Unas 100.000 personas desaparecidas desde 1964 en México, la mayoría de ellas registradas desde 2006, cuando Felipe Calderón mandó al Ejército a combatir a los carteles de droga.
De acuerdo con el Registro Nacional de Desaparecido, de 1930 a 2021 se registran 167.325 personas desaparecidas en Colombia. Una herida común que en ambos países deja postales de madres que sostienen las fotos de sus hijes y claman por lo mínimo. Ya ni siquiera es encontrarles con vida, o justicia. A veces solo quieren enterrar sus restos. La atrocidad de la desaparición radica ahí: es un dolor que consume y mantiene a quienes lo sufren al borde de creer lo peor, sin poder confirmarlo.
Por eso también ha sido común para ambos países apañarnos entre madres que buscan, y que están incompletas desde que les arrebataron a su hije. ‘Ruido’, la nueva película de Netflix dirigida por la directora mexicana Natalia Beristain Egurrola, muestra el dolor de esta problemática y los milagros de esas juntanzas (advertencia de spoilers). Desde su junte con la periodista Abril, pasando por el tejido sanador en grupo y la labor de las madres buscadoras, esta película nos deja escenas que permiten contemplar el dolor de Julia,quien pierde a su hija Gertrudis, como un duelo colectivo por el cual han atravesado miles de mujeres en la vida real en México.
La lucha de la protagonista es espejo de tantas madres mexicanas que se arman de pañuelo y pala para buscar en terreno lo que a las autoridades no les interesa. Su frustración ante un sistema viciado, corrupto y sordo es la frustración que miles cargan hace años. En MANIFIESTA recopilamos seis imágenes de la película que nos hablan sobre las las luchas y las violencias que viven las mujeres mexicanas.
El contenedor con mujeres
Julia viaja para encontrar a su hija. Llega a un pueblo donde la comandante de policía la lleva a conocer un contenedor decomisado, lleno de cadáveres de mujeres. Por su tono se entiende que es “otro más”. A cambio de dinero, Julia ingresa para buscar a su hija entre decenas de cuerpos envueltos en sábanas, descomponiéndose. No está. La comandante le advirtió que casi siempre eran migrantes. La metáfora es clara: somos mercancía.
Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en los últimos siete años, 3.787.000 personas fueron víctimas de trata de personas en México. Pero fuentes académicas denuncian un subregistro. En ciudades fronterizas como Monterrey se calcula que al mes hay unas 400 mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual. La vulnerabilidad es mayor en esta ciudad del estado de Nuevo León porque su Código Penal no tipifica el delito, lo enmarca en el “lenocinio”. Las mujeres somos mercancía y las fronteras son mercados.
Un país riesgoso para ser periodista
Un retén ilegal intercepta el bus en el que Julia y Abril, la periodista, viajan de regreso a su ciudad, sin haber encontrado a Gertrudis. Los supuestos policías bajan a Abril a la fuerza. “Soy Abril Escobedo, soy periodista”, grita desde las entrañas. Ningún pasajero se mueve, tampoco Julia que está petrificada en su asiento. Meten a Abril a un carro. “Ahora debo buscar a mi hija y a mi amiga”, le reclama Julia al fiscal que lleva su caso.
2022 fue el año el más violento en dos décadas para les periodistas de Latinoamérica, con 37 homicidios registrados. A estos se suman exilios, detenciones, cierre de medios y desapariciones. En México se presentaron 15 de esos asesinatos, tres de ellos contra mujeres. Según Reporteros sin Fronteras, el país centroamericano es el tercero más peligroso para ejercer la labor, luego de Irak y Siria.
El ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Jorge Canahuati, denuncia la impunidad. “En el 90 o 95 por ciento de los casos no se han encontrado a los culpables”. Canahuati reclama que no hay protección para sus colegas amenazades, no hay justicia y el presidente AMLO ha estigmatizado el periodismo: señala en su programa mañanero el trabajo de salas de redacción que lo cuestionan.
Fue en uno de esos programas, en 2019, que la periodista Lourdes Maldonado le pidió ayuda a AMLO porque temía por su vida. Además de investigar la corrupción, Lourdes tenía un proceso abierto contra un canal de televisión por despido injustificado. La periodista fue asesinada en enero de 2022, en Tijuana, luego de dedicarle una emisión radial a un colega asesinado cinco días antes.
Mientras las feministas marchan, nada cambia entre el narco y el Estado
La búsqueda de Julia empieza a incomodar al poder. Y el poder en México puede ser el Estado o el mismo narco, que está a la par y a veces más arriba que la gobernanza estatal.
Hace poco vimos un ejemplo claro con la recaptura de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, en la ciudad de Sinaloa. El caos se desató en el estado de Culiacán por enfrentamientos entre el narco y las Fuerzas Armadas que dejaron 29 muertos. Ya lo habían capturado en 2019 y el mismo AMLO decidió liberarlo para ‘evitar una masacre’, una de las decisiones más cuestionadas de su gobierno. Su decisión, y el caos del ‘culiacanazo’ demuestran cómo el narco ha minado, y en algunos casos superado, la gobernabilidad del estado mexicano.
Tanto el narco como el Estado (Fiscalía), recibieron a Julia en un edificio cuando el Fiscal la buscó desesperadamente. Quería que hablara con el integrante de un cartel, antes de tener que liberarlo por sus influencias. Este hombre se lo confirma a Julia: asesinaron a Ger por tener una bolsa de ‘perico’ que no era de la que vendían. “También estaba buena”, remata el criminal.
Julia sale aturdida y apurada por el fiscal. Al salir se funde con una marcha feminista que, ignorante de lo que había pasado, marchan por mujeres como Ger. La escena encierra un panorama desesperanzador: mientras seguimos en las calles manifestándonos por las que nos faltan, a veces pareciera que nada cambia y que la intersección entre crimen e instituciones nos tienen prisioneras de un ciclo misógino que no podemos romper.
La toma de instituciones públicas: otra acción directa feminista en México
Luego de sumergirse en la marcha, Julia termina dentro de institución oficial del gobierno tomada por mujeres feministas. Hay graffitis, mujeres con niñes viviendo adentro, pancartas, fuego y humo. Se ve que el lugar está ocupado desde hace un tiempo. La escena emula la toma de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, en México por parte de varias organizaciones feministas, anarquistas y familiares de víctimas en 2020.
Como protesta ante la inacción estatal para familias de mujeres asesinadas y desaparecidas, organizaciones como Ni Una Menos, Aquelarre Violeta y Colectivo 10 de marzo entraron a la CNDH para no salir. Con murales que decían ‘Ni perdon ni olvido’, convirtieron la entidad en un refugio okupa que albergó a varias madres de víctimas de feminicidio y sus hijes. También ofrecían ofreció apoyo psicológico y actividades culturales.
Por conflictos internos varias mujeres de la toma desertaron de esta, el resto denunció intimidaciones por parte del gobierno mexicano. En abril del año pasado, un video captó cómo mujeres encapuchadas agredieron a otra pidiéndole dinero para la okupa, esto hizo que la Secretaría de Seguridad retomara el inmueble.
Madres buscadoras continúan luchando en México
En un campo abierto aparecen varias mujeres que llevan los rostros de sus hijes en sus camisetas. Retoman una nueva búsqueda de su seres queridos desaparecidos. Julia camina junto a ellas. Una le cuenta cuenta que ha estado nueve años buscando a seis familiares.
Las crisis de las desapariciones en México se ha convertido en paisaje. Ante la negligencia del Estado y el dolor, muchas mujeres se han organizado para buscar por su cuenta. Hoy hay cerca de 120 colectivos de búsqueda de personas desaparecidas, como Buscadoras de Sonora, Glorieta de las y los Desaparecidos, Guerreras Buscadoras y Por Amor a Ellxs de Jalisco. Las madres buscadoras viven a diario amenazas y han sido blanco de feminicidios.
En entrevista, Ceci Flores, fundadora de Madres Buscadoras, dijo: “Luchando y alzando la voz, hemos logrado llegar muy alto… pero hay que seguir luchando por nuestros desaparecidos, buscándolos atrás de un teléfono no van a volver, la lucha tiene que ser como lo hemos hecho hasta ahora: en campo, con pala y pico”, una imagen que repite este filme.
Tejido: memoria y simbolismo
Julia teje el rostro de su hija Gertrudis. Inicia su tejido con un círculo de apoyo entre madres como ella, que cuentan cómo han vidido la desaparición de sus hijes. En ese proceso, el tejido representa desde un encuentro con la memoria hasta un ejercicio colectivo. Al enterarse de la muerte de Ger, Julia se encuentra con una marcha feminista que colgó pañuelos tejidos en una plaza. Allí cuelga el rostro de su hija.
En 2018, Huellas: puntadas y caminares de la memoria fue la primera exposición en México que reunió 130 piezas de bordado y tejido donde madres de América Latina narran la desaparición de un familiar y exigen justicia. La exposición la organizó la antropóloga y tejedora Mariana River con la lingüista Bianca Islas. La impulsó Roberta Bacic, quien ha dedicado sus últimos años en recuperar las arpilleras, artesanías comunitarias chilenas en las que se usan sacos de papas para denunciar las violencias y desapariciones de la dictadura de Pinochet.
Varios colectivos han reivindicado el tejido como una forma de preservar y construir memoria, que enuncia otra manera de protestar para mujeres y madres latinoamericanas, sobre todo.El tejido nos recuerda que no estamos solas. ¡Tejemos experiencias, historias, emociones, tejemos la vida!
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