Ser mujer y periodista en Arauca: vivir al filo de la navaja

El pasado 19 de julio, Crisma del Mar terminó su jornada laboral como todos los días. Se levantó antes de las seis de la mañana y ya eran las cinco de la tarde, pero su jefe le pidió que se quedara un rato más. Debían organizar el material de independencia de Colombia que saldría en la emisora Meridiano 70 al día siguiente. 

Pasadas las siete de la noche, Crisma por fin llegó a casa. Cuando se bajó de su moto a abrir la puerta, un hombre con tapabocas que no alcanzó a reconocer se abalanzó sobre ella. “Me dijo que estaban llevando a cabo un plan para asesinarme. Que tenía que dejar de hacer mis trabajos periodísticos, que tenía que dejar de informar”, recuerda.

El hombre le aseguró a Crisma que el plan original era matarla en ese momento, pero que él le estaba dando una segunda oportunidad para que se callara. “Escasamente logro recordar lo que me dijo” cuenta ella. “Entré a mi casa, saludé lo necesario, guardé el vehículo y me encerré. Lloré toda la noche”.

Las amenazas contra periodistas en Arauca son el panorama cotidiano en el departamento. La historia de Crisma se replica entre varios de sus colegas, que también están amenazados. Datos de la FLIP entregados a MANIFESTA revelan 22 ataques a la prensa en el departamento en lo que va de 2021. Y aunque la mayoría de estas amenazas van dirigidas a hombres, los ataques contra mujeres periodistas en el departamento suelen estar atravesados por roles de género tradicionales y violentos. En la mayoría de casos, los actores armados perciben a las mujeres como amenazas sólo por el hecho de ser una voz sobresaliente en la comunidad.

Motivadas por el caso de Crisma, que esta semana cumple dos meses encerrada en su casa, hablamos con varias periodistas araucanas que durante años han cubierto orden público y disputas territoriales entre grupos armados ilegales, así como la presencia del Ejército, Policía y Armada Nacional y la frontera colombo-venezolana en el departamento. Sus historias dan cuenta de cómo es vivir bajo las amenazas de los grupos armados y cómo informar se convierte a diario en un acto de valentía para ellas.

«En la mayoría de casos, los actores armados perciben a las mujeres como amenazas sólo por el hecho de ser una voz sobresaliente en la comunidad».

La violencia persigue a las periodistas araucanas

En 1999, el recrudecimiento del conflicto armado se tomó varias regiones de Colombia. Ese año, el control de grupos guerrilleros como el Bloque Oriental de las FARC y el Frente de Guerra Oriental del ELN lograron hacer presencia en el 60 por ciento de Arauca. Carmen Rosa Pabón tenía 37 años en ese momento y era una de las periodistas, de las pocas que ejercían, más reconocidas en el departamento. A los grupos armados allí les incomodaba que hablara de la violencia, de las víctimas, de los problemas de orden público. Entonces llegaron las amenazas. “Debido a las amenazas fui desplazada, tuve que salir de urgencia del departamento junto con otros 16 compañeros de Arauca hacia Bogotá y viví en carne propia lo que es el desplazamiento forzado”, cuenta ella, ahora con 59 años.

“En Bogotá sólo duré dos meses porque pedí que me cambiaran de ciudad. El desarraigo como tal duró seis meses. Nunca contemplé salir del país, ni salir de Arauca”. A pesar de que su plan era volver lo antes posible, en 2001 llegó el Bloque Vencedores de Arauca, de las Autodefensas Unidas de Colombia. Iniciaba la disputa territorial. Carmen Rosa volvió hasta 2004, sin ninguna garantía para su vida. A pesar de eso siguió ejerciendo el oficio.

Dos décadas después, el contexto parece repetirse para las nuevas generaciones, pero con nuevos actores. Orianys de la Candelaria tiene 24 años. Es colombo-venezolana, como tantas personas en el departamento fronterizo. Desde 2019 ejerce como periodista y trabaja en el periódico El Mirador en Arauca capital. 

Hace dos meses Orianys recibió la primera de tres amenazas que ha recibido. “Ese día el Ejército y la Armada Nacional estaban despejando el área de la orilla derecha del río Arauca. Un colectivo de varios periodistas estábamos presenciando el hecho”, cuenta ella, pues estaban verificando que la Fuerza Pública hiciera su trabajo. Vieron despejada el área, llegaron a la orilla y les amenazaron. 

“Se me acercó un hombre a decirme que porque estaba tomando fotos, que yo no tenía derecho a eso. Que le diera mi celular”. La fuerza pública presente no intervino. Apenas un mes después llegó la segunda amenaza, también en un cubrimiento periodístico. “Fue de una chica venezolana respaldada por dos hombres. Nos dijo que no teníamos derecho a estar tomando fotos y a buscar información que no nos compete. Que era mejor que nos fuéramos del sitio porque no sabíamos lo que le pasaba a los periodistas”, recuerda. 

No se sabe quién amenazó a Orianys. “Arauca siempre ha sido uno de los departamentos que más le preocupa a la FLIP. Es uno de los departamentos donde más violencias ha habido históricamente contra periodistas”, explica Viviana Yanguama, asesora de protección de la FLIP. “Uno de los años más difíciles fue 2019, donde registramos cerca de 27 ataques a la prensa”.

Añade Viviana que “La confluencia de violencia que hay en el departamento ahorita con la disputa territorial que hay entre disidencias de las FARC, el ELN y grupos armados como ‘El Tren de Aragua’ hace muy difícil para los periodistas saber quién les amenazó. No suelen estar firmadas por el grupo armado”. De acuerdo con la Fundación Paz y Reconciliación, en este momento, los grupos armados que imponen el control social en el departamento son el ELN y el grupo disidente Frente Décimo Martín Villa.

Las mujeres que incomodan al poder en Arauca

Después de cubrir entretenimiento y contenidos en redes sociales de la emisora local Meridiano 70, en enero de 2019 Crisma recibió la propuesta de entrar al equipo investigativo de la sección de noticias. 

Luego de un año y tres meses hizo un cubrimiento que no le gustó a los grupos armados y, al parecer, a algunos políticos del departamento. “Surge un proyecto por parte de la gobernación de Arauca, en donde tenían que comprar 30.000 mercados para repartirlos a la población. Alguien encuentra el presupuesto que se tomó en cuenta para la compra de ese mercado y es donde aparecen los populares atunes a 20.000 pesos”, explica. “La lata de atún no puede superar en el mercado, de $7.000 a $7.500”.

El primer medio en hablar del caso fue Meridiano 70 y el escándalo de corrupción se volvió nacional. “Cuando la gente se enteró, se rebotó. Empezaron a cerrar calles y se generó una presión fuertísima”, recuerda la periodista. “Como los demás medios son afines al gobierno departamental (…) la gente vio en nosotros la posibilidad de que se dijera lo que en realidad sentían: hambre, necesidad, decepción”. La comunidad empezó a pedir la presencia de Crisma para descongestionar la protesta. 

“Tuve que hacer otras cosas para que se respondiera con los mercados y todo terminó bonito. Pero fue ahí cuando empezaron las amenazas y las presiones a través de mensajes de texto, a través de comentarios en línea y llamadas telefónicas”, cuenta. Luego apareció otra noticia en medios como El Tiempo. Al parecer dos fiscales a cargo del proceso contra el gobernador de Arauca, Facundo Castillo, fueron trasladadas antes de acusarlo ante la Corte Suprema de Justicia por posibles irregularidades en la contratación del departamento.

“Nombraban a Arauca nuevamente en un tema de corrupción. Pues, yo dije: vamos a empezar el noticiero con esta nota. Llamamos al gobernador que por supuesto no nos contestó”. Crisma, de 30 años, denuncia que la amenaza que recibió luego de estos hechos se debe a que representa a un periodismo distinto en Arauca y a que es mujer. “Es curioso ver cómo les duele cuando una mujer habla de manera segura, se expresa sin miedo, vence todos sus temores y lo más importante, cuando motiva a las demás mujeres a hacer lo mismo desde un territorio de guerra, donde hemos sido maltratadas, violadas, humilladas”.

La Fundación Paz y Reconciliación registra, a marzo de 2021, 11 asesinatos de líderes y lideresas sociales.  “La mayoría de víctimas son mujeres y personas que son presidentes o miembros de las Juntas de Acción Comunal”, afirman.

“Es curioso ver cómo les duele cuando una mujer habla de manera segura, se expresa sin miedo, vence todos sus temores y lo más importante, cuando motiva a las demás mujeres a hacer lo mismo desde un territorio de guerra, donde hemos sido maltratadas, violadas, humilladas”.

Además de los temas que involucran a hombres poderosos del departamento, los cubrimientos que tocan directamente a grupos armados son delicados. “El tema del orden público es el tema más álgido. Los actores armados suelen ser muy sensibles por la información que estamos suministrando”, asegura Carmen Rosa. “Entonces buscan seducir, amenazar, intimidar o callar por medio de la violencia a los y las periodistas”. Por ejemplo, cuenta que es peligroso llamarles disidencias, porque ellos se nombran como ‘las FARC’. También asegura que darle voz a las víctimas es una afrenta contra estos grupos. 

“En una profesión como la nuestra nos pone en peligro dar cuenta que se está matando a la gente. Nadie hace nada para decir que la población civil es la que lleva la peor parte. O que llegaron los paramilitares a alguna zona y cometieron alguna masacre”. 

Los datos entregados por la FLIP muestran que, en 2021, las tres mujeres víctimas de ataques que registran en su base de datos estaban cubriendo temas específicos. Por ejemplo: el conflicto en la frontera colombo-venezolana, el desplazamiento en la frontera colombo-venezolana y asentamientos informales. Los victimarios fueron particulares, la Fuerza Pública y desconocidos, respectivamente.

“Sin duda los temas relacionados con orden público del departamento (…) Temas de seguridad, temas judiciales,  de capturas, de asesinatos, que tienen que ver con la violencia, la disputa territorial, la falta de control e intervención por parte del Estado”, identifica Viviana.

En este momento, además de periodistas como Crisma, las mujeres que tienen esquemas de seguridad según el testimonio de Orianys son “La contralora departamental, las diputadas que son críticas con la gestión del gobierno regional, mujeres afro, lideresas sociales, dirigentes políticas y otras periodistas”.

No hay garantías para las periodistas

Una semana antes de conversar con MANIFIESTA, Orianys recibió la tercera amenaza. “Estaba en la calle, salí a comprar algo y de la nada se me acercó una persona que me dijo que no me quería ver más por el área, que no siguiera investigando más. Se identificó como de las FARC”. Ella tiene miedo porque es consciente de la ola de violencia en el departamento. “Hace unos días se presentaron cinco homicidios: dos aquí en Arauca capital y los otros tres en diferentes corregimientos de otros municipios”.

Con la tercera amenaza en dos meses, Orianys decidió denunciar ante la Fiscalía General de la Nación. “Allí me dijeron que la denuncia no procedía porque cualquier persona que no fuera periodista podía ir a la orilla del río a tomar fotos y también recibir una amenaza por ello”. Entonces acudió a la Defensoría del Pueblo. “La directora me dijo que una patrulla de Policía se iba a poner en contacto conmigo para pasar cerca de mi casa cada cierto tiempo. Pasaron dos semanas y un oficial de la policía efectivamente me llamó”.

En la Defensoría también le pasaron un formulario para pasarlo a la Unidad Nacional de Protección, UNP. “Por ahora, la patrulla no se ha vuelto a comunicar conmigo. Respecto a la UNP, supongo que hay que esperar a que revisen mi caso, pero por ahora no ha pasado nada”. Orianys no tiene ningún esquema de protección en este momento.

Crisma, por su parte, denunció en Fiscalía a los pocos días de haber sido amenazada. “ Me armé de valor y dije, no puedo permitir más esto (…) el hecho de que lleguen a mi casa no solamente prueba  que me están viendo, sino también es la vida de mi familia. Ya sabían a qué horas llegaban, ya sabían con quién vivía yo”, explica.

“Hemos visto en la FLIP que generalmente cuando hay una amenaza de violencia contra mujeres tienden mucho a involucrar a sus hijos y a decir: ‘ya sabemos dónde está su hijo’. O también amenazan a su entorno familiar. Involucran a las familias, cosa que no sucede con las amenazas a hombres periodistas”, afirma Viviana. 

Crisma, quien también hizo el reporte de su caso ante la Defensoría y la Personería, decidió desde el 19 de agosto, con su equipo, que lo más seguro para ella era no volver a salir en medios de comunicación. Hasta el 26 del mes pasado volvió a publicar en sus redes y su blog personal. 

Para Fabiola Calvo Ocampo, investigadora del informe ‘Periodistas sin Acoso’ de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género y la Fundación Karisma “Las periodistas están mucho más vulnerables que los hombres en zonas de conflicto armado (…) los medios pueden tener protocolos para el cubrimiento y para evitar ciertos peligros, pero no los que corre una mujer periodista. Además, para esos peligros no las preparan las facultades, antes son lugares donde pueden ser acosadas”. 

Concluye que las mujeres no están preparadas para enfrentar los peligros que corren en zonas de conflicto armado. “Si en las ciudades los acosadores son los compañeros, jefes y fuentes, pues en estas zonas de conflicto las fuentes son también hombres armados o comprometidos con el contexto de ese lugar: narcotráfico, violencia política, trata de personas, etc. Eso supone un peligro mucho mayor para las periodistas y comunicadoras”. Otro agravante para Fabiola es que el Estado no asume la protección de las ciudadanas en el ejercicio del periodismo y muchas veces las respuestas no tienen enfoque de género. 

“La amenaza me hizo preguntar si me iba a retirar, si me iba a callar y me enfermé por 15 días. Me dio un herpes zóster, también por el susto y el estrés”. Crisma no sabe quién la amenazó, pero como hizo el reporte de su caso en distintas instituciones, la información se filtró. La gente del municipio de Arauca empezó a señalar culpables. Decían que el alcalde de Arauca la había amenazado. También decían que el Gobernador.

“Lo que soy yo hoy en el departamento de Arauca es lo que se llama un blanco de oportunidad o una víctima perfecta”. Crisma explica: “Cualquier persona que quiera hacerle daño al gobernador de Arauca o al alcalde de Arauca, me hace daño a mí y de inmediato ellos (los gobernantes) serán los responsables”. En este momento, Crisma cuenta con un esquema de policías que la acompañan a donde sea vital. La periodista ya va a cumplir dos meses confinada en su casa, no por la pandemia, sino por las amenazas.

“Hemos visto en la FLIP que generalmente cuando hay una amenaza de violencia contra mujeres tienden mucho a involucrar a sus hijos y a decir: ‘ya sabemos dónde está su hijo’. O también amenazan a su entorno familiar. Involucran a las familias, cosa que no sucede con las amenazas a hombres periodistas”

La UNP está a cargo de su caso y la FLIP ha hecho seguimiento y ha intermediado para brindarle las garantías necesarias. “Recibimos el caso, documentamos, hablamos con la periodista, con colegas, nuestros corresponsales. Una vez terminada la documentación, remitimos la situación a UNP para que tuvieran en cuenta su caso”, explica Viviana. “Enviamos una carta al gobernador de Arauca y al alcalde pidiendo que se articularan e hicieran las acciones necesarias para protegerla y hemos hecho seguimiento. Nuestro director se reunió con ella la semana pasada”. No obstante, ninguno se ha pronunciado.

Las consecuencias de amenazar a las mujeres

Cindy Martínez tiene 24 años y hace dos es periodista. En 2020 también empezó a trabajar en Meridiano 70. “Hacer periodismo en Arauca tanto para hombres como mujeres es una constante auto censura porque aquí uno tiene que pensar que va decir y cómo lo va decir”.

Cindy cubre temas de migración y poblaciones vulnerables. “Hemos visto el incremento de manera desmedura del trabajo infantil y muchas niñas en las calle”, explica. “En cuanto a las mujeres es difícil la situación, lamentablemente muchas de ellas deben empezar a ejercer servicios sexuales para sobrevivir, pues no existen las condiciones o las empresas que brinden oportunidades profesionales”.

“Hacer periodismo en Arauca tanto para hombres como mujeres es una constante auto censura porque aquí uno tiene que pensar que va decir y cómo lo va decir”.

Esas violencias ejercidas sobre quienes protagonizan sus historias se trasladan a sus colegas. “Lo primero que uno piensa es ‘Bueno, algún día me va tocar a mi, en qué momento voy a molestar a alguien que no le guste y voy a ser yo la persona que va a estar en la mira’”. Para Cindy, las mujeres que son blanco de los grupos armados son las mujeres que “Alzan su voz,  que defienden a la comunidad, como Crisma. Mujeres que no tienen pelos en la lengua y que dicen la verdad”.

Carmen Rosa coincide. “Es muy difícil para nosotras, las mujeres periodistas, ejercer nuestro trabajo. He recibido amenazas por parte de las FARC, de los paramilitares, del ELN y también he recibido incomprensión por parte de instituciones estatales”. Esto, aunque nunca la ha hecho pensar en dejar el periodismo, sí la empujado hacia la autocensura. 

Orianys también ha vivido la misma consecuencia: “Jamás dejaría este oficio a pesar de las amenazas que he recibido. Sin embargo si me he tenido que censurar”. Ha tenido que dejar de publicar notas de investigación exhaustiva porque sabe que afuera a alguien le puede parecer que sabe mucho y eso automáticamente la vuelve un peligro. 

“Es muy difícil para nosotras, las mujeres periodistas, ejercer nuestro trabajo. He recibido amenazas por parte de las FARC, de los paramilitares, del ELN y también he recibido incomprensión por parte de instituciones estatales”.

“Estas mujeres están en un contexto de guerra, en un conflicto en el que se cruzan todos los actores y no encuentras culpables o el nombre del responsable”, explica Fabiola. “El agresor es casi invisible y el ejercicio de la profesión depende de ese contexto y de lo que se cubre”. En su investigación, los riesgos de estos contextos son la autocensura y el abandono total o parcial de la profesión. “Lo que vemos es que el resultado es el silenciamiento de las voces de las mujeres. Se calla la pluralidad y diversidad y se afecta el derecho a la información de la sociedad y de las periodistas a informar”, concluye. 

Crisma publicó en su página de Facebook un video en el que anunciaba su retiro total del periodismo para lanzarse a la política en Arauca. Aunque la consecuencia más evidente para Crisma es la pérdida de la libertad de expresión y de la libertad física, la consecuencia que más le duele recae sobre otras mujeres. “Es muy difícil esa situación porque pues si yo era un ejemplo de superación, si yo era un ejemplo de empoderamiento de la mujer y ahora me ven con policías…”. 

Carmen Rosa ha escuchado a otras mujeres decir que ‘Tal vez el periodismo no vale la pena’ y para ella es lógico. “No tenemos respaldo de las autoridades y también tenemos que limitarnos de ir a ciertos espacios porque son peligrosos o porque no contamos con esquema de seguridad”.

Por ahora, las periodistas entrevistadas y sus colegas se aferran a la valentía y a la dignidad con la que han trabajado durante años en la región. “Yo no estoy haciendo nada malo. ¿Por qué me tengo que ir de Arauca yo? Los que se tienen de Arauca son ellos (los grupos armados). Es como si yo aceptara a la persona que me violó y me echara la culpa porque yo llevo una minifalda”, refuta Crisma ante la posibilidad de salir del departamento por las amenazas. 

“Hay algo muy curioso y es que hasta hace unos años, la situación de las mujeres periodistas era oculta porque siempre nos enseñaron que no éramos las protagonistas, sino que lo relevante era la información”, explica Fabiola. Pero gracias a labores como la Red de periodistas se han visibilizado estas violencias. 

Ninguna, como lo afirmaron en repetidas ocasiones, ha pensado en dejar el oficio. Sin embargo, ¿Cómo seguir cubriendo las historias de un territorio donde la respuesta gubernamental es nula, inadecuada o insuficiente?, ¿Cómo seguir si las garantías provienen únicamente de organizaciones externas y, otras veces, de la ciudadanía? Son preguntas que quedan para un departamento en donde las mujeres no pueden estar tranquilas, mucho menos si empuñan un micrófono, una libreta o una grabadora.

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