La campaña 40 Días por la Vida empezó en Estados Unidos en 2004 con un llamado de Dios: orar por el fin del aborto. Hoy tiene presencia en 65 países y una legión de un millón de voluntarios en todo el mundo. Esta es la historia de su inicio y consolidación en Colombia y de cómo, más allá de la oración, buscan incidir con argumentos engañosos sobre la decisión de las mujeres.
La mujer aparece entre los árboles que flanquean una calle anodina junto a la parroquia Santa Ana, en el barrio Teusaquillo de Bogotá. Allí entrega unos volantes y pregunta:
—¿Conoces a alguien en esta situación?
Su voz es suave, cercana. Viste jeans y tenis. No espera la respuesta y habla de nuevo. Señala los volantes que explican a qué se refiere: personas embarazadas que decidieron abortar. “El aborto daña a la mujer”; “¡No estás sola!”; “Todo lo bueno de la vida comienza con un poquito de miedo”; “Llámanos, nosotros te ayudamos”. Es 28 de febrero de 2023. La mujer dice que hace parte de 40 Días por la Vida, una campaña mundial que propone orar por el fin del aborto dos veces al año, durante 40 días, frente a centros de salud donde se realiza el procedimiento. Agrega que con la oración han logrado revertir la decisión de muchas mujeres y convencerlas de continuar su embarazo; que el aborto causa depresión e infertilidad; que cualquiera puede unirse y rezar; que ella es sólo un instrumento de Dios.
Unos pasos adelante está la sede principal de Oriéntame, la fundación que desde 1977 brinda servicios de salud sexual y reproductiva en distintas ciudades de Colombia. La mujer la llama una “clínica de abortos”. Cruzando la calle, una compañera suya reza arrodillada en el piso con los brazos en alto entre carteles que repiten “Oramos por ti y tu bebé”, y declaran que 40 Días por la Vida es la vigilia de oración más grande del mundo por el fin del aborto.
La campaña empezó en Estados Unidos en 2004, y tiene presencia en 65 países, según su página web. Colombia es el país con más puntos de oración en Sudamérica. Hoy la cuaresma, el tiempo de preparación espiritual para la pascua, lleva seis días; los mismos que han dedicado los integrantes de 40 Días por la Vida a una oración que se extenderá hasta Semana Santa. Ahora hay gente rezando en 10 lugares de Bogotá —por ejemplo, frente a los hospitales públicos de Engativá y La Victoria—, y también en Bucaramanga, Tunja, Manizales, Medellín, Lorica, Dosquebradas, Buga, Fusagasugá, Montería, Paipa, Villavicencio, Tame, Neiva, Yopal y Pasto, entre otros 52 municipios, de acuerdo con cifras propias.
En su mayoría son mujeres católicas. La campaña no parece estar dirigida a famosos o influenciadores, sino a personas con una vida corriente. Sus armas son la fe en Dios y la convicción de ser guerreros contra un enemigo poderoso: “el negocio del aborto”. Basta rezar para vencerlo. Bajo esa premisa y tras casi 20 años, 40 Días por la Vida dice haber “salvado 23.525 vidas”, cerrado “138 centros de aborto”, conseguir la renuncia de “251 trabajadores abortistas” y sumar un millón de voluntarios y 9.207 franquicias en todo el mundo.
Durante seis meses, como parte de la beca Salud, derechos y justicia reproductiva en las Américas, de la International Women’s Media Foundation, Cerosetenta y Manifiesta Media, con apoyo de La Liga Contra el Silencio, rastrearon la historia de esta iniciativa en Colombia, así como las alianzas que tiene con el movimiento “provida” para incidir con argumentos engañosos sobre la decisión de mujeres que buscan ejercer su derecho constitucional al aborto hasta la semana 24 de gestación.
El origen
La mujer que reparte los volantes en Teusaquillo dice que quien inició la campaña de 40 Días por la Vida en Colombia, cuya primera vigilia de oración fue en Bogotá en 2015, es otra mujer: Pamela Delgado.
Todo empezó con una búsqueda y un llamado. En una entrevista que se puede ver en YouTube, Delgado, hoy de 38 años y residente en Alemania, hace un recorrido por su carrera profesional: estudió Comunicación Social con énfasis en publicidad en parte motivada por su padre publicista. Fue voluntaria en la Asociación Santa Cruz de jóvenes católicos. Trabajó dos años en la agencia de publicidad McCann Erickson y siete en la fundación Dividendo por Colombia, que fomenta la educación como parte de la red global United Way. Entre tanto sintió que algo faltaba en su vida: “Le pedía al Señor que me mostrara cómo servirle”. Y luego ocurrió: “Me di cuenta de que la fundación (United Way) apoyaba el aborto en Estados Unidos”.
En una entrevista por escrito para esta alianza periodística, Delgado lo define como un momento atravesado por la gracia de Dios. “Él me permitió ver la realidad del aborto en Bogotá y entender que había un barrio, Teusaquillo, donde se comercia con la muerte de seres humanos inocentes”. Delgado encontró una vocación que, en sus palabras, fue puesta en su corazón por Dios. En adelante trabajaría por el fin del aborto.
En Estados Unidos, un hombre menudo de pelo blanco, gafas de pasta y sonrisa pudorosa, tuvo una experiencia casi idéntica. Su nombre es David Bereit y en 2004 fundó la campaña 40 Days for Life.
Bereit trabajaba como vendedor farmacéutico entre las ciudades de Bryan y College Station, Texas. Criado en la Iglesia Presbiteriana —aunque convertido al catolicismo después—, en 1998 participó en una protesta para evitar que Planned Parenthood, la organización estadounidense que ofrece servicios de salud sexual y reproductiva, inaugurara una sede allí. En 2004, mientras se desempeñana como director ejecutivo de la oficina local de Coalition for Life, una liga antiaborto con presencia nacional, le preguntó a Dios qué más quería que él hiciera y Dios puso en su corazón un número de resonancia bíblica: 40. Y puso tres cosas más: debía rezar y ayunar durante 40 días y 40 noches. Debía hacerlo frente a Planned Parenthood y estar disponible por si una mujer entraba a abortar para “hablar” con ella. Por último, debía convocar a otras personas. Con esas tres misiones surgió 40 Days for Life.
El reclutamiento y la expansión
“Los abortos en nuestra comunidad se redujeron un 28 % aquel año”, celebra Bereit en el corto titulado Un primer paso: una lucha por la vida. En 2007 la campaña –que cuenta con el apoyo de figuras como el arzobispo de Los Ángeles, José Horacio Gómez, y el papa Francisco– fue lanzada en 89 ciudades de Estados Unidos y pronto 40 Days for Life ocupó un lugar en la historia del movimiento antiaborto en Texas consolidado a partir de alianzas entre grupos religiosos y políticos republicanos, como detalla un reportaje del Texas Tribune. Durante cinco décadas distintas ligas texanas intentaron derribar el fallo de 1973, conocido como Roe vs. Wade, que garantizó el derecho constitucional al aborto en Estados Unidos y que fue anulado en 2022. Hoy el aborto está prohibido en Texas.
David Bereit trabajó como director ejecutivo de 40 Days for Life hasta diciembre de 2016 y ahora es presidente de Bereit Inc., una firma de consultoría para grupos “provida”. En su reemplazo quedó Shawn Carney, actual CEO y presidente, descrito en sus redes sociales como “escritor bestseller, conferencista, esposo y padre de ocho”. Carney presenta videos como uno en el que promociona la Universidad 40 Days for Life con dos cursos: uno de seis meses para abordar a mujeres que decidan abortar y otro de un año para organizar vigilias y reclutar voluntarios. El costo, respectivamente, es de 29 dólares –5 más fuera de Estados Unidos– y 497 dólares.
“Algo sencillo”
Es probable que Pamela Delgado reuniera lo que 40 Días por la Vida busca en alguien para coordinar la campaña en otro país: convencimiento y no ser muy conocido. Dos características notorias en la legión de voluntarios en el mundo cuyo poder reside, precisamente, en no tener poder.
En una entrevista para Hagan Lío, un medio católico español, Delgado habla sobre el momento en el que puso en marcha su propósito de hacer frente al aborto: “Llamé a amigos católicos de diferentes movimientos: Santa Cruz, Regnum Christi, Emaús y Lazos de Amor Mariano, y les dije: ‘¿Qué podemos hacer?’. Ese día tuvimos ideas, pero no llegamos a una conclusión”. La respuesta vino una semana después a través de una amiga que le habló de 40 Días por la Vida. “Miré en internet y dije: ‘¡Qué impresión!’. Una foto de gente como yo de rodillas frente a centros de aborto rezando con fe para que el aborto se acabara, mirando esa realidad, dejando la indiferencia y saliendo a la calle. (…) Me inscribí y así empezamos. Éramos 12, Dios nos llamó como a los apóstoles”.
A Delgado se la puede ver en un puñado de entrevistas para organizaciones o medios católicos, en videos de 40 Días por la Vida o conduciendo el programa de entrevistas Aliento de vida, transmitido en YouTube por el movimiento católico Máter Fátima. Apenas hay declaraciones suyas en medios laicos. En cambio, suele hablar mucho en las conversaciones entre pares, usando el pañuelo celeste que identifica al movimiento antiaborto en Latinoamérica, decidida y casi siempre sonriendo, como inmersa en una especie de gozo. Por lo general, vuelve con las mismas palabras al momento en el que Dios le reveló “la realidad del aborto”. O repite la fábula del pequeño contra el grande: nosotros, los “defensores de la vida”, contra ellos, “el negocio manchado de sangre”. O recurre al contraste entre los logros de la campaña –por ejemplo, que en ocho años de vigilias en Colombia 600 mujeres hayan desistido de abortar– y la humilde obediencia de su método: “Dios me mostró que con algo sencillo se puede salvar muchas vidas”.
Con frecuencia Delgado denuncia que “organizaciones como Profamilia [que ofrece servicios en salud sexual y reproductiva en Colombia] tienen metas de cuántos bebés tienen que abortar” y la existencia de un “lobby político” que respaldaría al aborto como estrategia de control poblacional. En la entrevista con Hagan Lío dice: “Por eso el aborto es dirigido a comunidades afrodescendientes e hispanas, porque busca una limpieza de la población, pero también un control de la natalidad”.
“El aborto es un tema tabú y no todos saben lo que realmente es. (…) Cuando se enteran de lo que es, de cómo se hace, abren los ojos y entienden qué es matar a un niño”, responde a esta alianza periodística. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud explica que el aborto es un procedimiento médico habitual y seguro. A su vez, el doctor Juan Carlos Vargas, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes y asesor científico de Profamilia, refuta que se le inflija dolor al feto: “El feto tiene un sistema neurológico que le permitirá tener la percepción de dolor, calor o frío, pero la integración de ese sistema se da muy tardíamente. No se ha podido demostrar que ‘sufra’ o que ‘le duela’”.
El doctor Vargas refuta también la afirmación de Delgado de que “cientos de mujeres entran a estos sitios [a abortar] y salen desgarradas, con vergüenza”. “No existe ningún tipo de secuela emocional cuando la atención se da correctamente”, puntualiza el médico. En cambio, “la desinformación sí puede generar afectaciones emocionales en las mujeres porque les hace daño en su proceso de toma de decisión”.
En otra entrevista Delgado anota: “No es tan probable que una mujer que ha sido violada quede embarazada. Para ser fértil una vez al mes la mujer tiene que estar tranquila, saludable”. El doctor Vargas responde: “Para afirmar que el estrés produce alteraciones en el proceso de fertilización se requeriría de un estudio clínico con características especiales, pero no es posible hacerlo porque ¿cómo haríamos para someter a un grupo de mujeres a violencia sexual para definir si el estrés las afecta?”.
Estos son, de todas formas, los argumentos que las y los voluntarios de 40 Días por la Vida utilizan cuando, en medio de la oración, “el Espíritu Santo los usa” para hablar con una mujer que haya decidido abortar.
Un combate espiritual
Consultada para esta investigación, Delgado no da detalles sobre el primer contacto que tuvo con los líderes en Estados Unidos de 40 Días por la Vida ni sobre si recibió algún tipo de inducción o entrenamiento. Una nota de Univisión publicada en 2018 menciona que dos líderes de la campaña “volaron a Bogotá para conocerla” y la cita: “Nos trajeron camisetas y puede parecer una tontería, pero te hace sentir como si fueras parte de una familia”. Univisión asegura que desde 2011, 40 Días por la Vida capacita a voluntarios en Latinoamérica. A su vez, el periódico británico The Guardian señala que tras la caída de Roe vs. Wade los grupos antiaborto estadounidenses han dirigido esfuerzos a exportar sus tácticas a otros países.
Tampoco es claro si por coordinar la campaña en Colombia –una función que tuvo hasta 2021, aunque los voluntarios en regiones la siguen reconociendo como su líder– Delgado ganara un salario o si, al contrario, pagó un curso. Al respecto ella dice que el inicio del proyecto le demandó “mucha entrega, mucha pasión, amistad y sobre todo, la fuerza del Espíritu Santo”. En entrevistas cuenta que se dedicó de lleno a organizar la primera vigilia y que eso le implicó renunciar a su trabajo, dejar de recibir un salario y mudarse con sus padres, aunque también le trajo una sensación inédita de plenitud y el descubrimiento de un talento para hablar en público.
La primera vigilia fue en 2015 frente a la sede de Profamilia en el barrio Teusaquillo. “Nosotros veíamos cómo el Señor triunfaba y ganaba esos bebés”, recuerda Delgado en Hagan Lío. “Mujeres que iban a entrar a abortar y se arrepentían cuando nos veían”. Según ella, 10 mujeres desistieron de abortar esa vez. En la segunda vigilia, en varias ciudades, fueron 25. En la tercera, 35. “Los centros de aborto están enloquecidos con campañas como la nuestra. ¿Por qué? Porque les estamos dañando el negocio, estamos diciendo la verdad”.
Delgado dice que en Teusaquillo, el barrio de casas inglesas donde aún después de la despenalización del aborto en Colombia coexisten centros que realizan abortos seguros, clínicas no habilitadas y pseudoclínicas “provida”, sucede un combate espiritual. “Es muy duro porque tú estás viendo cómo el demonio quiere robarse a los bebecitos del vientre de las mujeres y robarse el alma de ellas. Pero al mismo tiempo está el Señor luchando por sus hijitos a través nuestro para que no sean asesinados”, apunta en Hagan Lío.
María Mercedes Vivas, médica, magíster en Salud Pública y directora de la Fundación Oriéntame evoca la vigilia de 2015: “Había mucha gente. Era agobiante porque colgaban ropa de bebé, fotos de bebés blancos y rubios. A mí me entregaron un rosario. A las personas que trabajaban en Oriéntame les decían que se iban a ir al infierno, que su plata era sucia. Un día entré a la clínica y vi a una chica llorando porque le habían dicho que era una pecadora”. Vivas agrega que han tenido que escoltar a las usuarias y que en la vigilia de 2015 integrantes de la policía, incluido el general (r) Henry Sanabria, se unieron al rezo. En las fotos, la fuerza pública está de rodillas, con flores y cargando un toldo bajo el que un cura se protege del sol.
Para Vivas las acciones que realiza 40 Días por la Vida exceden la “oración pacífica”. “Cuestionar la decisión de una mujer –que en algunos casos ha sido difícil de tomar– cuando va a entrar a la clínica, es un acto violento. Somos criadas de tal forma que esos mensajes tienen un efecto. Ellos movilizan la culpa”. Otra forma de violencia es el anonimato de quienes oran: no tienen nombre, no se sabe quiénes son.
Pero quizás lo que más le impacta es la indiferencia estatal. A pesar de haber enviado derechos de petición, cartas, fotos y solicitudes de protección a entidades distritales y nacionales; a pesar de insistir en que la maternidad no surge en el instante en que un óvulo se une con un espermatozoide; a pesar de que durante décadas Oriéntame ha suplido la responsabilidad estatal de garantizar derechos sexuales y reproductivos; a pesar de que en Colombia la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho fundamental, Vivas califica la respuesta institucional como muy vaga. “Se justifican diciendo que hay derechos en tensión: el derecho a la protesta y a la libertad de culto versus los derechos de las mujeres. No toman acción. Pero al no hacerlo están de hecho tomando acción a favor de los grupos antiderechos”, lamenta.
“Te pedimos por las personas que trabajan en Oriéntame para que toques sus corazones y algún día se den cuenta de que el aborto es doloroso, que acaba con la vida de un ser humano inocente, te alabamos, te bendecimos y te damos gracias, Señor”. Entre el barullo de Teusaquillo, así se alzaba la oración de Delgado en una de las tantas vigilias que ha liderado.
¿Qué diría Jesús?
Sin embargo, la oración es un acto íntimo.
Eso explica Carlos Alberto Vargas, columnista y podcaster que desde hace más de veinte años trabaja en proyectos de formación y divulgación de la fe católica. Dice que la propuesta religiosa de Jesús no apunta a la “exhibición de la creencia”, sino “a que la creencia nos atraviese profundamente para que seamos capaces de cambiar el mundo”. Por eso antes de la cuaresma en las iglesias católicas se lee un pasaje de la Biblia en el que Jesús pide que la oración se realice a puertas cerradas y no gritando en una plaza.
Vargas duda que 40 Días por la Vida haga un uso adecuado de la espiritualidad al convertir la oración en una protesta pública que no reconoce la libertad de las mujeres. “No es una campaña que a mí ni a muchos católicos que no tenemos una línea conservadora nos guste”, comenta. Sin embargo, dice que el dogma no oficial más importante para la Iglesia católica es quizás el que condena al aborto como un crimen. Extendido en la Edad Media, reforzado durante la revolución sexual y consolidado en 1986 con la encíclica Humanae Vitae que establece la doctrina contra cualquier método anticonceptivo, para Vargas ese dogma no oficial cobró un protagonismo exagerado: “Hoy un católico se define más por lo que cree sobre el aborto que por lo que cree sobre Jesús”, concluye.
Entonces, ¿qué incidencia tiene 40 Días por la Vida en el catolicismo? ¿Y en los mensajes que desde esa religión afectan la vida de las mujeres?
En un video Delgado conversa sobre el aborto con fray Nelson Medina, sacerdote de la Orden de Predicadores (dominicos) y tal vez el mayor influenciador católico colombiano con un canal en YouTube que suma 464.000 suscriptores y una cuenta en Instagram con 113.000 seguidores. “El aborto es un fracaso de la civilización”, afirma el cura que se denomina un “orante por la defensa de la vida” y que, además, ofició la misa de matrimonio de Delgado con el abogado croata Tomislav Čunović, miembro de la junta directiva de 40 Días por la Vida, director ejecutivo de asuntos internacionales y líder de la campaña en la ciudad alemana de Frankfurt.
“La mujer, cuando cree que esa puerta está abierta y que puede pasar por ella impunemente, deja de verse a sí misma como manantial y santuario de vida y empieza a ver su propio cuerpo solo como una fuente de satisfacción”, dice Medina. En ese sentido, y para contrarrestar la influencia de las que él llama “feministas extremas”, al clero podría venirle bien que una campaña como 40 Días por la Vida, liderada e integrada en su mayoría por mujeres, asuma la vocería contra el aborto.
Vargas, con todo, considera que hay gente que llega a 40 Días por la Vida con una intención de caridad. Pero las cosas parecen confundirse y emerge la idea de que “hay que hacer el bien a las buenas o a las malas”. “Mi tarea de salvarte sucede con tu permiso o sin tu permiso”, aclara. “Si tú me preguntas si esta gente tiene una idea de amor, yo diría que sí. Te amo con lo que yo creo que es el amor y decido lo que te hace bien, lo aceptes o no lo aceptes”.
Pero te amo.
Los métodos de persuasión
Luego de coordinar la versión local de 40 Días por la Vida durante dos años, en 2017 Pamela Delgado quiso hacer más y creó la Fundación Coalición por la Vida Colombia con el objetivo de “ayudar de manera integral a mujeres que viven embarazos inesperados y en crisis” y de “transformar esos embarazos en crisis en una maternidad tranquila y feliz”. Delgado fue su directora al menos hasta el momento en que dio esta entrevista en 2021.
El 28 de febrero de 2023, la mujer que reparte volantes en Teusaquillo mientras ocurre la vigilia, dice:
–Te invito a conocer nuestra fundación. Está a la vuelta.
Añade que están recogiendo firmas para el “referendo provida” (que finalmente no logró la cantidad necesaria) y que quien quiera puede llevarse una planilla para llenar con 20 firmas.
La fundación es otra típica casa inglesa. Sobre el ladrillo un letrero verde con el logo de un feto anuncia: “Coalición por la Vida Colombia. Orientación al embarazo. Pruebas de embarazo gratuitas. No estás sola, llámanos”. Allí llegan mujeres embarazadas, la mayoría de escasos recursos, solas o llevadas por rescatistas que las abordan en las vigilias o, el resto del año, en la calle. Aunque unas podrían ir en busca de ayuda para continuar su embarazo –y, en efecto, la encuentran con ecografías, mercados más baratos, pañales o ropa de bebé– muchas acuden porque creen que es un lugar donde se realizan abortos. O, mejor, porque eso les hacen creer. Así lo explica una representante a dos integrantes de esta investigación que acuden sin explicitar que son periodistas. Dice que el letrero fue estratégicamente diseñado para que la casa se confunda con una “clínica de abortos”. Cuando una mujer solicita uno se le toma lo que parece una historia clínica para luego “informarla” y “darle orientación”. Entonces, quien les habla recurre a argumentos engañosos o falsos: que Colombia es un país constitucionalmente “provida” donde el aborto sigue siendo un crimen, aunque ya no se pague con cárcel. Que de cada 100 mujeres, 30 mueren al abortar. Que tras un aborto “los bebés” son utilizados para hacer cremas rejuvenecedoras y champús con colágeno. Que “el bebecito” sufre, siente el peligro y busca cómo esconderse. Que muere asfixiado, quemado. Que es como si a uno le rompieran el cerebro, le arrancaran las manos y los pies. Enseguida las rotulan como madres. “Mamitas”, las llaman.
Buena parte de su argumentación se sustenta en que la razón por la que alguien aborta es la ausencia de Dios y que las mujeres que deciden hacerlo están solas. Por eso, la frase que más se repite es la cómoda y siempre útil: “No estás sola”. Todo lo demás es solucionable: la comida, un sitio para dormir, la pobreza monetaria. La fundación ofrece ecografías y controles, hay médicas y psicólogos. Si eso está arreglado, no hay por qué abortar. Nunca se menciona el derecho a decidir.
“Aquí obligan a las mujeres a parir”, pintó alguien en un grafiti a la entrada de la casa en 2016. En efecto, trazar una línea entre la persuasión y la maternidad forzada es difícil. La representante dice que apenas el 1 % de las mujeres que reciben termina abortando, pero otra voluntaria contrasta: “Toca disciplinarlas. Son dispersas, vienen de entornos difíciles. La casa está abierta todo el tiempo, pero ellas deben venir los martes a los talleres y un sábado cada mes. Encuentras diez una semana, la otra dos, y de pronto no viene ninguna. Pero nosotras las tenemos amarradas diciéndoles que si asisten les damos pañales, crema y pañitos húmedos. Son como niños, de un avispado. Manipuladoras como ellas solas. Se les da un mercadito cuando le dicen sí a la vida y no vuelven. Después sabemos por qué: abortaron”.
Un mundo de alianzas
Aunque 40 Días por la Vida y la Fundación Coalición por la Vida Colombia son dos cosas distintas –Delgado hace énfasis en eso– es evidente que comparten una misión y que son aliadas: basta ver los afiches de 40 Días por la Vida que están en la fundación. Pero, además, ambas hacen parte de una “red provida” con presencia en todo el país.
Por ejemplo, está Amen (Albergue de Madres Embarazadas y Nacidos) que pertenece a la Fundación Pasos por Amor. Al albergue llegan muchas mujeres remitidas por la Fundación Coalición por la Vida Colombia que no cuenta con la infraestructura necesaria para acogerlas. Su directora, la diseñadora industrial Ana Karina Carrero, fundó la primera sede en su ciudad natal, Cúcuta, en 2011. En entrevista con esta alianza periodística, Carrero cuenta que era voluntaria en un “centro de ayuda para la mujer embarazada al que llegan mamitas pensando en abortar y se les muestra la realidad del aborto”. Ella sintió que esa labor, entre cuyos métodos están pasar películas de descuartizamientos fetales o decirle a una mujer que si va a abortar más le vale matar también a su hijo de tres años, no era lo suyo: “Me pegaba muy duro que una mujer se nos fuera de las manos”, recuerda. Entonces tuvo una revelación. Le preguntó a Dios qué debía hacer y Dios le respondió que debía abrir una casa para “mamás embarazadas”.
El albergue empezó en Cúcuta y luego Carrero inauguró otro en Cajicá, Cundinamarca. Ella calcula que 168 mujeres han pasado por ambos. Asegura que todas están “convencidas” de continuar su embarazo, como una mujer que insistió en contra de la recomendación médica, y parió unas siamesas que vivieron diez minutos y a las que alcanzaron a poner agua bendita. Las reciben hasta que los nacidos cumplen seis meses y también acogen a sus otros hijos. Las evangelizan, les dan talleres de emprendimientos. Hay una huerta orgánica. Ellas aprenden a ser disciplinadas, a vivir en comunidad. El albergue es el vientre materno de María y a la vez allí “María Santísima” les enseña a ser madres, apunta Carrero.
Carrero explica que el albergue es solo uno de los puntos del “ciclo provida” en el que trabajan de manera conjunta y según sus fortalezas, integrantes de la “red provida” como la Arquidiócesis de Bogotá, la plataforma Unidos por la Vida o la Fundación Hogar Margarita donde remiten a las mujeres que quieren dar sus hijos en adopción. “Todo funciona con alianzas”, anota. Los puntos restantes son: formación y prevención, rescate –a lo que se dedicaba Carrero–, ayuda externa a madres, retiros de “sanación” para quienes pasaron por la “experiencia del aborto” a cargo de la organización El viñedo de Raquel y del Proyecto Esperanza, y, por último, la acción civil que incluye participar en marchas, apoyar leyes para “defender la vida”, o, en su momento, la recolección de firmas para el referendo antiaborto.
Por supuesto que ella ha ido a las vigilias de 40 Días por la Vida. Es que la oración es transversal y es lo más importante, dice: “La oración siempre”.
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Esta historia se hizo con el apoyo de IWMF.
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