El trabajo sexual está regulado desde 2002 en el país europeo. Esto ha traído ventajas y algunas desventajas para las trabajadores sexuales, quienes ahora enfrentan el riesgo de que los derechos conquistados sufran retrocesos con la posibilidad de que se imponga un modelo de trabajo sexual prohibicionista. ¿Qué podemos emular y qué deberíamos evitar de la experiencia de trabajo sexual alemán en Colombia?
Este reportaje fue realizado en el marco de la beca IJP 2024, un programa de intercambio profesional entre periodistas alemanes y latinoamericanes.
La mancha roja se ve desde lejos como un punto vivo que se mueve y crece cerca a la concurrida zona de Alexanderplatz, en Berlín. Quienes la integran tienen camisetas, faldas, sombreros o tacones del mismo color. Pero el objeto que más se repite entre les asistentes, y en la tarima móvil de la marcha, es la sombrilla roja, símbolo de la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales. Esa es la razón por la cual seis organizaciones convocaron la movilización en Berlín: seguir defendiendo el trabajo sexual, que aunque se descriminalizó en Alemania en 1927, dejó de declararse jurídicamente ‘inmoral’ y se reguló en 2002, con una ley de prostitución posterior que impuso mayores controles en 2017.
Mientras en la tarima móvil se leen manifiestos en inglés y alemán, al son de Djs que ponen música techno, alrededor, en la calle, hay fiesta. Iluminadas por el sol que se asoma en Berlín, tres mujeres se turnan para bailar en un tubo de pole dance en la calle. Alrededor hay quienes reparten volantes, condones y atienden los stands de las organizaciones participantes. Les asistentes, de diversas nacionalidades, comparten vino y cerveza, aplauden los manifiestos, bailan y saludan a quienes se unen. Algunas personas llevan carteles y un mensaje se repite en algunos: ‘Fuck Nordic Model’ (no al ‘modelo nórdico’).
Los carteles se refieren al modelo nórdico, o sueco, una política implementada en Suecia en 1999 para abordar el trabajo sexual, enfocada en acabar con la demanda por considerarla deshumanizante, y en prohibir y criminalizar la compra de actividades sexuales pagas, pero no su venta. Sin embargo, este modelo es cuestionado por organizaciones defensoras del trabajo sexual, con la principal crítica de que sí termina criminalizando a quienes ejercen el trabajo sexual y los establecimientos donde lo ejercen.
Tras la regulación del trabajo sexual en 2002, y una nueva ley de regulación y control en 2017, hoy en día la población que ejerce el trabajo sexual en Alemania, en ciudades como Berlín, sienten que se enfrentan al riesgo de que sus derechos retrocedan si se llega a imponer un modelo parecido al sueco, por pedido de sectores políticos conservadores. El mismo canciller alemán, Olaf Scholz, declaró el año pasado que la venta de servicios sexuales “no es aceptable”, y que no debería estar “normalizada”. «Es algo que siempre me ha enfurecido moralmente (…) y tenemos que hacer todo lo posible para frenarlo», dijo. Aunque la experiencia del modelo alemán tiene sus propias críticas, hoy quienes ejercen el trabajo sexual se están movilizando contra la posibilidad de un modelo prohibicionista.
En un momento en el que el este tema está en la mira en Colombia, tras las medidas de prohibición tomadas por el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, para enfrentar la situación desbordada de explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes, la reciente anulación por parte de la Corte Constitucional del Ministerio de la Igualdad, que contaría con una dirección de actividades sexuales pagas, o el Proyecto de Ley del partido Comunes que se está moviendo en el Congreso para regular el trabajo sexual, vale la pena revisar qué han hecho otros países para abordar este tema desde el marco legal y político, y qué resultados han obtenido. En el caso colombiano, aunque el trabajo sexual está despenalizado y es legal, hace falta un marco regulatorio. ¿Qué podemos aprender y qué deberíamos evitar en Colombia sobre la experiencia alemana con el trabajo sexual y los pulsos actuales a los que se enfrenta?
Alemania ¿el mejor modelo de trabajo sexual en Europa?
“En 2001 (cuando se aprobó la ley, antes de su ejecución) se trató básicamente de decriminalización”, afirma Undine Deriviere en medio de la movilización, quien es trabajadora sexual desde hace 30 años, es activista y una de las fundadoras de la Asociación profesional de servicios eróticos y sexuales (BesD por sus siglas en alemán), el sindicato de trabajo sexual más grande de Europa y con mayor cobertura nacional en Alemania.
En este país, el trabajo sexual es legal desde 2002 gracias a la ley de legalización de la prostitución, la Prostitutionsgesetz. Antes, aunque la prostitución no era ilegal, era considerada desde lo jurídico como una ‘transacción inmoral’. Con la ley de 2002 se buscó regular el trabajo sexual, convertirlo en una profesión y brindar garantías de seguridad, salud y autonomía a quienes lo ejercen. Según la nueva ley, las mujeres podían exigir salarios y cotizar para salud, pensión y subsidio de desempleo. “Esta ley hizo válidos los contratos de trabajo con las trabajadoras sexuales, antes de eso no había ningún contrato válido. Si un cliente se negaba a pagar, no podías presionar por tu dinero”. Explica Deriviere. “Antes tampoco podías operar un burdel, solo se podía alquilarle cuartos a las trabajadoras sexuales, pero no se les podía repartir condones o hacer publicidad. Todo eso cambió en 2001”.
Para Deriviere, este paso que dio la ley de 2002 era “genial”, dando paso a, según ella, uno de los mejores modelos en Europa y quizá del mundo: “Había muy poca regulación”. Asimismo, explica que el aspecto negativo de la ley es que, con esta, en muchas ciudades se establecieron zonas prohibidas para ejercer el trabajo sexual, aunque Berlín fue la excepción “mientras que Munich tiene más del 95% de la ciudad como zona restringida para cualquier tipo de trabajo sexual; no se trata solo de prostitución callejera, sino que tampoco se puede visitar a un cliente en el hotel, si está en una zona restringida”.
“Si hubieran eliminado esas leyes que permitían el área restringida y simplemente hubieran incluido el trabajo sexual en la ley que ya tenían, podrían haber integrado el trabajo sexual en ese marco y hubiera sido perfecto, porque eso permite la protección del trabajo (…), pero eso realmente no sucedió. Se detuvieron en ese punto, pero luego realmente no lo desarrollaron más y así se quedó”, explica Deriviere.
Aparte de este punto, ella explica que la estigmatización no se eliminó con la ley. “Obviamente después de la ley aún teníamos estigmatización, (…) Muchas personas no querían que este fuera un trabajo que ejerciera su hija, pero igual era aceptado por un montón de personas, esa fue la base de la ley de 2001.
Sin tantas restricciones, la oferta y la demanda del trabajo sexual en Alemania aumentaron. Según cifras oficiales de la Oficina de Estadísticas alemana, en 2006 (ese año se realizó el Mundial de Fútbol en Alemania y hubo registros de burdeles que se crearon al lado de los estadios) se estimaba que existían cerca de 400,000 mujeres ejerciendo el trabajo sexual en Alemania, y dos tercios eran migrantes de países como Rumania o Bulgaria.
Asimismo, el código civil alemán cambió con la ley, y el antes delito penal de ‘promoción de la prostitución’, se reemplazó por ‘explotación de prostitutas’, lo cual generó muchas menos condenas, por ser un delito más difícil de probar. Según un artículo del medio alemán Der Spiegel, publicado en 2013, en el año 2000 151 personas fueron condenadas por proxenetismo, mientras que en 2011 solo hubo 32 condenas por este delito. Según el medio, en ese entonces existían entre 3000 y 3500 burdeles en el país, cerca de 500 en Berlín, y la prostitución representaba alrededor de €14.5 mil millones en ingresos anuales. 10 años después de la legalización, la Oficina de Policía Criminal Federal (BKA) reveló que en ese año (2011) hubo 636 registros de trata con fines de explotación sexual.
Muchas de estas realidades son expuestas en el documental ‘Sex: Made in Germany (2013)’, el cual causó furor en el país y ayudó a acuñar un nuevo apodo para Alemania: ‘el burdel más grande de Europa’.
Ley de 2017: ¿protección o control excesivo?
Haika Muller lleva luchando contra la estigmatización que sigue teniendo el trabajo sexual en Alemania desde hace 40 años, como trabajadora social del Center for Sexual Health and Family Planning, en el sector de Charlottenburg, en Berlín. En este, se dedica a hacer consejería sobre salud sexual y chequeos a quienes asisten al centro.
Cuando Haika habla de la ley de 2017, la Prostituiertenschutzgesetz o la Ley de la Protección a las Prostitutas, dice que fue un primer paso en contra del trabajo sexual en Alemania. El objetivo de la ley era proporcionar mejor protección para las trabajadoras sexuales en el país, que tuvieran más controles regulatorios y luchar contra el tráfico con fines de explotación sexual. Un año antes de la propuesta de la ley, en 2014, la ministra de la familia de ese entonces, Manuela Schwesig, del partido Social Demócrata alemán (SPD), declaró que era “más fácil abrir una tienda de dulces que un burdel en este país”.
En parte por la fama adquirida de ‘ser el ‘burdel más grande de Europa’, a finales de 2015, la coalición de gobierno entre el partido SPD, y los partidos conservadores CDU y CSU decidieron pasar esta ley de protección que empezó a ejecutarse en 2017. ¿En qué consiste? Desde la implementación de esta ley, las trabajadoras sexuales deben registrarse con las autoridades locales y asistir a consultas médicas y chequeos con un servicio de salud público. Asimismo, desde 2017 los burdeles deben tramitar un permiso para operar, solo si las condiciones de salud, vivienda e higiene cumplen los estándares definidos. Asimismo, el sexo sin condón y los encuentros grupales en el marco del trabajo sexual quedaron prohibidos, así como adquirir servicios con una mujer explotada sexualmente.
“No creo que la ley sea por el tráfico, pues ya tenemos leyes que lo prohíben”, sospecha Muller. “Para mí se trata de doble moral”. Muller explica que “Hay dos cosas que las trabajadoras deben hacer con esta ley: ir a consejería e ir al centro de salud. Hay una oficina especial. Deben ir allí y registrarse, y obtienen un pequeño pasaporte, un ‘whore passport’”, una tarjeta que las registra como trabajadoras sexuales y les permite trabajar en el país.
Sin embargo, la crítica principal de esta ley de 2017 radica en que el Estado alemán registre y almacene datos personales de las trabajadoras sexuales. “…Con la nueva ley que se llama protección de las trabajadoras sexuales, pero no es de protección, sino de control, lo que decimos nosotras por parte de Hydra, porque no ayudó a nadie en este área”. Esto afirma una integrante de Hydra, la primera organización autónoma de putas en Alemania, compuesta por mujeres socialmente comprometidas, de diversos sectores profesionales.
“Lo que pasa es que hay un montón de reglas nuevas que no se necesitan; (…) uno de los puntos también bastante fuertes de esta ley es que las personas tienen que estar registradas para ejercer, de una forma legal, el trabajo sexual y eso implica también pagar ciertos impuestos al Estado. (…)si anteriormente era más fácil trabajar de una forma no tan controlada, pues ahora es más más complejo porque ciertas personas están controladas a ver qué hacen”, explica ella.
Deriviere lo resume en un postulado: “Ahora en Alemania se están recopilando datos básicamente sobre la vida sexual de las personas, incluso si es una vida sexual comercial”. Ella explica que en la Unión Europea recopilar datos sobre la vida íntima, o la salud de las personas es un tema muy delicado. “Debe haber una explicación realmente buena para recopilar estos datos, (…) estamos muy preocupadas de que se recopile esta información”.
El miedo y el ánimo de proteger los propios datos personales ha llevado al subregistro del trabajo sexual en Alemania. Estadísticas oficiales de 2019 registraban cerca de 40,370 trabajadoras sexuales legalmente registradas bajo la ley de 2017, pero estimaciones no oficiales hablaban de 400,000 trabajadoras sexuales en años anteriores. Sin embargo, el número de registro bajó drásticamente tras la pandemia. A finales de 2022 había 28,280 trabajadoras sexuales registradas, un aumento del 19,1% con respecto al registro de 2021. Aún así, la cifra no se acerca a los números prepandemia.
El modelo nórdico: ¿Retroceso de derechos para el trabajo sexual?
Los carteles de la movilización presentaban una postura clara contra el modelo sueco de trabajo sexual. Este se implementó en Suecia en 1999, bajo la creencia de que el trabajo sexual, o prostitución, es deshumanizante, fomenta la violencia basada en género, y que la única forma de proteger a las trabajadoras sexuales es acabar con la demanda.
“Por lo general, no es el movimiento de la derecha el que aboga por este modelo, sino personas que se consideran feministas, a pesar de que esta ley va en contra de los principios feministas y se ha comprobado que lleva a violaciones de los derechos humanos”, afirma Wszebor Sienkiewicz de la ESWA, o la European Sex Workers Alliance.
Muchas organizaciones defensoras del trabajo sexual en Alemania, como Hydra o el sindicato BesD critican este modelo porque, afirman, sí termina criminalizando a las trabajadoras sexuales y a los lugares donde ejercen su trabajo. Esta criminalización, denuncian, pone en riesgo sus vidas, les resta agencia para negociar límites con la demanda, las empuja a esta, a cortar las redes cercanas con sus compañeras, y a experimentar tasas más altas de criminalidad y clandestinidad.
En este momento, la ley de 2017 está bajo una evaluación federal hasta 2025. Y aunque la actual ministra de la familia y la juventud, Lisa Paus, afirmó que no tenían intención de cambiar el marco legal del trabajo sexual en Alemania tras las declaraciones de Scholz, la revisión inquieta a quienes ejercen el trabajo sexual en este país.
A finales del año pasado, el partido Demócrata Cristiano (CDU) aprobó un documento que pide la implementación del modelo sueco en el país alemán. «Las condiciones en la prostitución son inaceptables desde una perspectiva humana y reguladora», dice el documento. Este añade que muy pocas trabajadoras sexuales eligen hacerlo, pero que «las estructuras del ambiente son profundamente inhumanas y especialmente misóginas”.
Deriviere dice que son varios partidos políticos los que están detrás de esta idea: “Hay grupos más pequeños, pero muy vocales, de políticos que quieren presionar para que eso pase, no puedo decir que sea un solo partido. Algunos tienen más gente reunida y otros depende mucho de las personas que son responsables de la política social y familiar”.
Tal es el caso del partido alemán Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), que si bien no es un partido pequeño (obtuvo casi el 14% de los escaños en los resultados de las votaciones del Parlamento Europeo), su propuesta no proviene del mismo argumento que tienen los sectores conservadores, sino que tiene un corte más abolicionista del trabajo sexual. Quien representa esta propuesta es Maria Noichl, una legisladora alemana de este partido, quien desde el año pasado está abogando por medidas conjuntas para trabajo sexual en toda la Unión Europea, y su postura es que este es violencia basada en género: “La prostitución es el brazo extendido del patriarcado, profundamente sexista, racista, reflejando las desigualdades sociales y económicas dentro de la UE y a nivel mundial. Alrededor del 70% de las personas en prostitución en la UE son de origen migrante y se encuentran en situaciones vulnerables (…)”.
Sin embargo, la propuesta de Noichl mantiene dividido al parlamento. Aunque su informe no vinculante se aprobó con 234 votos, registró 122 abstenciones y 175 votos en contra. Y aunque técnicamente la Unión Europea no decide sobre la legislación del trabajo sexual, Nocihl pide que los países miembros adopten reglas a nivel Europa, o adopten el modelo nórdico por ‘ser más rápido’.
Al pensar en la posibilidad del modelo nórdico en Alemania, una integrante de Hydra piensa en que “las consecuencias serían bastante dramáticas para todas las personas que están trabajando ahora de una forma legal, aunque también para muchas personas es complicado bajo esta legalidad ejercer este trabajo. (…) El modelo nórdico se supone que quiere solo criminalizar a los clientes, pero no es posible”, afirma.
‘Este país tiene una historia muy fuerte de persecución’
L es estudiante, artista, migrante brasilere y ejerce el trabajo sexual en Berlín desde hace más o menos un año. Al preguntarle por su situación de registro para ejercer el trabajo sexual, responde que: “Opté por no registrarme, es muy raro para mí que en algún momento esto no sea una manera de control (…), porque este país tiene un histórico muy fuerte de persecución”. L reconoce que le da miedo estar en las listas de registro, “porque pueden simplemente coger y estas son las primeras personas a quien, no sé….puede ser un poco paranoia pero yo tengo un mal rollo con eso”.
L ofrece un ‘full service’, que no solo incluye el encuentro sexual, sino una cita completa, de principio a fin. Aunque la cuestión financiera no fue el único motivo, explica elle, sí fue lo que le impulsó a dar el paso. “Estaba en un momento en el que estaba estudiando y no tenía mucho tiempo para trabajar, y no tenía ayudas. Me vi en una situación de precariedad, de no saber cómo sacar plata, y la verdad también vino de saber que el trabajo sexual también tiene mucho que ver con trabajo emocional”.
L cuenta que tuvo una reflexión: las citas que estaba teniendo normalmente en su vida eran un trabajo emocional gratuito por el cual podría cobrar. “Tengo amigues que me que me ayudaron a entender cómo hacerlo lo más seguro posible. (…) Conozco mucha gente, muches amigues que lo hacen… he tenido mucho apoyo”. L es consciente de que ha ejercido el trabajo sexual desde un lugar de privilegio, por tener ascendencia alemana y un pasaporte europeo. “Acá me leen como persona blanca (…), yo lo hago por plataformas digitales y eso tiene un corte de clase y de raza muy fuerte… yo sé que mi seguridad al final está un poco más garantizada que la de mucha gente”.
Sin embargo, L sabe que esta no es la experiencia de muchas personas migrantes: “mucha gente no puede tener acceso a este registro, y son justamente las personas que están en una situación de vulnerabilidad”. A pesar de que es consciente que la obligatoriedad del registro podría afectar de manera más desproporcionada a las personas migrantes, sobre todo quienes están con una situación irregular migratoria, L conoce muchas personas europeas que también decidieron no registrarse.
Y aunque L y sus amigues no están al tanto de la situación jurídica actual, sí tienen muy presente que la posibilidad de un modelo de trabajo sexual como el sueco implica un retroceso para sus derechos. “Ya es un trabajo súper estigmatizado y (el modelo sueco) lo pone en una situación aún más de estigma y de criminalización, y esto genera precariedad e inseguridad porque si no puedes hacerlo registrado y no puedes hacerlo legalmente lo que nos queda es una situación ilegal”. Para L “La prohibición nunca ha funcionado, en todos los países donde (el trabajo sexual) está criminalizado hay mucha má inseguridad para quien está trabajando y el trabajo no va a parar, y los clientes tampoco van a parar de comprar los servicios”.
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Este reportaje fue realizado en el marco del Programa Internacional para Periodistas (Internationale Journalisten-Programme, IJP), que fomenta el intercambio entre periodistas de Alemania y América Latina, y se realiza con apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania, fundaciones y empresas privadas.