadores problemáticos, incluso abusivos, como ‘negreros’ es no reconocer la verdadera historia detrás de la esclavización: un genocidio sistemático de personas de África y sus descendientes por cuenta del racismo y del trabajo forzado. ¿Y por qué no cabe la comparación entre un ‘negrero’ durante la trata transatlántica y jefes que abusan de su personal? Porque si bien el acoso laboral tiene unas consecuencias terribles en la salud física, mental y emocional de las personas trabajadoras, dichas personas tienen derechos y leyes que les protegen. Mientras que las personas negras que fueron esclavizadas, fueron desdibujadas en todos los sentidos posibles, sometidas a tratos inhumanos y cuya descendencia vive aún hoy con las consecuencias sociales, culturales y políticas de dicho crimen de lesa humanidad.
En resumen, la crueldad que vemos en casos de abuso y maltrato laboral no son equiparables al genocidio que significó la esclavización de las personas africanas y su descendencia. Mantener estos paralelos facilita que las brechas entre la comunidad negra y las personas blanco-mestizas y blancas sigan siendo parte del panorama social.
Las personas negras estamos cansadas de que la gente asuma que nuestra historia empezó con la esclavización, porque es justo esa vinculación la que permite que el campo laboral sea uno de los más complejos de navegar cuando se es afro. No podemos olvidar casos como el de la docente Kerlin Murillo Mena quien fue maltratada en el lugar que la empleaba con el agravante de que sus hijos también fueron víctimas de bullying y abuso sexual en el mismo lugar. Un caso que llegó a tal extremo porque las personas afro tememos denunciar, porque son situaciones donde se nos minimiza o ningunea. Así sucedió con la docente Kerlin, pues una gran cantidad de personas del corregimiento de Morcote, Boyacá, fueron cómplices y testigos del maltrato agravado que padeció la docente chocoana y su familia.
El tweet anterior denota el asunto que intento señalar con esta columna: las personas que estamos en movimientos antirracistas y decoloniales luchamos por visibilizar que eso de los tiempos de la colonia no son constructos antiguos; son constructos vigentes y activos en la manera en que las instituciones y los parámetros de toda índole funcionan en nuestras sociedades. Mencionar esto es anacrónico y lo que es más, pensar que esto no sigue operando en la manera en cómo funciona la racialización, en especial en cómo afecta a las personas negras y afro, es un error contra el que debemos insistir.
Es necesario que empecemos a tomar acciones antirracistas, lo cual significa desmontar un montón de imaginarios dañinos en contra de las negritudes, imaginarios que mantienen opresiones y desigualdades desmedidas en nuestra sociedad. Para eso tenemos que empezar con cómo hablamos: no usar más esclavo/a, por ejemplo. En cambio usar esclavizado/a que pretende resaltar que no es una condición innata de la persona, sino que fue sometido a esa condición por otra persona. No usar más “aquí son unos negreros”, se puede en cambio decir lo que sí son: abusadores, abusivos, explotadores laborales.
También entender que en vez de decir esclavitud, se debería decir palabra esclavización para dejar de esconder en el lenguaje una falsa pasividad, como si hubiese sido un proceso histórico que surgió de la nada. La expresión correcta enfatiza que hubo personas detrás de este genocidio sistemático y activo.
Equiparar problemas de la modernidad con lo que fue la esclavización sostiene estereotipos que reducen la historia de las diásporas africanas a aquel hecho histórico, sin dejar de mencionar, por ejemplo, lo titánico que resulta para las personas negras denunciar casos de abuso y maltrato laboral cuando, entre esos estereotipos, se piensa que una persona afro debe estar agradecida de tener trabajo, cualquiera que sea y como sea que en éste se le trate.
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