Para muchas mujeres cis y trans la historia ha sido querer operarse los senos desde niñas y hacerlo. Luego, después de años, desarrollar varios síntomas aislados y vivir con dolor. Aunque la medicina le ha dado un nombre a este conjunto de condiciones, el Síndrome de ASIA sigue generando escepticismo, en parte por la dificultad de diagnosticarlo. ¿Qué tienen por decir quienes afirman haber sobrevivido a los implantes de silicona?
Angelly quería operarse los senos desde los 12 años. En los castings a los que se presentaba a esa edad le decían que le faltaba pecho. María Alejandra quería senos más grandes desde los 15, como muchas de sus amigas de la universidad. María del Pilar quiso operarse desde siempre, pues eso le ayudaría a convertirse en María del Pilar: una mujer transgénero que ha construido su cuerpo e identidad palmo a palmo.
Tienen en común haber crecido en Cali: la meca de la cirugía plástica en Colombia y América Latina. Una ciudad que, para nadie es un secreto, nunca ha intentado escapar de la herencia cultural y estética que le dejó el narcotráfico. Una herencia que incluye circunferencias y carnosidad: labios gruesos, nalgas grandes, tetas del mismo tamaño, así fueran de plástico.
Para Angelly, el sueño de la cirugía se hizo realidad en los 90, cuando cumplió 18 años. María Alejandra se operó en 2009, con los primeros ahorros de su trabajo como médica. Twiggy se implantó en los ochenta y fue de las primeras mujeres trans en hacerlo en Colombia.
“Nos perpetuaron en nuestras mentes cómo era ser mujer”, dice Twiggy. Las tres coinciden en que su decisión de operarse se vio mediada por la necesidad de encajar en unas formas de la belleza que jamás cuestionaron en su momento. “Cuando finalmente me operé, dije que me sentía completa”, expresa Angelly.
Pero hoy las tres comparten algo más: los efectos de los implantes sobre su salud, tras 10 o 20 años de tenerlos metidos en el cuerpo, y las secuelas que difícilmente desaparecerán. Comparten la experiencia de un síndrome que apenas empieza a estudiarse.
“La respuesta siempre es ‘retira la silicona’. No la dejes en tu cuerpo”. Esto dijo a W Radio, en marzo de este año, Yehuda Shoenfeld, especialista en inmunología y reumatología, y fundador del Centro Zabludowicz para Enfermedades Autoinmunes. Con su colega Nancy Agmon-Levy, en 2011 nombraron por primra vez el conjunto de síntomas autoinmunes y autoinflamatorios causado por sustancias extrañas introducidas en el cuerpo: desde implantes de silicona y biopolímeros, hasta válvulas cardiácas y excipientes de algunas vacunas. Gracias a elles hoy podemos hablar del Síndrome de ASIA que engloba la Enfermedad por Implantes Mamarios.
En MANIFIESTA recogimos testimonios de la enfermedad y recuperación tras la explantación de las prótesis, así como voces de cirujanas que proponen nuevas miradas, más críticas y centradas en la salud integral, sobre la mamoplastia de aumento. Esta es la primera parte de nuestro especial ‘Belleza que enferma’ en el que estaremos desentrañando los efectos sobre nuestra salud de diferentes procedimientos, tendencias, sustancias y métodos que usamos en nombre de la belleza en la era digital.
Síndrome de ASIA para dummies
No es una moda, menos un concepto pseudocientífico. En 2011, Yehuda Shoenfeld y Nancy Agmon-Levy publicaron un artículo en el reconocido Journal of Autoinmunity. Este, por primera vez, le puso nombre al ‘Síndrome Autoinmune/Autoinflamatorio inducido por Adyuvantes’ o ASIA, por sus siglas en inglés.
La primera pregunta es qué son los adyuvantes, pues se cree que solamente las prótesis de silicona causan el síndrome, y no. Los adyuvantes son moléculas que generan respuestas del sistema inmune. “La primera vez que se describió algo parecido al Síndrome de ASIA, hace más de 50 años, fue con relación a las vacunas, a todos los elementos que traen de excipientes”, explica la cirujana experta en explantaciones, miembro de la Federación Iberoamericana de Cirugía Plástica, Jennifer Gaona.
Por ejemplo, dos de las cuatro clases de vacunas contra el COVID-19 contienen adyuvantes que potencian su inmunogenicidad. “El Síndrome de ASIA lo puede producir cualquier sustancia o cuerpo extraño a nuestro propio organismo: las vacunas, válvulas cardíacas, prótesis de cadera, el DIU, implantes mamarios y, obvio, los biopolímeros”, dice la doctora.
Los efectos van desde reacciones inflamatorias exageradas hasta respuestas inmunitarias que se intensifican y empiezan a atacar otras estructuras distintas al cuerpo extraño. Jennifer Gaona hace dos precisiones: primero, que ni el Síndrome de ASIA ni la Enfermedad por Implantes Mamarios se desarrollan en todas las pacientes. Segundo, que este síndrome no tiene género ni un origen hormonal.
La cirujana caleña Sara Velázquez, también experta en explantaciones y miembro de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva, explica que si bien hay decenas de sustancias y dispositivos médicos autorizados que pueden causar Síndrome de ASIA, el debate se ha centrado en las prótesis mamarias porque la mamoplastia de aumento sigue siendo una de las cirugías estéticas que más se realiza en el mundo. De hecho, según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), en 2021 fue el segundo procedimiento más popular, después de la liposucción.
Aunque para Shoenfeld el peligro es la misma silicona, las cirujanas Jennifer y Sara proponen un punto medio, conscientes de que la demanda de aumentarse los senos va en ascenso. Según ISAPS, de 2020 a 2021 las mamoplastias aumentaron un 3.8 por ciento.
Ambas médicas proponen prótesis más biocompatibles, texturas de recubrimiento de mejor calidad y silicona más limpia, pues hay estudios de la U.S Food & Drug Administration (FDA) que demuestran que esta contiene metales pesados (mercurio, plomo, arsénico y platino). Sara considera que la mamoplastia tiene su nuevo auge gracias a las redes sociales. Ambas creen que evitar que más mujeres se enfermen depende de la información que reciban sobre los riesgos de implantarse y también de los avances de las casas farmacéuticas en términos de materiales que usan para hacer los implantes.
Los síntomas obligados y los no tanto
En nuestro país no hay cifras disponibles ni estudios sobre prevalencia del Síndrome de ASIA. “Después de no hablar nada, hoy en día habla todo el mundo, pero no todos para aportar (…) Se ha hecho muchísimo contenido alrededor del tema, pero en este momento ni siquiera sabemos cuántas mujeres se implantan en el país al año”, dice Angelly Moncayo, actriz, sobreviviente del Síndrome, activista pro explantación y creadora de la plataforma Asia Recovery. “Necesitamos el apoyo de las entidades correspondientes para tener en Colombia una plataforma que permita centralizar la información de procedimientos y síntomas”, agrega.
Angely también se dirige a les profesionales médicos: “Creo que es necesario dejar de poner tanto esfuerzo en contradecir algo que cuenta con tanta evidencia testimonial en el mundo (…) que los médicos mencionen en los consentimientos la reacción a nivel sistémico como un posible riesgo, que se reconozca la enfermedad y que contemos con procesos honestos de tecnovigilancia. Serían pasos importantes”, asegura.
En este punto es importante mencionar que si bien el Ministerio de Salud no ha publicado lineamientos para el manejo del síndrome, y probablemente se tarde años en hablar de tratamiento diferencial (en casos de sobrevivientes de cáncer mastectomizadas a quienes les han hecho reconstrucción a partir de implantes, o mujeres trans, por ejemplo), hay dos gremios que ya dieron un paso adelante.
Se trata de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva (SCCP) y la Asociación Colombiana de Reumatología (Asoreuma). Por medio de un comunicado reciente indican algunas aproximaciones que todavía están en discusión. Por ejemplo, que el diagnóstico del síndrome debe hacerlo un especialista en reumatología, que la predisposición genética juega un papel importante y que hay criterios mayores y menores para determinar si una paciente lo padece.
Para Angelly y María Alejandra, el síntoma que apareció apenas despertaron de la mamoplastia, y el primero que se fue luego de explantarse, fue la falta de aire: la sensación de que no podían respirar bien. “Sientes que hay algo que no te pertenece, pero me veía bien. Ahora, pensando en retrospectiva, siempre tuve una presión en el pecho. La respiración no era igual (…) Yo hacía mucho ejercicio antes de las prótesis. Después de las prótesis siento que no volví a hacer ejercicio igual”, relata María Alejandra, pediatra de 38 años que acaba de explantarse.
“Mi respiración cambió radicalmente”, dice Angelly. La doctora Jennifer Gaona explica que algunas de sus pacientes han consultado por este síntoma, que no aparece entre los criterios, ni es tan frecuente, pero comparten varias mujeres. “Hay pacientes que, sumado a la dificultad respiratoria, tienen tos. Tos inexplicable. Ambos son de los síntomas que más rápido se mejoran después de la explantación”, cuenta.
Según Jennifer, los síntomas más frecuentes en sus pacientes son: fatiga, dolores musculares, dolores articulares, niebla mental, inflamación generalizada, insomnio, caída del pelo, resequedad de la piel. “Pero el espectro es tan amplio que incluso hay pacientes que se presentan con tumores del mediastino, cálculos en la vejiga, tumores en el útero, hipertiroidismo, enfermedades autoinmunes como lupus y artritis reumatoidea”, cuenta esta cirujana que realiza unas diez explantaciones por semana en su clínica en Bogotá.
“Somos el residuo de lo que nos han dicho desde niñas”
El esposo de María Alejandra siempre le decía que no era normal que le doliera todo el cuerpo. “Me despertaba bloqueada todas las mañanas, no podía levantarme del dolor”, cuenta ella.
Por su parte, Angelly dice: “Sentí que me estaba muriendo. Mucha gente asocia que como soy actriz hay un exceso de drama en esto. Pero cuando digo que sentía que me estaba muriendo, es real. Estaba absolutamente segura de que un día iban a abrir la puerta de mi casa y yo iba a estar tirada muerta, y nunca nadie se iba a dar cuenta de qué me había pasado”.
El síndrome no solo es consecuencia del canon de belleza en el cual buscamos encajar desde niñas. También de lo que se nos ha dicho sobre ser hipocondríacas, quejumbrosas y la exigencia social de normalizar el dolor. En el caso de Angelly y María Alejandra, contaron con parejas y entornos favorables. También con los recursos necesarios para consultar con reumatólogos y otres especialistas, hacerse exámenes por medicina prepagada y acceder a una cirugía de explantación y reconstrucción, que en el país puede costar entre 15 y 40 millones de pesos.
Mujeres trans y Síndrome de ASIA: el costo de construir la identidad
En el caso de Twiggy, el síndrome hace una intersección más compleja con su identidad de género. Esta mujer trans, defensora de las trabajadoras sexuales y activista de la construcción del propio cuerpo y la identidad, inició su tránsito siendo adolescente. “Tuve unas primeras prótesis que pude cambiar, porque en ese momento tenía una situación diferente, vivía en Europa”, cuenta ella.
“Después me pongo estas prótesis que ya tienen unos 25 años. No ha sido posible cambiarlas a pesar de que se me encapsuló una prótesis en mis glándulas mamarias. Me afectó impresionante: infecciones, inflamaciones, dolores” relata. “En el proceso de tutela se me indica que no puedo operarme, mientras cirujanos particulares dijeron que sí. Pero no es solo la explantación de las prótesis, para nosotras es importante la reconstrucción. Como lo es para una mujer cisgénero. No es dejarnos mutiladas”, concluye Twiggy.
Ella cuestiona la mirada del sistema de salud sobre su situación, y el tratamiento correspondiente, pues esta ignora por completo el proceso minucioso y de largo aliento que implica construir el cuerpo y la identidad trans. “Los médicos han argumentado una cantidad de falencias en mis condiciones de vida y de salud. Han evadido mi situación de vida en cuanto consideran que es estético”, agrega.
La FDA advierte que los implantes ‘no son dispositivos de por vida’ y entre más tiempo tengan, mayores serán las posibilidades de desarrollar complicaciones. Mientras hay mujeres que pueden cambiarlas cada diez años, o explantarse, Twiggy va para tres décadas con esas siliconas porque no puede pagar por unas nuevas.
Además del encapsulamiento, esta madre trans sufre de dolor crónico en el área de la cadera e inflamación en las articulaciones. Hace un año sufrió un accidente cerebrovascular que dejó secuelas en su movilidad, habla y memoria. Atribuye este accidente a la ‘infiltración’ de biopolímeros. “Se afectaron mis venas, mi circulación. La misma sustancia pudo crear pequeños grumos y esto pudo haber causado un trombo”, explica.
Twiggy sabe poco del Síndrome de ASIA. De lo que está segura es que ella y muchas otras mujeres trans lo han padecido desde siempre, mucho antes de que actrices y presentadoras hicieran públicos sus testimonios. Habla en nombre de sus ancestras e ‘hijas trans’: “Muchas han muerto en estos procesos. Sabes que una mínima esquirla de estas sustancias que se vaya por las arterias puede hacer colapsar a la persona, ocasionar traumas pulmonares”, dice. “Ahí quedan, chicas muy jóvenes que se han inyectado aceite de cocina, aceite Johnson’s, con huellas imborrables”.
Twiggy denuncia la doble moral social que voltea a ver casos de mujeres famosas pero ignora sistemáticamente todos los síntomas y condiciones derivadas de la construcción de un cuerpo trans en clínicas de garaje, un ejercicio que, a su vez, construye identidad.
La doctora Jennifer Gaona ha tenido algunas pacientes transgénero en su consultorio. “Hay un tema especial y es que no solamente tienen implantes de seno, también de pantorrillas, glúteos o biopolímeros, además de tratamientos hormonales. Entonces sus síntomas podrían venir de otros lados. Lo que les explico es que la explantación es solo una parte del tratamiento”. Agrega que también ha tenido pacientes a quienes sus EPS les han cubierto los procedimientos de explantación, pero sin la reconstrucción. “El problema es lograr demostrar que son tus implantes los que están causando los problemas de salud”.
Explantarse es respirar
En resumen, la explantación consiste en extraer las prótesis y la cápsula que las recubre, y luego reconstruir la mama con su mismo tejido. Las cirujanas explican que nuestro cuerpo recubre los cuerpos extraños que se le introduzcan como medida de defensa.
Alrededor de los implantes hay tejido humano que debe retirarse, pues aún no se sabe si lo que causa el síndrome está en las prótesis o en esa cápsula que recibe la silicona que alcanza a filtrarse del implante. Así lo explica la doctora Sara Velásquez. También señala que hay casos en que la extracción de la cápsula o capsulectomía es parcial, pues dicho tejido está muy adherido y manipularlo con fuerza podría desencadenar complicaciones, como perforación de pulmón.
Aunque la reconstrucción sea un procedimiento necesario, aumenta el costo de la cirugía y, como afirmó la doctora Jennifer, no se hace en todos los casos de explantación.
María Alejandra despertó sin el peso de la silicona en su pecho hace algunas semanas, cuando la doctora Sara Velasquez le realizó la explantación. Pudo volver a respirar desde el vientre, después de 13 años de ahogo. Aunque no se arrepiente de implantarse a sus 25, cree que si le hubieran advertido que iba a desarrollar fibromialgia, fatiga crónica, depresión y otros síntomas incapacitantes, hubiera dicho que no a la silicona. Hablamos días después de la cirugía, y aún con los drenes del posoperatorio puestos, se sentía bien, finalmente.
“Me quitaron el 90 por ciento de la cápsula. Los dolores han disminuido mucho. Se han empezado a ir las contracturas en el cuello en apenas diez días”, cuenta esta pediatra esperanzada en un cambio de vida.
“Sufrí de la tiroides por más de diez años. Quien sabe de la tiroides, conoce que es una enfermedad compleja y que si te medican, suele ser de por vida. A los dos meses de haberme explantado, me retiran la medicina de la tiroides. Que alguien me explique cómo pasó eso”, concluye Angelly, que se explantó en 2019. “Que alguien me explique cómo un día sentía que el aire no me pasaba del pecho y en cuanto abro los ojos después de la explantación, aún con anestesia, mi respiración volvió a bajar hasta el estómago”.
Angelly guarda el video del momento en que despertó. Solo podía gritar ‘puedo respirar, puedo respirar’. Su activismo seguirá dedicado a visibilizar los síntomas del Síndrome de ASIA y procurar explantaciones y reconstrucciones dignas para las mujeres que, como ella en el pasado, sientan que la silicona las está matando.
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No se pierdan la segunda parte de nuestro especial ‘Belleza que enferma’ en la que hablaremos de tendencias y medicamentos para adelgazar.
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