Educación sexual para decidir: la apuesta de Poderosas Colombia

Hablar de sexualidad sigue siendo tabú en Colombia, sobre todo para mujeres y niñas. Sin embargo, dos profesoras se atrevieron a hacer todo lo contrario: hablar de ‘lo que no se debe’ con niñas y niños para formar poderosas y poderosos que tomen decisiones autónomas e informadas.

Mariana Sanz de Santamaría, una abogada bogotana, llegó en 2018 a dictar clases de inglés y de ciencias sociales al único colegio que tiene la isla con las playas más hermosas del departamento de Bolívar: Barú. Sabía que la situación de los y las estudiantes de una de las islas más ignoradas por las instituciones estatales sería muy distinta a la de cualquier adolescente en la capital o en otra gran ciudad.

Sin embargo Mariana no estuvo ni cerca de imaginar los problemas a los que se enfrentaban diariamente sus alumnas.

«El tema de género empezó a cachetearme en la cara porque las estudiantes no iban al colegio cuando tenían la menstruación, había un montón de mitos y de creencias» comenta Mariana. Esta es una historia cotidiana en varias zonas rurales de Colombia. Por ejemplo, una de cada cuatro niñas faltó al menos una vez en su vida a la escuela por causa de la menstruación en el Pacífico colombiano, según registros de Unicef (2016) . Las razones van desde: cólicos menstruales fuertes (86 por ciento) hasta falta de toallas higiénicas (4 por ciento).

«Era muy común encontrar en todos los salones de bachillerato, al menos tres o cuatro adolescentes embarazadas», Mariana continúa, «y era muy violenta la manera en la que se referían a las niñas que estaban en en ese estado». El embarazo adolescente también es un relato común en diferentes zonas del país. Según el Ministerio de Salud, una de cada cinco adolescentes entre los 15 y 19 años está o ha estado embarazada. El 19,5 por ciento representan embarazos no deseados.

Sin embargo, hubo un punto de quiebre. Sumado a todos los problemas que observaba en sus estudiantes, Mariana se enteró de que varias niñas eran violentadas sexualmente en sus casas por sus padres y padrastros. Intentó generar una ruta de atención, pero fue algo que no era común en una población tan pequeña: «Se cuidan entre sí», responde Mariana sobre la manera en que la comunidad encubre a los agresores. Incluso, le llegaron amenazas a ella y a la psicóloga del colegio, que solo duró diez meses allí.

No sabía qué hacer y esa impotencia no la dejaba dormir. «Me pregunté qué pasaría si les hablaba de enseñarles a usar la copa menstrual como una excusa para hablar de estos temas». En jornadas extracurriculares, porque el rector le dijo que no había tiempo durante las clases, Mariana gestionó la donación de varias copas menstruales y empezó a reunirse con las niñas y adolescentes de Barú para hablar sobre nuestra anatomía, pero también sobre el autorreconocimiento, el consentimiento, las maternidades deseadas, y las violencias basadas en género en contraste con nuestros derechos sexuales y reproductivos.

«Seño, ¿Cuándo nos vamos a volver a encontrar?», empezaron a preguntar las niñas.

La pregunta no es qué, sino cómo se enseña

Estas jóvenes en Barú se autodenominaron ‘Las Baruleras Poderosas’ y le propusieron a Mariana llevar la conversación a niñas y jóvenes de otros departamentos y municipios del país. «Seño, ¿por qué no vamos y replicamos esto con más niñas?, más niñas tiene que ser poderosas como nosotras», le dijeron a Mariana. «A mí no se me había ocurrido, pero las formé como lideresas para ir a facilitar otros espacios en otros lugares como Islas del Rosario y Santana», cerca de la isla.

En ese momento empezaron las conversaciones en Urabá con otras seis profesoras, incluida Lina Corredor, una politóloga también bogotana. «Empezamos a dialogar con Mariana muy conscientes de la capacidad instalada que había en Carepa específicamente». Lina habla sobre la cantidad de colegios, profesoras y profesores que hay en el municipio antioqueño frente a la isla caribeña, y sobre la diferencia de contextos entre ambas regiones.

Aunque Carepa es más grande y tiene ocho colegios más, la metodología que aplicó Mariana en Barú permitió que lo que llevaba cultivando cada profesora en cada uno de los colegios referente a educación sexual en Urabá, diera fruto: «Arrancamos cuatro colegios y seis profes, alcanzando a 90 estudiantes con la convocatoria y empezamos los círculos con ellas en el mes de febrero de 2020», afirma Lina.

Así nació Poderosas Urabá, círculos de mujeres sobre Educación Sexual Integral y Derechos Sexuales y Reproductivos. Pero ¿de qué habla Lina cuando menciona los círculos, esa misma metodología que Mariana aplicó y logró reducir en un 76 por ciento los embarazos adolescentes en Barú, pasando de 18 jóvenes embarazadas en 2018 a cuatro en 2019?

De acuerdo con Mariana hay una infinidad de metodologías y cartillas que hablan sobre Educación Sexual Integral o sobre cómo implementar un currículum nacional e internacional. «Pero en estos temas no es tanto el qué se enseña, sino el cómo se enseña, cómo se logra llegar hasta lo más profundo de cada uno de nuestros participantes para romper y superar esas barreras de mitos, creencias, cargas religiosas y cargas morales», concluye.

La propuesta de Poderosas fue creada con base en una metodología que ya existía: los círculos de la palabra. «Los círculos de mujeres y de hombres cuyo objetivo principal es conversar y así poder crear un espacio de confianza íntimo con ritualidad», comenta Mariana, quien argumenta que «la oralidad es fundamental porque estos temas son muy profundos, muy íntimos y muy complejos y muchas veces no es suficiente leerlos o escribirlos o hacer trabajos escritos alrededor de esto».

En este momento la propuesta pedagógica está conformada por ocho módulos que duran entre tres y cuatro horas y que abordan la educación sexual desde la información y el poder de decisión sobre el propio cuerpo.

El olvido del primer lema: educación sexual para decidir

Las seis profesoras de Carepa se dieron cuenta de que compartían casi las mismas inquietudes con Mariana frente a las niñas y niños de las comunidades en las que enseñaban: además de las violencias que atravesaban las y los jóvenes, la información con la que contaban sobre derechos sexuales y reproductivos era prácticamente nula.

Por eso ellas mismas le pusieron lupa a los colegios e intentaron diagnosticar la situación en este territorio: «Habíamos hecho un diagnóstico, una caracterización de necesidades y de temas que las niñas quisieran hablar y arrojó temas muy similares a lo que habían hablado Las Baruleras en términos de salud menstrual, ciclo, anatomía, planificación, prevención de violencias y su acceso a derechos», cuenta Lina.

Esta información era muy diciente: las instituciones educativas no estaban cubriendo de manera satisfactoria estos temas para sus estudiantes, siendo la principal fuente de información sobre asuntos relacionados con la sexualidad, tanto para mujeres como para hombres, según la Encuesta de Demografía y Salud de 2015. Sumado a este hecho, la ley 1098 de 2006 obliga a las instituciones educativas a «orientar a la comunidad educativa para la formación de la salud sexual y reproductiva y la vida en pareja». ¿Estaban saltándose ese punto fundamental en los colegios de Carepa?

Este es solo un ejemplo del visible atraso en Educación Sexual Integral en Colombia. Las Secretarías de Educación no hacen un seguimiento a las clases o currículums sobre el tema en colegios públicos y privados, por lo que se dificulta la aplicación de la ley ya mencionada. Por otro lado, aunque en 2008 se creó el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía (Pescc) del Ministerio de Educación que prometía un empalme efectivo entre la educación sexual y los colegios, su implementación ha estado lejos de ser eficiente.

Una evaluación de este programa hecha por la Universidad de los Andes del 2014 concluyó: «A nivel nacional, la cobertura del programa es baja y tiende a decrecer. (…) Una de las principales causas de la baja cobertura y del bajo nivel de implementación de un programa es el bajo involucramiento de las partes implicadas».

Supuestamente para este año el 80 por ciento de las instituciones educativas públicas tendrían que garantizar que sus estudiantes cuenten con educación sexual, si se siguiera al pie de la letra el Plan Decenal de Salud Pública 2012 – 2021, pero eso no sucede: «Hay muchas entidades que se están haciendo los de la vista gorda (…) y desde el Ministerio no se le exige a los colegios lo suficiente para que cumplan la norma de tener un proyecto que promueva los derechos sexuales y reproductivos, sino que en los colegios, aún hoy, la educación sexual se mantiene desde el discurso de la prevención, de abstenerse a tener relaciones sexuales», denuncia Lina.

Asimismo exige que haya una articulación con organizaciones y colectivas feministas y de mujeres: «Dentro del movimiento feminista en general, en América Latina, en Colombia, cantamos en las arengas: educación sexual para decidir y para descubrir, pero realmente no hay un apoyo o una visibilización de estos esfuerzos».

Subvertir el poder

Mariana cuenta que han recibido muchas críticas por el nombre de la iniciativa ‘Poderosas’. «Primero, hay una resistencia a que las mujeres sean poderosas. Eso lo sabemos porque eso es quizá lo principal que resiste el patriarcado y el sistema machista en el que estamos todas y todos inmersos». Dice que varios rectores les hicieron la sugerencia, a ella y a Lina, de cambiar el nombre porque era muy agresivo.

Ellas insistieron y han hecho que las niñas crean en el poder que tienen. Aleida Rodríguez tiene 18 años y es una de las Baruleras Poderosas: «Hemos conocido más nuestro cuerpo, a aceptarnos más. Yo antes era más insegura», recuerda. «Me daba pena hablar sobre la menstruación y bueno, ya no me da pena. Me daba asco mi sangre, pero ya cuando uno utiliza la copa menstrual se da cuenta que no es así».

Karen* vive a kilómetros de Aleida, en el Valle del Cauca, pero concuerda con su compañera: «El tema de la menstruación fue complicado porque yo no entendía muy bien ese tema, pero entendí que la sangre no es mala, que es una sangre poderosa, que baja del cuerpo».

Ese cambio de paradigmas que, según Mariana, se demora décadas, lo están logrando en meses los círculos de Poderosas, donde la palabra es la base. «Ese tipo de cambios en sus creencias es gigante y realmente muy difícil. Eso toma generaciones y generaciones, así que lograrlo en encuentros de poderosas pues es una gran victoria».

Laura* empezó en Poderosas Urabá el 16 de febrero y en solo dos semanas ha cambiado su forma de pensar: «Yo nunca pensé que me iba a cambiar mi manera de ver mi propio cuerpo. Me cambió mi punto de vista porque yo tenía unas ideas un poco machistas por la sociedad y mi familia». Afirma que siente cuatro logros: no sentir asco de su menstruación, aprender a decir no, defender su punto de vista, y aprender a no juzgar a ninguna mujer. «Yo no estaba de acuerdo con el aborto, pero ahora lo respeto. A veces es necesario y ayudaré a la mujer que necesite de mi apoyo emocional, de un acompañamiento para que lo haga en una institución adecuada y no pierda la vida».

El éxito de Poderosas ha hecho que la permanencia de las jóvenes en los círculos y módulos sea del 110 por ciento. Mariana decidió extender Poderosas a todo el país y creó Poderosas Colombia , que incluye a Poderosos, círculos de conversación para niños y jóvenes: «Nos preguntaron varias feministas la razón para llamar Poderosos los círculos de niños, que por qué esa palabra si es precisamente lo queremos cambiar, que los hombres dejen de tener el poder», dice Mariana, quien responde que lo que buscan es resignificar la palabra, y que deje de estar asociada a la dominación, a la violencia, a las armas.

Rubén* tiene 17 años y conoció Poderosos en Bogotá. Confiesa que en las primeras dos sesiones jugaba Xbox y fingía poner atención, luego se dio cuenta de que no estaba jugando en las clases y de que estaba concentrado en lo que dialogaban: «Desde ahí me interesó poder hablar de cualquier cosa, de poder hablar sin tabús, de poder opinar y hablar de temas como la sexualidad y temas de género», dice Daniel.

En 2020, Poderosas llegó a 1.151 jóvenes en 51 municipios del país y en este 2021 ha alcanzado 200 niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, todo lo que han logrado ha sido con las uñas. Necesitan presupuesto. Calculan que la fase dos del proyecto para 200 niñas en Carepa cuesta cerca de 170 millones de pesos. El año pasado ganaron una convocatoria que cubre más o menos el 30 por ciento de la primera fase de la propuesta que tiene un costo total de 20 millones de pesos. El sostenimiento de esta iniciativa no ha sido fácil.

¿Deseas apoyar lo que están haciendo Poderosas en el país? Aquí te dejamos el link para apoyar esta iniciativa maravillosa.

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