Cuando Carolina Ávila fue a la cita que tenía en su EPS para que le pusieran la T de cobre, terminó desmayada en la camilla. A pesar de que la ginecóloga le explicó cómo harían la inserción, “Nadie me dijo que durante la inserción podía sentir un dolor fuerte ni que me podía desmayar”. La médica le advirtió que sentiría un punzón, pero “Cuando la insertó yo ya estaba sufriendo. Me dolió tanto que me desmayé en la camilla”
Su amiga Laura sí le había advertido que fuera acompañada. Cuando ella fue a ponérsela, lloró y salió del consultorio doblada de dolor. Carolina pensó que había sido una mala experiencia la de su amiga, pero no pensó que fuera a ser su caso también. Mientras recuperaba el conocimiento, la ginecóloga terminó la inserción.
Cinco años antes, en 2016, Luz Angélica Sanz, decidió que la T de cobre iba a ser su método anticonceptivo, también conocido como uno de los Dispositivos Intrauterino, DIU. Ya había intentado planificar con pastillas anticonceptivas, pero no toleró los efectos secundarios y había días en que olvidaba tomarlas. Con la T no iba a pasarle eso, ni iba a tener dolores de cabeza. Fue a una institución privada en Bogotá, especializada en derechos sexuales y reproductivos.
“Desde un inicio la atención estuvo mal”, cuenta ella. “El procedimiento me dolió muchísimo. La persona que me lo puso fue una auxiliar de enfermería y me decía que dejara de ser tan consentida y que aguantara, pero yo tengo un umbral del dolor alto”. Como pasó con Carolina, a Luz tampoco le advirtieron que el procedimiento podría causar mucho dolor y que, debido a la manipulación del cuello uterino podría presentar náuseas y un desmayo posterior. Después de la inserción, “La auxiliar me dijo que me vistiera y me fuera”. A unas cuadras, Luz se desmayó.
Estos relatos empezaron a multiplicarse y a ser cada vez más parecidos entre sí a medida que indagamos por esta misma experiencia entre varias mujeres. El dolor, el sufrimiento y la falta de información como denominadores comunes de un procedimiento que parece, o debería ser sencillo, nos llevó a hacernos la pregunta: ¿Es normal que las inserciones de la T de cobre, uno de los métodos anticonceptivos más efectivos, hayan sido una experiencia muy dolorosa y traumática para varias mujeres?
En MANIFIESTA reunimos seis relatos en donde la respuesta es que sí. Estas mujeres optaron por la T para planificar y accedieron a ella tanto en Colombia como en Estados Unidos. Todas coinciden en lo mismo: su inserción fue una de sus experiencias físicas más dolorosas. Afirman que incluso colinda con la línea de los traumático y lo violento. ¿Estamos condenadas a que procesos tan sencillos sobre nuestra salud sexual y reproductiva como este sigan siendo, en pleno 2021, una experiencia tortuosa? ¿o quizá tiene que ver con esa tendencia a castigar los cuerpos de las mujeres por esa idea mal concebida de que el dolor debe ser inherente a nuestras vida?
La información oportuna y la atención cuidadosa reducen el dolor
Mariana Gómez escogió la T de cobre por una de sus grandes ventajas: es el único método anticonceptivo que no utiliza hormonas para inhibir la fecundación. El cobre genera un mecanismo de inflamación aséptica, es decir, no infecciosa. Esta desencadena un medio hostil intrauterino, acidificándolo para que el espermatozoide no sobreviva. De 1000 mujeres que usan este método, seis pueden quedar embarazadas.
Como a Luz, las pastillas le estaban generando dolores de cabeza cada vez más frecuentes. “Por eso me cambié a la T de cobre. Cuando me pusieron el dispositivo fue sumamente doloroso”. Ella tampoco fue acompañada a su EPS. No imaginaba que el malestar la iba a dejar incapacitada para salir del consultorio por su cuenta. “Me produjo náuseas, estaba un poco mareada y el dolor aumentaba con el tiempo. Era insoportable, no se me quitaba con nada”.
Daniela Pérez vivió una experiencia similar. “Yo tengo un umbral del dolor alto, nada me duele, soy muy fuerte y atlética, pero en la inserción de la T de cobre me desmayé en la camilla y desarrollé un trauma”, recuerda. Después de ese evento, en 2013, no quería que lxs ginecólogxs la revisaran e incluso durante exámenes de rutina tenía ataques de pánico o ansiedad. La repetición de los relatos donde el dolor lleva hasta el desmayo en muchos casos generan una pregunta: ¿No existe una manera de evitar este resultado multiplicado?
La clínica estadounidense de derechos sexuales y reproductivos Planned Parenthood advierte en su página web que los analgésicos se pueden usar antes de la inserción. “Algunxs doctorxs recomiendan tomar analgésicos antes de poner el DIU para prevenir los cólicos”. Sin embargo, a ninguna de las mujeres entrevistadas les informaron que podían tomar medicamentos para reducir el dolor antes de la intervención. Ni les aplicaron ningún medicamento para reducirlo.

En este punto, lo más importante según Óscar Marroquín, ginecobstetra de la Fundación Oriéntame, con más de 15 años de experiencia en temas de salud sexual y reproductiva, es asesorar a las pacientes. Asegura que la calidad de la atención es indispensable. “Si yo te digo: ‘mira, colocar el dispositivo va a generarte un dolor cólico durante la inserción, pero podemos manejar medicamentos previos… Eso puede minimizar la ansiedad’. Dice que brindar la información de manera oportuna dista completamente de maltratar a las pacientes. “No es lo mismo informar bien a decirles que son unas consentidas o malcriadas por manifestar dolor”.
En su caso, Daniela Bucheli fue a una organización experta en salud sexual y reproductiva también en Bogotá. “Fue un hombre el que me la puso y fue a lo maldita sea. Sentí el dolor más horrible del mundo”. Daniela, de 28 años, asegura que el hombre que la atendió sólo le dijo que iba a sentir un cólico ligero. “Salí doblada y con una hemorragia tenaz”. Cuando preguntó si había alguna posibilidad de anestesia le dijeron que no.
Para Sara Carrillo, ginecobstetra de la Secretaría de Salud de Cundinamarca, el procedimiento no debería necesitar analgésico ni anestesia. “El procedimiento no debería ser ni doloroso, ni traumático, ni violento. Si la persona que pone la T tiene la capacitación para hacerlo, no debería ser así. La gran mayoría de profesionales en Colombia que ponen la T son enfermeras y muchas tienen muy buena experiencia y otras no y eso afecta en qué tan dolorosa es la inserción”.
María Alejandra Cifuentes, ginecobstetra de Colsanitas, coincide con Sara. “La experiencia depende también de si la inserción la hizo una enfermera/ro o un/una ginecóloga. Creo nosotros (ginecólogxs y ginecobstetras) sabemos llegar al cuello más fácil, no lastimamos a las mujeres con el espéculo…”. Sin embargo las mujeres entrevistadas fueron atendidas tanto por enfermeras y auxiliares de enfermería como por ginecólogxs. Otro de los factores a los que apunta Alejandra es a la calidad de atención entre los servicios particulares y las EPS y añade que otras alternativas son ponerlo con la menstruación cuando el cuello uterino ya está abierto, o hacerlo bajo anestesia, pero esto tiene un costo adicional.
Óscar confirma que la respuesta que obtuvo Daniela es la más común, pues aunque el dolor es frecuente, no suele usarse anestesia. “En general, lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que estos métodos anticonceptivos deben ser de fácil consecución, de fácil acceso y de fácil colocación o entrega”. Asegura que utilizar anestesia local o pensar en una anestesia tipo sedación generaría una mayor barrera de acceso y un mayor costo a un procedimiento que debe ser muy sencillo y de corta duración.
De hecho, de acuerdo con María Alejandra, el costo puede pasar de 95.000 pesos sin anestesia a 495.000 pesos con sedación. “Otro factor que interfiere en la calidad de la atención es si la paciente va por EPS o por servicio particular. En las EPS la inserción no tiene ningún costo, pero no les ofrecen el servicio de sedación”.
Efectivamente, en sus ‘Recomendaciones sobre prácticas seleccionadas para el uso de anticonceptivos’ de 2018, la OMS no hace ninguna referencia al manejo del dolor durante la inserción de los DIU. No obstante, Óscar reconoce que son muchas las mujeres que han manifestado dolor durante la colocación de la T de cobre dentro del cuello uterino y resalta que aunque la entidad no sugiere el uso de anestésicos, si recomienda un ‘Procedimiento instrumentado de gran calidad’. Es decir “Calidad en el procedimiento, que sea cuidadoso con el cuerpo de la mujer”, dice Óscar.
Pero a pesar de que no es una directriz a nivel mundial, lxs profesionales de la salud ya ponen sobre la mesa la posibilidad de usar anestesia local en esta intervención. Planned Parenthood, por ejemplo, lo anuncia al consultar sobre DIU en su página web. “Puede que también te inyecten un medicamento para adormecer la zona alrededor de tu cuello uterino, para que el procedimiento sea más cómodo”. Respecto a la anestesia, Óscar toma una posición clara. “Cómo profesionales tenemos que entender que no todas las mujeres tienen el mismo umbral de dolor y que algunas mujeres pueden solicitar un bloqueo paracervical sin que sea obligatorio”. De acuerdo con Oriéntame, el bloqueo paracervical es el uso de anestesia local a nivel del cuello uterino. El objetivo es tratar de bloquear las fibras nerviosas de la zona y bloquear la sensación de dolor sobre la fibra muscular uterina.
Si la medicina ofrece estas dos opciones seguras para garantizar una colocación del método menos dolorosa, ¿Por qué a ninguna de estas mujeres les ofrecieron ni analgésicos ni anestesia para hacer el procedimiento menos doloroso?
¿Existe una tendencia punitivista sobre nuestros cuerpos?
Después de que le insertaran la T de cobre, Carolina fue a reclamarle a la dermatóloga que se la recomendó. Estaban tratando su acné con Roaccutan, un medicamento que generalmente va acompañado de un método anticonceptivo, pues uno de los efectos secundarios es la malformación del feto en caso de un posible embarazo. “Le reclamé porque me obligó a usar un método anticonceptivo que dura años en mi cuerpo y que fue introducido de manera violenta. Fue invasivo y la ginecóloga terminó el procedimiento mientras estaba inconsciente”.
Carolina sintió rabia al enterarse de que a uno de sus compañeros de trabajo también le recetaron Roaccutan, que solo le recomendaron: “Usa condón y trata de no embarazar a nadie”. De los 20 métodos anticonceptivos enlistados por la OMS, solo dos: el preservativo y la vasectomía tienen como población objetivo a los hombres. El uso de los dos métodos no implica dolor. La vasectomía debe realizarse en todos los casos bajo anestesia.

La dermatóloga se enfureció porque Carolina la cuestionó. “Me dijo que estaba comprobado que afectaba al feto si la mujer tomaba Roaccutan, no si el hombre lo ingería”. No obstante, ella llegó a la conclusión de que la médica no la dejó decidir. Por problemas cerebrovasculares no pudo planificar con hormonas durante años y considera que pudo seguir cuidándose sin necesidad de acudir a la experiencia de la T de cobre.
Frente a esto, Óscar resalta que “La salud sexual y reproductiva no tiene por qué ser castigadora o punitivista sobre el cuerpo de la mujer”. Y asegura que el personal de salud debe estar en la disposición de atender a las pacientes de la mejor manera. “Lo que está primero es el bienestar y la vida de la mujer, debemos velar porque sienta el menor dolor posible”.
Así no fueron los casos de Carolina y Daniela Pérez, quienes se desmayaron en las camillas y aún así les terminaron de introducir el DIU. “Si una mujer se desmaya, se para el procedimiento y se atiende ese evento, o si siente náuseas, lo mismo, también con el dolor. No es correcto continuar”, afirma el ginecobstetra. Aunque la manipulación del cuello uterino produce un ‘efecto vasovagal’, “En el que las mujeres sienten náuseas, mareo y pueden correr el riesgo de desmayarse posterior a la colocación de la T”,Óscar es enfático en que toda aplicación debe hacerse con cuidado para proteger a la paciente de una mala experiencia.
“Yo sufrí muchísimo con la T de cobre y pienso que tiene que ver con que las mujeres no importamos”, asegura Daniela, quien durante ocho años se quejó con diferentes médicxs sobre su inserción. “No me pusieron cuidado. Eso me dejó un trauma”. Daniela Pérez se retiró la T de cobre hace unos meses. Para ella fue un descanso.
El maltrato ha hecho que algunas mujeres abandonen el método más efectivo
Mariana Osorio tenía 24 años cuando eligió la T de Cobre. “Quería un método que no fuera hormonal porque había intentado las pastillas y me había ido muy mal con ellas”. La T de cobre era la opción perfecta porque además es un uno por ciento más segura que el condón, si el preservativo se usa de manera correcta. De lo contrario, aumenta la diferencia entre ambos métodos. Mariana vivía en Estados Unidos así que fue a Planned Parenthood. “Me atendió una enfermera. No me dijo nada, solo grité del dolor cuando me insertó eso. Me quería morir. Imagina un cólico menstrual multiplicado por cien”, recuerda.
A los tres meses, Mariana iba caminando por un parque cuando sintió otro de los peores dolores de su vida. “Me tumbó. Saqué entonces otra cita”. La T se le estaba saliendo. De nuevo en Planned Parenthood le dijeron que si ya se había salido una vez, era probable que volviera a pasar. Mariana miró otros métodos y decidió elegir una de las la T con hormonas, también conocida como Mirena. “Aunque las hormonas son localizadas, como con las pastas volví a sentirme muy mal”. Dejó los métodos anticonceptivos modernos y ahora planifica con el método de reconocimiento de la fertilidad (FAM, por sus siglas en inglés).
Por su parte, Daniela Bucheli se retiró la T de cobre porque se corrió dentro del cuello uterino en dos ocasiones. “Solo la tuve tres meses y fue horrible. No funcionó”. A Luz también se le corrió. “Volví al lugar y me atendió la misma auxiliar. Me lo retiró, pero nunca me preguntó si yo quería volver a usarlo. Solo me dijo que respirara que ahí tenía el otro y me lo puso. Otra vez pasé por ese dolor horrible”. El año pasado, Luz fue a una ginecóloga particular que le recomendó retirar la T de cobre porque presentaba una inflamación en el cuello uterino que no había sido tratada y debía medicarla para ello antes de seguir usando este método.

Mariana Gómez, por ejemplo, se cansó de sangrar. “Después de la inserción era exagerado el sangrado. Duré como cinco meses perdiendo sangre, casi me da anemia”, asegura. Lo que a Mariana no le dijeron es que ese sangrado es normal entre tres o seis meses después de la inserción. Incluso, la OMS aconseja acompañar el proceso con suplementos de hierro para evitar la aparición de anemia.
Sara afirma que son muchas las mujeres que llegan a su consultorio solicitando el retiro del DIU. “Lo que sucede es que la asesoría anticonceptiva no se hace con base en las necesidades de cada paciente en particular», explica. «Muchas veces se hace de manera general contando los beneficios de los anticonceptivos, pero cada mujer es un mundo”. Añade que la asesoría debe ser personalizada para encontrar el mejor método para cada mujer. “Lo más importante es la explicación de los efectos secundarios para que las mujeres sepan manejarlos, para que consulten cuando suceda algo anormal y para que no decidan retirarlos no solo por el costo económico, sino por el costo emocional de probar distintos métodos anticonceptivos”.
Óscar coincide con Sara. Muchas mujeres le solicitan el retiro de la T de cobre por ejemplo, porque no saben los efectos secundarios de esta. “Todo porque dejamos de decir cosas que debimos asesorar en la consulta inicial”.
El primer efecto de la T de cobre es que aumenta el volumen de sangrado en la menstruación. “Este sangrado puede ser más abundante en días o en volumen. Si una mujer tiene un sangrado menstrual de tres días, con el dispositivo puede presentar cuatro, cinco y hasta siete días de periodo. O puede que tenga los mismos tres días pero con más sangrado”. Esa inflamación aséptica genera también el aumento del dolor cólico asociado con la menstruación.
Lxs tres profesionales consultadxs concluyen que es una lástima que las mujeres se retiren este método, teniendo en cuenta que la T de cobre es una de los anticonceptivos más seguros. Tiene más del 99 por ciento de efectividad anual y en diez años, las mujeres solo tienen una probabilidad del 8 por ciento de quedar en embarazo. También es de los anticonceptivos más baratos. La mujer o adolescente que decida usarlo gasta en promedio 95 mil pesos una vez en diez años, pues esa es la vida útil de este método. Por la EPS no debe tener ningún costo.
El DIU es el anticonceptivo más eficaz en todo el planeta, sacando de la lista a la esterilización y a la abstinencia sexual. También es el método de control de natalidad más popular en el mundo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud de 2015, en Colombia el 3,9 por ciento de las mujeres que utilizan algún método anticonceptivo, usan actualmente el DIU. El método más popular es la esterilización femenina con un 25.2 por ciento, seguido por la inyección mensual con un 8.5 por ciento. Quienes más lo usan son las mujeres de Bogotá con un 9.8 por ciento de uso.
No obstante, María Alejandra afirma que los datos de 2015 están desactualizados y que la Encuesta Nacional de Salud programada para el año pasado no se hizo debido a la pandemia. «En los últimos años el uso de la T de cobre ha aumentado y eso se verá reflejado en la siguiente ENDS». Datos de Profamilia entregados a MANIFIESTA muestran que mensualmente 1.000 mujeres se acercan a la organización para pedir este método. Al año están insertando 12.000 DIU en mujeres mayores de 20 años. Aunque no tiene restricciones para adolescentes en la institución «se usa sin restricciones a partir de los 20 años, en mujeres menores de esa edad hay un riesgo discretamente aumentado de expulsión». Juan Carlos Vargas, asesor científico de Profamilia añade que al igual que en Oriéntame, las mujeres pueden pedir el uso de anestesia para el procedimiento.
Sara considera que el hecho de que el DIU no sea uno de los métodos más utilizados en Colombia tiene que ver con que otros métodos de planificación como las pastillas o el implante recibieron más publicidad. “Esto hizo que la T de cobre se dejara atrás y se popularizó una relación entre la T y los embarazos ectópicos o las infecciones, pero son casos muy esporádicos”. Añade que la falta de popularidad puede estar asociada con los síntomas de la inserción y los efectos colaterales. “Pasa muchísimo que debido a esta dificultad en la inserción y el dolor, queda mal puesta o las pacientes hacen cólico y expulsan la T”. A pesar de esto considera que “La T es buena, bonita, barata y muy efectiva”.
Este artículo de la BBC se preguntó por la falta de popularidad del método en Estados Unidos y encontró que las posibles razones van desde la falta de publicidad hasta el dolor asociado a la T de cobre. La primera razón recae en que los gigantes farmacéuticos han elegido invertir más en la promoción de la píldora anticonceptiva, que les aporta más beneficios económicos. Por otro lado, por años los doctores pensaron que el dolor de insertar un DIU solo sería soportable para mujeres que hubieran dado a luz porque el canal de parto estaría más preparado. Esto hizo que a muchas mujeres no gestantes no les hablaran de este método. Según este contenido, El DIU es utilizado solo por el 6,1 por ciento en América del Norte y por menos del 2 por ciento de mujeres en Australia y Nueva Zelanda.
Si estás pensando en usar este método anticonceptivo, recuerda que exigir información completa y oportuna es tu derecho. También ten presente que puedes pedir y consultar a tu médico la ingesta de analgésicos previos al procedimiento y si es el caso, pedir un bloqueo paracervical o el uso de anestesia. Es probable que esto último aumente el costo inicial de la inserción. Si eres personal de salud, recuerda brindar toda la información sobre la T y no omitir nada sobre los efectos secundarios. Saber qué podemos sentir durante la cita médica y las opciones que tenemos nos da tranquilidad y reduce el número de malas experiencias con un método tan efectivo como este.
Si la ciencia ha avanzado tanto, ¿Por qué siempre los cuerpos y las experiencias sensoriales de las mujeres están atadas al dolor y al sufrimiento?
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