Era domingo. Edwin, Carolay y sus padres compartían las pocas horas que quedaban de ese fin de semana de junio. Se estaban acostumbrando al confinamiento, como todxs en el país. Eran las 8:30 de la noche y una llamada cambió la vida de la familia Soriano Amézquita para siempre. El tiempo se detuvo. Leonor y Jaime atravesaron las cuatro cuadras que los separaban del hogar de Heidy, su hija, y de su nieta de cuatro años. La voz al otro lado del teléfono ya les había anunciado el horror: “algo muy grave sucedió”. A los 15 minutos, Edwin y Carolay llegaron también a la casa de su hermana y su sobrina ubicada en el barrio Valladolid de la localidad de Kennedy, en Bogotá.
En minutos olvidaron el virus y rompieron la cuarentena que había convertido a la capital en un monstruo silencioso por tres meses. “Había dos policías”, recuerda Edwin. Él y sus padres entraron por el garaje, pero Carolay se negó a entrar, como si presintiera lo que la esperaba adentro. Ningún policía evitó que la familia siguiera su camino hacia Heidy y la niña. Los segundos se aceleraron. Leonor, de 60 años, estaba afanada por ayudarlas. Algo grave les había pasado.
Heidy y su hija estaban abrazadas, sin vida, en el baño al lado del garaje. Mientras tanto, la pareja de Heidy y padrastro de la niña, Marco Fidel Díaz Rubio, era trasladado a la Clínica de Occidente después de haber intentado suicidarse. El feminicida ya no estaba en la casa. Tampoco Heidy, ni su hija. Edwin quiso taparlas, pero uno de los policías se lo impidió. Seguramente recordó en ese momento que la casa era una escena del crimen y que nadie debía modificarla. De hecho, nadie debió haber entrado a la casa. “Todo ahí eran pruebas, incluyendo a mi hermana y a la niña. No podíamos tocar ni mover nada”, asegura Edwin. El corazón de Leonor se quebró.
Literalmente. Leonor ingresó a la Fundación Cardio Infantil por un infarto 48 horas después de ver la crudeza de los feminicidios de su hija y de su nieta.

Un año después de esa noche, la vida de la familia Soriano Amézquita sigue partida en dos. Irregularidades en el proceso judicial con la Policía, acoso por parte del feminicida y revictimización institucional se han sumado a la ausencia y al dolor de una doble pérdida causada por las manos de un hombre que se creyó capaz de tomar esas vidas. El feminicida, hasta el momento, no ha aceptado el crimen.
En MANIFIESTA relatamos el camino difícil que ha transitado una de las 227 familias de víctimas de feminicidio durante 2020 en Colombia. Un dolor que se ha profundizado por la pandemia y el retraso que ésta ha generado en distintos procesos legales necesarios para que las víctimas obtengan justicia. Esta es la historia de la familia Soriano Amézquita.
Un doble feminicidio anunciado
“Lo conocí una vez que ella me invitó a jugar fútbol con él. Ahí me contó que eran pareja. Eso fue en el 2019”, cuenta Edwin, de 32 años, dos años mayor que Heidy. “Empezaron a tener su vida en pareja, pero a mí nunca me cayó bien. No sé, las energías”, dice Carolay, la menor de lxs hermanxs Soriano Amézquita. Su intuición no falló. “A finales de 2019 Mi hermana me empezó a contar que él la golpeó un día”. Heidy llegó al apartamento que Carolay compartía con su pareja de ese momento. Marco le había quitado el celular después de agredirla y por fortuna, se sabía de memoria el número de su hermana. Llegó llena de barro, sin zapatos y sin una uña. “Mi expareja es policía y le dijimos que lo denunciara. Él la podía ayudar. Pero ella dijo que no”.
Carolay no sabía que su hermana ya lo había denunciado. El 24 de febrero de 2019, tras cinco meses de relación con Marco, Heidy interpuso la primera denuncia en su contra por violencia intrafamiliar. La pareja estaba en Chaparral, Tolima, por el cumpleaños de una tía de Marco. “Eran las 10 de la noche. Me encontraba con mi actual pareja dentro del carro, íbamos a parar a tomarnos unas cervezas. Estábamos hablando cuando de repente me hace un reclamo por una foto de los dos que había subido a redes sociales”, relata Heidy en la denuncia radicada en la Fiscalía de Chaparral. “Me golpea en la cara con el celular de él, me encuella y me hala hacia él. Me pega con la mano en la boca”.
De acuerdo con su testimonio, Heidy sale del vehículo y corre hacia una tienda donde había otros hombres. Les grita que la están agrediendo y se esconde. En cuestión de minutos llega la Policía, capturan a Marco y le quitan el machete con el que la estaba persiguiendo. Sin embargo, “lo dejaron salir por una fianza. A Heidy y a la menor no solo las asesinó el machismo, sino la negligencia de la justicia. ¿Cómo es posible que una persona que estuvo persiguiéndola con un machete quedara libre y pudiera acercarse a ella otra vez?”, se pregunta Claudia Quinche Fúneme, abogada de la familia Soriano Amézquita y parte de la firma Q&D Abogados.
Cifras de ONU Mujeres muestran que en Colombia, en un periodo de tres años (2014 – 2017), 188 de las 531 mujeres asesinadas por su pareja o expareja sentimental habían denunciado a su agresor. Al menos una de cada tres mujeres víctimas de feminicidio buscaron protección ante las autoridades.
Del año y ocho meses que Heidy sostuvo una relación con Marco, solo convivieron cuatro meses bajo el mismo techo, hasta que ocurrieron los feminicidios. Heidy había decidido terminar la relación, pero Marco le pidió una semana para abandonar el apartamento. En esa semana ocurrieron los feminicidios. “Cuando se van a vivir juntos notamos un cambio en ella”, comenta Edwin. Aunque la pareja vivía sólo a cuatro cuadras de la casa Soriano Amézquita, Heidy dejó de visitar a su familia.
Pensaron que era para prevenir un contagio. Pero estaban equivocados “Nos dábamos cuenta de que él le llamaba constantemente para que se fuera”. Heidy empezó a dejar el celular en casa cuando les visitaba para evitar que Marco la ubicara. La hermana mayor de la familia Soriano Amézquita también presenció el maltrato que vivía Heidy. “Hubo otra situación en Florencia, Caquetá, donde vive mi hermana mayor. Él la celaba mucho cuando salían y ella fue testigo de eso”, afirma Carolay. De acuerdo con Sisma Mujer, cada 20 minutos una mujer fue agredida por su pareja en Colombia durante 2020. Y por lo menos una mujer fue víctima de feminicidio íntimo (asesinada por su pareja o expareja) cada tres días y medio durante ese año.
“Nunca nos imaginamos esto. No se nos pasó por la cabeza y menos que incluyera a la bebé”, dice Carolay. Jamás pensaron que la violencia de Marco hacia Heidy fuera a escalar hasta el punto de quitarle la vida no solo a ella, sino a la niña. “Hay niñas o mujeres que se ven atrapadas en el momento en el que un feminicida está terminando con la vida de otra mujer. En este caso la niña presenció eso y el feminicida se la llevó también”, explica Claudia, refiriéndose al feminicidio por conexión.
No obstante, el tipo de feminicidio del que fue víctima la niña no se confirmó porque, de acuerdo con las necropsias realizadas, no se pudo determinar a quién atacó primero Marco Fidel.

¿Qué pasa después de un feminicidio?
Ese domingo 14 de junio apenas empezaba la tragedia para la familia Soriano Amézquita. El doble feminicidio lxs había destrozado. “El corazón de la madre de Heidy quedó funcionando en un 40 por ciento, según los reportes médicos”, asegura Claudia. Leonor no pudo estar en la velación de su hija y de su nieta. “Es Carolay la que por videollamada debe mostrarle el funeral a su madre. Estando en la velación, ella se desmaya”, describe.
Con el dolor de una ausencia tan violenta a cuestas, la familia tuvo que empezar al tiempo el proceso legal, largo y tortuoso para buscar justicia. El caso de Heidy y de su hija no podía engrosar la cifra del 87 por ciento de casos de asesinatos de mujeres en Colombia que no llega a sentencia condenatoria. A Marco Fidel le bastaron 20 minutos, entre las 8:00 p. m. y las 8:22 p. m. de ese 14 de junio, para acabar con la vida de una mujer y una niña que decía amar.
Lo primero que tuvo que hacer la familia fue volver a la casa. “Tuvieron que volver a sacar las cosas de Heidy. El colchón lleno de sangre, la ropa de la niña”, cuenta Claudia. “Nadie les ayudó. La gente pasaba, se quedaba mirando y les tomaban fotos. Nada más”. La vida siguió y Edwin, Carolay y Jaime con las pocas fuerzas que tenían tuvieron que empezar a recomponer y reorganizar todo. A esto se sumaba la preocupación por la salud de Leonor.
A los tres días del doble crimen, el 17 de junio, la alcaldesa Claudia López anunció a través de su cuenta de Twitter que el feminicida había sido capturado después de haber sido dado de alta de la Clínica de Occidente. Y con el anuncio, según la familia, la alcaldesa se contactó con ellxs para prometerles ayudas. “Claudia López ofreció unas ayudas que nunca llegaron. Unos subsidios que no hemos visto”, afirma Edwin. La familia Soriano Amézquita fue una de las miles de familias afectadas por la pandemia y la crisis económica. Carolay, tripulante de vuelo, estaba en licencia no remunerada. Edwin y Heidy estaban sin empleo. Por lo que el único ingreso económico venía de la venta de tamales y longaniza que hacían Leonor y Heidy. Aunque la venta de alimentos también se redujo por la cuarentena.
Y ya no estaba Heidy.
Con dolor e indignación capturamos al feminicida que asesinó a Heidy Johana y su hija. Tenía antecedente de violencia intrafamiliar “por celos”.
— Claudia López Hernández (@ClaudiaLopez) June 17, 2020
La excusa del machismo violento y hasta asesino. Fue sometido a la justicia por @FiscaliaCol @PoliciaBogota @SeguridadBOG #NiUnaMas pic.twitter.com/ZoZdE7mavw
Por otro lado, “La Secretaría de la Mujer me avisó por mensaje de texto la dupla (la pareja de profesionales) que nos iba a atender: la psicóloga y la abogada que nos asignaba”, relata Carolay. La Secretaría de la Mujer les brindó dos sesiones colectivas de terapia psicológica y brindó la asesoría legal hasta el 17 de agosto de 2020, cuando la familia decidió revocarle el poder de representarle. La experiencia de la familia Soriano Amézquita con la entidad distrital se resume en dos palabras: “Nos revictimizaron”.
Carolay afirma que la abogada que les asignó la entidad “Nunca tenía tiempo. Nos decía que tenía mucho trabajo, pero que iba a hacer lo mejor posible por la gravedad del caso, pero no fue así”. Entre las irregularidades que denuncia la familia, y que involucran a la abogada de la Secretaría, hay una en particular que fue muy grave y dolorosa.
“Cuando llegué a la casa donde estaban mi hermana y la bebé, no quise entrar porque no quería tener esa imagen de ellas”, explica Carolay. Pero el 13 de julio de 2020, casi al mes exacto de los feminicidios, la abogada de la Secretaría le envió un correo a Carolay con información importante sobre el proceso legal contra el feminicida. Al abrir el correo, el archivo adjunto correspondía a la inspección que hizo la SIJÍN en la escena del crimen. Lo primero que vio Carolay fueron las fotografías de los cadáveres de su hermana y su sobrina. “Me transportó de nuevo a ese día. Me reavivó el dolor. ¿A mí quién me saca de la cabeza esas imágenes?”.

Al preguntarle a la Secretaría de la Mujer por su versión, la entidad contestó a MANIFIESTA que “No se realizaron acciones de revictimización en contra de la ciudadana, siempre estuvo la atención para resolver sus dudas cuando ella lo requirió, incluso días no hábiles” y más adelante la Secretaría asegura: “Todas las actuaciones de la abogada de representación de la Secretaría de la Mujer estuvieron ajustadas a la voluntariedad de la ciudadana representada, en un ejercicio riguroso de plena garantía de derechos de las víctimas y el efectivo acceso a la justicia para ellas”. Sumado a lo anterior, la Secretaría adjuntó las comunicaciones por WhatsApp entre su abogada y Carolay y entre su abogada y Claudia. Así como la revocatoria del poder que le quita la representación de la familia a la Secretaría de la Mujer.
Pero hay pruebas que soportan la versión de Carolay. En un correo electrónico enviado a la abogada que consiguió la familia, Claudia Quinche, quien además conoció a Heidy en vida cuando estudiaron en el mismo colegio, la fiscal Alejandra Castaño reclama: “En descubrimiento probatorio adelantado el día 22 de septiembre de 2020 (…) se le hizo observación respetuosa de la responsabilidad y el uso que debía hacer de la información que se le estaba entregando”. En la comunicación la fiscal resalta que “con sorpresa observo que su representada obtuvo mi correo electrónico y cuenta con la totalidad de los elementos materiales probatorios, por lo que desde ya la responsabilizo por el uso indebido que se haga de la información y los elementos materiales probatorios”.

La fiscal se refiere al documento adjuntado y enviado por la abogada de la Secretaría de la Mujer que tenía material sensible. Claudia tuvo que responder el correo y explicarle que la persona que envió esa información a la hermana y tía de las víctimas no había sido ella.
La tormenta no cesa
La revictimización no solo ha venido por parte de entes distritales. Incluso luego de cometer los feminicidios, Marco Fidel ha encontrado la manera de seguir atormentando a la familia de Heidy. Sobre todo a las mujeres.
Después de cometer los asesinatos, Marco Fidel intentó quitarse la vida. Uno de sus hermanos fue el primero en llegar al lugar y auxiliarlo. “El feminicidio y el suicidio están encaminados en esa idea de amor romántico. El personaje cree que la ama tanto que dice: ‘Si no es para mí, no es para nadie’. Esa es la conclusión: la muerte”, nos dijo el psicólogo José Manuel Hernández, director de la línea distrital de atención a hombres Calma, en enero de 2021.
Lee aquí: ‘Feminicidio y suicidio: ¿Qué hay detrás de un feminicida que acaba con su propia vida?’
Desde el primer momento, el feminicida asumió una actitud victimizante. “Me escribió desde su Facebook 20 días después de los feminicidios. Me dijo que él no había sido, que incluso él le había pedido matrimonio a mi hermana, que buscara el anillo en la chaqueta”. recuerda Carolay. Ella buscó. La esperanza de que la persona que decía amar a su hermana y a su sobrina no hubiera cometido un acto tan macabro se disipó. En la chaqueta no había nada. “Le dije que si él no había sido, que demostrara quién era el culpable y por qué lo había hecho, pero no ante mí, sino ante las autoridades”.
Tres meses después, en septiembre “Me llama mi hermana y me dice: ‘es que están usando el WhatsApp de Heidy’. Así era: la línea de Heidy aparecía activa, pero además en su perfil subían estados. “Veíamos estados de mi hermana con fotos de ellos dos, de la niña con mensajes de amor, con una canción de amor. Eso afectó muchísimo a mi hermana mayor”. Les amigxs de Heidy empezaron a preguntarle a la familia sobre lo que estaba pasando. “Eso nos impactó mucho. Era como si estuviera viva”.
En ese momento empezó un largo proceso con Claro para averiguar lo que había sucedido con la línea de Heydi. Después de muchas peticiones, “nos enteramos de que después de tres meses Claro habilita la línea de la tarjeta Sim que ya no se usa”, relata Edwin. La hermana del feminicida solicitó la línea y la obtuvo. Así tuvo acceso a WhatsApp y a las redes de Heidy. “Eso fue devolvernos en el proceso de duelo. Ya empezábamos a asimilar todo y otra vez el dolor”, concluye Carolay.

En uno de esos estados de Whatsapp que subía el feminicida, la familia se dio cuenta de que le había enviado serenata a las tumbas de Heidy y la niña.
Después de semanas con un juez de paz interviniendo para recuperar la línea telefónica de Heidy, Carolay descubrió que el agresor seguía usando WhatsApp y Facebook y vio un video en el que estaba de rumba con otros reclusos de la estación de Policía de Kennedy, donde estaba preso desde el 17 de junio de 2020. “Yo le dije a la abogada: ‘mira, está teniendo más rumba que nosotros aquí en cuarentena’”, dice Carolay. Inmediatamente, Claudia contactó a la Policía e interpuso la queja. ¿Por qué un recluso tenía acceso a celulares, internet, trago y rumba?, ¿había complicidad de la Policía?
La institución respondió el 18 de marzo de este año, a través del mayor Óscar Alberto Rojas Yopasa, encargado de la estación de Kennedy. “Pongo en conocimiento que este sujeto puso en evidencia pública que dispone de un celular para su uso exclusivo al interior de su celda. Así mismo, está realizando publicaciones en las redes sociales de carácter públicas de fiestas (…)”. Además de esto, la comunicación anuncia una investigación para saber si hubo mal actuar por parte de miembros de la Policía y ordenó el traslado inmediato del feminicida para la URI de Kennedy. La investigación quedó a cargo de la SIPOL, seccional de inteligencia policial de la Metropolitana de Bogotá.
Ese 18 de marzo, Marco Fidel fue trasladado a la URI (Unidad de Reacción Inmediata) de Kennedy y un patrullero fue asignado para custodiarlo. En MANIFIESTA intentamos comunicarnos con la Policía por cerca de siete semanas, pero al cierre de este texto fue imposible comunicarnos con la institución.
Otra forma de revictimización por parte del feminicida ha sido burlarse de la familia en las audiencias. En la audiencia del 7 mayo, en la que MANIFIESTA estuvo presente, el juez pidió varias veces al feminicida que respetara el proceso legal, pues prendía el micrófono y ponía música. Ese día, la defensa del feminicida argumentó que los crímenes habían sido cometidos por un ladrón y que Marco Fidel intentó protegerlas. El juez desestimó todos los argumentos.
“El policía que lo cuida nos ha dicho que ya reconoce lo que hizo. Últimamente dice que él no recuerda qué pasó, pero que si fue él, que tiene que pagar. Él sigue obsesionado con Heidy”, afirma Claudia. A la fecha, Marco Fidel no ha sido trasladado a la cárcel La Modelo por la emergencia por COVID-19. La abogada espera que después de que se dicte sentencia, el próximo dos de julio, el feminicida sea trasladado por fin a la cárcel.
Es imposible recuperarse del todo
“Así los papás digan que quieren a todos los hijos por igual, eso es mentira”, dice Carolay entre risas. “Mi hermana era la favorita de mi papá. Ella era la luz de sus ojos”. Edwin extraña que su padre ya no sea el de antes. “Él ahora está más callado, después de lo que pasó. Yo incluso me he vuelto más malgeniado”.
Leonor, por su parte, no puede ver a sus hijxs o a su esposo llorar o decaídos por Heidy. Su corazón se resiste a soportar más dolor. “Nosotros no podemos vivir el duelo delante de ella porque se pone mal”, afirma Carolay. “Ahorita la está viendo un psiquiatra por su EPS para ayudarla con la aceptación de la pérdida de mi hermana y la bebé”, concluye Edwin.

“La bebé era la hija que yo nunca tuve y que por ahora no tengo”. Carolay recuerda que la cuidaba todas las semanas con sus padres y Edwin. “El último regalo de navidad que le di fue una casa gigante de muñecas. Ella fue muy feliz”. En cada viaje que hacía por su trabajo como tripulante de vuelo, podía olvidar todo menos el regalo para su ‘Tata’, como se decían de cariño las dos. “Es que mi nombre era muy difícil para ella. Estaba muy chiquita. Nos decíamos Tata. Creo que nunca supo cómo me llamaba yo”, recuerda Carolay, con una sonrisa.
“Recuerdo que la última semana que estuvo con nosotros yo le estaba enseñando a jugar XBOX. Era la consentida de todos”, dice Edwin. “Cuando llegaba del trabajo, ella era la que me esperaba y me consentía si estaba cansado. Era nuestra vida entera”.

El plan favorito de Carolay y Heidy era ir a conciertos de música norteña. “Nos encantaba. Mi hermana, de hecho, era amiga de los cantantes y todo. Ella era muy amiguera y no íbamos por despecho, sino porque nos gusta esa música”. La canción favorita de Heidy y por la que más la recuerdan sus hermanxs es, por azar, una canción de despedida. “Gracias te doy, vida mía, porque contigo aprendí que aunque te ame con locura tengo que vivir hoy sin ti”, canta Juan Carlos Zarabanda.
Hoy, la familia Soriano Amézquita espera que feminicidios como el de Heidy y su hija no se repitan. En medio de esa herida que parece sanar lento y de manera imperceptible, han tenido que aceptar que deben seguir viviendo sin ellas. A raíz del doble feminicidio, Carolay decidió irse de Colombia para poder comenzar su duelo y seguir adelante.
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El pasado 19 de junio, la colectiva feminista ‘Renacientes en Llamas’ rindió homenaje a las mujeres víctimas de feminicidio, entre ellas Heidy y su hija, en la glorieta de El Tintal en la localidad de Kennedy, en Bogotá.
Dedicamos este reportaje a la memoria de Heidy Johanna Soriano Amézquita, a la memoria de su hija, MCNS, y a la memoria de las 83 mujeres y niñas víctimas de feminicidio entre enero y abril de 2021.
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