En un país donde a diario se registran 249 casos de violencia intrafamiliar, ¿Cómo no convertir emergencias como los feminicidios en un paisaje de cifras? El reto periodístico para apuntarle a otras formas de cubrimiento es grande. En esta editorial reflexionamos al respecto.
Foto por Jimena Madero Ramírez.
“El debate no puede ser en torno al aumento o disminución de los feminicidios. Porque así se presentará un solo caso, eso representa el fracaso que tenemos como sociedad”. Así registraron algunos medios la intervención de Gheidy Gallo, la consejera presidencial para la Equidad de la Mujer, el pasado 11 de octubre en un consejo extraordinario de seguridad organizado por la Gobernación de Cundinamarca, en donde se incluyeron los dos casos de feminicidios ocurridos en este departamento durante los días pasados.
Uno de estos feminicidios, el de Sandra Mileña Saldaña, ocurrido en El Rosal, causó indignación en la comunidad y generó un plantón en la plaza principal del municipio durante la primera semana de octubre, rechazando el crimen y exigiendo justicia.
El mismo día que fue asesinada, Sandra Milena iba a atender una citación en la Comisaría de Familia con su exesposo Miguel Alfredo Arenas, de quien se había separado hacía 20 días, por la cuota alimentaria de su hija de 18 meses. Horas más tarde ese día, el cuerpo de Sandra Milena fue encontrada con 25 heridas producidas por un destornillador, al parecer causadas por su misma expareja. A pesar de que las autoridades encontraron a Sandra Milena con vida y la trasladaron de inmediato al Hospital de Facatativá, las heridas en su cuerpo eran muy profundas.
Sandra Milena se había trasladado a vivir en El Rosal desde 2017. Tenía 25 años y cuidaba de sus dos hijos, uno de seis años y una bebé que no llega aún a los dos años. El presunto feminicida, de 31, sigue prófugo de la justicia. La Gobernación de Cundinamarca ofreció 20 millones de pesos de recompensa para dar con su paradero. Incluso solicitaron ante la Interpol la notificación azul, esto con el objetivo de fortalecer los mecanismos de búsqueda y poder capturarlo.
La historia del feminicidio de Sandra Milena es la historia de muerte que se repite para cientos de mujeres en el país. Según cifras recientes del Observatorio de Violencia Contra la Mujer de la Fundación Feminicidios Colombia, en lo que va del año 163 mujeres han sido víctimas de feminicidio en Colombia durante 2020. Esto es decir que 163 mujeres han sido asesinadas en razón de su género.
Estos asesinatos de mujeres no son aislados, ni deben ser vistos como tal, cómo muchas veces los presentan los medios de comunicación. Los feminicidios son crímenes que generalmente obedecen a una sistematicidad, siendo el resaltado de un entramado muy complejo y muy doloroso de violencias de género ejercidas contra las mujeres. Muchas veces esta cadena empieza desde la violencia psicológica, y puede ir avanzando hacia la violencia económica, patrimonial, la violencia física y ahí en adelante.
Asimismo, la mayoría de veces la violencia ejercida contra las mujeres proviene muchas veces de parejas, ex parejas y personas cercanas a los círculos de las víctimas. El mes pasado, el consolidado de septiembre del Observatorio de Violencia Contra la Mujer de la Fundación Feminicidios Colombia registró que de los 19 feminicidios que pudieron identificar, siete fueron cometidos por la pareja de la víctima y dos por la ex pareja. La mayoría de los feminicidas eran hombres cercanos a estas mujeres. 10 de estos feminicidios fueron cometidos al interior de una vivienda, una cifra que es reflejo de la violencia sistemática que sufren y callan muchas mujeres en el espacio doméstico.
¿Cuánto, de todo el tejido de complejidad que comprenden las violencias contra las mujeres, las cuales se incluyen en la mayoría de feminicidios, estamos visibilizando en los medios de comunicación? En los últimos años, sobre todo, varios medios nacionales han registrado de manera más amplia los feminicidios cometidos en el país. Sin embargo estos cubrimientos, sobre todo en medios regionales, se plantan del lado del morbo y el amarillismo, y en su práctica muchas veces revictimiza a las mujeres víctimas, mostrando contenido gráfico explícito del hecho, describiendo descarnadamente los detalles del crimen, culpando a la mujer de su propio asesinato, indicando su lugar de vivienda, y casi siempre dejando al feminicida, el responsable del crimen, en un segundo o tercer plano.
Es necesario seguir exigiedo este tipo de registros, no solo desde el periodismo sino desde las entidades públicas, pues la cifra sobre feminicidios en el país cada parece variar de acuerdo a quien se le pregunte, y no parece existir, por ahora, un acuerdo al respecto.
Pero también tenemos que avanzar más allá de la conversación sobre el registro cuantitativo y sobre cuándo y cómo el cubrimiento periodístico de un feminicidio es revictimizante para la mujer. Es necesario, es urgente que esto que llevamos exigiendo desde hace años los movimientos feministas, que no se nos revictimice y objetifique en los cubrimientos, se vuelva un básico fundamental en las redacciones del país, y así poder pasar a una discusión igual o más vital, sobre cómo desde el periodismo podemos apostarle a señalar el carácter estructural de la violencia contra las mujeres.
Si desde la información, si desde los medios de comunicación, los grandes, los medianos, los pequeños, no empezamos a desenmarañar para nuestras audiencias el nudo gigante que es la violencia doméstica, todo lo que implica un feminicidio, todas las formas que tiene la violencia contra la mujer, el rol que han jugado (o no) los entes de justicia y cómo estas violencias son perpetuadas desde nuestra propia estructura social, ¿Cómo vamos a mantener vivo el debate en la opinión pública sobre por qué las mujeres estamos viviendo estas violencias y cómo combatir esta problemática?
Aparte del cubrimiento, aparte del registro, aparte de hablar del problema, ahora necesitamos entender por qué está pasando y cómo solucionarlo. ¿Qué rol está jugando el periodismo nacional para lograr esto? ¿Los medios van a empezar a profundizar cada vez más en las raíces de estas violencias y en el origen de lo que muchas veces resulta siendo un feminicidio, o van a optar por ignorar la base del iceberg, así como han hecho muchas entidades?
En un país acostumbrado a conteos, cifras y registros sistemáticos de la muerte violenta de sus habitantes, es vital que la violencia doméstica y el feminicidio no se nos convierta en otro paisaje. Es un reto periodístico, en un territorio para el cual las masacres son el pan de cada día, pero desde MANIFIESTA estamos dispuestas a figurar, día a día, la mejor manera para que nuestra audiencia comprenda las complejidades de la violencia de género, sus actores y las diferentes razones por la que seguimos sometidas a estas violencias, muchas incluso siendo asesinadas. Solo así es posible empezar a posar la luz sobre una posible solución.
***
Recuerda seguir a MANIFIESTA en Instagram.