El día en que nació Mateo, primer hijo de Luisa España, en Cartagena, empezaban allí los toques de queda. La medida se tomó en diferentes ciudades del país antes de decretar la cuarentena generalizada para prevenir la propagación de la covid-19.
Ese 17 de marzo, más de una semana después del primer caso de contagio en Colombia, las enfermeras de la Clínica Santa Cruz de Bocagrande, de la capital de Bolívar, corrían de un lado a otro, afanadas por entregar turno a las 5:00 p.m., porque si las cogía las 6:00 p.m. dentro del hospital, les tocaba pasar allí la noche, lejos de sus casas. Quizá por esto, aquel grupo de enfermeras olvidó prestar la suficiente atención a tres mujeres que horas atrás habían dado a luz y que se encontraban en una sala de recuperación, como cuenta Luisa.
“Recién parida, abandonada y con una compresa dentro de mi vagina”, así fue como Luisa se sintió en ese momento. Durante el parto tuvo un desgarro tipo dos y por eso fue necesario que introdujeran una compresa para detener el sangrado. Lo que no era necesario era que la compresa permaneciera por cerca de cinco horas en su cuerpo. La recomendación de la ginecóloga era que máximo debía durar dos horas con ella. Pero los afanes del cambio de turno dejaron en el aire la recomendación y hasta que Luisa reclamó a la enfermera jefe y le manifestó el riesgo de una infección, se la retiraron.
Eran las 10:15 p.m. Su parto había finalizado a las 4:47 p.m.
Miedo, ansiedad, incertidumbre, pero una ilusión que igual no desaparece, son algunas sensaciones que acompañan a las mujeres a quienes les tocó preparar su parto en medio de esta pandemia. El temor no es solo por el contagio a este virus que en Colombia, al 1 de octubre, está sobre los 830.000 contagiados y los 25.828 muertos, según reportes del Ministerio de Salud, sino también por los nuevos protocolos sanitarios, que difuminan la imagen de un parto humanizado. El acompañamiento de personal médico y familiares, el contacto con quien acaba de nacer, visitas y otras estrategias implementadas en algunos hospitales como musicoterapia, aromaterapia y ayudas con balones de pilates, quedaron suspendidas. Ahora la prioridad es hacer las cosas con mayor agilidad y mitigar el riesgo tanto para el bebé como para la mujer.
“Se nos dañó el parto humanizado porque a raíz de la covid-19 no puede entrar el acompañante, a quien tampoco salimos a darle información porque la idea es que no nos veamos, que no nos hablemos, que no nos toquemos”, explica Gabriel Barbosa, ginecólogo del Hospital Universitario San Ignacio, y director del Departamento de Ginecología y Obstetricia de la Pontificia Universidad Javeriana. “A la mujer ahora la atiende un grupo de robots que somos todos nosotros vestidos de cabo a rabo. Ella ya ni sabe quién es quién, ni uno mismo sabe quién es quién. Todo esto es fatal, pero esperemos que sea solo una coyuntura”.
Con el fin de garantizar la salud y bienestar de las gestantes y recién nacidos, en marzo de este año el Ministerio de Salud publicó una guía de lineamientos provisionales para la atención de esta población en el contexto actual. Además de plantear algunas consideraciones para las mujeres que no tienen cuadro sospechoso o confirmado de covid-19, establece consideraciones para las gestantes que sí son sospechosas. Por ejemplo, para la atención del parto “se prefiere que se desarrolle en la misma sala de aislamiento donde se realizó el trabajo de parto. Se recomienda realizar monitoreo fetal permanente”, afirma el documento.
A pesar de que el embarazo es considerado un ‘estado de riesgo’ para contraer enfermedades virales, aún no se demuestra con certeza si una mujer embarazada con coronavirus puede contagiar vía fetal a su bebé. Sin embargo, la transmisión a través de secreciones orales o nasales sigue siendo un riesgo.
Hacia un parto humanizado: ¡Qué sea ley!
La violencia obstétrica se define como «la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de ellas», según la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de Venezuela, primer país de la región en tipificar este tipo de violencia en 2007.
Lo contrario a la violencia obstétrica es un parto humanizado. Para eso, además de permitir el acompañamiento de una persona que la madre elija, es indispensable que se tengan en cuenta temas como el respeto por el consentimiento informado, la elección o no de la analgesia epidural, caminar durante el trabajo de parto, no ser canalizada apenas llegue al hospital, comer y beber líquidos; ayudas como el balón de pilates, masajes, musicoterapia y otras estrategias implementadas para acompañar el momento de parir.
“Todo esto hace que la experiencia del parto sea única y sobre todo positiva, acogedora y compasiva. Debe ser un montón de cosas que no es, que se perdieron en un punto de la historia y que tenemos la misión de recuperarlas”, afirma el doctor Barbosa.
Igual que la lucha por el aborto legal, el movimiento por la humanización del parto ha venido tomando fuerza desde 1996, cuando la OMS publicó una guía práctica de recomendaciones que incluyen temas como alimentación, lugares para el nacimiento, apoyo, acompañamiento, manejo de dolor, posiciones, exámenes vaginales y cuidados del recién nacido.
En el caso de América Latina, en el 2000 se creó la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y el Nacimiento (Relacahupan) con el objetivo de mejorar la vivencia del parto y la forma de nacer.
De 2014 a 2016, la OMS siguió reforzando el tema con comunicados, cartas y publicaciones como la ‘Declaración en la prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud’, donde, entre otras cosas se hace una revisión sistemática sobre el maltrato de mujeres durante su parto en instalaciones a nivel mundial.
Lo anterior motivó a que en diferentes países de la región el tema tomara importancia y se empezaran a implementar políticas públicas para garantizar los derechos de la mujer antes, durante y después del parto.
La covid-19, un obstáculo en la implementación
Desde que se aprobó la Resolución 3280 del 2018, que señala la Ruta Integral de Atención en Salud Materna y Perinatal, el parto humanizado ha tenido más eco en algunas instituciones colombianas. Sin embargo, estos esfuerzos se han visto frenados desde marzo debido a la pandemia.
Un caso es el del Hospital Regional de Sogamoso, en Boyacá, que, al tener la acreditación de Instituciones Amigas de la Mujer y la Infancia (IAMI), ha implementado una serie de estrategias como cursos de preparación para la maternidad y la paternidad feliz, cubículos individuales que permiten acompañamiento continuo, visitas previas al hospital para conocer en qué lugar va a ser el nacimiento, un equipo especial para fortalecer la lactancia con énfasis en madres primerizas y una red de apoyo para cuando la paciente salga del centro hospitalario.
Sin embargo, existe una falencia con la anestesia obstétrica. Aún no se ha iniciado el programa de manejo de epidural. En abril de este año iba a empezar, pero por la contingencia no fue posible. Este tipo de atenciones primarias han cambiado debido al coronavirus, especialmente por el acompañamiento, que además es uno de los temas prioritarios para las mujeres que están a punto de parir.
“Desde que empezó todo esto nos dijeron que solo podía tener un acompañante y yo quería que ahí estuvieran mi esposo y mi mamá”, cuenta Diana Umaña, quien el 15 de abril tuvo a Avril, su primera hija, por medio de cesárea en la Clínica Zayma, en Montería. “Al final solo pudo estar mi papá porque mi esposo no alcanzó a llegar y mi mamá tiene problemas de salud por lo que le prohibieron estar ahí. Todo fue muy rápido, todo estaba protegido”.
En este sentido, las recomendaciones de la OMS para la atención a mujeres embarazadas dejan claro que el acompañamiento durante la pandemia no representa un riesgo y que “el modo de nacimiento debe ser individualizado en función de las indicaciones obstétricas y las preferencias de la mujer”. Pero en Colombia se han tomado otras decisiones. Por ejemplo, el acompañante puede estar en sala de espera o tiene un horario de visitas, pero no puede entrar al parto. Incluso ha habido casos donde los acompañantes deben esperar aglomerados afuera del hospital, esperando noticias del bebé que nace.
“Si uno mira el contexto epidemiológico de la covid-19, ¿qué es lo ideal? Que en una sala de parto esté la paciente, una enfermera y un médico. Antes estaba el papá o el acompañante, un estudiante de medicina, el interno, el ginecólogo, el pediatra, la auxiliar de enfermería… éramos 8 personas y tú sentías que tenías todas las herramientas. Hoy tenemos 2 ó 3 personas porque eso implica que nosotros nos tenemos que cuidar como personal de salud para evitar complicaciones de propagación”, explica Santiago Mesa, ginecólogo del Hospital Regional de Sogamoso y becario del Colegio Americano de Ginecología y Obstetricia.
A pesar de esto, el personal de salud se ha ingeniado nuevas formas de acompañamiento que ahora están mediadas, en la mayoría de los casos, por una llamada telefónica en la que informan sobre el estado de salud de la paciente y cómo avanza su trabajo de parto. “Nosotros debemos hacer doble trabajo: vamos a dar la información al familiar cada dos horas y retroalimentamos a la materna: ‘hablé con tu esposo, le conté que estás bien, te manda saludos’”, explica Angélica Buitrago, enfermera del Hospital Universitario San Ignacio y una de las encargadas de implementar un parto humanizado en esta institución. “Mantener esa conexión entre el núcleo familiar y ser esa red que los une para que puedan estar mental y emocionalmente juntos es muy importante en un momento como este”.
Incertidumbre y falta de información
Incertidumbre sobre quién o quiénes van a entrar al parto, miedo por el estado de salud del personal médico y temor a sufrir violencia obstétrica fueron algunos de los factores por los que Ángela Alba —quien tuvo a Umi, su primer hijo, a inicios de septiembre— se preparó para tener su parto en casa y así garantizar, sobre todo, que no vulneraran sus derechos como madre y disminuir la posibilidad de un contagio.
Pero las cosas no se dieron como ella las planeó. El ´pasado ocho de septiembre empezó su trabajo de parto en casa, que duró más de 24 horas. Cuando Umi ya iba a nacer hubo una complicación y tomaron la decisión de ir al hospital. Allí el obstetra que trató a Ángela durante el embarazo le confirmó que debían hacerle una cesárea, pues había una complicación en la cabeza del bebé. “Para mí fue muy fuerte emocional y físicamente porque era algo que no tenía planeado y no quería recurrir a esa opción. Ha sido muy difícil recuperarme de eso”, afirma.
La incertidumbre no solamente la sienten las mujeres embarazadas, también es una sensación que tiene cosntantemente el personal médico. “Todas y todos tenemos mucha incertidumbre. Inclusive nosotros, tememos de lo que pueda llegar a pasar, pues tenemos una responsabilidad adicional: cuidar a las pacientes”, cuenta la enfermera Buitrago.
A eso se suma la falta de información, pues las entidades de salud no están brindando los datos necesarios para la preparación de este proceso. Valentina Rodríguez, que tenía programado su parto para el 14 de mayo de este año en Bogotá, hasta el 28 de abril no había recibido ninguna indicación, curso o información para prepararse. “El trato del personal médico ha sido muy limitado, no he tenido un buen acompañamiento, no me han dado ninguna recomendación de nada. Si tengo dudas y ese tipo de cosas, me toca tratar a mí sola de encontrar una respuesta. Si tengo alguna cita médica solo voy y me revisan el peso, la temperatura, me miden el tamaño de mi barriga y ya, no me hacen ni me dicen nada más, solo lo básico, que coma bien y que no salga a ningún lado”, cuenta.
Otra cosa que causa incertidumbre son las citas médicas para los recién nacidos, que más bien son llamadas telefónicas en las que es muy difícil profundizar por la imposibilidad de contacto.
La primera cita de control de Mateo, hijo de Luisa, fue por videollamada. Este proceso se limitó a un par de preguntas sobre el estado de salud del recién nacido: ¿cómo ha estado el niño?, ¿ha tenido fiebre?, ¿algún síntoma extraño? Esta situación produce inseguridad en las madres, pues no saben realmente cómo está de salud el bebé. Por eso, algunas mujeres —entre ellas Luisa— han recurrido a videos tutoriales en Youtube, cursos virtuales y charlas que se dan en redes sociales como Instagram y Facebook.
Evitar el exceso de información: una forma de autocuidado
Luisa desde Cartagena, Diana desde Montería, Ángela y Valentina desde Bogotá coinciden en que una de las mejores formas de autocuidado que han encontrado durante este proceso —para unas todavía de embarazo y para otras de posparto— ha sido alejarse de las noticias y del exceso de información de medios de comunicación, redes sociales y grupos de WhatsApp, que solo aumentan la ansiedad que han sentido durante estas semanas por vivir su proceso en medio de esta emergencia sanitaria.
“A pesar de que mi estado de ánimo en este momento es bueno, estoy muy sensible y he llegado a dudar si tengo depresión porque me dan ganas de llorar, respondo mal, mi esposo ha tenido que aguantarse ese mal genio mío. Me da mucha incertidumbre porque no sé cuándo va a terminar esta situación”, afirma Diana.
Y es que con toda esta coyuntura puede aumentar considerablemente la presión mental de un embarazo y la ansiedad que quizá produzca:“A la incertidumbre normal que trae el embarazo —¿voy a ser una buena mamá?, ¿cómo va a ser la salud de mi hijo?, ¿será que si lo voy a hacer bien?— se agregan otros miedos relacionados con la pandemia: ¿el bebé nacerá con coronavirus?, ¿será que me puedo contagiar?, ¿qué va a pasar si voy a tener que estar encerrada y no voy a poder salir?”, explica Milton Murillo, médico psiquiatra y docente de la Universidad del Rosario.
“Durante esta época las mujeres embarazadas pueden presentar sobre todo ansiedad y depresión. Los síntomas físicos son muy variados, sin embargo los más comunes son palpitaciones, sudoración en las manos, sensación de disnea (ahogo o dificultad en la respiración), mareo, sensación fatiga y en ocasiones vértigo”, asegura Delia Bustamante, médica psiquiatra de la Universidad del Rosario.
Un parto humanizado en plena pandemia supone muchos retos, pero es un derecho que no puede posponerse con excusa de la coyuntura, y que es responsabilidad de varias partes. “Para nosotros como hospitales no es posible abarcar todas las áreas que una materna necesita: salud mental, vacunación, odontología, nutrición, entre otras. A nosotros nos llegan cuando están en sus últimas semanas y no tenemos el control de su proceso previo. Ese es el reto, una atención completa y complementaria”, concluye la enfermera Buitrago. Por eso, es clave que la humanización del parto se piense desde la estructura, en este caso desde las EPS —y no solamente de quienes atienden el parto— pues tienen el reto de abarcar todas las áreas de atención a la mujer gestante.
*Este texto es un adelanto del proyecto de grado de Juliana Mateus Téllez, estudiante de la maestría de periodismo científico de la Pontifica Universidad Javeriana*