Según la cuenta de Twitter @RAEinforma, abudinear y abudinar, palabras inspiradas en el apellido de la ya exministra de las TIC, son formas verbales “de reciente creación” documentadas en textos de redes sociales en Colombia y usadas con el sentido de “robar o estafar”.
Más allá de los reclamos de la protagonista del escándalo por la investigación de los contratos con Centros Poblados, dos cosas me llaman la atención en ese tuit de la RAE: que digan que las palabras fueron “documentadas” y que se les adjudique contexto de uso local. Fueron veloces: en menos de un mes documentaron y emitieron un concepto con esas características.
#RAEconsultas Documentamos las formas «abudinar» y «abudinear» en textos de redes sociales como verbos de reciente creación, usados en el habla popular de Colombia con el sentido de ‘robar, estafar’.
— RAE (@RAEinforma) September 1, 2021
Tras los reclamos de la ministra, la RAE respondió que no la había, “en absoluto”, reconocido como una palabra oficial –sea lo que sea que eso signifique– y que “mucho menos” la iban a incluir en el diccionario académico. Sin embargo, ahí sigue el tuit que explica su forma, su sentido y su lugar. Y sobre todo continúa esa palabra clave que es “documentado”. Porque la documentación es la columna vertebral del trabajo de los diccionaristas.
El diccionario no inventa las palabras, ni sus significados, sino que los recoge. Esto lo hace a partir de corpus, compendios enormes de textos orales y escritos catalogados por fecha y lugar, que pretenden ser una especie de fotografía de la lengua en un dado momento. Es la documentación lo que soporta, supuestamente, la objetividad de la Real Academia de la Lengua Española.
Es imposible, en este caso, no pensar en lo que escribió Susan Sontag: “Una fotografía no es una opinión, ¿o si?”. Este caso hizo resurgir la repetida polémica sobre la reticencia de la RAE para incluir el lenguaje inclusivo. Reticencia tan intensa que ni siquiera nos regalan un tuit explicando dónde se documenta, cuáles son sus formas y sus sentidos, incluso cuando se le niegue “en absoluto” su reconocimiento o un lugarcito en el diccionario. Esto en la misma semana en que se viralizó un video en el que @andra_milla, una persona no binarie, pide, visiblemente afectade, que sus compañeros se dirijan a su persona como “compañere” y no “compañera”.
Basta una visita al CORPES, el Corpus del Español del Siglo XXI de la RAE, para constatar que el uso de sustantivos neutros con (-e), como niñes y alumnes, o del adjetivo todes está bastante más difundida que abudinear. Fuera del corpus también sabemos que se usa en algunos entornos académicos, en muchas revistas de circulación masiva, en muchísimas cuentas de redes sociales, en círculos sociales específicos. Siendo así, ¿por qué no ocupa un espacio en el diccionario de la Real Academia?
Según el Informe de la RAE sobre Lenguaje Inclusivo, porque es no sólo innecesario, pues el masculino genérico ya incluye a todos los géneros, sino también gramaticalmente incorrecto, porque la morfología del español no aceptaría la –e como desinencia de género. Además, utilizan un criterio de documentación “del uso mayoritario de la comunidad hispanohablante en todo el mundo”.
No queda claro en el informe ni en los diferentes corpus que utilizan cuál sería el criterio para definir ese uso mayoritario. En la búsqueda por todes en el CORPES, el uso de la palabra se evidencia en Chile, Paraguay y Argentina de 2018 a 2020; niñes en Chile y Argentina en el mismo periodo y alumnes en España, Chile y Paraguay desde 2017. Abudinear no aparece, pero supongo que hicieron una búsqueda rápida en redes desde finales de agosto y pudieron constatar sus características. Supongo, bajo la misma lógica, que podrían hacer el mismo tipo de búsqueda y constatar que el uso de lenguaje inclusivo está incluso más difundido que el verbo de la ministra en en las redes sociales de la comunidad hispanohablante.
Buenos días, país del Abudinear 🔪 pic.twitter.com/4XzcvpaMDT
— Patata Caricaturas (@PATATAdibujo) September 7, 2021
¿Qué significa eso para la disputa específica sobre el ingreso del lenguaje inclusivo en los diccionarios de la RAE? –en caso de que sea eso lo que se quiera y que ese sea un paso importante en la lucha simbólica. Significa que quizás necesite exigirse que los criterios de mayoría sean claros. Quiere decir también que, una vez estén claros, podremos constatar la extensión de esos usos y, dependiendo de los resultados, afirmar con más vehemencia que la omisión de la RAE tiene motivos retrógrados e ideológicos. Que su fotografía sí es una opinión.
Lo que no se puede perder de vista es que en términos del idioma, de ese sistema vivo y mutante que es una lengua, la disputa de poder se da en las interacciones diarias, en la fricción del acto comunicativo. Es la suma de situaciones con nuestros pares, la exigencia hacia nuestros centros educativos, incluso en las innumerables discusiones en redes sociales alrededor del asunto.
¿Nos serviría dar, como los que reniegan su uso, el argumento de autoridad de la RAE? ¿Decir “la RAE dice que existe entonces se puede usar”? No sé. Si algo intento exponer es que la lengua existe fuera de la Real Academia, algo que se puede constatar por medio de una búsqueda en las propias herramientas de la RAE, así que aunque el reconocimiento del lenguaje inclusivo en el diccionario podría solucionar las fricciones con menos sufrimiento, la disputa no se origina ni se agota allí.
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