Transmasculinidades: la deuda histórica de la lucha trans en Colombia

Durante más de diez años las personas transmasculinas y no binarias asignadas mujer al nacer hemos trabajado por la garantía de nuestros derechos sin descanso. Esta no ha sido una lucha silenciosa: hemos exigido a gritos nuestros derechos, tanto activistas como colectivos.  A pesar de esto, nuestro trabajo y agendas políticas han sido invisibilizadas. Muchas veces la respuesta que recibimos es el silencio perpetuo, un cómplice de las violencias que vivimos.

Durante estos años, a partir de colectivos como Entre Tránsitos, Hombres en Desorden, Transpopulares, Red Distrital de Hombres Trans, Ayllu Familias Transmasculinas, AlienHadas y Atravesados, además de activistas como Nikita Dupuis, Camilo Losada, Camilo Rojas, Sebastián Cifuentes, Jonathan Espinoza, Ángel Mendoza, entre otros; y aliades poderoses como Mujeres al Borde, hemos puesto en discusión nuestras agendas políticas desde el activismo, artivismo y la colectividad. No obstante, incluso en el mismo movimiento social trans, se ha omitido estratégicamente nuestra incidencia y se han dejado de lado nuestras necesidades, procesos de construcción y conocimiento.

Este año, en el marco de la movilización Yo Marcho Trans, que será hoy 15 de julio en el centro de Bogotá, las organizaciones convocantes dieron un paso hacia la reparación de esta deuda histórica. Por esto invitaron a distintas personas transmasculinas y no binarias asignadas mujer al nacer a posicionar públicamente nuestras agendas sociopolíticas. Estas tienen puntos clave y urgentes: la salud sexual, reproductiva y no reproductiva, con énfasis en salud menstrual y aborto. La salud mental desde la despatologización de las experiencias de vida trans y las posturas antipsiquiátricas. El antimilitarismo, las masculinidades no hegemónicas y las apuestas de las personas no binarias.

Esta población, que también participa activamente de las agendas que acabamos de mencionar, exige el reconocimiento público de sus necesidades diferenciales. También la posibilidad de habitar sus tránsitos con dignidad. Los activismos no binarios nos invitan a reflexionar sobre la complejidad del cis-tema binario que produce la exclusión constante de aquellas personas que no se identifican como hombres o mujeres. Esta exclusión se extiende en todos los sistemas: el pensional, el de salud, el de documentación, entre otros. Algo que imposibilita el goce pleno de sus derechos. 

Foto por Victoria Holguín.

Las personas transmasculinas y no binarias asignades mujer al nacer hemos trabajado en torno al reconocimiento de nuestros derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos. Sin embargo, el desconocimiento intencional de nuestras identidades y necesidades particulares motivadas por el cis-sexismo continúa. Así, se sigue concibiendo la salud menstrual, la gestación y el aborto como experiencias exclusivas de las mujeres cis. También como experiencias que están totalmente por fuera de la masculinidad. Esto último excluye a las personas trans asignades mujer al nacer que se identifican en algún espectro de la masculinidad.

Según el informe sobre aborto en personas trans y no binarias de ATAC con Profamilia, publicado en 2020, el 36% de nosotres tenemos prácticas sexuales con riesgo de embarazo y el 70% capacidad de gestar. Sí: existimos, podemos menstruar y quedar en embarazo. Hemos tenido que construir nuestras propias maneras de acompañarnos y de resistir ante los servicios de salud sexual, reproductiva y menstrual que nos niegan por ser personas trans. También nos han negado el derecho a abortar, e incluso hay sectores de un movimiento social que lucha por este derecho al tiempo que desconocen nuestra existencia. Sin embargo, también nos ponemos el pañuelo verde y luchamos por un aborto libre, seguro y transfeminista.

Esta falta de acceso generalizado, que no solo se limita a la salud, sino que también niega derechos como la educación, el trabajo, el libre tránsito por el territorio, la identidad y el derecho al voto, ha repercutido directamente en nuestra salud mental. Las transmasculinidades y personas no binarias hemos sufrido la mayor afectación en salud mental con consecuencias en la ideación suicida e intento de suicidio. 

El no reconocimiento de nuestras identidades perpetúa la violencia sistemática que imposibilita nuestra capacidad de acceso a derechos. Frente a esto, la investigación ‘Los hombres no lloran: prejuicios sobre las identidades Transmasculinas en la Región Andina’, de la Unión Transmasculina Andina (UTA) recolectó información alarmante. Según las cifras de la revista Pediatrics sobre suicidio, este se reporta un 50.8% en transmasculinidades y un 41,8% en personas no binarias. La cifra resultó ser la más alta de toda la sigla LGBT, incluso por encima de las mujeres trans.

El sistema de salud ha perpetuado estas violencias desde la patologización y psiquiatrización forzada. Esto ha reducido nuestra agencia y nos ha generado traumas. Por eso hacemos una crítica al sistema de salud que, desde prácticas desactualizadas y violentas, imposibilita nuestra existencia en condiciones dignas. Asimismo hacemos un llamado al Ministerio de Salud para que cumpla con la sentencia T-218 de 2022 de la Corte Constitucional. Esta exige la creación de un protocolo de salud integral para personas trans que pase por la despatologización de nuestras identidades de género y avance hacia una atención en salud humanizante.

Otro punto vital en nuestras agendas es el de la relación entre las masculinidades trans y la postura crítica contra el militarismo. En 2009, a partir del trabajo realizado por el colectivo Entre Tránsitos, se identificó que las personas con experiencias de vida transmasculinas y no binarias experimentamos múltiples violaciones a nuestros derechos durante el servicio militar obligatorio. También al exigir la libreta militar en Colombia. 

Estas violencias están atravesadas por la invisibilización de nuestra existencia social y política. Así, las afectaciones resultan desproporcionadas con respecto a las experiencias de los hombres cisgénero. Estamos hablando de violencias que se ejercen en razón de la identidad de género como el abuso sexual correctivo, escarnio público, criminalización basada en el estado de los documentos de identidad. También la precarización laboral, la patologización, retención de documentos de identidad y violencia física.

La identificación de estos problemas hizo que una fracción del activismo transmasculino cuestionara el modelo militarista de la sociedad colombiana. Sobre todo, su imposición de un modelo hegemónico de masculinidad, que entre otras cosas, es cisnormativo. Esto implica considerar que la dignidad de las personas transmasculinas y no binarias asignadas femenino al nacer, pasa por desmilitarizar la vida. También criticar la adherencia obligada a una  cis-masculinidad dominante, cuestionar los símbolos normativos de nuestras identidades y expresiones de género que atraviesan la libreta militar y construir modos de relacionamiento que se distancien de los valores militares.

Estos son solo algunos de todos los puntos que venimos desarrollando desde el activismo de personas transmasculinas y no binarias asignades mujer al nacer. En muchas ocasiones, este desarrollo se ha articulado con diferentes movimientos sociales: el movimiento de los derechos de las personas con discapacidad, el movimiento feminista, el movimiento antimilitarista y el movimiento loco, entre otros. 

Las agendas políticas señaladas no son exclusivas de ningún movimiento. Todo lo contrario: podemos entenderlas como agendas compartidas y que necesitamos nutrir desde diferentes perspectivas. Para ello, hacemos la invitación abierta a todas las personas y movimientos sociales para abandonar la postura de invisibilización de las experiencias de vida y el trabajo político de las personas transmasculinas y no binarias asignades mujer al nacer. Más bien construyamos alianzas que nos permitan vivir con dignidad.

¡Por eso este 15 de julio marchamos Trans!

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