Nos merecemos otra forma de hacer política en Colombia

Este 19 de junio, sin importar cuál sea el resultado de la segunda vuelta, habrá una parte de todes nosotres que sentirá un alivio momentáneo. Con la decisión final sobre cuál será el próximo presidente de Colombia, se acaba una de las campañas políticas más violentas y sucias de nuestros años recientes, de la que por fin nos podremos despedir. Dejarla atrás va a mejorar en algo la salud mental colectiva de este país.

Sin embargo, parece que cada cuatro años volvemos a decir lo mismo sobre cada campaña. La beligerancia es costumbre cuando volvemos a la época electoral. Y al final de cada segunda vuelta respectiva, con nuestros nervios destrozados, la ansiedad electoral a tope, algunas relaciones malogradas por cuenta de las diferencias políticas y una nueva incertidumbre que empieza a crecer en nosotres por lo que vendrá con el nuevo gobierno, una parte nuestra descansa porque terminó.

Desde el pasado 29 de mayo hasta hoy, entramos en la etapa de lo que podríamos llamar “el agua bien sucia” de la recta final. Al momento de terminar esta columna, por ejemplo, Rodolfo Hernández salió leyendo un encriptado comunicado sobre el fallido debate dictado por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, al que le puso todo tipo de condiciones que Petro aceptó. En el comunicado, Hernández alega que cuando Petro dijo ‘nos vemos en Bucaramanga’, entendió que el debate no iba a suceder. Después de que él mismo pidió que el debate fuera en esta ciudad.

Cada semana ha traído una nueva corriente de agua sucia y tóxica, que ahoga nuestras cotidianidades. Hace no mucho, el agua sucia que corrió fue la de los famosos ‘Petrovideos’. En estos se ve a Roy Barreras como protagonista, hablando de “tomar acciones políticas” como “dividir ese centro aún más” y atacar a algunos de sus rivales políticos de ese entonces: Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria. “Decidan qué hacer porque estamos listos para ir a la batalla”, dice en un momento el congresista electo que decidió supuestamente aislarse de la campaña de Petro por cuenta de este escándalo.

El agua se vino encima y hubo una frase que se repitió mucho para justificar los videos en las mesas de debate de las emisoras en la mañana y en Twitter: “Así es que se hace la verdadera política”. Muchas personas preguntaron con tono de desdén: “¿O es que cómo creían que se hace política en este país?”

La pregunta no ha parado de reproducirse en nuestras cabezas desde esos días porque arrincona. Porque no nos da la opción de elegir cómo queremos creer que se construye la política electoral en el país. Sobre todo es una pregunta que cercena la posibilidad de pensar que la política se puede hacer de otra manera. Sobre todo cuando los movimientos de mujeres en este país nos hemos dedicado precisamente a eso desde hace muchas décadas.

Nos preguntamos ¿De verdad no existe una posibilidad válida de hacer política electoral que exista por fuera de las mecánicas patriarcales que han construido los hombres para quitarse el poder los unos a los otros desde hace siglos? ¿Es ese nuestro único destino? ¿Aquel en el cual solo se puede hablar de destruir, dominar, dividir, y no se puede pensar en el contrincante en otros términos que no sean los propios para referirse a un enemigo? O aún peor: hablar de unir y no dividir como discurso, pero dividir con acciones cada cuatro años.

¿Nos merecemos tan poco?

Esta campaña que por fin está acabando nos deja esa gran pregunta. Y nosotras no queremos comernos el cuento de que en Colombia no nos merecemos otra forma de hacer política electoral. Estamos completamente seguras de que merecemos más, de que merecemos mejor. 

Y lo sabemos porque ya lo hemos visto. Lo hemos vivido en la construcción de articulaciones lideradas por mujeres, como la juntanza feminista que se levantó en un pañuelazo feminista nacional después de la primera vuelta, ante el miedo de un gobiernos que podría ir en contra de las mujeres. Porque hoy por hoy ya existen líderes políticas que se enuncian como feministas desde diferentes colectividades y que, aunque difieren, se abrazan en lo fundamental para el avance de nuestros derechos libertades y le apuestan juntas a la lucha paritaria en nuestro país.

Porque este año nos dejó la fortuna de ver procesos políticos tan importantes como el fenómeno electoral que ha sido Francia Márquez: una mujer negra, feminista, antirracista, lideresa social, que ha representado y recogido las causas de la población que siempre termina más excluida de este proyecto de nación. O proyectos que no olvidamos por su apuesta disidente como Estamos Listas, que aunque no llegó a la curul, nos demostró que sí existe un camino feminista hacia la política electoral, y que es cuestión de tiempo para que otras recorran esa misma senda.

Probablemente hoy, después de una campaña intensa y dura para nuestros corazones, esto se lea ingenuo. Probablemente muches digan que intentar otras formas de hacer política que la del coñazo en redes, la de medirse las hombrías en debates y la de salpicarse el agua sucia sea lo mismo que no ganar en esta carrera. Puras acciones afirmativas, dirán otres.

Pero así, pareciendo ingenuas, es que han empezado tantas luchas dentro del campo de la participación política de las mujeres. Y hoy, en pleno 2022, los medios están hablando del voto feminista, los puntos de intención de voto de un candidato bajan si lanza declaraciones machistas, y un candidato presidencial está hablando de que los votos de las mujeres son los que podrían definir las elecciones esta vez. Vean para atrás por un momento, y dense cuenta de lo lejos que hemos llegado.

Los hechos que hemos vivido en las últimas semanas, y los procesos importantes de los que hemos hecho parte en los últimos años y que tienen que ver con la paridad política, la reivindicación de las labores de cuidado y el rechazo de la violencia política contra las mujeres, nos llena de seguridad para afirmar que cada vez se acerca más el momento de cambiar la estructura sobre la cual se cimienta el poder político en Colombia. 

Lo hemos visto en la región recientemente, con el triunfo de Gabriel Boric en Chile en gran parte por el voto de las feministas. Con su constituyente también. Y estamos convencidas de que ese cambio estructural lo van a liderar mujeres feministas, que se abran paso en la carrera política para apostarle a la ejecución de un proyecto societario de país donde quepamos todas de una bendita vez.

Por ahora, tenemos la incertidumbre que nos genera el domingo y la posibilidad de un gobierno que sea, a todas luces, un retroceso para el avance de los derechos de nosotras las mujeres. Pero no por eso nos tenemos que creer el cuento de que nada ha cambiado: todo ha cambiado para nosotras en este país, y la historia está tomando su curso. 

Con esa incertidumbre tenemos también una certeza: el día que la carrera para ganar una presidencia, un ministerio o una curul en Colombia se aleje de lo beligerante, del machismo y de la figuración patriarcal, para acercarse a la imaginación, a la colectividad y lo plural, ese día habrá un verdadero cambio en la manera de hacer política electoral en nuestro país. Y ese día está cerca.

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